Las influencias latentes del Mayo de París y la Primavera de Praga
París 1968... |
Mil
novecientos sesenta y ocho fue un año de rebeliones en todo el mundo. Se
protestaba contra los gobiernos, se reivindicaban las cosas más variadas, los
objetivos de las protestas y de las reivindicaciones eran muy diversos. En este
contexto, podría parecer que el Mayo
francés y la Primavera de Praga
tenían fines opuestos. Pascal Bruckner y Antonin Liehm matizan este punto de
vista:
-PASCAL BRUCKNER: Aunque ambos movimientos parecen opuestos, hay una analogía entre
ellos: ambos intentaron liberarse de alguna tutela, en el caso de Praga la del
totalitarismo comunista y, en el de París, la del autoritarismo gaullista. Lo
que es interesante en el Mayo francés
es que utilizó el vocabulario marxista y radical para expresar reivindicaciones
de orden esencialmente individual. Todo el mundo deseaba una revolución, la
cual fue encabezada por Marx, Trotski, Mao, pero se trataba principalmente de
una revolución en la vida privada. El Mayo
del 68 francés fue un “happening”
colectivo que reivindicaba al individuo.
-ANTONIN LIEHM: Si en el Mayo del 68 parisino
el colectivo reivindicaba al individuo, la Primavera de Praga empezó con
exigencias firmadas por individuos y destinadas a la colectividad. Si, la
ideología, los objetivos, el lenguaje de esos movimientos eran radicalmente
opuestos, sin embargo tenían un denominador común: tanto uno como otro se
dirigían contra el “establishment”.
Cada uno de los “establishments”, el
comunista, postestalinista, por una parte y, por la otra, el gaullista, se
había convertido en un símbolo de algo generado tras la Segunda Guerra Mundial,
y la primera generación de la posguerra, o sea, tos jóvenes del 68, se opusieron
a cada uno de esos "establishments”.
La Primavera de Praga fue un
movimiento tolerante y liberal porque fue una oposición a un "establishment” totalitario; en cambio,
el Mayo francés era antitolerante y
antiliberal, ¿por qué?, pues porque buscaba una reforma de un “establishment” tolerante y liberal.
.... Praga, 1968 |
-Puesto
que esa lucha contra el “establishment”
tuvo lugar simultáneamente en todo el mundo,
-A.L.:
Entre Praga y París, Praga y Berlín occidental (el movimiento de Rudi Dutschke)
no hubo influencias significativas; éstas se produjeron más tarde, y fue mayor
la influencia de Praga sobre París que viceversa. El líder de las protestas
parisinas, Dani Cohn-Bendit, por ejemplo, pronto comprendió de qué se había
tratado en Praga y empezó a buscar el punto de encuentro de sus ideas con las
de Primavera de Praga. Escuchándole hoy, uno tiene la sensación de hablar con
un dirigente de la Primavera de Praga.
En cambio, difícilmente se encontraría a un participante del movimiento checo
que se identificara con la izquierda radical occidental de entonces. Además,
esa clase de izquierda occidental, la maoísta-trotskista-estalinista-guevarista,
ha desaparecido, se ha disuelto; sólo quedaron de ella pequeños restos de
terrorismo.
-P.B.:
París vivía principalmente bajo la influencia de otras revoluciones, las
francesas y las rusas. Además de eso, en París se sentía la influencia de los
radicales americanos que se manifestaban contra la guerra de Vietnam. La Primavera de Praga despertaba simpatías
porque intentaba sacudirse el yugo de Moscú, y es que para la izquierda
francesa, Moscú también era un enemigo. En París, como en todo el mundo, la
intervención soviética en respuesta a la Primavera de Praga, tuvo un impacto
muy fuerte. Tras esa invasión de los tanques, la sociedad empezó a plantearse
una serie de cuestiones esenciales.
-¿Hubo
un impacto duradero sobre la izquierda? ¿Cuáles fueron sus consecuencias para
el futuro?
-P.B.
Tras esa fecha empezó a reestructurarse la izquierda francesa, y actos análogos
fueron sucediendo en otros países europeos. En Francia, por una parte, los
socialistas, según el ejemplo de Dubcek, intentaron construir un "socialismo con rostro humano”, y fue
entonces que los socialistas fueron creciendo y tomando fuerza, al mismo tiempo
que se iban liberando de la tutela comunista, de la cual hasta entonces fueron
literalmente prisioneros. Poco tiempo después, en 1972, apareció François
Mitterrand que dio una dirección y una identidad al socialismo francés y,
cuando en 1980 abrazó a los comunistas, fue únicamente para estrangularlos
mejor. La otra corriente, inspirada por la Primavera de Praga fue la que surgió
del partido comunista y la que, tras los sucesos checos, se convirtió en
anticomunista. A modo de ejemplo casi simbólico: el primero que saludó “La broma” de Milán Kundera, esa novela
que denuncia el estalinismo, fue el comunista de toda la vida Louis Aragón. Y
fue como si la publicación de "La
broma” en francés y la invasión soviética de Praga despertaron una nueva
intuición en una importante fracción del PC francés, la intuición del final
definitivo de la ideología comunista. Y si durante los veinticinco años
posteriores anduvimos a tientas en muchos asuntos relacionados con las
ideologías, ahora sí comprendemos que la Primavera
de Praga dio a Europa el primer impulso para acabar con el comunismo, como
régimen político y como ideología.
