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sábado, 26 de noviembre de 2022

Entrevista de Enrique Laborde a Eugene Ionesco (ABC Dominical, 28 de mayo de 1978, pp. 12-14.)

 


ENTREVISTA EN PARIS CON EUGÈNE IONESCO

EL MAYO FRANCES FUE UNA FIESTA EN LA QUE TODOS QUERIAN DIVERTIRSE

Siempre son los burgueses quienes provocan las revueltas o las revoluciones

Por Enrique LABORDE

—LA juventud actual no tiene sentido de la amistad, ni sentido del humor es triste, y la tristeza es peligrosa.

Eugene Ionesco, que cada vez se parece más a un personaje de Eugène Ionesco, con su aire de «clown» triste, nostálgico de un circo imposible, malabarista de cosas heterogéneas, sonámbulo en el laberinto del absurdo, autor, actor y espectador de la tragicomedia de nuestro tiempo, habla pausadamente y hasta se le escuchan los puntos y las comas y se le adivinan los paréntesis y se le puede seguir la trayectoria a los suspensivos.

—Maestro, como le había dicho, yo querría que hablásemos de Mayo de 1968.

—Por favor, no me llame maestro.

—De acuerdo, maestro

Rodica, la esposa del escritor —menuda, vivaracha, la mirada muy expresiva, atenta a todo, pendiente de todo—, nos sirve unas copas. «Zed», el perro del escritor, un «cocker» curioso y cariñoso, se instaló junto a mí y allí estuvo durante toda la conversación («Es la novedad, ¿sabe usted? «Zed» quiere participar en todo y cuando abro el correo tiene que examinar el contenido de cada carta, como si alguna fuese para él. Si le molesta, dígaselo»). La habitación estaba iluminada por esa luz, naranja y oro, un tanto mágica, del crepúsculo y a través de los visillos se apreciaban las formas, deliciosamente destartaladas, de los últimos estudios que aún quedan en ese Montparnasse entregado a la piqueta de las inmobiliarias.

—¿Qué fue Mayo de 1968, que ahora, a los diez años, ha vuelto la actualidad con unos excesos conmemorativos inexplicables o quizá explicables?

—En mi opinión, Mayo de 1968, como todo movimiento subversivo, estuvo suscitado y fomentado por Moscú, como siempre. Es cierto que tuvo muchos adeptos, pero todos los que participaron en esa revuelta, al margen de algunos agentes titulares, de algunos profesionales de la subversión, no se lanzaron a la calle por los mismos motivos o causas. Las razones eran diversas y contradictorias, pero prácticamente tenían un denominador común: el gusto del alboroto, de la perturbación. Yo hablo de Francia.

—Pero ¿no fue, ante todo y sobre todo, una explosión de protesta, un amago de revolución o, más bien, de rebelión contra una forma de sociedad?

—No: en mi opinión fue, más bien, una fiesta en la que todos querían divertirse a su modo. En realidad, quienes participaron tenían necesidad de celebrar una forma de carnaval y yo creo que debía llevarse a cabo un carnaval todos los años para que las masas se desahoguen, como en Río de Janeiro, en Colonia... Sin embargo, donde el movimiento de rebelión estaba perfectamente justificado era en Checoslovaquia. Naturalmente, se dijeron muchas cosas y hasta se habló de crisis de civilización. Pero yo creo que nuestra civilización no es ni buena ni mala y que puede uno adaptarse perfectamente a ella, tal cual es. Los valores que proponía y que propone nuestra civilización son apreciables, pero no eran esos valores los que estaban en juego, sino unas gentes que creían poco o nada en esos valores

—Sin embargo, en París, la revuelta adquirió unas proporciones inquietantes.

—En París fue simplemente un alboroto, un abucheo, un griterío y un delirio verbal Pero en ningún momento se manifestó la voluntad de la conquista del poder

—Lo que sorprende, al considerar la revuelta de mayo, es que no tuvo una respuesta popular. En el fondo fue la rebelión de una minoría cuya condición social estaba muy lejos de las tituladas «masas laboriosas». Yo recuerdo la observación irónica de Georges Pompidou al inaugurar el Salón del Automóvil en octubre de 1968. El entonces primer ministro se detuvo ante un coche deportivo de gran categoría, y exclamó: «¡He aquí el modelo de las barricadas!».

—Naturalmente, como que son siempre los burgueses quienes provocan las revueltas o las revoluciones. En 1789 fue así y esto no ha cambiado desde entonces. Yo no creo en el dogma de la lucha de clases, sino más bien en una suerte de detestación, de descontento y de rivalidad en el interior de una misma clase, los pequeños burgueses contra los grandes burgueses por ejemplo. Es incuestionable que en la revuelta de mayo participaron algunos miembros de la gran burguesía, quizá para no quedarse atrás. Yo no he creído nunca en la autenticidad de Mayo del 68, en Francia, y en ningún momento me inquietó. Yo creo que aquello formó parte de nuestro espíritu de destrucción, nuestro placer del escándalo por el escándalo y de nuestro gusto por todo lo que representa ruido y furor

—¿Y Cohn-Bendit, Sauvageot y Geismar, a quienes se les llamó «los tres moscu-teros»?

—Cohn-Bendit fue uno de los principales agitadores y pertenecía al movimiento anarquista o algo similar, que estaba bien organizado. Cohn-Bendit sabía perfectamente lo que hacía y lo que quería, pero los otros se dejaron llevar por los acontecimientos Siempre existen razones para el descontento, y en Mayo del 68 se explotó una forma de descontento, que a fin de cuentas era de tono menor. Por ello, ni fue una revolución ni una revuelta de masas.

—Pero ¿no cree usted que el «mayo francés» provocó una forma de contagio en todo el mundo? ¿No fue un detonador...?

—Mire, los norteamericanos, que en cierto modo fueron responsables de ese mayo.... los estudiantes norteamericanos, yo acabo de estar allí, están hoy perfectamente tranquilos, despolitizados, porque no tienen ninguna guerra, ¿me comprende?, y no se sublevan por cuestiones que son verdaderamente graves y trágicas, como, por ejemplo, el genocidio de Camboya o las persecuciones y las represiones en tantos otros países...

—Supongo que vio usted en televisión el programa dedicado a Mayo del 68, con las imágenes de las revueltas en numerosos países...

—Indudablemente existió una forma de contagio, pero no hay un sólido elemento de inicio para establecer una concatenación, una relación entre lo que ocurrió en París y sus causas y lo que ocurrió en otras capitales del mundo. En Praga, por ejemplo, las razones de la revuelta eran buenas, lógicas. En Praga se luchó por la libertad y ese combate estaba perfectamente justificado, algo que no ocurría en los países occidentales.

—Volvamos a París. Yo recuerdo la expresión del general De Gaulle, en plena revuelta: «La reforme, oui; la chienlit, non»...[1].

