domingo, 28 de diciembre de 2008

Una fotografía y una entrevista a Guillermo Cabrera Infante

Continuando con ese auténtico tesoro que fue el programa dirigido entre 1976-1981 por Joaquín Serrano Soler, A Fondo (Grandes personajes de la memoria de las letras, las artes y las ciencias de España y Hispanoamérica) en el que se entrevistaron a figuras como Juan Rulfo, Octavio Paz, Josep Pla, Salvador Dalí, Camilo José Cela, Bernardo Bertolucci, Jorge Luis Borges, Elia Kazan, Rafael Alberti, José Donoso, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti... he extraído, de youtube, esta entrevista a Guillermo Cabrera Infante.
Nota Bene: El documental (P.M.) que menciona el escritor cubano, también está en youtube, en dos partes (parte 1, parte 2)

viernes, 26 de diciembre de 2008

Un pequeño regalo navideño

Rondando por “la red” he encontrado una entrevista a Josep Pla que el programa “A fondo” dirigido por Joaquín Soler Serrano, emitió en televisión española el 8 de diciembre de 1976. Ya es la tercera vez que lo veo es menos de una semana y cada vez disfruto más. En esta época del año en la que, quizá, se tiene un poco más de tiempo, les ofrezco esta autentica joya. Disfrutenla con tiempo, poco a poco. Vale la pena.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Reflexión navideña

"El clero moderno cree poder acercar mejor el hombre a Cristo, insintiendo sobre la humanidad de Jesús.
Olvidando así que no confiamos en Cristo porque es hombre, sino porque es Dios"
Nicolás Gómez Dávila

viernes, 19 de diciembre de 2008

Sobre la necedad

Para quien tenga interés en el estudio de los regímenes totalitarios, es muy difícil soslayar la existencia de un autor como Dietrich Bonhoeffer. Pastor y teólogo luterano, fue uno de los fundadores de la Iglesia de la Confesión (Bekennende Kirche) que, desde 1934, se opuso a las políticas antisemitas propugnadas por el régimen nazi. De 1939 en adelante, formó parte de la resistencia que intentó ayudar a escapar a los judíos a través de Suiza. Arrestado en abril de 1943 por esta causa, fue ahorcado en la prisión de Flossenbürg el 9 de abril de 1945 acusado de ser cómplice del intento de asesinato de Hitler del 20 de julio de 1944 (buena parte de su familia apoyó este intento de eliminar al dictador alemán).
Además de su testimonio, una parte muy importante de su legado se compone de los escritos que, desde la carcel, escribió desde la prisión a sus familiares y amigos.
No comparto algunos de los extremos de su teología, pero, como se verá, algunos de estas cartas y apuntes, como el que os presento a continuación, tiene la rara virtud de iluminar ciertos “ángulos oscuros” de la experiencia totalitaria...

