“La
verdad no se puede tener, es como una luz”
Remi Brague, filósofo, historiador de
las ideas
Tengo
67 años. Parisino, durante diez años viví también en Munich. Estoy casado desde
hace sólo 44 años. Dirijo el centro de investigación Tradición
y Pensamiento Clásico en La Sorbona. La
política es menos importante que la cultura. Soy católico practicante... y
creyente
¿Sabe
más a los 67 que a los 40?
Leo
mejor el hebreo, sin duda.
¿Y
sobre cosas que le sirvan para vivir?
Resulta
más importante la cosmovisión que uno tenga que la experiencia cotidiana, que
puede ser manipulada y falsificada por varios factores.
¿Cree
más en las ideas que en la experiencia?
Las
ideas pueden ser pura ilusión. Pero las ilusiones también desarrollan un papel
esencial en nuestras acciones. La intervención de la gente en el mundo depende
estrechamente del modo como ve el mundo. Nuestras acciones vienen de más lejos
de lo que nos figuramos, y pueden tener consecuencias más largas.
¿Eso
que hacemos en el día a día?
Sí.
Las puertas que se cierran tras nosotros tienen una relación estrecha con las
puertas que se pueden abrir frente a nosotros. En realidad estamos hablando de
la dimensión de nuestra libertad.
¿Para
eso sirve la filosofía?
La
filosofía no sirve para nada, como el arte, la religión o todo lo que es
importante en la vida. Servir es lo que hacen los esclavos.
Pues
hablemos de libertad.
La
filosofía puede ayudarnos a sopesar las consecuencias de nuestros actos y la
hondura de nuestra libertad; entender que en un cierto sentido todo depende de
nosotros, de nuestras acciones y decisiones.
¿No
se siente usted insignificante?
Por
un lado sí, tenemos poca importancia, vivimos en un pequeño planeta.
En
el extremo de una pequeña galaxia.
Sí,
pero por otro lado somos el único punto del universo sobre el que podemos tener
una influencia, y por eso desde la perspectiva de la acción, de lo que tenemos
que hacer, somos lo más importante del mundo.
¿Cada
uno de nosotros?
Sí,
porque cada uno de nosotros es la única persona que puede tener una influencia
sobre cada uno de nosotros, y el resto del mundo es indiferente.
¿Usted
tiene verdades?
Las
verdades no se pueden tener, son como una luz, y la luz no es un objeto que se
puede coger. No tenemos la verdad, la verdad nos tiene, la verdad nos da luz.
Entiendo.
San
Agustín distingue entre dos tipos de verdad: la verdad que luce, que proyecta
luz sobre las cosas y que nos permite conocerlas y utilizarlas; y la verdad que
nos pone a plena luz y evidencia aspectos de nuestra alma que preferiríamos
esconder, la que acusa las sombras y las pone de relieve.
Ilumina
nuestra mediocridad.
Sí,
y no nos gusta, preferiríamos esconder los aspectos desagradables de nuestra
personalidad, y eso explica por qué la civilización de hoy tiene sentimientos
ambiguos frente a la verdad.
Pero
las verdades dependen de la moral de la época.
Mucho
menos de lo que imaginamos, porque hay una especie de kit de supervivencia del
género humano que se halla en todas las culturas, como el no matar, no robar o
no mentir. Ninguna cultura podría sobrevivir a largo plazo sin esas normas.
Pero
no las respetamos.
Hay
una diferencia inmensa entre lo que tendríamos que hacer y lo que hacemos. Ya
lo dijo san Pablo: el bien que yo conozco no lo hago, el mal que odio lo hago.
La pregunta básica de la moral de Kant: ¿qué es lo que yo tengo que hacer? Es
una pregunta tonta.
¿…?
Todos
sabemos la respuesta, la cuestión es por qué no podemos aplicarla.
¿Y?
No
basta con no matar al prójimo, tenemos que no querer matarlo, abandonar el odio
hacia el otro. Pasar del ademán exterior a la actitud interior.
Pero
si naces en un ambiente donde odiar y matar es cotidiano...
Hacer
lo que hacen los demás es algo espontáneo y para eso no necesitamos una moral,
simplemente actuar como las ovejas.
Ya,
¿y...?
Que
creo que podemos recurrir a la conciencia de nuestra libertad. Todas las
personas que han hecho historia han sabido decir no en algún momento.
Primero
nos gobernó el cosmos, luego Dios, ¿quién gobierna hoy al hombre occidental?
Piensa
que se puede gobernar a sí mismo, pero el progreso moral es muy lento y muy
frágil. Necesitamos un punto de referencia exterior a lo cual yo llamo, muy
sencillamente, Dios.