—Y tenía toda la razón, En París, insisto, todo fue una orgia del desorden por el desorden y nada más.

—Sin embargo, Cohn-Bendit, Sauvageot y Geismar querían aparecer como Danton, Marat y Robespierre...

—Cómico y trágico a un mismo tiempo. Esos tres jóvenes no eran más que unos aprendices de revolucionario. Naturalmente, a los diez años de aquella revuelta, se habla de ellos, pero reducidos a su verdadera dimensión. Yo también vi el documento que difundió la televisión, en el que se le concedió muy poco espacio a la rebelión de Praga y se hablaba púdicamente de los ejércitos del Pacto de Varsovia, que habían invadido el país; pero no se dijo en ningún momento, de modo claro y determinante, que eran las fuerzas soviéticas...

—En ese reportaje, que le dedicó una mínima atención al Mayo de París, hasta el extremo de limitarlo a imágenes fijas, sin el menor movimiento, como si no existiesen documentos cinematográficos en archivo, mientras que Méjico, Madrid, Tokio y otras capitales del mundo merecieron espléndidas imágenes y comentarios de circunstancias: faltó la conclusión, el resumen, que podía haberse titulado «diez años después».

—Tiene usted toda la razón. Pero es así y hay que conformarse con esa lamentable realidad.

—Yo creo que todo podía haber terminado con una imagen expresiva, aquella que el general De Gaulle metió en una de sus reflexiones que Malraux recoge en un libro de memorias: «Al final, todo terminará en un par de pantuflas».

—Así es, y una vez más De Gaulle estuvo acertado en el vaticinio.

—¿Qué queda de Mayo del 68?

—Prácticamente, nada. A lo sumo, una leyenda a la que se le quiere conceder una significación profunda. Todos los años lo candidatos al título de bachiller organizan su alboroto, su monote,  apedrean escaparates de Saint-Michel, quieren repetir aquello; pero todo se queda en una serie de carreras delante de los guardias, como entonces...

—Para mí, Mayo de 1968 fue una revolución de vocabulario, de palabrería, un delirio retórico...

—Simplemente, un alboroto sin imaginación y sin objetivo.

—Y, sobre todo, sin humor. La revuelta de Mayo del 68 sólo tuvo algunos atisbos de humor, pero a la juventud actual le falta esa tercera dimensión de la inteligencia que es el humor.

—Tiene usted toda la razón. La juventud actual no tiene sentido del humor, ni sentido de la amistad. Pero hay algo más inquietante que ha venido mucho después de Mayo: el terrorismo, que no ha hecho más que empezar.

—¿Dónde está la fuente de ese terrorismo?

—Como siempre, en Moscú. La Unión Soviética prepara minuciosamente la conquista del mundo. Una vez caída Francia, toda Europa caerá, África está ya ampliamente invadida, las revueltas llamadas «espontáneas» no tardarán en producirse aquí y allá, y al final los Estados Unidos quedarán aislados, unos Estados Unidos que viven en la indiferencia y en la ceguera...

—¿Qué se puede hacer?

—Yo creo que la civilización actual no tiene por qué cambiar sus valores, sino purificarlos y restablecerlos. Es cierto que la burguesía ha cometido errores criminales, pero no son nada comparables con los que se preparan.

—Puede que a quienes lean este diálogo les sorprenda la pregunta que quiero hacerle y que para usted no será más que una cuestión perfectamente lógica: ¿No cree usted que el humor es una fórmula de salvación?

—Indudablemente. Allí donde no hay humor se engendran la crueldad y el odio. En un libro de David Rousset sobre la represión en el mundo se destaca de modo muy especial que individuos como Hitler y Stalin no tenían el más elemental sentido del humor y por ello eran crueles, despiadados, inhumanos.

—Yo pienso en lo importante, en lo trascendente que habría sido o que sería un «mayo humorístico», una gran revolución humorística...

—Desgraciadamente es inconcebible. Actualmente se representa en París una comedia de un español, Arrabal, que se titula «Punk et punk et cólegram», una obra humorística en la que se muestra el absurdo total de la época, con los trapicheos de los políticos, las historias de espionaje, con unos espías pederastas, etc., y esto, junto a otras manifestaciones literarias, artísticas, revela que hay algo así como un retorno al humor. Hace años hicimos un teatro humorístico cuya intención no era otra que el arrebatarle su excesivo significado a ciertas palabras, desarticular las frases hechas, los tópicos... Era un teatro saludable, pero no prosperó porque los críticos serios y graves, dogmáticos, marxistas sin humor, tristes por excelencia, interpretaron a su modo y conveniencia nuestro teatro, y pese a nosotros y a nuestro pesar hicieron un teatro que se pretendía comprometido, con un mensaje dentro, como esas botellas que tiran al mar los náufragos. En fin, fueron ellos quienes escribieron nuestras obras...

—Yo creo, como dijo un gran humorista español, Ramón Gómez de la Serna, que conviene establecer la diferencia entre la seriedad y el seriecismo, que es la seriedad sobrante, una seriedad ridícula. Todo lo que no tenga humorismo, decía, se convierte en un cuento de miedo que no mete miedo a nadie.

—Ese fenómeno que el humorista español llamaba seriecismo, yo creo que lo han estudiado los escritores rusos llamados «disidentes», como si fuese disidente un hombre que expresa su oposición a algo en lo que nunca creyó y a lo que jamás perteneció. Esos escritores, como Bukovski, Sinovief, Amalrik, Solyenitsyn, Siniavski, Daniel, etcétera, se dieron cuenta de todo eso y lo denunciaron... Evidentemente, en 1968 no faltaron los discípulos de Marx, Althusser o de ese marxista tardío que es Sartre, pero cada vez hay menos, y aunque le parezca contradictorio, paradójico, los países donde el marxismo ha desaparecido son Rusia, Polonia, Hungría, Rumania, Checoslovaquia... Es decir, si vivimos todavía unos diez años, tendremos que refugiarnos en esos países para tener la libertad de imaginación, la libertad de reír, porque el Occidente estará completamente contaminado.

—Pero si el marxismo ha desaparecido en esos modelos del marxismo, ¿qué es lo que hay?

—Unas organizaciones burocráticas muy poderosas, sin ningún intelectual marxista, sino con una enorme presencia de arribistas, de oportunistas, que se inscribirán en el partido para hacer carrera. Hippolyte Taine escribió que la clase aristocrática del siglo dieciocho era una clase que se sentía culpable, que tenía mala conciencia de sí misma y que dimitió. Pero en Rusia no ocurre lo mismo, porque no creen en sus valores, sino que tienen un cinismo brutal y pleno de agresividad que les permite proseguir su acción sin necesidad de ideología alguna. Precisamente, lo que resultaba simpático, un poco simpático, en Mayo de 1968, en Francia, es que no había ideología de ninguna clase, porque las ideologías no son, a fin de cuentas, más que las coartadas de las acciones más vehementes, más crueles y más pasionales. Las ideologías sólo sirven para ocultar los impulsos irracionales que excitan a los hombres a destruirse entre ellos.

