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lunes, 12 de mayo de 2008

Una entrevista a Gonzalo Torrente Ballester sobre la generación del 36. (y III). Una lenta evolución (1946-1977)

César Alonso de los Ríos: ... vuestro cambio, el tuyo, fue lento.
Gonzalo Torrente Ballester: Tuvimos que asimilar muchas cosas. La eficacia del sistema democrático, el liberalismo que considerábamos maldito...
CAR: E ibas teniendo hijos. Te casaste muy pronto, y en cuanto enviudaste volviste a casarte y a tener más hijos. A ti te han disculpado las debilidades políticas por la necesidad de tapar tanta boca. ¿Cómo vas a remediar este tipo de defensas morales?
GTB: Es verdad. que yo necesitaba la crítica de de teatro en Arriba para completar el sueldo de catedrático. Pero no creo que fuera un crítico amable.
CAR: Por supuesto. Me refería a la necesidad que tenías de seguir colaborando con el Movimiento incluso después de los sucesos de 1956.
GTB: Yo participaba de la evolución de mis campaneros de generación.
CAR: Rompiste con motivo del «contubernio» de Munich. *
GTB: Me rompieron. Yo me limité a asistir.
CAR: Lo que sí se ha criticado es tu sectarismo literario en tu famosa Literatura Española Contemporánea, y perdóname. Tu oportunismo. Los cambios en las valoraciones de ciertos escritores son llamativos, a veces escandalosos. La comparación entre la edición de 1949 (Afrodisio Aguado) y la de 1963 (Guadarrama) es llamativa.
GTB: ¿Acaso tú piensas ahora lo que opinabas de alguien hace unos años?
CAR: Me refiero a los criterios. Para, ti hay dos Alberti: el burgués y el proletario. Pones el compromiso político por encima de la obra de tal modo que no llegas a valorar el Alberti surrealista, el mejor de todos posiblemente el de Sobre los ángeles. Según tú, los cambios de Rafael Alberti se debieron a «un movimiento obediente a impulsos y solicitaciones externas».
GTB: Es innegable que la militancia afecta a parte de la obra de Alberti.
CAR: Es obvio. Lo que no entiendo es que su ideología te llevara a ti a minusvalorar una parte de su obra. Pasando a otro autor, en la edición de 1949 incluiste entre los ensayistas a José Antonio Primo de Rivera.
GTB: Era un pensador político de una inmensa influencia.
CAR: ¿Por qué, entonces, le hiciste desaparecer en la edición de Guadarrama? Con Manuel Azaña te pasaste, y no precisamente por razones literarias. En ese caso intervino el Torrente político. Perdóname si leo las palabras que le dedicaste: «Día llegará en que pueda ponerse en claro, con documentos fidedignos, cómo la vida secreta de este intelectual típico determinó su comportamiento como político: ejemplo elocuente su biografía del peligro que encarna, para una sociedad indiferente a la vida del espíritu y a sus representantes, el menosprecio y el desdén.- Muchos años de oscuridad, de trabajo intelectual casi subalterno, incubaron en Azaña el resentimiento».
GTB: Azaña había sido un ser desdeñoso, y nosotros le pagamos con la misma moneda. Todos los de mi generación. Fue un político dañino y era muy difícil escapar por mi parte a lo que podríamos llamar un ajuste de cuentas en los años cuarenta. Por otra parte, no era un buen novelista.
CAR: El jardín de los frailes es un libro hermoso, pero no estamos aquí para discutir sobre eso. Estamos hablando de la incidencia de la política en la crítica literaria. Con Ortega y Gasset fuisteis excesivamente exigentes en los primeros cuarenta.
GTB: No podíamos olvidar que el filósofo que había con, tribuido decisivamente al triunfo de la Segunda República tardó demasiado en rectificar. El texto de José Antonio Alabanza y reproche de José Ortega y Gasset daba un planteamiento muy equilibrado.
CAR: Por cierto, ese texto desaparece en la edición de 1963. El falangista Mourlane Michelena también desaparece en la segunda edición. A Max Aub no le metes en la primera, al igual que a Rafael Dieste. Y te cargas a Foxá en la segunda. Me parece una concesión inaceptable.