"Para el bien, la necedad constituye un enemigo más peligroso que la maldad. Existe la posibilidad de protestar contra el mal, de ponerlo al descubierto y, en caso necesario, de evitarlo por la fuerza; el mal lleva siempre en sí el germen de la autodestrucción al dejar en el ser humano, como mínimo, una sensación de malestar. En cambio, frente a la necedad carecemos de toda defensa, no somos capaces de hacer nada contra ella, tanto si nos valemos de protestas como si utilizamos la fuerza: las razones no surten efecto; el necio deja de creer sencillamente en los hechos que contradicen su prejuicio —en tales casos incluso se muestra crítico—; y si los hechos son inevitables, simplemente los desecha como casos aislados y sin importancia. Así, y a diferencia del hombre malo, el necio se siente satisfecho de sí mismo, e incluso puede llegar a ser peligroso cuando, levemente irritado, pasa al ataque. Por ello es necesaria mayor precaución frente al necio que frente al malo. No intentaremos jamás convencer al necio mediante razonamientos; tal procedimiento es absurdo y peligroso.
Para saber cómo afrontar la necedad, debemos intentar comprender su naturaleza. Lo que podemos afirmar con seguridad es que no es esencialmente un defecto intelectual, sino humano. En determinadas situaciones, descubrimos con sorpresa que existen hombres extraordinariamente ágiles desde un punto de vista intelectual que son necios, y otros, intelectualmente muy torpes, que no tienen nada de necios. Nos damos cuenta de que la necedad no es un defecto innato, sino de que, en determinadas circunstancias, los hombres
se vuelven necios, o bien se dejan transformar en tales. Observamos, además, que las personas introvertidas y solitarias muestran este defecto con menos frecuencia que las personas y los grupos humanos con tendencia a la sociabilidad o condenados a ella. Así que la necedad no parece ser tanto un problema psicológico como sociológico; es una forma especial de influencia que las circunstancias históricas en el hombre, un fenómeno psicológico determinado por algunas situaciones externas.
Si ponemos mayor atención, observaremos que los poderes que se hacen enormemente fuertes, ya sean de índole política o religiosa, tratan a gran parte de la humanidad como necios. Incluso parece que esto sea una ley psico-sociológica: el poder de unos precisa de la necedad de los demás. Y no se llega a esta situación por el hecho de que determinadas facultades humanas —por ejemplo, las intelectuales— se atrofien o queden anuladas súbitamente, sino porque el ser humano queda desprovisto de su independencia interna bajo la abrumadora impresión del despliegue de poder. De forma más o menos inconsciente, renuncia entonces a encontrar una actitud propia ante las situaciones vitales. El hecho de que a menudo la persona necia se muestre obstinada, no debe hacernos olvidar que no es independiente. Incluso conversando con ella, podremos darnos cuenta de que no estamos tratando con ella misma, con ella en persona, sino con los tópicos y las consignas que la dominan. Se encuentra como hechizada, deslumbrada; en su propia naturaleza se abusa de ella y se la maltrata. Convertida así en un instrumento carente de voluntad propia, la persona necia será capaz de cualquier mala acción y, al mismo tiempo, incapaz de reconocerla como mala. He ahí el peligro de un diabólico abuso. Por él pueden los seres humanos echarse a perder para siempre.
Pero en este punto precisamente se nos manifiesta con toda claridad que no será un acto de adoctrinamiento, sino únicamente un acto de liberación el que pueda superar la necedad. En este sentido, hemos de aceptar que en la mayoría de los casos una auténtica liberación interna sólo es posible cuando le ha precedido la liberación externa. Hasta ese momento tendremos que renunciar a todo intento por convencer al necio. Este estado de cosas explica también por qué en tales circunstancias nos esforzamos en vano por saber lo que piensa realmente «el pueblo», y por qué esta pregunta resulta al mismo tiempo tan superflua para quien piensa y actúa de forma responsable, pero siempre bajo las circunstancias dadas. La frase de la Biblia «el principio de la sabiduría es el temor de Yahvé» (Salmo 111, 10), afirma que la liberación interna del hombre para una vida responsable ante Dios constituye la única superación real de la necedad.
Por lo demás, estos pensamientos sobre la necedad tienen algo de consolador, porque no permiten creer que la mayoría de las personas sean necias. Todo dependerá en realidad de si los gobernantes confían más en la necedad que en la autonomía interna y en la sensatez de la persona humana."

sábado, 13 de diciembre de 2008

Rubias sobre fondo negro


"Hay rubias y rubias, y hoy es casi una palabra que se toma en broma. Todas las rubias tienen su no sé qué, excepto, tal vez, las metálicas, que son tan rubias como un zulú por debajo del color claro, y en cuanto al carácter, tan suave y blando como el empedrado de la acera.

Existe la rubia pequeña y agradable, que gorjea como los pájaros, y la rubia alta y estatuaria, que lo envuelve a uno en una mirada azul de hielo. Existe la rubia que lo mira a uno de arriba a abajo y tiene un perfume encantador y resplandece tenuemente y se cuelga del brazo y está siempre muy, muy cansada cuando usted la acompaña a su casa. Ella hace ese gesto de impotencia y tiene es maldito dolor de cabeza y a usted le gustaría aporrearla, aunque esté contento de haber descubierto lo del dolor de cabeza antes de haber invertido en ella demasiado tiempo, dinero y esperanzas. Porque el dolor de cabeza siempre estará ahí, es un arma que nunca deja de usarse, y tan mortífera como la espada del asesino o el frasco de veneno de Lucrecia.