—A propósito de ideologías, ¿qué piensa usted de esa entelequia llamada eurocomunismo?

—Yo no creo una sola palabra. En 1948 hubo un eurocomunismo en Praga. En aquel entonces, los comunistas checoslovacos renunciaron a la dictadura del proletariado y repetían que a partir de esa revisión el comunismo tendría los colores de la nación checoslovaca. Cualquiera que ha leído un poco la Historia se puede dar cuenta que, una vez más, se juega haciendo trampas. El eurocomunismo es un engaño, y un engaño de lo más burdo.

Terminado el diálogo sobre Mayo de 1968 y sobre tantas otras cosas, la conversación discurrió por los caminos del más puro humorismo. Se habló de Miguel Mihura, de Tono, de Ramón Gómez de la Serna, de las falsificaciones del humor en nuestro tiempo, del insoportable seriecismo de los hombres políticos, del humorismo involuntario, etcétera, y la unanimidad fue absoluta. Así da gusto. Eugéne Ionesco me enseñó los retratos que hizo Miró de él y de su esposa, Rodica, así como un delicioso Chagall y un prodigioso Max Ernst, homenaje en el estreno de «El rinoceronte». Y de nuevo se volvió al tema de la unanimidad: el humor.

—El humorista es un hombre alegre al que ponen triste los demás.

—¿De quién es esa definición?

—De Ramón Gómez de la Serna.

—Es admirable porque, además, es cierta,

Rodica, Eugène y «Zed» me acompañan hasta la puerta:

—Buenas tardes, maestro.

—Por favor, no me llame maestro.

—De acuerdo, maestro. Hasta siempre.

Enrique LABORDE, ABC Dominical, 28 de mayo de 1978, pp. 12-14.



[1] Es inútil que busquen en el diccionario una definición exacta de «chienlit». cuya etimología (de «chien» y «lit») es de por si expresiva. No obstante, podemos traducir «chienlit» por nuestro castizo «cachondeo» en su sentido más amplio, es decir, como equivalente a desbarajuste o alboroto. Insensatos.—E. L.

viernes, 10 de marzo de 2017

¿Qué 1968? Entrevista a Antonin Liehm y Pascal Bruckner. ("La Vanguardia", 29 de junio de 1993)


Las influencias latentes del Mayo de París y la Primavera de Praga
París 1968...
Mil novecientos sesenta y ocho fue un año de rebeliones en todo el mundo. Se protestaba contra los gobiernos, se reivindicaban las cosas más variadas, los objetivos de las protestas y de las reivindicaciones eran muy diversos. En este contexto, podría parecer que el Mayo francés y la Primavera de Praga tenían fines opuestos. Pascal Bruckner y Antonin Liehm matizan este punto de vista:
-PASCAL BRUCKNER: Aunque ambos movimientos parecen opuestos, hay una analogía entre ellos: ambos intentaron liberarse de alguna tutela, en el caso de Praga la del totalitarismo comunista y, en el de París, la del autoritarismo gaullista. Lo que es interesante en el Mayo francés es que utilizó el vocabulario marxista y radical para expresar reivindicaciones de orden esencialmente individual. Todo el mundo deseaba una revolución, la cual fue encabezada por Marx, Trotski, Mao, pero se trataba principalmente de una revolución en la vida privada. El Mayo del 68 francés fue un “happening” colectivo que reivindicaba al individuo.
-ANTONIN LIEHM: Si en el Mayo del 68 parisino el colectivo reivindicaba al individuo, la Primavera de Praga empezó con exigencias firmadas por individuos y destinadas a la colectividad. Si, la ideología, los objetivos, el lenguaje de esos movimientos eran radicalmente opuestos, sin embargo tenían un denominador común: tanto uno como otro se dirigían contra el “establishment”. Cada uno de los “establishments”, el comunista, postestalinista, por una parte y, por la otra, el gaullista, se había convertido en un símbolo de algo generado tras la Segunda Guerra Mundial, y la primera generación de la posguerra, o sea, tos jóvenes del 68, se opusieron a cada uno de esos "establishments”. La Primavera de Praga fue un movimiento tolerante y liberal porque fue una oposición a un "establishment” totalitario; en cambio, el Mayo francés era antitolerante y antiliberal, ¿por qué?, pues porque buscaba una reforma de un “establishment” tolerante y liberal.
.... Praga, 1968
-Puesto que esa lucha contra el “establishment” tuvo lugar simultáneamente en todo el mundo,
¿hubo influencias y pactos entre los distintos movimientos?
-A.L.: Entre Praga y París, Praga y Berlín occidental (el movimiento de Rudi Dutschke) no hubo influencias significativas; éstas se produjeron más tarde, y fue mayor la influencia de Praga sobre París que viceversa. El líder de las protestas parisinas, Dani Cohn-Bendit, por ejemplo, pronto comprendió de qué se había tratado en Praga y empezó a buscar el punto de encuentro de sus ideas con las de Primavera de Praga. Escuchándole hoy, uno tiene la sensación de hablar con un dirigente de la Primavera de Praga. En cambio, difícilmente se encontraría a un participante del movimiento checo que se identificara con la izquierda radical occidental de entonces. Además, esa clase de izquierda occidental, la maoísta-trotskista-estalinista-guevarista, ha desaparecido, se ha disuelto; sólo quedaron de ella pequeños restos de terrorismo.
-P.B.: París vivía principalmente bajo la influencia de otras revoluciones, las francesas y las rusas. Además de eso, en París se sentía la influencia de los radicales americanos que se manifestaban contra la guerra de Vietnam. La Primavera de Praga despertaba simpatías porque intentaba sacudirse el yugo de Moscú, y es que para la izquierda francesa, Moscú también era un enemigo. En París, como en todo el mundo, la intervención soviética en respuesta a la Primavera de Praga, tuvo un impacto muy fuerte. Tras esa invasión de los tanques, la sociedad empezó a plantearse una serie de cuestiones esenciales.
-¿Hubo un impacto duradero sobre la izquierda? ¿Cuáles fueron sus consecuencias para el futuro?
-P.B. Tras esa fecha empezó a reestructurarse la izquierda francesa, y actos análogos fueron sucediendo en otros países europeos. En Francia, por una parte, los socialistas, según el ejemplo de Dubcek, intentaron construir un "socialismo con rostro humano”, y fue entonces que los socialistas fueron creciendo y tomando fuerza, al mismo tiempo que se iban liberando de la tutela comunista, de la cual hasta entonces fueron literalmente prisioneros. Poco tiempo después, en 1972, apareció François Mitterrand que dio una dirección y una identidad al socialismo francés y, cuando en 1980 abrazó a los comunistas, fue únicamente para estrangularlos mejor. La otra corriente, inspirada por la Primavera de Praga fue la que surgió del partido comunista y la que, tras los sucesos checos, se convirtió en anticomunista. A modo de ejemplo casi simbólico: el primero que saludó “La broma” de Milán Kundera, esa novela que denuncia el estalinismo, fue el comunista de toda la vida Louis Aragón. Y fue como si la publicación de "La broma” en francés y la invasión soviética de Praga despertaron una nueva intuición en una importante fracción del PC francés, la intuición del final definitivo de la ideología comunista. Y si durante los veinticinco años posteriores anduvimos a tientas en muchos asuntos relacionados con las ideologías, ahora sí comprendemos que la Primavera de Praga dio a Europa el primer impulso para acabar con el comunismo, como régimen político y como ideología.