GTB: Hoy reharía mi panorama una vez más. ¿Qué quieres que te diga? Uno cambia de criterio y no sólo por razones políticas.
CAR: Sin embargo, como crítico de teatro yo pienso que nunca tendrías que hacer rectificaciones por razones políticas. Tu Teatro Español contemporáneo es un ejemplo en este sentido. Puedes acertar o no, pero no haces ajustes de cuentas. Es verdad que en 1957 ya las cosas estaban más tranquilas.
GTB: No me fue fácil ser independiente en mi sección de Arriba. El teatro era el instrumento político y cultural más poderoso en los años cuarenta y cincuenta.
CAR: Hiciste una valoración global de la cultura en el franquismo con motivo de los veinticinco años del Régimen, fuiste muy positivo. ¿Te arrepientes ahora? .
GTB: No. En líneas generales, no. Hubo censura y aislamiento pero a pesar de ello no fue un páramo cultural. La prueba es que, si hacemos una comparación con lo que ha venido después, hay que admitir que no han sido superados los resultados ni en las artes plásticas, ni en el cine, ni en el teatro, ni en la música, ni en el pensamiento. Es duro decirlo, pero es así.
CAR: Coincides con Julián Marías en estas estimaciones.
GTB: Por supuesto, el exilio. supuso una pérdida enorme y la censura tuvo consecuencias lamentables. Dicho esto y después de un repaso pormenorizado y global, hay que concluir que ha habido una exaltación exagerada de la «cultura republicana», que no hubo una explosión respecto a la de la Restauración Y concretamente de la Dictadura de Primo de Rivera. Obviamente, en la inmediata posguerra hay un parón, un hiato muy fuerte. No se puede medir la cultura de un país desde los criterios políticos. No hay una relación inmediata entre libertad y creación, entre democracia y cultura, entre dictadura y creatividad. A veces los estímulos van por otro lado.
CAR: Además, se ha hecho una contabilidad cultural rara al considerar exiliados a escritores y pensadores como Ortega o Marañón, y se han pasado por alto personalidades como Menéndez Pidal, Dámaso Alonso, Azorín, Zubiri.
GTB: Se hizo una mitificación de ciertos nombres, algunos de ellos surgidos como creadores en el exilio. A veces excesivamente valorados, como Ayala, Max Aub, Andujar ... Pero si de la comparación de la cultura del franquismo con la anterior a la guerra pasamos a la comparación con la que ha venido después de la transición ¿qué podríamos decir?
CAR: Globalmente no se puede afirmar que haya habido no ya una explosión cultural sino más bien hay que reconocer que apenas ha salido nada significativo en alguno de los campos.
GTB: ¿Recuerdas la cantidad de magníficos originales que tantos y tantos tenían en el cajón? Ah, cuando llegara la libertad ...


*Gonzalo Torrente Ballester, apoyó a Dionisio Ridriejo en el "contubernio" de Munich en 1963, lo que le costó la sección de teatro de Arriba.

Una entrevista a Gonzalo Torrente Ballester sobre la generación del 36. (II). El primer franquismo. (1939-1946)

César Alonso de los Ríos: En el Año de la Victoria, en la colección Breviarios del Pensamiento Español, y se lo dedicaste [una biografía y antología de textos de José Antonio Primo de Rivera] a Pilar Primo de Rivera. Este texto es una de las referencias básicas del Movimiento. Laín citó en Los valores morales del nacional-sindicalismo tu forma de mirar a José Antonio como un mito: «el mito nacional de España».
Gonzalo Torrente Ballester: Se deshumanizó la figura de José Antonio. Se hizo un esfuerzo retórico tremendo.
CAR: Explicabas la razón por la que los falangistas le citaban siempre de forma escueta, sin adjetivos: el Jefe Nacional, el Fundador...
GTB: Era el ser destinado, jefe de un partido por fatalidad.
CAR Había una división de funciones entre el mito de José Antonio y el de Franco, vivo.
GTB; Uno era tangible. Se le podía ver y tocar el otro habitaba en las imaginaciones como un «héroe».
