viernes, 28 de diciembre de 2007

¿1943 o 2007?

El 10 de diciembre de 1943 Juan Ramón dictó esta carta a Zenobia en Washington con destino a su amigo Juan Guerrero, indignado porque había incluido un prólogo del falangista José María Alfaro en el estudio-antología de Carlo Bo publicado aquel año.
«Aún cuando parezca extraño, Vd. parece que no ha comprendido ninguno de los cables que le hemos enviado sobre asuntos editoriales. Vd. sabe que una amistad como la que tenemos debe estar fundada en un respeto mutuo de ideas y sentimientos y que no son los medios actuales de comunicación apropiados para discutirlos. Yo respeto sus ideas, pero es necesario que Vd. respete las mías, que no pretendo imponerle. Mientras las circunstancias de España sean las que son actualmente yo no puedo volver a España ni relacionarme con determinados elementos de la República que andan por estos países. Yo tendría gusto en colaborar con Vd. en su editorial, pero no mezclándome con algunas de las personas que colaboran con Vd. Dada la amistad nuestra se supone que yo estoy haciendo un juego doble por la apariencia de lo que se refiere a mí en su editorial. No puedo aceptar que Vd utilice un título mío para una serie que empieza con un libro sobre mí. Esto es de una claridad que Vd. debe comprender. Tampoco acepto que un político militante de la España actual ponga prólogo a un libro sobre mí, como tampoco lo aceptaría si Vd. se lo hubiera pedido a otros políticos de los que andan por aquí. Mi situación en América es muy delicada, como Vd. debiera comprender. Yo no soy monárquico, ni republicano, ni falangista, ni comunista, etc., etc. Soy un hombre libre»
Publicado hoy en Abc

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Hoy es Navidad

(Pinchar -y después ampliar- sobre el icono para verlo en toda su magnitud y belleza)

¿Por qué no podemos dejar de llamarnos cristianos?

“El cristianismo ha sido la mayor revolución que la Humanidad haya realizado jamás; tan grande, tan incluyente y tan profunda, tan rica en consecuencias, tan inesperada e irresistible en su concreción, que no sorprende que haya aparecido o pueda aún aparecer como un milagro, una revelación desde lo alto, una intervención directa de Dios en las cosas humanas, que de Él han recibido leyes y orientaciones completamente nuevas. Ninguna revolución, ni ninguno de los grandes descubrimientos que han marcado un hito en la historia humana admiten comparación con el cristianismo, y frente a él resultan particulares y limitados. Ninguna revolución, incluyendo las que hizo Grecia en la poesía, en el arte, en la filosofía, en la libertad política, y Roma en el Derecho; por no hablar de las más remotas de la escritura, de la matemática, de la ciencia astronómica, de la Medicina y de todo lo que debemos a Oriente y a Egipto; y las revoluciones y los descubrimientos que siguieron en los tiempos modernos, puesto que no fueron particulares y limitados como sus precedentes antiguos, sino que afectaron a todo el hombre, al alma misma del hombre, no pueden pensarse sin la revolución cristiana, en relación de dependencia respecto a ella, a la que corresponde la primacía, porque el impulso originario fue y sigue siendo el suyo. (…) La razón de esto es que la revolución cristiana actuó en el centro del alma, en la conciencia moral y, al destacar lo íntimo y lo propio de dicha conciencia, casi pareció que le proporcionaba una nueva virtud, una nueva cualidad espiritual, de la que hasta entonces carecía la Humanidad. Los hombres, los genios, los héroes que hubo antes del cristianismo realizaron acciones magníficas, obras bellísimas, y nos transmitieron un espléndido tesoro de formas, de pensamientos y de experiencias; pero en todos ellos se echa de menos ese acento propio que nos une y hermana, y que sólo el cristianismo supo dar a la vida humana”

miércoles, 12 de diciembre de 2007

El magisterio según San Agustín

Como sé que muchos de los que leéis este blog, pertenecéis o tenéis alguna relación con la enseñanza, aquí os envío -en homenaje- un pequeño párrafo del libro de San Agustín Del profesor (De magistro.)