-¿A qué se debe la fascinación por el comunismo que la intelectualidad europea y americana experimentó a lo largo de este siglo?
-A.L.: La fascinación por el comunismo se debe a la mitologización de una experiencia ajena y duró a causa de la incapacidad de analizar experiencias propias. Algo análogo está pasando hoy en la Europa del Este donde existe la fascinación por la experiencia ajena, especialmente la norteamericana, la fascinación por el mito de la riqueza y el bienestar occidental.
-P.B.: La inteligencia occidental aprobó y bendijo el totalitarismo y los estados totalitarios en nombre de la justicia y la libertad. Sartre, Althusser y muchos otros eran, pues, los responsables de esconder la verdad y de propagar la mentira, establecer el reino de la mentira entre la inteligencia occidental.
-Aparte de esas vagas y gastadas nociones de libertad y justicia, ¿cuáles fueron las causas profundas de la permanencia de esa mentira intelectual en el mundo occidental?
-P.B.: Uno: La relación de admiración-odio de los occidentales por si mismos. Dos: El odio de los intelectuales a su pertenencia a la clase burguesa; para espiar esa pertenencia, el intelectual se casaba con la ideología del adversario. Tres, y sobre todo: La fascinación por la historia. Puesto que Marx pretendía haber descubierto las leyes de la historia, el intelectual tenía la sensación que, casándose con el marxismo, se casaba con la historia.
-Hubo intentos de reconciliar el existencialismo, es decir el sistema de pensamiento filosófico predominante en la época, pensamiento basado en el individuo y la libertad, con el marxismo, que subraya lo colectivo. ¿Con qué resultados?
-P.B.: Sartre, por ejemplo, dedicó dos enormes volúmenes de su obra “La crítica de la razón dialéctica” al intento de reconciliar esos dos sistemas de pensamiento, y fracasó estrepitosamente. Y es que el individuo nunca llega a inclinarse por completo ante un sistema. Ese tratado de Sartre resultó ser bastante patético. En definitiva: a nivel filosófico Sartre no llega a convencer, a nivel histórico era un mentiroso. Sartre mintió sobre el asunto de Cuba, mintió en cuanto a la URSS, mintió a propósito de China. Su argumento principal es siempre la fascinación por la historia. Para él, la historia es una especie de diosa despiadada que devora a sus hijos, pero que un día ha de ver el triunfo de la verdad, de la justicia y del comunismo. De manera que en nombre de esa adoración de la historia, Sartre y los demás intelectuales de la izquierda radical abdicaron de cualquier ideal de espíritu crítico y libre. Y al final quedó en evidencia que Sartre luchó toda su vida por una sociedad en la cual él no hubiera querido vivir.
París 1968...
-¿Cómo fue, pues, que la intelectualidad dejó de sentirse seducida por la doctrina marxista?
-A.L.: En el Este, donde la gente la experimentó en la propia piel, el desencanto se fue produciendo durante los años 50 y 60. En Occidente, el mito perdió las fuerzas tras el 68. En Francia entraron en escena los “nuevos filósofos”, movimiento surgido del 68, que entablaron una crítica de la época anterior. Pero de nuevo, en vez de reflexionar sobre Francia, basaron su crítica sobre la experiencia ajena, en su caso sobre Solzhenitsin y el Gulag.
-¿No existe autorreflexión en Francia?
-A.L.: Los intelectuales franceses siempre han tomado prestada la experiencia de otras culturas, tanto para declarar los ideales del comunismo, como luego para destruirlos. Y lo mismo ocurre en la actualidad: los intelectuales no paran de reflexionar sobre la ex Yugoslavia, tema que es ciertamente importante, pero a causa de eso evitan analizar los problemas de su casa. Creo que el pensamiento intelectualmente interesante nace de la autorreflexión.
-P.B.: Es cierto que falta el autoanálisis, pero es porque Francia para nosotros no es el centro del mundo; lo que hacemos es escuchar atentamente los de fuera de nuestro país, acoger todas las opiniones.
-Volvamos a los últimos veinticinco años. Los “nuevos filósofos” retomaron, pues, las críticas de Raymond Aron y Albert Camus. ¿Cuál fue su aportación?
-P.B.: Los nuevos filósofos, sin tener un sistema de pensamiento propiamente original -lo que afirmaban ellos lo habían dicho antes Russell, Camus, Aron, Isaiah Berlín- denunciaron el esquema marxista. Hicieron saltar la vieja barraca de la izquierda en la que estaba enclaustrada la “inteligentsia” francesa. Gracias a eso se pudo empezar a reflexionar libremente otra vez y cambiar el modo de pensar.
-Después de veinticinco años, ¿se puede constatar que el año revolucionario 68 ha dejado huellas?
-P.B.: El significado de la Primavera de Praga está en su aportación aperturista. El Mayo francés fue una especie de gigantesco “happening” que resucitó todas esas ideologías de manera paródica: allí se desplegó el maoísmo, la revolución francesa, la revolución bolchevique. En el momento en que todo eso tenía lugar parecía algo muy serio, pero en el fondo se trataba del último día antes del crepúsculo de las ideologías de izquierdas, su última explosión que acabó en las cenizas. A partir del Mayo del 68 todas esas ideologías agonizaron, diez años más tarde murieron y hoy, tras 25 años, están bien enterradas.
-A.L.: A primera vista podría parecer que del 68 no quedó nada; pero yo creo que ocurre todo lo contrario. Con el año 68 sucede lo mismo que, en el siglo pasado, ocurrió con las rebeliones de 1848. En el año 1848, llamado la Primavera de las Naciones, hubo rebeliones y revoluciones por toda Europa. En todas partes sin excepción, esa revolución fue derrumbada por los disparos de los fusiles policiales, algo parecido a lo que sucedió en París y en Praga en el 68. Y no obstante, toda la segunda mitad del siglo XIX vivió bajo el signo de las reformas iniciadas en aquel año revolucionario, los antiguos regímenes absolutistas desaparecieron bajo el peso de las ideas del 1848, para dejar lugar a regímenes más liberales. Y creo que hoy, después de veinticinco años, podemos afirmar que aunque el movimiento revolucionario de París, el de Praga, o el alemán y el americano, etc., fueron derrumbados, sus ideas y sus reivindicaciones en muchos aspectos se llegaron a realizar. Después de veinticinco años vivimos en un mundo en el que se han realizado las más significativas reivindicaciones del 68, la sociedad las absorbió como exigencias legítimas.
-Usted acaba de regresar de Praga. ¿Se habla del aniversario allí?
... Praga 1968
-A.L.: En Praga hoy en día la gente tiene miedo de hablar siquiera de la Primavera de Praga, por temor de ser acusados de comunistas: durante esos primeros años poscomunistas, todo lo que tuvo lugar durante los 40 años de totalitarismo, lo bueno y lo malo, se sataniza de igual manera y se mete en el mismo saco.
-La generación del 68 es la que ahora lleva la batuta. ¿Cuál es su orientación?
-A.L.: En Europa Central y del Este los intelectuales tienen la sensación que en vez de ser críticos, atributo que distingue a un intelectual, ellos deberían ser complacientes con el nuevo “establishment”. Y es que si criticaran algo, creen que darían la impresión de defender el pasado comunista. Ahora bien: un intelectual complaciente es una especie de monstruo.
-P.B.: La generación del 68, o sea la mía, ha impuesto en la sociedad francesa sus reivindicaciones de la revolución del 68, y hoy sigue imponiendo sus leves. Aún no ha llegado una generación nueva capaz de imponer ideas nuevas en la sociedad. La generación más joven es incapaz de una buena crítica de la anterior.
-¿Por qué?
-P.B.: Tal vez porque ahora la vida es mucho más dura para los jóvenes, y además, quizá, porque no se beneficiaron de un sistema educativo clásico como nosotros. Es cierto que en el 68 nosotros nos rebelamos contra ese sistema que en consecuencia fue profundamente modificado. Pero creo que nos dio una base más firme, una cultura más sólida que la que se puede llegar a tener en la actualidad. Hoy en día no hay ni un escritor, ni un sociólogo, ni un filósofo con alguna aportación nueva. Los que generan la cultura en Francia son, pues, los que pertenecen a la generación del 68, que reina sin ningún contrapoder. Y eso resulta más bien inquietante.
La Vanguardia, Cultura, 29 junio 1993. p. 46 y 48.