-¿A
qué se debe la fascinación por el comunismo que la intelectualidad europea y
americana experimentó a lo largo de este siglo?
-A.L.:
La fascinación por el comunismo se debe a la mitologización de una experiencia
ajena y duró a causa de la incapacidad de analizar experiencias propias. Algo
análogo está pasando hoy en la Europa del Este donde existe la fascinación por
la experiencia ajena, especialmente la norteamericana, la fascinación por el
mito de la riqueza y el bienestar occidental.
-P.B.:
La inteligencia occidental aprobó y bendijo el totalitarismo y los estados
totalitarios en nombre de la justicia y la libertad. Sartre, Althusser y muchos
otros eran, pues, los responsables de esconder la verdad y de propagar la
mentira, establecer el reino de la mentira entre la inteligencia occidental.
-Aparte
de esas vagas y gastadas nociones de libertad y justicia, ¿cuáles fueron las
causas profundas de la permanencia de esa mentira intelectual en el mundo
occidental?
-P.B.:
Uno: La relación de admiración-odio de los occidentales por si mismos. Dos: El
odio de los intelectuales a su pertenencia a la clase burguesa; para espiar esa
pertenencia, el intelectual se casaba con la ideología del adversario. Tres, y
sobre todo: La fascinación por la historia. Puesto que Marx pretendía haber
descubierto las leyes de la historia, el intelectual tenía la sensación que,
casándose con el marxismo, se casaba con la historia.
-Hubo
intentos de reconciliar el existencialismo, es decir el sistema de pensamiento
filosófico predominante en la época, pensamiento basado en el individuo y la
libertad, con el marxismo, que subraya lo colectivo. ¿Con qué resultados?
-P.B.:
Sartre, por ejemplo, dedicó dos enormes volúmenes de su obra “La crítica de la razón dialéctica” al
intento de reconciliar esos dos sistemas de pensamiento, y fracasó
estrepitosamente. Y es que el individuo nunca llega a inclinarse por completo
ante un sistema. Ese tratado de Sartre resultó ser bastante patético. En
definitiva: a nivel filosófico Sartre no llega a convencer, a nivel histórico
era un mentiroso. Sartre mintió sobre el asunto de Cuba, mintió en cuanto a la
URSS, mintió a propósito de China. Su argumento principal es siempre la
fascinación por la historia. Para él, la historia es una especie de diosa
despiadada que devora a sus hijos, pero que un día ha de ver el triunfo de la
verdad, de la justicia y del comunismo. De manera que en nombre de esa
adoración de la historia, Sartre y los demás intelectuales de la izquierda
radical abdicaron de cualquier ideal de espíritu crítico y libre. Y al final
quedó en evidencia que Sartre luchó toda su vida por una sociedad en la cual él
no hubiera querido vivir.
París 1968... |
-¿Cómo
fue, pues, que la intelectualidad dejó de sentirse seducida por la doctrina
marxista?
-A.L.:
En el Este, donde la gente la experimentó en la propia piel, el desencanto se
fue produciendo durante los años 50 y 60. En Occidente, el mito perdió las
fuerzas tras el 68. En Francia entraron en escena los “nuevos filósofos”, movimiento surgido del 68, que entablaron una
crítica de la época anterior. Pero de nuevo, en vez de reflexionar sobre
Francia, basaron su crítica sobre la experiencia ajena, en su caso sobre Solzhenitsin
y el Gulag.
-¿No
existe autorreflexión en Francia?
-A.L.:
Los intelectuales franceses siempre han tomado prestada la experiencia de otras
culturas, tanto para declarar los ideales del comunismo, como luego para
destruirlos. Y lo mismo ocurre en la actualidad: los intelectuales no paran de
reflexionar sobre la ex Yugoslavia, tema que es ciertamente importante, pero a
causa de eso evitan analizar los problemas de su casa. Creo que el pensamiento
intelectualmente interesante nace de la autorreflexión.