CAR: Escribiste un folleto que todavía yo he comprado en el Rastro por cinco mil pesetas, Antecedentes históricos de la subversión mundial (Cuadernos de Orientación Política, Editora Nacional, Barcelona, 1939).
GTB: Estás inquisitorial.
CAR: He trabajado. Ahí sí te confiesas totalitario.
GTB: Si me permites ¿quién que era entonces no era totalitario? Los comunistas, los fascistas ... Los problemas eran de tal orden que había que contar con todos y dar respuestas a la globalidad con concepciones globales. Las masas ... y luego se nos criticaba por elitistas. Por necesidades de organización y de disciplina. La guerra contemporánea exigió también la participación del ciudadano en su totalidad. Ya en la Gran Guerra se había movilizado la sociedad entera por vez primera en la Historia.
CAR: Jünger.
GTB: Jünger.
CAR: Tú pensaste como José Antonio Primo de Rivera aquello de que Rousseau había sido un ser nefasto y un resentido al que le irritaba la sociedad demasiado perfecta en la que vivía.
GTB: Era nuestro credo.
CAR: Lo que siempre he entendido menos es que tuvierais tanta animadversión al capitalismo internacional como al proletariado internacional.
GTB: Porque ambos negaban la realidad de las patrias. Unos utilizaban la Masonería y los otros la Internacional Comunista.
CAR: Simpatizabais con el anarquismo.
GTB: Era una consecuencia sincera de la democracia. Sucede que el anarquismo como tal es un seño de perturbados o inadaptados.
CAR: Había en todas aquellas doctrinas un alto grado de religiosidad.
GTB: Especialmente en el comunismo. Por eso Laín propone como réplica unos valores morales y religiosos. Rusia como paraíso. La redención en la tierra. El reino de este mundo. Y de paso el modo apostólico La guerra santa de otro modo. Y la cobertura, la justificación del progreso.
CAR: Javier Maríño (Historia de una conversión) te la publicó Editora Nacional. Había en ella mucho de biográfico, y no por casualidad. .
GTB: Reconozco que había mucho de justificación personal. Era una explicación del señorito, que yo no era, que tontea en París con las utopías del momento encarnadas a veces en personas, en una mujer, comunista, hasta que se da cuenta del error de aquéllas y la contradicción entre ésta y la moral. Y por supuesto la traición que supone todo ese mundo cuando la patria está en guerra, en peligró, y es obligado tomar partido. El subtítulo indica el cambio.
CAR: Citabas a Pascal: «Toute conversion est un petit jugement». Javier Mariño fue la explicación que, a mi juicio, debías a Ridruejo, que volvía de la División Azul. Leo la dedicatoria: «Esta novela, Dionisio, comenzada cuando combatías en Rusia, fue desde un principió destinada a ti. Ahora, de vuelta entre nosotros, te la envío como prueba de amistad y camaradería».
GTB: No le gustó nada a Dionisio.
CAR: ¿Por razones literarias?
GTB: Le parecía una novela falsa. No creíble ni en sus personajes, ni en su argumento.
CAR: Dando un salto en el tiempo, las reacciones ante tu obra siempre te han llamado la atención. Por ejemplo, nunca esperaste el fracaso tan fuerte de Don Juan.
GTB: Es verdad.
CAR: Ni el inmenso éxito de La Saga/Fuga de J.B.
GTB: Ahí empalmé con la moda. Más raro fue el fracaso de venta de Los gozos y las sombras, que estaba escrita en clave tradicional, decimonónica, con personajes y situaciones muy atractivas.
CAR: Es tu gran obra y, desde luego, una de las grandes novelas españolas.
GTB: Pues si no es por la televisión ahí sigue, muerta de risa.
CAR Estoy seguro de que habría pasado con Los gozos lo mismo que con La Regenta. Volviendo a Javier Mariño, nunca entendí por qué pudo molestar a la censura hasta el punto de prohibirla. Estaba en sus claves.
GTB: Molestaban los planteamientos mismos. Aunque la solución fuera la ortodoxa. Recuerda las dificultades de La familia de Pascual Duarte.
CAR: El tropiezo con la Administración no te perjudicó en tu carrera.