viernes, 24 de febrero de 2017

Documentos traspapelados. El poeta y el Partido (Comunista): “Reportaje a Neruda”. Pro Arte, Santiago de Chile, 1952. Entrevista-homenaje a Pablo Neruda. Sobre la estética del realismo socialista y la política de la Unión Soviética.


Pablo Neruda en Moscú con motivo del Premio Mundial de la Paz.
Aleksandr Fadaiev saluda a Delia de Neruda
REPORTAJE A NERUDA
ProArte. Edición Nº 160 — Santiago de Chile, viernes, 28 de noviembre de 1952 — pp. 1 y 6.
A mediados del pasado mes, concertamos este reportaje con Pablo Neruda, en su casa de Isla Negra. Se lo habíamos ofrecido a nuestros lectores, y aunque con bastante tardanza, cumplimos hoy el deseo de éstos y el nuestro al darlo, aunque muy por debajo de nuestros propósitos. No contendrá la observación del repórter acerca del poeta y de su ambiente, pues esta edición ha debido reducirse a las realidades materia les del momento.
En el refugio de Isla Negra, entre su escuadra fantasma de pequeños veleros traídos de todas las tiendas marinas del mundo; entre caracoles, viejos libros náuticos, mapas medievales, cajas de música, figurillas de Oriente, y ante la mirada perenne de María Celeste y Medusa, los mascarones de proa que Pablo y Delia Neruda dejan descollantes, durante sus ausencias, allí nos habló el poeta, como desprendido de ese mareo mágico que le rodea, sobre las cosas terrenales, mirando el mar sin verlo, atento sólo a la comunicación de su verdad: el realismo socialista.
Es nuestro propósito aquí, no interrumpir esa comunicación. Perdónesenos pues, la parquedad del diálogo, en lo que a nosotros respecta.
Para quien conozca a Neruda sus residencias —la del mar y la de la ciudad— son el reflejo de su genio. Hemos conocido otras capas de poetas, y; ¡ay! cómo les desmentían, cómo nos mostraban una materialidad mezquina, tan diferente de lo que ellos exteriorizaban.
Su casa de Isla Negra y todo lo que ella contiene es como un maravilloso cofre gigante, dentro del cual se suele dormir. La de Santiago, en la Avenida Lynch, es un cofre más grande y más repleto aun de cosas y de ideas de las cosas. El escritor británico O. S. Fraser, que en su interesante libro —modestamente titulado "News from South America", editado en Londres— dedica un capítulo a su pasada por Chile, lo hace casi exclusivamente para hablar del poeta y de su gente. Fraser dice allí, refiriéndose a la casa santiaguina del poeta: "Es la única casa de poeta en que yo haya estado, que es como un poema, una expresión completa y original de personalidad". Es en este ambiente donde Neruda nos ha llevado. Y no hay contradicción posible. Un hombre que ama así la vida, no puede sino combatir de modo implacable a las ideas y hombres que viven muertos en vida. Por eso es que este mensaje suyo que hoy entregamos Incluye propósitos, de él y nuestros.
Que quienes mezclan mal las cosas, se desprendan por un instante de su intolerancia para escucharlo.

— ¿Cómo se podría sintetizar la idea del realismo socialista en la literatura y el arte.

—Sobrepasando los cánones antiguos, el realismo socialista muestra la transformación del hombre en el periodo de nacimiento de la nueva sociedad. Es decir, no se reduce a retratar al hombre y al paisaje, sino que contribuye a la formación y a la construcción del porvenir. De esta manera, el arte de nuestra época llega a cumplir un rol fundamental, como una materia tan necesaria como el acero o el ladrillo de las nuevas construcciones. El libro y la pintura deben señalar la proximidad y la fecundidad de la época socialista que viene, y deben mostrar los fundamentos humanos sociales y naturales de la esperanza contemporánea. De esta manera, el escritor se convierte en creador de la historia, asumiendo, por primera vez, un papel directo en la construcción de una época.

— ¿En qué medida crees que tal tendencia ha existido o existe en la literatura?

—En general, tenemos una noble tradición en nuestra América, en especial en la novela. Esta novela tuvo la influencia de Tolstoi y de otros protagonistas de una gran época; pero si contamos estrictamente las inclinaciones de nuestro relato americano, hallamos el naturalismo satisfecho o el realismo pesimista. El naturalismo satisfecho es, en general, la visión de los terratenientes proyectada a los ambientes populares del campo americano. Y el realismo pesimista es la incursión de la burguesía de las ciudades para deformar el alma y el contenido de la literatura.