“¿Acaso pretenden los maestros que se conozcan y retengan sus pensamientos, y no las disciplinas que piensan enseñar cuando hablan? Porque ¿quién es tan tan neciamente curioso que envíe a su hijo a la escuela para que aprenda qué piensa el maestro? Mas una vez que los maestros han explicitado las disciplinas que profesan enseñar, las leyes de la virtud y de la sabiduría, entonces los discípulos consideran consigo mismos si han hecho cosas verdaderas, examinándolo según sus fuerzas aquella verdad interior. Entonces es cuando aprenden; y cuando han reconocido interiormente la verdad de la lección, alaban a sus maestros, ignorando que elogian a hombres doctrinarios más bien que a doctores, si con todo, ellos mismo saben lo que dicen. Mas se engañan los hombres en llamarse maestros a los que no lo son, porque, la mayoría de las veces, no media ningún intervalo entre el tiempo de la locución y el tiempo del conocimiento; y porque, advertimos, piensan haber sido instalados por la palabra exterior del que enseña”

domingo, 9 de diciembre de 2007

Tatarkiewicz

Hace ya bastante tiempo, conocía a Tatarkiewicz. Había leído o consultado los libros que habían sido traducidos en español tanto la Historia de seis ideas, como su Historia de la estética en tres volúmenes publicada por Akal.
Lo que no sabía -y he ido descubriendo poca a poco- fue su magisterio como profesor de alemán de la universidad clandestina durante la segunda guerra mundial, su papel como garante -en pleno estalinismo- de la civilización y cultura liberal en la universidad, o su edición de una Historia de la filosofía que cumplió -y cumple- en el ámbito polaco la función que tuvo entre nosotros del Diccionario de filosofía de Ferrater Mora.
En fechas recientes, además, he dado con un hecho aún más sorprendente, la publicación de un libro, O szczęściu (Sobre la felicidad) una auténtica fenomenología de la felicidad escrita por Tatarkiewicz en plena guerra mundial. Demasiado tentador para mi, conseguí encontrar un volumen en la biblioteca de la universidad complutense editado en inglés (Analysis of the Happinness) por otro viejo conocido nuestro, Bochenski.

Ya con el libro en mis manos pude leer, con emoción, en el prólogo, lo que ahora os traduzco:

“Gran parte de este trabajo, fue escrito durante la guerra, entre 1939 y 1943. Puede parecer extraño que un trabajo sobre la felicidad pueda haberse escrito durante una época durante la cual los seres humanos sufrían la más grande de las desgracias. Pero es menos raro de lo que parece; pensamos más en la felicidad, cuando somos infelices que cuando disfrutamos de la felicidad. Y es que el mal es más fácil de soportar si nuestros pensamientos pueden escapar a algo mejor.
Durante el Levantamiento de Varsovia en agosto de 1944, logré rescatar el manuscrito cuando mi casa empezó a arder. Mientras que era conducido a un campo de reagrupamiento, el manuscrito fue encontrado por un oficial aleman, que registraba mi maleta.
“¿Un trabajo de investigación? -gritó- Ya no vas a necesitarlo. Ya no hay más cultura polaca.” Y echó el manuscrito en un arroyo. Me arriesgue y lo recuperé, y de esta forma es como el trabajo fue salvado. Pero sus notas, que estuve recopilando a lo largo de docenas de años, se consumieron junto con mi casa de Varsovia. Como resultado de esto, las referencias están incompletas.”

Pues si, existían héroes, existían personas así.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Una nueva interpretación de "El triunfo de la primavera" de Botticelli según Giovanni Reale.