Existe la rubia dulce, dispuesta y aficionada a la bebida, y que no le importa lo que lleva puesto, siempre que sea visón, o adónde va, siempre que sea el Starlight Roof y hay mucho champaña seco. Existe la rubia pequeña y altiva que es una verdadera compañera y quiere pagar ella su cuenta y está llena de luz de sol y de sentido común, que sabe judo y puede lanzar el aire, por arriba del hombro, al conductor de un camión, sin perderse más de una frase del editorial del Saturday Review. Existe la rubia pálida, con anemia de tipo incurable, pero no fatal. Es muy lánguida y muy sombría y habla suavemente como salida de no sé dónde, y usted no le puede poner un dedo encima, en primer lugar porque no tiene ganas, y en segundo lugar porque ella está leyendo
La tierra baldía, o Dante en el original, o Kafka, o Kierkegaard, o porque estudia dialecto provenzal. Adora la música, y cuando la Filarmónica de Nueva York está tocando Hindemith, ella puede decirle a usted cuál de los seis contrabajos entró un cuarto de tiempo más tarde. He oído decir que Toscanini también es capaz de ello. Eso quiere decir que son dos.

Y, por último, existe la muñeca maravillosa y encantadora que sobrevive a tres reyes del hampa y después se casa con un par de millonarios a un millón por cabeza y termina con una villa de color de rosa pálido en Cap d'Antibes, un coche Alfa Romeo completo, con chófer y acompañante, y una caballeriza de aristócratas enmohecidos a los que tratará con la atención distraída y afectuosa con que un anciano duque dice buenas noches a su criado"


"El largo adiós", Raymond Chandler
1953

lunes, 8 de diciembre de 2008

Retrato del artista comisario

Cultivando mi penúltima obsesión -Cuba- me he topado con una colección de escritos políticos de Guillermo Cabrera Infante, Mea Cuba, que el autor de Tres Tristes Tigres publicó en 1992. De esta colección he sacado este artículo que ahora os presento.

"Nadie recuerda ya la guillotina. Ni siquiera al leer a Dickens, cuya Historia de dos ciudades es el relato de una venganza y de una abnegación inesperada. La guillotina es la hoja que corta en dos la novela. La Enciclopedia Británica ofrece una descripción de la guillotina más cercana a la historia francesa que la que da Dickens. Era "un instrumento para infligir la pena capital por la decapitación, introducida en Francia durante la revolución. Consistía en dos postes verticales y una viga cruzada, y tenía estrías a los lados para guiar la cuchilla de corte al sesgo, cuya parte cimera llevaba un peso que hacía caer la cuchilla con velocidad y fuerza en el momento que se soltaba la cuerda que la sostenía. El propósito de la guillotina fue la invitación a una ejecución por decapitación que no quedara confinada sólo a los nobles". Pero la guillotina sirvió en un principio más para decapitar a los ciudadanos de la República que a los nobles, cuyo número siempre es limitado. Los nombres más eminentes, además del rey y la reina, fueron Danton, Desmoulins, Robespierre y Saint-Just. Los primeros murieron protestando contra el terror, los últimos lo exaltaron hasta el final, pero sus cabezas se trocaron en el cesto. No todos los ciudadanos eminentes fueron decapitados por la máquina. Había entonces, como ahora, oportunistas que instigaron el terror y no lo sufrieron nunca. Uno de ellos fue el pintor Louis David. Su biografía es un ejemplo de comisario temprano y demagogo en tres regímenes. No hay en la pintura otro caso igual. Ahora la BBC lo ha convertido en paradigma indigno.

El programa de la serie Artistas y Modelos se titula El espectáculo pasa y fue escrito y dirigido por Leslie Megahey, al que algunos recordarán por un retrato ejemplar de Orson Welles exhibido el año pasado en el Festival de Cine de Barcelona. Megahey tia logrado una biografía fílmica completa, que es el retrato del artista como comisario. Ambas cosas lo fue con demasía Jacques-Louis David, uno de los artistas que ha dado Francia y un perfecto (o imperfecto) miserable. Cuando uno ha visto el Retrato de madame Recamier y Marat muerto sabe el valor que tiene la frase: final de Nerón ("Qualis artifex pereo" o "Qué artista muere conmigo"); cuando uno ve esta biografía breve, conoce que el gran artista era, come, Nerón, un asesino al que los tiempos hicieron posible.

David fue pintor de la corte de Luis XVI, el decapitado, y maestro de la Francia frívola: María Antonieta lo exaltaba. Había heredado de Boucher la clientela, pero no el talento erótico.