GTB: Yo era uno de los suyos. O más que ellos, en ese momento. Aquel mundo no puede entenderse con la perspectiva de hoy. Había mucha endogamia.
CAR: Aunque se publicó en 1946, tu primera obra había sido El retorno de Ulises. Ulises era José Antonio, el Ausente ¿Y Penélope? La propia España que tejía, al decir de Ridruejo, el retrato del ausente de proporciones gigantescas y semidivinas. Quizá lo hace como defensa frente a los pretendientes porque, al final, es sólo ella la que reconoce al héroe.
GJB: Todo eso pertenece a los tiempos heroicos.

domingo, 11 de mayo de 2008

Una entrevista a Gonzalo Torrente Ballester sobre la generación del 36. (I). La “retaguardia intelectual” de la Falange (1936-1939)

El llamado grupo de Burgos. De izquierda a derecha, Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales, Rodrigo Uría, Diniosio Ridruejo, Pedro Laín Entralgo, Gonzalo Torente Ballester y Antonio Tovar (Madrid, 1973. Foto: Muller)


La entrevista que presento a continuación, es parte del libro de César Alonso de los Ríos Yo tenía un camarada, realizada por el autor al escritor gallego en marzo de 1979 para el semanario que por aquél entonces dirigía -La calle. Esta entrevista no fue, hasta la publicación del mencionado libro, dada a conocer.
Mi intención al transcribir esta entrevista está alejadísima del
“ajuste de cuentas”, tan en boga... simplemente creo que es una buena forma de dar a conocer la evolución de una parte de los intelectuales en España desde la guerra civil hasta la actualidad. Ir más allá de esta constatación, buscando derruir una obra valiosa, por medio de una lectura exclusivamente política de ciertos periodos de la vida de un autor, siempre me ha parecido -en general- labor de resentidos y de gentes de poco fiar. Además, en este caso, "la lectura de la cartilla" se realiza en presencia del interesado y con la simpatía expresa del entrevistador. Algo evidente, cuando el propio periodista nos cuenta que la razón por la que no se publicó la entrevista en su época se debió más a defectos de forma -"había quedado un tanto desangelada"- que por voluntad expresa del autor -"a Torrente no le pareció ni bien ni mal". Espero que os parezca interesante.


César Alonso de los Ríos: En casa de Isaac Montero y Esther Benítez nos contaste en la sobremesa cómo habías conocido, en tu condición de intelectual del franquismo, a Goebbels.
Gonzalo Torrente Ballester: Nos enviaron a París a Giménez Caballero y a mí como representantes del Gobierno a unas reuniones en París, en el París ocupado por los alemanes, sobre la nueva Europa o la joven Europa. Quiero creer que la cosa vino de Serrano Súñer y de Dionisio. Las reuniones las presidía Goebbels.
CAR: Difícilmente pueden entender esto tus lectores jóvenes.
GTB: No entienden ya nada.
CAR: Pero reconocerás que no por su culpa. A ti ni siquiera te sitúan en el franquismo. Volviendo a París ¿qué impresión te hizo Goebbels?
GTB: Te acojonaba. Yo no te engaño si te digo que yo no tenía idea de los campos de concentración. Sabía que había una represión muy fuerte, esto sí. Y Goebbels no daba una imagen de político extraño a esa dureza. Por esa razón yo os contaba la anécdota de Giménez Caballero, verdaderamente temerario. En una de las sesiones de trabajo, y cuando estaba hablando Goebbels, se levantó de la gran mesa en torno a la que estábamos sentados los participantes, ¿entre quince y veinte?, se fue hacia la escalera de caracol que había al fondo de la sala y, al cabo de cinco minutos, volvieron a oírse sus botas y pudimos ver cómo descendía por la escalera, silbando una marcha militar, y portando un capote de , guerra. Yo estaba aterrado. Se fue hacia Goebbels, le colocó el ropón sobre los hombros y le dijo algo sobre nuestra guerra. El alemán le dio las gracias y siguió su exposición.
CAR: Vosotros llamabais Goebbels a Ridruejo.
GTB: Fíjate qué parecido. Del día a la noche. Había, eso sí, un parecido físico, y los dos eran los hombres de la propaganda.
