“La
tradición mística no se perdió: continúa en lugares impensables”
Entrevista
a Elémire Zolla, ensayista que publica “Los
místicos de Occidente”
El
prestigioso intelectual italiano Elémire Zoila, estudioso de muchas disciplinas
relacionadas con el espíritu, publica en España “Los
místicos de Occidente” (Paidós), cuya
primera edición italiana data de 1963. El prologuista de la edición castellana,
el poeta y ensayista Valentí Gómez i Oliver, es el autor de la siguiente
entrevista.
Todo
un acontecimiento la aparición de esta antología de textos místicos
occidentales que abarca desde la antigüedad pagana hasta el siglo XVIII, época
en la que, según Zolla, desaparecen en Europa los escritores místicos.
Elémire
Zolla es un autor que ha construido su obra ensayística sin ningún tipo de
prisa, pero con una tenacidad fascinante. Una ojeada por su bibliografía lo
demuestra. Y su biografía, de ensueño, parece sacada de un cuento de hadas.
Nacido en Turín, de educación bilingüe (italiano e inglés), a los 6-7 años
descubre el libro de Lao-Tse, el “Tao-te-Ching”.
Es una fulguración que le permite, de los 13 a los 18 años, sumergirse en la
literatura francesa, española, portuguesa y alemana, llegando a dominarlas (al
igual que a la inglesa y la italiana). Estudia economía y ciencia política,
pero se licencia en Derecho (una especie de autodefensa).
Lo
abandona todo, bajo el influjo de Adorno y su revista. Se dedica luego al misticismo,
estudia la alquimia, la tradición, las religiones orientales. Viaja por todo el
mundo, principalmente por Persia, América, India, China. Japón, donde queda
deslumbrado por la lógica budista y la lengua japonesa. No practica ningún
método de trabajo: simplemente cree en los encuentros con algunas personas
excepcionales. Nunca ha pensado en cómo definirse: ni cree que él exista
realmente. Meticuloso y original en sus ensayos, abandonó la novela cuando se
hartó de ser siervo de las miles de pequeñeces que se le exigen al novelista, y
práctica, sólo raramente, una refinada prosa alegórica.
Afirma
que no le queda nada por hacer, pero que cuando le viene una idea a la cabeza,
inevitablemente e incluso con furia, la pone en marcha y empieza a escribir una
nueva obra. Sin embargo, nunca ha sabido de antemano qué es lo que desea hacer.
Ha querido el azar que compartiéramos muchos años de enseñanza en la
Universidad de Roma. Y largos paseos y conversaciones romanas dan amplia fe de
mi admiración por su obra. Esta entrevista es una muestra de ello.
-Se
ha referido a “Los místicos de Occidente"
como el corazón de su obra. Apareció por primera vez en italiano en 1963, y ha
sido reeditado varias veces. ¿Cómo pudo traducir textos tan complejos y
variados?
-La
idea surgió con la ayuda de las personas a las que veía en aquella época
(Pietro Citati. Cristina Campo), a principios de los sesenta. La traducción de
los textos fue un trabajo muy agradable. Recuerdo deliciosas jornadas en la
Biblioteca Nacional de Roma, en medio de innumerables manuscritos. Además, para
mi traducir es una especie de extensión de la escritura, de la mano. Muchos
manuscritos los traduje directamente. Se trató de una diversión, más que de un
esfuerzo.
-Ha
definido el misticismo como el conocimiento de lo eterno del regreso a la unidad,
a lo uno. ¿Cómo se alcanza el estado místico?
-Hay
mil caminos y unos pueden ser opuestos a otros. En Occidente los místicos
alcanzan el “uno" cuando llegan
al máximo de su experiencia. Los de Oriente, normalmente, alcanzan el “cero": fenómeno que ocurre tanto en
el taoísmo, el budismo o el zen, como en la tradición hindú originaria. También
podría decir que se logra a través de la violación, de modo sistemático, de
todas las leyes como en el tantra. La mística no tiene patria y, en cierto
sentido, tampoco tiene religión. Es el punto más universal que puede alcanzar
la humanidad. La definición más precisa, sin embargo, la recuerdan pocos: es la
del quietismo, la de Miguel de Molinos.