Boticher es la cumbre del rococó venéreo. David sería el pintor neoclásico por excelencia, amante de las togas que apenas cubren a los héroes desnudos, y encontraría en la revolución muchos de sus temas. Dada la rapidez con que pintaba, sería el primer periodista gráfico de Francia y de la historia. Después de su Marat muerto, comenzado a pintar a pocas horas del asesinato, y tras fracasar su exhibición pública del cadáver revolucionado ultimado por Carlota Corday, David se convertiría en algo más contemporáneo y más sórdido. Sería un agente secreto de Robespierre.

Pintor por el día, de noche David firmaría decretos de muerte, condenando a la guillotina a muchos de sus clientes aristócratas. David negó siempre después su actividad nocturna, pero documentos recién descubiertos lo muestran ocupado en su tarea torcida. Se sabe, además, que estuvo entre los que negaron la vida al rey en la Asamblea, y algunos de sus retratados famosos, como el eminente químico Laurent de Lavoisier, fueron famosos decapitados luego. David, el retratista de la corte y la aristocracia (sólo los nobles podían hacerse retratos entonces), se hizo miembro de la Convención Nacional y maestro de las artes jacobinas. El periodista de la revolución había pasado a ser un comisario.

Su famoso esbozo Juramento de la cancha de tenis, que era un reportaje de un acontecimiento de veras revolucionario, dio pie a sus retratos de los mártires de la revolución. Preso poco después, pintaría en la cárcel su célebre autorretrato, en que el pincel lo desnudaba al vestirlo.

David tenía (y es todavía visible en su retrato) un flemón endurecido, un quiste que abultaba su mejilla izquierda y le torcía la cara de manera grotesca. Menos visible (al menos en el cuadro) era su tartamudez, que podía pasar del tartajeo a la mudez en segundos, y su nombre se convertía en Dadá. David compartía con otros líderes revolucionarios una deformación física visible. Marat padecía una forma cruel de la soriasis que le formaba bubones en el cuerpo, que se reventaban bajo sus ropas. El escozor extremo le obligaba a pasar horas en una bañera de agua tibia. Desde allí despachaba. Fue allí donde lo sorprendió el cuchillo cálido (sacado de entre sus senos) de Mlle. Corday. Marat muerto pasó, gracias a David, a ser el primer icono revolucionario, y es, de cierta manera, un esbozo de Lenin en su mausoleo.

Cuando se ve el cuadro en Bruselas (fue su espectador obligado durante tres años) aparece una personalización absoluta. Encima de una caja de documentos junto al muerto se puede leer: "A Marat, David", que es casi un mensaje de parte del pintor. Robespierre, otro deforme, era un enano y tenía una vocecita que apenas llegaba a la Asamblea. El mote de Robespierre el incorruptible era en realidad el inaudible. Ahora, "A bas le maximum!", gritaba el pueblo de París cuando iba a morir a la plaza de la Concordia, de discordia entonces. Danton fue el único líder revolucionario francés con integridad física, aunque no moral. A pesar de haber pronunciado una de las pocas frases felices del ahora "De l'audace, encere de l'audace, toujours de l'audace!", fue acusado de malversación, pretexto político para decapitarlo. Ante la guillotina, Danton le pidió al verdugo: "Muéstrale al pueblo mi cabeza y sabrán que valió la pena". Pero el pueblo de París pidió más. El tenebroso cortejo de las tricoteuses, tejiendo y destejiendo al pie de la guillotina, casi consiguió la cabeza de David desencajada por un Goliat que crecía cada día. Durante el Terror (de septiembre de 1793 a julio de 1794) hubo en Francia 20.000 decapitados por la Louisette.

Cuando aún no se sabía que el único destino posible para Robespierre era la guillotina, David gritó al Incorruptible en plena Asamblea: "Tomaremos tú y yo la cicuta". La metáfora era mala y peligrosa. David aludía al suicidio forzado de Sócrates que había sido tema de una de sus obras maestras. Conocedor como pocos en Francia del mundo antiguo, David trató de comparar al sanguinario Robespierre con el sabio Sócrates, sin duda un paralelo histórico miserable.