CAR: Las gentes jóvenes no te vinculan con Franco. Aún más: creen que fuiste un perseguido del Régimen. Quizá porque han leído que Javier Mariño fue retirado de las librerías y que El viaje del joven Tóbías tuvo algún problema con la censura eclesiástica.
GTB: Por herético. Ten en cuenta que decir herético era tanto como acusarte de comunista. Los del ghetto de Burgos estábamos mal vistos. Por el mero hecho de ser intelectuales ya nos tenían por sospechosos. Además, nosotros mismos hablábamos de Revolución.
CAR: La Revolución de Falange. Los chicos de ahora eso no lo saben. Creen que fuiste de izquierda.
GTB: No se han enterado de nada. Ni leen ni van a las hemerotecas ...
CAR: La culpa es vuestra en buena medida. Tú ahora pasas por estar cerca del socialismo y no has explicado tu evolución.
GTB: Sí lo hicieron Ridruejo y Laín, y todo el mundo sabe que yo estaba con ellos.
CAR: ¿Por qué comenzaste a colaborar en La Tierra?
GTB: Por razones de trabajo. No tenía nada en contra, desde luego. Yo tenía veinte años. Participaba de la crítica a la Monarquía.
CAR: Me han dicho que cuando volviste de París te echaron una mano los hermanos Suevos, que eran falangistas. Luego les dedicaste Siete ensayos y una farsa.
GTB: ¿Quieres decir que con ello les agradecí que me protegieran?
CAR: Te pregunto.
GTB: Quizá fueron ellos u otras personas las que me ayudaron. Yo, en realidad, no estaba definido políticamente, pero podía ser acusado genéricamente de izquierdas. Desde luego, de la cáscara amarga. En aquellos tiempos no podías andarte con bromas. En realidad, nunca pude saber si había llegado a correr peligro. Para hacer desaparecer la ambigüedad te afiliabas a Falange.
CAR: Por oportunismo.
GTB: Aquello se fue decantando de tal modo que tu opción por uno de los lados ya era algo fundado. La República nos había llevado a la exasperación a todos.
CAR: En Salamanca, en febrero de 1937 conociste a Laín, Tovar, Rosales... La retaguardia intelectual.
GTB: Tampoco iba a ir al frente con mi miopía.
CAR: ¿Por qué la afinidad con este grupo?
GTB: Lo he contado, como sabes. Era un grupo, un subgrupo se ha dicho con acierto, muy coherente. Al tratarse de escritores e intelectuales estábamos abiertos a la realidad. Éramos, en el mejor sentido de la palabra, liberales. y en el más odiado en aquel tiempo. En los dos lados de la guerra. Parece contradictorio haber de falangismo liberal, .pero en la realidad no lo era. Estaban los ortodoxos del falangismo. Los que iban adaptando el dogmatismo a la conveniencia.
CAR: Ridruejo era el puro. Más intransigente.
GTB: En cierto sentido, por supuesto. Por lo mismo, en un cierto momento, pudo ver el error que suponía el fascismo y el oportunismo del franquismo. Digo Ridruejo y digo Torrente Ballester.
CAR: De todos los escritores que recalaron en Pamplona y en Burgos tú fuiste el que se dedicó con más intensidad a la literatura y a la crítica. Ningún otro publicó tanto como tú.
GTB: Te olvidas de Foxá o de otros.
CAR: Foxá ya era escritor antes de la guerra.
GTB: Es verdad. Respecto a haberme convertido en un ideólogo no hay que exagerar. Me dediqué sobre todo a hacer crítica literaria. A veces me han echado en cara mis colaboraciones en Jerarquía. Eran ensayos sobre teatro. .
CAR: y sobre la sociedad en la que debería tener sentido el teatro que tu proponías en Razón y Ser de la dramática futura.
GTB: Me refiero a la política directamente. ¿Qué lectura podía tener en ese sentido El viaje del joven Tobías?
CAR: Lo financió la Delegación de Prensa y Propaganda.
GTB: ¿Qué es lo que no se financiaba entonces, en un lado y en otro?