Novelas extraordinarias como "Huasipungo" o "El señor Presidente", son verdaderos agujeros cavados por la desesperación.
En mis conversaciones con los escritores soviéticos, me contaban ellos cómo en medio de la represión, después de la revolución de 1905 Gorki escribía "La Madre", monumento a la fe en el destino humano. No podemos pensar que las terribles condiciones de nuestro pueblo justifiquen las obras atroces. Es más bien la influencia de las capas retrógradas de la actual sociedad, que pide a los artistas un mundo sombrío y sangriento, para mostrar que el hombre no tiene salida ni solución.
Aparte de esto tenemos la influencia de novelistas como Faulkner, llenos de perversidad, o poetas como Eliot, falso místico reaccionario, que dispone de un cielo particular para la nobleza británica. Y no es por casualidad que estos dos escritores reciben el Premio Nobel, coronación y premio que da una sociedad agonizante a sus propios enterradores.

Si lee uno las revistas de nuestra América, del Uruguay o de Panamá, se ve la preocupación cosmopolita, el deseo de no dejar número sin mencionar al ideólogo nazi Heidegger, o al destructivo Sartre. Este es el reflejo del cosmopolitismo y de la desnacionalización de los actuales dirigentes de nuestra sociedad criolla. La capa superintelectual se aleja de nuestros problemas y de la lucha del pueblo con sus episodios conmovedores y su grandeza. Vemos revistas, como "Sur", de Buenos Aires, que consagran números enteros a espías internacionales y colonialistas, como Lawrence de Arabia, a traidores como Drieu La Rochelle, que se envenenó antes de ser ahorcado en los momentos de la liberación de París, y que ahora abre sus páginas a un joven poeta polaco, que ha cambiado su patria —donde tanto se ha sufrido y se ha construido— por los dólares del Departamento de Estado [Ver nota abajo]. La Revista "Sur" nunca se ha preocupado de Julius Fuchik, el héroe inmortal, que antes de ser asesinado por los nazis, escribió en su calabozo, en papeles de cigarrillos, su grandiosa profesión de fe "Memorias escritas bajo la horca", y que son, a la vez, que un gran libro de todas las épocas, un canto a la esperanza y una confirmación de fe en el destino.

—Sin embargo —decimos a Neruda— no es posible esperar un cambio radical de posición, en escritores y artistas que se han nutrido de un sistema como el que tú denuncias. ¿Qué estímulos propone este realismo?
—No podemos pensar en el cambio repentino, a través de una fórmula repetida de la expresión y del contenido de los actuales artistas y escritores —nos responde el poeta—. Este cambio debe desarrollarse por los propios medios personajes y siguiendo el desarrollo más profundo y más sincero. No sacaríamos nada con catalogar la exterioridad pasajera con nombres progresistas, si no tenemos el cambio mismo de la concepción, producido a través de una lucha personal.

No creo que forzosamente esté ligado a una actividad política este desarrollo; pero sí a un cambio de criterio, a un reavalúo de las distintas partes de la sociedad.

Si durante el período de agonía del feudalismo se hubieran condenado los artistas a continuar los trabajos de tapicería galante o de rondeles para las nobles damas, sin ver el despertar de la burguesía en las ciudades, y consecuentemente el progreso humano, habrían perdido estos artistas su derecho a existir, porque no habrían visto el amanecer de una nueva clase dirigente.
En el momento actual del mundo, las fuerzas de avance, de progreso y de creación, se sitúan en el proletariado. El despertar de estos millones de hombres, la resurrección del mundo colonial, los nuevos públicos increíblemente numerosos, tienen que transformar forzosamente todos los órdenes del arte. Ante este fenómeno, es enteramente fútil discutir sobre arte dirigido o arte libre. Se trata de arte vivo o arte muerto.
Hace sólo algunos meses conversaba yo en Ginebra con el director Ansermet. Él me decía las conclusiones de su nuevo libro, que pronto aparecerá. "La música ha muerto" —me decía—. "La hemos sepultado". Yo le respondí que la música no ha muerto en la Unión Soviética, esto creo que puede ser bien claro para todos, como lo fue para Ansermet. La música atravesó por una crisis, también en la Unión Soviética, tendió a hacerse jeroglífica, atonal, disonante, hermética, difícil y antipopular. Esto venia de la influencia cosmopolita de los maestros europeos, que están matando la música. El Partido Comunista de la URSS que naturalmente, al revés de lo que pasarla con el Partido Liberal o Radical de Chile, se preocupa de toda la vida de su pueblo, y también de la ciencia y de las artes, advirtió el peligro, y señaló la gravedad de la situación. En un país eminentemente musical, en que millones de hombres llenan las salas de concierto y que ahora es difícil conseguir entradas sin tomarlas con anticipación, las salas iban quedando semivacías, el pueblo se apartaba de la música.
Los grandes compositores a quienes he tenido el honor de conocer, como Prokofieff, Schostakovich, Khachaturian, entregan ahora la totalidad de su esfuerzo a una música ligada con la tradi­ción rusa y con el porvenir de la tierra soviética. Prokofieff acaba de recibir un nuevo Premio Stalin por su “Cantata de los Bosques”, que es considerada su obra más importante. Y así, el reconocimiento de una deuda hacia su pueblo y hacia el porvenir, en vez de ser, como se ha dicho, una esterilización de la materia artística, es, pre­cisamente, la puerta de la fecundidad.

* *
¿Debe considerarse, en general, que existe un abandono de la línea humanística de los gran­des creadores?