-¿Le
gusta, pues, que “Los místicos de
Occidente” haya sido traducida al castellano?
-Creo
que el imaginario de un español está hecho para comprender estos argumentos. La
mística española es una de las cosas más importantes que Europa puede ofrecer.
Habiendo leído algunas cosas fundamentales y habiendo podido saber que san Juan
de la Cruz es el primer autor que instaura un lenguaje incomprensible para
reflexionar sobre la incomprensibilidad de la experiencia mística -como muy bien
explica Luce López-Baralt-, es lógico que el público que lee en español pueda
sentirse como en casa al leer a todos estos autores.
-¿Por
qué se detiene en el siglo XVIII? ¿Acaso no hay místicos en los siglos XIX y
XX?
-Porque
a partir del siglo XIX cesa el gran estilo de la mística. En el siglo XIX hay
místicos, pero si contemplo su estructura, su manifestación, me encuentro
siempre con un estilo un poco “miserable”
respecto a la época que yo considero plena. Y en nuestro siglo, que ya se
acaba, es muy difícil hallar una escritura como la de antaño.
-¿Tal
vez su último libro “Il dio dell'ebbrezza (Antología dei moderni dionisiaci)” (1998) sea una continuación laica de dicha tradición?
-Hoy
la tradición mística no se ha perdido. Continúa en los lugares más impensables,
y la gente educada para ello la recibe. En esta antología de autores “dionisiacos" figuran dos españoles:
Federico García Lorca, con su “Teoría y
juego del duende”, un texto extraordinario: y el inventor del esperpento.
Ramón del Valle-Inclán, con fragmentos de “La
lámpara maravillosa”.
-Su
interés y estudio de la simbología ha sido constante a lo largo de toda su
vida. ¿Podría definirla?
-La
simbología está basada en relaciones de objetividad: en absoluto es arbitraria.
En una perspectiva simbológica, todo está en realidad situado en una parrilla
de correspondencias analógicas. Los diversos objetos visibles son análogos
entre sí, siempre que sean análogos, a nivel acústico, siempre que mantengan un
ritmo idéntico. Este es el gran principio sobre el que se basaba Marius
Schneider. Los arquetipos, de acuerdo con este principio, coinciden con los
ritmos fundamentales, los cuales, muy a menudo, son los de los principales
movimientos celestes, y también lo hacen con las relaciones numéricas que los
definen. El conocimiento simbólico puede captar instantáneamente, sin necesidad
de fundarse como discurso, toda una retahíla de analogías. Es como un
rayo-forma de tipo fractal: revela un campo de analogías, un área de parrilla
simbólica. Por eso, cuando esto acontece, quien lo percibe experimenta un
sentido de liberación de los límites habituales del espacio y del tiempo. El
conocimiento simbólico da acceso a las modalidades supremas del ser (formas o
seres formantes) y puede, por ello, conducir a estados extáticos. O dicho de
otra manera: al contemplar un símbolo y pasar vertiginosamente de un significado
a otro, puede provocar en el sujeto una especie de vértigo, es decir, de
éxtasis.
-De
los numerosos estudiosos que ha conocido, estudiado, traducido, ¿quiénes le han
interesado más?
-Ion
P. Culianu tenía una gran sensibilidad simbológica. Pero, sin ninguna clase de
dudas, el maestro que más me ha impresionado ha sido Marius Schneider. Podría
añadir a casi todos los grandes maestros del siglo XX, desde los simbólogos
astrales y de la escuela de Leipzig, pasando por Frobenius, R. Guénon. S. Weil,
A. Coomaraswamy, hasta llegar a Eliade, Corbin, Durand. De todos ellos me he
ocupado en numerosas ocasiones. Quien esté interesado podrá comprobarlo leyendo
la voz "Simbología", que
redacté para la “Enciclopedia del
Novecento” (1982, volumen VI). Sin embargo, para mí, el más interesante ha
sido Marius Schneider, puesto que fue él quien relacionó la musicología con la
simbología, un punto muy importante.