No era la primavera
El enigmático cuadro de «La Primavera» -el más admirado de Botticelli en la Galería de los Uffizi junto con «El Nacimiento de Venus»-, no muestra en absoluto la hermosa estación de las flores y el amor sino el triunfo del humanismo representado a través de una escena mitológica: «Las bodas de Mercurio y Filología», según la documentada interpretación que presentará hoy en Milán el filósofo Giovanni Reale en su nuevo libro, «Las bodas ocultas».
Según Reale, la clave del bellísimo cuadro -uno de los más estudiados por los expertos en simbología- hay que buscarla no sólo en la mentalidad de Lorenzo di Pierfrancesco de Medici, quien lo encargó junto con «El Nacimiento de Venus» para uno de sus palacios, sino sobre todo en el ambiente cultural de la Florencia gobernada por su primo Lorenzo «el Magnífico».
El libro de Giovanni Reale, adelantado ayer por el «Corriere della Sera», identifica la obra maestra de Botticelli como la representación pictórica de «Las bodas de Mercurio y Filología», un texto de Marziano Capella muy popular en aquella Florencia de 1480.

Ni Venus ni Flora
La figura central no es Venus, como afirmó en 1893 Aby Warburg, el padre de la iconología moderna, ni tampoco es Flora la muchacha que mira al espectador y se dispone a lanzar un homenaje de pétalos a quien se acerca a la escena, ni es Céfiro el personaje aéreo que susurra a la chica de la derecha... En otras palabras, las interpretaciones de Warburg y de sus seguidores como Ernst Gombrich en 1945, Erwin Panofsky en 1961 o Edgard Wind en 1985 han llevado a los iconólogos por pistas falsas hasta que Claudia Villa centró las sospechas en la Filología, tesis que ahora confirma Giovanni Reale.
Que el personaje de la izquierda fuese Mercurio estaba fuera de duda, pues señala al cielo y lleva sandalias aladas. Pero el personaje central no es Venus sino la Filología, la gran ciencia del lenguaje y la literatura, que está a punto de esposar al dios del comercio, a quien señala con la mano derecha.
Sobre ella está Cupido, quien lanza sus flechas sobre las Tres Gracias, o sea, la Voluptuosidad, la Castidad y la Belleza, esta última con el rostro de Caterina Sforza, mientras que La Castidad, de espaldas, es Semiramide Appiani, la esposa de Lorenzo di Pierfrancesco de Medici.

Joven encinta
Si la Filología protagoniza el centro de la escena, y lo hace como una joven encinta, las otras dos muchachas con vestidos semitransparentes y también embarazadas forman parte de su séquito. La del vestido floreal no es ni Flora ni una representación de la ciudad de Florencia, sino nada menos que la Retórica, que se representaba alegóricamente de ese modo, con un velo de «flores retorici» en la Florencia del Quattrocento.
A su vez, la joven de la derecha es la Poesía, que recibe igualmente la inspiración de Eros, representado espiritualmente, con tonos fríos y el carácter «aéreo» de un personaje que no es el Céfiro sino la personificación del «divin furore» que inspira la Poesía.
Según la teoría del filósofo Giovanni Reale, la escena transcurre en el Jardín de Zeus del «Simposio» platónico y representa el triunfo del humanismo basado en la Filología, la Retórica y la Poesía, que deja atrás el Trivium y el Quadrivium de la época medieval. Si a eso se añade que Cupido no es un amor cualquiera sino el amor por la Sabiduría, que une a Filología con Mercurio, el triunfo del nuevo universo mental y cultural es visiblemente arrollador.