CAR: La verdad es que en estas obras tuyas estaba ausente la guerra, las ideologías. Eran ediciones muy cuidadas.
GTB: Entonces se editaba muy bien. Era una cuestión de prestigio cultural de un bando frente al otro.
CAR: Las ediciones que hacíais eran primorosas. Hoy resulta sorprendente la calidad del papel y de la impresión, sobre todo cuando piensas que eran tiempos de guerra y de escasez.
GTB: Había remesas. Se seguía fabricando pero, sobre todo, había una guerra cultural. Importaba mucho en nuestra guerra el prestigio cultural de cada una de las partes. En el fondo se ventilaba la justificación de las armas. De ahí la importancia de la presentación, del diseño ...
CAR: Y los elementos vanguardistas, formales, estéticos ...
GTB: Por supuesto. En ese sentido todo en guerra era político. Por lo mismo todo lo que hacíamos los escritores producía desconfianza entre los burócratas.
CAR: Los picos de oro a los que criticaba la Pasionaria en el PCE.
GTB: Los que siempre molestan, aunque a veces se dediquen a la pura estética. A mí me criticaban los escenarios de jardines coloniales, palmeras, bergantines, lirios y hamacas .en las que se tendían las dos protagonistas femeninas rodeadas de mozas de color. ¿A cuento de qué ese clima erótico y decadente en plena guerra? :
CAR: Quizá por eso dedicaste la obra «a los camaradas» Rosales y Vivanco, a los que elogiabas.
GTB: Tuvo que defenderme Serrano Súñer y la obra llevó un imprimatur del Obispo de Mondoñedo.
CAR: ¿?
GTB: A los del ghetto nos consideraban comunistas. Nos acusaban de heréticos que en aquellos tiempos era similar a comunistas.
CAR: Creo que exageras. Tus trabajos sobre el nuevo concepto de tragedia suponían un desprecio a la masa típica del fascismo.
GTB: Yo decía que lo mejor que puede sucederle a la masa es que deje de serlo cuanto antes. La masa en el Estado es soldadesca; en el teatro, coro. .
CAR: Como elitista no te cortabas un pelo. Contrapusiste la Generación del 98 a la vuestra, a la del 36.
GTB: Yo decía que los del 98 vinieron atados a una derrota. Nosotros, en cambio, hablábamos de amanecer, de futuro.
CAR: No te entusiasmaba el concepto de nación. Preferías el de geografía o paisaje.
GTB: ¿Ves? No era un nacionalista español.
CAR: La idea geográfica estaba en boga en Alemania... Y ¿cómo era la vida cotidiana en aquel Burgos de la guerra?
CAR: Muy movida. Como diría D'Ors de Madrid después, en aquel Burgos o tú dabas una conferencia a las siete de a tarde o te la daban. Había mucho acto cultural, tertulias, cócteles en embajadas. Un día Foxá presentaba Madrid, de Corte a checa, otro, Pemán su Poema de la Bestia y el Ángel. Yo hice una lectura en el piso de Ridruejo a la que asistieron Garrigues, Vivanco, Rosales, Xavier de Salas, Pilar Primo de Rivera, Ramón Serrano Súñer y Raimundo Fernández Cuesta. Según me dijeron después, todos se aburrieron mucho. La obra nunca se llegó a representar.
CAR: Hiciste un auto sacramental de corte fascista.
GTB: ¿De corte fascista?
CAR: En El casamiento engañoso: el Hombre, con mayúscula, es seducido por el Leviatán capitalista mientras la Ciencia acepta casarse con la hija de éste. El monstruo que nacerá se llama la Máquina que acaba esclavizando al propio Hombre.
GTB: ¿Cómo iba a ser totalitario si me metía con el Leviatán?
CAR: Eras un militante contra el liberalismo político Y económico. Lo identificabas con el capitalismo y a éste con Estados Unidos, ya éstos con el judaísmo internacional.
GTB: Así era.
CAR: Por si fuera poco, tú no tenías la veta cristiana de Laín.
GTB: Yo estaba en el sindicalismo revolucionario.
CAR: Fuiste el primer biógrafo de José Antonio.
GTB: Hice una antología de sus textos y le puse un prólogo biográfico y valorativo.