-P.B.:
Es cierto que falta el autoanálisis, pero es porque Francia para nosotros no es
el centro del mundo; lo que hacemos es escuchar atentamente los de fuera de
nuestro país, acoger todas las opiniones.
-Volvamos
a los últimos veinticinco años. Los “nuevos
filósofos” retomaron, pues, las críticas de Raymond Aron y Albert Camus.
¿Cuál fue su aportación?
-P.B.:
Los nuevos filósofos, sin tener un sistema de pensamiento propiamente original
-lo que afirmaban ellos lo habían dicho antes Russell, Camus, Aron, Isaiah
Berlín- denunciaron el esquema marxista. Hicieron saltar la vieja barraca de la
izquierda en la que estaba enclaustrada la “inteligentsia”
francesa. Gracias a eso se pudo empezar a reflexionar libremente otra vez y
cambiar el modo de pensar.
-Después
de veinticinco años, ¿se puede constatar que el año revolucionario 68 ha dejado
huellas?
-P.B.:
El significado de la Primavera de Praga
está en su aportación aperturista. El Mayo
francés fue una especie de gigantesco “happening”
que resucitó todas esas ideologías de manera paródica: allí se desplegó el
maoísmo, la revolución francesa, la revolución bolchevique. En el momento en
que todo eso tenía lugar parecía algo muy serio, pero en el fondo se trataba
del último día antes del crepúsculo de las ideologías de izquierdas, su última
explosión que acabó en las cenizas. A partir del Mayo del 68 todas esas ideologías agonizaron, diez años más tarde
murieron y hoy, tras 25 años, están bien enterradas.
-A.L.:
A primera vista podría parecer que del 68 no quedó nada; pero yo creo que
ocurre todo lo contrario. Con el año 68 sucede lo mismo que, en el siglo
pasado, ocurrió con las rebeliones de 1848. En el año 1848, llamado la
Primavera de las Naciones, hubo rebeliones y revoluciones por toda Europa. En
todas partes sin excepción, esa revolución fue derrumbada por los disparos de
los fusiles policiales, algo parecido a lo que sucedió en París y en Praga en
el 68. Y no obstante, toda la segunda mitad del siglo XIX vivió bajo el signo
de las reformas iniciadas en aquel año revolucionario, los antiguos regímenes
absolutistas desaparecieron bajo el peso de las ideas del 1848, para dejar
lugar a regímenes más liberales. Y creo que hoy, después de veinticinco años,
podemos afirmar que aunque el movimiento revolucionario de París, el de Praga,
o el alemán y el americano, etc., fueron derrumbados, sus ideas y sus
reivindicaciones en muchos aspectos se llegaron a realizar. Después de
veinticinco años vivimos en un mundo en el que se han realizado las más
significativas reivindicaciones del 68, la sociedad las absorbió como
exigencias legítimas.
-A.L.:
En Praga hoy en día la gente tiene miedo de hablar siquiera de la Primavera de
Praga, por temor de ser acusados de comunistas: durante esos primeros años
poscomunistas, todo lo que tuvo lugar durante los 40 años de totalitarismo, lo
bueno y lo malo, se sataniza de igual manera y se mete en el mismo saco.
-La
generación del 68 es la que ahora lleva la batuta. ¿Cuál es su orientación?
-A.L.:
En Europa Central y del Este los intelectuales tienen la sensación que en vez
de ser críticos, atributo que distingue a un intelectual, ellos deberían ser
complacientes con el nuevo “establishment”.
Y es que si criticaran algo, creen que darían la impresión de defender el
pasado comunista. Ahora bien: un intelectual complaciente es una especie de
monstruo.
-P.B.:
La generación del 68, o sea la mía, ha impuesto en la sociedad francesa sus
reivindicaciones de la revolución del 68, y hoy sigue imponiendo sus leves. Aún
no ha llegado una generación nueva capaz de imponer ideas nuevas en la
sociedad. La generación más joven es incapaz de una buena crítica de la
anterior.
-¿Por
qué?
-P.B.:
Tal vez porque ahora la vida es mucho más dura para los jóvenes, y además,
quizá, porque no se beneficiaron de un sistema educativo clásico como nosotros.
Es cierto que en el 68 nosotros nos rebelamos contra ese sistema que en
consecuencia fue profundamente modificado. Pero creo que nos dio una base más
firme, una cultura más sólida que la que se puede llegar a tener en la
actualidad. Hoy en día no hay ni un escritor, ni un sociólogo, ni un filósofo
con alguna aportación nueva. Los que generan la cultura en Francia son, pues,
los que pertenecen a la generación del 68, que reina sin ningún contrapoder. Y
eso resulta más bien inquietante.
La Vanguardia, Cultura,
29 junio 1993. p. 46 y 48.
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