—En la literatura vemos desaparecer ante el público más letrado, nombres que, como los de Tolstoi, Balzac, Hugo, son los nombres titánicos de la creación artística. Estos nombres arrancan de la tradición humanística de siglos, y se unen a los de Dante, Bacon, Cervantes y Shakespeare, Ra­belais y Montaigne, es decir, a una línea directa de adelanto en el conocimiento. La influencia que estos hombres tuvieron sobre una época, en que la burguesía no tenía la continuidad del pensamiento, sirvió a todo el despertar de nuestra lite­ratura americana. Hoy se desea desviar esta línea humanística, y confundir los espíritus con movi­mientos de retraso, como el existencialismo o el abstraccionismo. Estas corrientes, en vez de dar salida a los conflictos humanos, llevan al labe­rinto de la negación o de la inutilidad.
Yo creo en el BIEN, y no creo que el MAL sea el terreno de la fecundidad artística —afirma enfáticamente Neruda—. Yo creo en las ideas des­preciadas por falsas corrientes actuales, que ya terminan su efímera vida, como la verdad y la belleza. Creo que el arte debe contener el bien, la verdad y la belleza. El cultivo del mal, en el sentido byronlano o baudelieriano, es la reacción individual de un artista ante la hostilidad completa de una sociedad. Pero, ¿cómo sentir esta hostilidad en un momento auroral del mundo? Un nuevo mundo está naciendo ante nuestros ojos, la Unión Soviética, transforma la naturaleza con las más vastas concepciones, para alcanzar la pros­peridad y la paz, quinientos millones en la China cambian sus modos de vida retrasados, y se ponen con entusiasmo infinito a cambiar el fondo y la forma de su país. He visto las imprentas más grandes del mundo en antiguos países feudales, como Polonia y Rumania; he visto detenerse el tráfico en las calles de Moscú, por los suscriptores de una nueva edición de las obras completas de Balzac; he visto a los obreros del Báltico pasar sus vacaciones en el Mar Negro en Rumania; en fin, todo nos dice que un concepto más racional, más elevado y más digno de la vida se ha esta­blecido con una firmeza indestructible. Los artis­tas no tienen derecho a cerrar los ojos, y sí, deben abrirlos.
Quisiéramos —interrumpimos— que nos ha­blaras ahora, de lo que has afirmado, como la ne­cesidad de simplificar los medios de expresión, y que se observa cada vez de manera más notable en tu última poesía.
—Mi propia experiencia literaria, me indica, có­mo se transforma el estilo para adaptarlo a un nuevo público. Hace años, tuve que escribir un poema para leerlo ante ciento veinte mil perso­nas fue en el Brasil, cuando Prestes habló por primera vez al pueblo de Sao Paulo. Este poema, me enseñó mucho. Tenía que contener realismo, romanticismo revolucionario y absoluta simplicidad. Y además debía ser entendido por aquel inmenso número de personas, empleados, profe­sionales, artistas, obreros del puerto de Santos, y campesinos negros de las haciendas del café. Cada verso fue recibido con un alto murmullo por la masa, lo que me indicaba cómo llegaba a una inmensa mayoría de los que allí estaban. Estu­dié dentro de mí lo que no había producido: más tarde escribí “Los muertos en la Plaza”, y más tarde, este desarrollo hacia la simplicidad, me permitió abarcar casi todo el “Canto Gene­ral”. Pero creo que mi próximo libro será aún más sencillo.
Conversamos en seguida con Neruda acerca de la situación mundial, en relación con la paz y la guerra, cuyo diálogo terrible él ha debido escu­char en Europa durante estos dos últimos años. Sus referencias son una acusación sostenida contra la política Internacional oficial de nuestros días. Nos dice, entre otras cosas:
—El Senado norteamericano ha votado hace muy poco tiempo crédito para provocar insurrecciones en los países del socialismo, y para enviar misio­nes de espionaje y de sabotaje a estos países. El Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea de Chile. General Celedón, que regresó no hace mucho, ha declarado en “El Mercurio”:
"Estados Unidos se prepara en forma intensiva para la guerra".
En estas condiciones, es bien difícil, pero no im­posible, mantener o aumentar la amistad entre los pueblos. El fascismo norteamericano impide que salgan de sus fronteras, hombres universalmente amados, como Paul Robeson, o cierran sus puertas al que más gloria ha dado a los Estados Unidos, al gran comediante Carlos Chaplin. Es difícil para todo el mundo entrar a territorio nor­teamericano. Una inquisición, nueva forma de la Gestapo, se ha introducido en el cine, en los pe­riódicos y en las embajadas norteamericanas, los institutos norteamericanos de cultura en cada país, se dedican a la penetración en los medios inte­lectuales y estudiantiles, exportando sus ideas bélicas y sus conceptos brutales de dominación del mundo, encubriéndolos con falsas facilidades a nuestros jóvenes estudiantes. La embajada norte­americana distribuye en los colegios de Chile, pro­paganda contra la Unión Soviética; esta propa­ganda es exactamente la misma de Goebbels. A ningún joven progresista o que tenga en sus fa­milia algún pariente de ideas liberales, se le dis­pensa becas de las fundaciones norteamericanas
— ¿Observaste esa tensión de que habla cons­tantemente la prensa a través de la llamada corti­na de hierro?
—La cortina de hierro es una intención norteamericana para ocultar o disimular sus prepara­tivos de guerra. Ellos quieren impedirnos todo contacto con países nuevos, que han resuelto a su manera problemas que los afligían por edades. En este sentido, el bloqueo de Chile es casi com­pleto. No podemos comerciar ni con la China, ni vender cobre a Polonia, ni recibir libros de casi ninguna parte, mientras “Visión” y el "Reader & Digest", son violentamente descargados sobre nues­tro público para deformar y envenenar nuestra nacionalidad.
Hace poco, en la revista “Time” se publicó una gruesa calumnia en contra mía. No creo necesario desmentir, porque calumnias de este tipo se han hecho contra muchos chilenos, en esa misma re­vista. Citaré los casos del Presidente Aguirre Cerda y del Presidente señor Ibáñez. A esta revista no le gusta desmentir sus calumnias, que forman la parte principal de su texto. Yo recuerdo que en Moscú, habiéndome hecho una revista literaria una entrevista, hice saber que algunos de los concep­tos emitidos por el periodista, como expresados por mí, no estaban en mis declaraciones. Los colegas del periodista aquel, lo citaron y lo en­juiciaron, haciéndolo renunciar a su puesto, por permitirse alterar mis declaraciones. Eso es un ejemplo de moral periodística que la revista "Time” estaría muy lejos de seguir; por el contrario, allí se premiarla al tergiversador
Lo peor es que esta cortina norteamericana inunda el mundo occidental, y aísla cada vez más a los pueblos. Hay que recordar que la más expresión más alta del arte coreográfico soviético, la bailaría Ulanova, con toda su trouppe, fue expulsada de Italia después de dar “Romeo y Julieta”, como nunca más podrán verlo los italianos, y por órde­nes de la embajada norteamericana. Estos son crímenes contra la cultura, y éste es el camino de Hitler.
La última vez que escuche a Ehrenburg, en Berlín, él nos decía:
"Se acaba de formar un comité presidido por un antiguo embajador norteamericano en Moscú, para la liberación de Rusia. En los Estados Unidos se quiere liberar a los rusos de los rusos. Oficial­mente yo puedo asegurar que en la Unión Sovié­tica no permitiríamos ninguna institución que qui­siera liberar a Norteamérica de los norteamericanos”.