Juan Vicente Boo. ABC

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Un nuevo blog: La hemeroteca de Don Cógito

Intentando organizar un poco mejor este pequeño blog, he decidido separar de los comentarios, recesiones de libros, presentaciones de autores, etc... las noticias y los temas de actualidad, incluyéndolas en un nuevo blog en el que intentaré -día a día- transcribir las noticias que me parezcan interesantes o enlazar -cuando la noticia sea gran tamaño- a la página del periodico en cuestión. El objetivo es realizar un especie de mini-archivo en el que se pueda encontrar -en forma de dossieres- las noticias ordenadas cronológicamente y por temas. Espero que este pequeño esfuerzo os sea de utilidad. Por supuesto, no tengáis ningún problema en mandarme las noticias que os parezca interesantes. Ah, se me olvidaba, la dirección es:

http://lahemerotecadedoncogito.blogspot.com/

lunes, 3 de diciembre de 2007

Democracia


Todos los países de azúl se autoproclaman democráticos

domingo, 2 de diciembre de 2007

Otra foto fija: 24 de febrero de 1981

Con materiales que me ha enviado Zápiro y alguna "cosilla" más que he encontrado "por ahí" aquí os envio -oh lectores- dos nuevos testimonios de lo que fueron esos días, en este caso centrados en Barcelona y en "el día" después.

"La noche del 24 de febrero de 1981 yo tenía veintitrés años, llovía y hacía mucho frío en Barcelona, y era uno de los dos mil que habíamos considerado necesario participar en la movilización ciudadana contra el intento de golpe de Estado. Esa noche se me cayó la cara de vergüenza y es probable que la cara siga en el suelo desde entonces. Había soportado muy escocido el hecho de pasar las primeras horas del golpe de Estado en la habitación de que disponía en casa de mis padres, escuchando la radio como un bobo y tomando notas de alta semiótica: bajé a las Ramblas y sólo vi al cantante Raimon que iba preguntando con la mirada, como yo, sólo que él debía de tener las respuestas, por adulto y por poeta. Éramos una generación sin épica, una generación de héroes prestados, ropavejeros, de segunda mano (tiene ventajas: hay muy poco arrepentimiento en los que trato: el arrepentimiento se basa en la acción), que ni de desencanto podíamos presumir: más que una generación éramos un pasillo ... Pero la noche del 24 de febrero el escozor se transmutó en desaliento: el golpe de Estado fue para Cataluña lo mismo que para el Departamento de Estado norteamericano: un asunto interno.

Arcadi Espada 'Contra Catalunya. Una crónica'

“Nunca lo sentí tanto y tan claramente como una noche que me llevó a las orillas del llanto político... Fue la del 24 de febrero de 1981, al día siguiente del golpe de estado del 23-F... hacía frío. Era de noche. Por el Arco de Triunfo abajo, camino del Parlamento de Cataluña, desfilaban los demócratas catalanes en oposición al golpe y en defensa de la democracia. Pero apenas desfilaba nadie. Cuatro gatos, si se comparaba con Madrid: los mismos que nos manifestábamos contra Franco. Nada del millón que recibió a Tarradellas. No había más gente que la de Comisiones Obreras y UGT, del PCE-PSUC y del PSC-PSOE. El resto brillaba por su ausencia, “Tranquil, Jordi, tranquil” era la frase del día. Y “tranquilos por si acaso”, la consigna de la noche. No sólo éramos pocos los manifestantes ateridos bajo una llovizna inclemente, sino que, llegados al Parlamento, desde dentro no abrieron las puertas. Como pasó con Joan Corominas cuarenta años antes, la democracia en España era un problema... exterior... y ahí estábamos los tontos útiles de siempre, los emigrantes, los sindicalistas, los antifranquistas, los antifascistas, los forasteros que nunca habían acabado de entender cual era su sitio. Y sin una bandera. Ni una bandera española... Antes de aquella noche había decidido irme de Barcelona por razones morales y políticas. Después de aquella noche me alegré de haber tomado esa decisión por razones de higiene ciudadana, de pulcritud ética... cuando se encuentra a alguien o a algo para echarle la culpa de todo, es fácil no tener la culpa de nada ni correr el menor peligro porque, al fin y al cabo, lo malo es siempre ajeno, siempre viene de afuera. Eso es el nacionalismo. De ahí su éxito.”

Federico Jiménez Losantos, "La ciudad que fué. Barlelona, años 70."