Dios
es un acto de fe sin argumentos de razón.
Se
pueden ver sólo cuando se cree. Es algo difícil de entender, pero la fe
contiene principios de luz que permiten entender algo de la condición humana,
como saber que la libertad corresponde a la estructura honda del ser. Pero sin
la fe se puede vivir de un modo perfectamente moral.
Entonces,
¿la fe es una elección?
Sí,
es una elección cotidiana constante, y aquí topamos otra vez con el abismo
insondable de la libertad.
IMA
SANCHÍS
En
el ciclo A hombros de gigantes (Obra Social La Caixa) politólogos y
filósofos explican que somos enanos a hombros de gigantes, que si nuestra vista
alcanza la lejanía es gracias a la altura de los gigantes que nos sustentan, que
nos preceden. Brague le da otro enfoque: convierte a cada uno de nosotros en
gigantes, hacedores de futuro en cada gesto. Ser conscientes de esa libertad
nos hace humanos. Profesor de Filosofía Musulmana en La Sorbona y de Historia
del Cristianismo Europeo en la Ludwing-Maximilian de Munich, es un hombre
tímido, erudito y educado que se disculpa por su castellano, que es excelente
(también habla inglés, alemán, italiano, árabe, latín y griego)
La Vanguardia, La Contra, 3
diciembre 2014
...
Católico sin complejos
Rémi
Brague (París, 1947) es uno de los filósofos más relevantes de la actualidad.
Ejerce como profesor de filosofía musulmana en la Universidad de la Sorbona, de
historia del cristianismo europeo en la Ludwig-Maximilián Universitat de
Munich, donde ocupa la cátedra Romano Guardini, y dirige el centro de
investigación Tradición del Pensamiento
Clásico de la Sorbona. Domina el griego, el latín, el árabe, el hebreo y
varias lenguas modernas, entre ellas el español. Pero sus intereses filosóficos
desbordan su posición académica. Es un fino lector de Baudelaire, Nietzsche,
Heidegger o Leo Strauss.
Entre
sus obras podemos resaltar Europe la voie
romaine, editado en catalán por Barcelonesa Edicions (Europa, la via romana, 1992) y en castellano por Gredos (Europa la vía romana, 1995); La sagesse du monde (La sabiduría del mundo. Encuentro,
2008); La Loi de Dieu (La ley de Dios, Encuentro, 2011); Au Moyen du Moyen-Age (En medio de la Edad Media, Encuentro,
2013); Le propre de l’home (2013) y Les Ancres dans le ciel (2013). Esta
última obra amplía un seminario que impartió en la Fundado Joan Maragall y
publicado por Cruïlla con el título de La
infraestructura metafísica (2010).
La
cuestión central que recorre toda la obra de Brague la podemos formular así:
¿Por qué nos resulta tan difícil, a nosotros, que somos la primera generación
que cree haber sobrevivido a sus dioses, ser nihilistas a tiempo completo? Una
vez muerto Dios debiera haber desaparecido el miedo, pero sospechamos que el
diablo aún sigue vivo y notamos que la fe siempre tiene hambre. Ya no creemos
en el hombre, pero nos asusta el anti humanismo; no nos entendemos como
encuentro herederos de la Ilustración, pero sospechamos que la antiilustración
puede ser una forma de barbarie; no queremos ser santos, pero no podemos vivir
sin considerarnos portadores de valor. Como no podemos ser buenos por
convicción, intentamos serlo por defecto, abrazados a nuestra última virtud, la
tolerancia, que es una virtud que nos impide matar... pero que no nos garantiza
el anhelo de vivir.
No
hay manera de celebrar la muerte de Dios, porque no hay manera de libramos de
la sujeción a la ley. Cuando creemos libramos de leyes superiores, nos
descubrimos encadenados a leyes inferiores.
Rémi
Brague, siguiendo en su proyecto a Leo Strauss, busca las claves de la
comprensión de lo que nos pasa remontándose más allá del moderno proyecto
ilustrado, hasta la ilustración medieval. Por eso no es estrictamente hablando
un medievalista. Lo que a él le interesa es el presente y, más en concreto, el
presente de una Europa dispépsica que está viendo desaparecer a los
cristianos... aunque bastante menos rápidamente que a los europeos.
Quienes
conozcan a Brague, no necesitarán argumentos para leer En medio de la Edad
Media. Quienes quieran conocerlo encontrarán en esta obra -incluyendo la
magnífica entrevista inicial-, una magnífica vía de acceso al prensa-miento de
un católico sin complejos, que posee “un gusto inmoderado por la provocación”.
La Vanguardia, Cultura (s), 2
de julio de 2014. p. 14
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