Al día siguiente, guillotinado su protector, la policía de seguridad vino a buscar a David para obligarlo a presentarse a la Asamblea y dar cuenta de su exabrupto con cicutas de ayer. David estaba aparentemente perdido. Pero, en la Asamblea, su tartamudez, tanto como su miedo (y, por supuesto, su condenación pública de Robespierre difunto), le salvaron la vida. Pero David tuvo que guardar prisión durante seis meses en una temprana muestra del arresto domiciliario invertido. Esta vez su celda se convirtió en su casa y hasta se le permitió pintar su autorretrato.

Cuando el Terror se convirtió en desenfreno sangriento (los jacobinos decapitan a los girondinos, los girondinos guillotinan a los jacobinos) ya apareció Napoleón con un caballo blanco, el héroe (o el villano: la historia, como Jano, tiene siempre dos caras) de Termidor venido para poner fin al caos, David, devuelto a su estudio, de nuevo neoclásico, organizador de fiestas, creador de la moda (la moda imperio fue introducida por este hombre de tantos talentos), y como antes había sido amigo de Madame de Pompadour ahora es confidente de la mulata Josefina. El republicano cruel es el pintor real de la corte imperial y favorito tanto del Bonaparte cónsul como del joven emperador. Napoleón admiraba y se admiraba en,las versiones de su vida según David. En una de ellas, el cónsul cruza los Alpes en fogoso corcel -lo que en realidad fue una corta travesía en mulo-. Pero David nunca estuvo más lisonjero, en el lienzo y en la vida, y aunque echaba de menos los días de ira del Terror, se convirtió en el gran maestro de los jóvenes realistas y románticos y al mismo tiempo en el espejo de paciencia de los peores académicos de Francia. Sus días de perenne oportunista dieron con sus huesos viejos en Bruselas, exiliado en lo que se conocía entonces como la guillotina seca: el destierro. La pena, después de Waterloo, por sus veleidades napoleónicas. Ahí mismo estaría en otros días su Marat muerto, el retrato póstumo de aquel corrompido en vida que dijo: "Cinco o seis cabezas bien cortadas le asegurarían al pueblo reposo, libertad y felicidad". Palabras que David aprobó en su tiempo, aunque tal vez su sentido clásico y sus preocupaciones con la moda y el vestuario habrían hecho pensar al pintor que la frase .cinco o seis cabezas bien cortadas...", tenía que ver más con el barbero que con la barbarie.

Delacroix, siempre generoso, llamó a Jacques-Louis David "el primero de los pintores modernos", y estaba en lo cierto en más de un sentido. David es el primer artista comisario. Luego habría comisarios artistas y comisarios a secas. David fue un gran pintor llevado por un resentimiento extremo que encontró en la revolución y luego en Napoleón una causa (y un efecto) que no tenía nada que ver con la pintura, sino con las versiones y perversiones de la historia encarnadas en héroes tan dudosos como Luis XVI, Robespierre y Napoleón. Irónicamente, David tendría su perfecto equivalente actual no en un artista como Picasso, también neoclásico, sino en el doctor Goebbels, aquel a quien Hitler advirtió: "Hay que impedir por todos los medios que Bruno Walter dirija a Beethoven", para decirse: "En estas cosas, el führer nunca se equivoca". El diario de Goebbels podría ser el de David: termina con una obsesión gráfica que es también del siglo: el cine. "Trabajo durante la noche en el documental", escribe Goebbels. "Contiene atroces vistas de los horrores bolcheviques en Lvov. ¡Un espanto! El führer me llama para decirme que es el mejor documental que hemos hecho. Estoy muy contento". David habría dicho otro tanto a un recado de Robespierre."
Guillermo Cabrera Infante. Londres, enero de 1988

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Un poema de amor


DOS GOTAS

Los bosques ardían-
y ellos
en sus cuellos enredaban los brazos
como ramos de rosas

la gente corría a los refugios
él decía que su esposa tenía cabellos
en los que uno podía esconderse

cubiertos con una sola manta
musitaban impúdicas palabras
la letanía de los amantes

Si la cosa se ponía fea
saltaban en los ojos del otro
y los cerraban con fuerza

con tanta fuerza que no sintieron el fuego
que alcanzaba sus pestañas

hasta el final fueron audaces
hasta el final fueron fieles
hasta el final fueron parecidos
como dos gotas
detenidas al borde de la cara

Zbigniew Herbert
(1956)

De "Informe sobre la ciudad sitiada". Traducción de Xaverio Ballester. Madrid, Ediciones Hiperión, 1993. 2.ª edición, 2008