-También
se ha interesado por el fenómeno religioso. ¿Podría hablarnos un poco de su
libro “Las tres vías” (Paidós. 1997),
donde sintetiza los puntos esenciales de varias religiones?
-"Las tres vías” se ocupa,
fundamentalmente, del hinduismo y sólo de una ligera forma de budismo. Respecto
al cristianismo ya preparé “Los místicos".
El pequeño libro responde a la finalidad con la que nació: resumir los dos o
tres años de vida que estuve, principalmente, en India. Allí tuve experiencias
fundamentales: no sólo visiones, símbolos, personas, sino también intuiciones
de conceptos básicos que pude “vislumbrar"
deambulando por los campos y tierras de India, viviendo en sus aldeas.
-En
su vida, ¿han sido más importantes dichas intuiciones o las que ha podido
aprehender junto a los chamanes, en el estudio de quienes ha transcurrido mucho
tiempo?
-Entre
los chamanes tuve experiencias completas de chamanismo sólo en Corea. Allí,
incluso tuve la fortuna de poder asistir a la ceremonia de iniciación de una
chamana, a su transfiguración, a su asunción de otra personalidad. Fue, sin
embargo, una experiencia limitada en el tiempo y tal vez no tuvo la misma
intensidad de los encuentros que hice en India.
-Como
colofón, ¿podría decirme quiénes han sido los maestros que, sin haber escrito
nada, le han impresionado más?
-Cuando
vivía en Roma -cerca de la Porta Mágica, en la Vía Merulana, por donde habíamos
paseado en tantas ocasiones- tuve seis gatos. Dos, como mínimo eran grandes
sabios. De ellos lo he aprendido todo: cómo debe tumbarse uno, cómo se avanza
al andar, cómo se contempla. Todas estas acciones son términos que, para un místico,
configuran su bagaje natural en la medida en que representan sus arquetipos.
PERFIL
Un autor singular y enigmático
Desde
hace más de medio siglo, el erudito Elémire Zolla, ex catedrático en la
Universidad de Roma III, se ha dedicado al estudio de la simbología, el
misticismo, el chamanismo, la alquimia, la tradición y las religiones
orientales.
Con
la publicación en castellano de “Los
místicos de Occidente" (4 volúmenes). Paidós prosigue su encomiable
tarea de difundir la importante obra de este autor. Hasta ahora Paidós ha
editado “La amante invisible"
(1994). “Auras" (1995). “Las tres vías" (1997) y piensa
publicar alguna obra más, como “La nube
del telar". Desde que apareció en 1959, “L'eclisse dell'intelettuale". Zolla ha ido desgranando numerosas
obras, de las que señalaremos las más importantes (que nos demuestran la
cantidad de registros y el amplio campo de estudios de este erudito tan
singular como enigmático): “Storia del
fantasticare" (1963). “Le
potenze dell''anima" (1960), “I
letterati e lo sciamano" (1969). "Che cos'é la tradizione" (1971), editor de “I1 superuomo e i suoi simboli nelle
letterature moderne” (3 volúmenes. 1971-73). “Le meraviglie della natura. Introduziones all’alchimia"
(1974). “The androgyne” (1982,
original en inglés). “Arquetipos"
(1981) -original inglés, hay traducción castellana-. "Uscite dal mondo" (1992). “Lo
stupore infantile” (1994), “La nube
nel telaio" (1996) e “II dio
dell’ebbrezza" (1998).
La Vanguardia Libros 10 de noviembre 2000 p. 4
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