La política de guerra de los propietarios del salitre y del cobre de Chile, política de colonización, ha llegado a ofrecer síntomas de locura. No olvidemos que el señor Forrestal, Ministro de Guerra yankee después de proclamar la instalación de bases aéreas en la luna, para bombardear a la URSS, terminó por tirarse de una ventana.
Yo sostengo que es posible la convivencia entre los sistemas y los regímenes diferentes, en nuestro mundo actual, y que sólo es posible la compe­tencia pacifica de ellos. A este respecto, un mi­llonario yanki decía con franqueza a un amigo:
No temamos a vuestros tanques, sino a vues­tras cacerolas”.
Nosotros no tenemos por qué temer ni a los tanques que aplastaron el nazismo ni a las cace­rolas en que se preparé comida para millones de hombres.
* *
La entrevista con el poeta del Canto General ha seguido un poco el orden desordenado de nues­tras preguntas. De repente se detiene, sonriente, frente al repórter con ademán de reproche, cuando la conversación se prolongaba ya demasiado rato sobre la situación mundial:
—Tú no harás que yo olvide mi gran interés por referirme a nuestra poesía.
—Es que lo de casa queda siempre para el final.
—Mi impresión es que la poesía sigue su curso venturoso en nuestro país. Las publicaciones que llegaban de Chile —a pesar de que no hay ninguna estrictamente literaria—, rara vez las abría sin encontrar un nuevo nombre. Las tendencias de la poesía chilena en los jóvenes poetas, son una franca inspiración hacia la claridad (a la vez, posiblemente, la mayor dificultad también que ven­cer), y una preocupación grande sobre Chile y las cosas del país, hacia lo que llamaríamos con título de almacén: "los frutos del país” Hay tam­bién una creciente tentativa de tomar parta en los problemas del pueblo, y aun cierta precipita­ción en ello. En un país tan extraordinariamente po­lítico como el nuestro, la poesía política es algo natural que no sólo nos viene de los clásicos como Quevedo y Lope, sino de poetas como Pezoa Véliz, Pedro Antonio González y Dublé Urrutia
Lo interesante en esta situación es el desarrollo de cada una de las personalidades poéticas, la maduración de sus cualidades, la misma lucha individual de cada uno de los jóvenes poetas por llegar a expresar el considerable reino que los poetas de este tiempo debemos conquistar, y el lenguaje más directo y más hermoso.
Hay, naturalmente, una cosa establecida: ha terminado el ciclo de la poesía oscurantista, o lo menos estamos en su momento crepuscular. Las tinieblas no tienen nada que ver, ni deben tener nada que ver con nuestra vida. No hay sitio tampoco para la "angustia”, en un mundo en que mayor número de hombres cada vez comparten la lucha, la liberación y la alegría. Las angustias metafísicas son bien pequeñas al lado de la terri­ble condición material de la gente. Sin embargo, si los poetas no pueden, por incapacidad, compar­tir los dolores y las luchas generales de todos los hombres, no tenemos guerra contra ellos. El mismo curso de la vida les irá mostrando el cami­no, si en realidad son poetas, es decir, si son gene­rosos. Habrá siempre el caso de los irreductibles devoradores de papel. Esos se empapelarán por dentro hasta morir sin humildad y sin heroísmo.
— ¿Qué opinión te merecen los artistas chile­nos que encontraste en el extranjero?
—También allí he encontrado ejemplos de la vitalidad juvenil de nuestra patria. Quiero seña­lar especialmente el extraordinario éxito del pin­tor Nemecio Antúnez que acaba de hacer una nueva exposición en Europa, esta vez en Oslo. Es un joven maestro que busca su camino, y que ha adquirido ya los medios de expresión y la orientación de nuestro tiempo. Venturelli ha hecho a China un regalo digno de nuestra patria. La única pintura que adorna el Comité Nacional de la Paz de China en un mural de nuestro gran pintor. Por otra parte, me ha asombrado la obra realista y espléndida da la joven pintora Carmen Cereceda.
— ¿Y Matta?
—Siento a Matta muy inquieto. Las ondas eléc­tricas del tiempo que viene no pueden dejar de llegar a un explorador tan inteligente.
La entrevista ha terminado en Isla Negra, el día 11 de Octubre. Nos es muy fácil recordar la fecha, porque el 11 es la víspera del 12 y el 12 es el llamado Día de la Raza. Pasó la noche con nosotros el arquitecto español Germán Rodríguez-Arias, amigo íntimo de Pablo y, además, el constructor de la encantada casa marina del poeta. Temprano, nos levantamos. Hormiguita y Germán Rodríguez dormían aún. Pablo nos con­dujo a una pequeña elevación del terreno cerca de la casa, donde ese día debía inaugurarse un mástil para la bandera nacional. Pepe, el chofer del station-wagon de Pablo, que acorta las a veces largas esperas en el auto, leyendo el “Canto Ge­neral", como si fuera un breviario, portaba solem­nemente la insignia chilena, mientras Pablo lle­vaba las “provisiones'’ para la ocasión: un cen­tenar de cohetes, petardos y otros detonantes
Se izó la bandera en lo alto del mástil, y enton­ces se celebró el Día del Descubrimiento con una salva interminable de petardos, que despertó a toda la pequeña colonia de Isla Negra.
Pero nuestro amigo Rodríguez-Arias no habla aún despertado. Entonces Neruda le espetó el siguiente discurso, con una voz que el otro pudo haberla escuchado aún dormido:
"El haber nacido en la península ibérica es una gran responsabilidad. ¡Tendrás que pagarlo!”.
Y desencadenó sobre su amigo tal estrépito de petardos, que ésta hubo de saltar al campo para unirse a tan sonoras celebraciones.
Así es Pablo Neruda inflexible contra la mentira compartida, combatiente ardoroso por los derechos humanos, y al mismo tiempo alegre y juguetón como un muchachito, cuando el humor le corre como una comezón por las arrugas de la risa
***
Creemos que tus juicios de este reportaje co­rrerán de boca en boca —le decimos—. Habrá pros y contras, como debe ser cuando como ahora, la comprensión entre hombre y hombre se ve en­trabada por los prejuicios y las intolerancias.
—Sí, así debe ser —nos dice, despidiéndose con la mano sobre nuestro hombro—. Que siga esta conversación a través de "Pro Arte”, con todos los que se interesen por ella. Que me pregunten lo que quieran. Tengo un gran deseo de que hable­mos libremente de estas cosas.

Y aquí dejó Neruda iniciada esta conversación. Nuestras columnas están desde hoy esperando el debate.



[Nota del editor] Pablo Neruda hace aquí referencia al poeta polaco Czeslaw Milosz que, en 1951, pidió asilo en París tras servir como agregado cultural en las embajadas de la “Polonia soviética” de Estados Unidos y de Francia entre 1946 y ese mismo año. Milosz es el autor, entre otros libros, de La mente cautiva y Otra Europa, en donde hace referencia no sólo a su huida “del Este” y al clima totalitario que imperaba en Polonia durante esos años, sino a la relación que Milosz mantenía con Neruda (había traducido al polaco varios poemas del autor chileno) y al gran disgusto con que acogió estas declaraciones. Czeslaw Milosz vivió (él, su mujer y sus dos hijos) hasta una década más tarde, cuando fue contratado como profesor de Literatura Polaca en Berkeley (California) de 1961, de los magros ingresos que supusieron sus colaboraciones periódicas con la prensa polaca del exilio, sus traducciones y los ingresos que obtenía de unos libros que eran sistemáticamente boicoteados por la intelectualidad filo-comunista francesa.