martes, 26 de agosto de 2008

Una gran noticia

En poquísimos días, llegará a las librerías la primera traducción en castellano que se realiza de un libro de ensayos de Zbigniew Herbert. Es esta una gran noticia, que llena un hueco muy grande en las traducciones del autor polaco (ya traducido al ruso, inglés, francés, italiano, alemán...) y abre al lector en español, la posibilidad de disfrutar de la siempre jugosa prosa de este gran escritor.
Para tal propósito, se ha elegido Naturaleza muerta con brida, una fantástica colección de ensayos que Herbert dedicó a la Holanda del siglo XVII, tomando como punto de partida al misterioso pintor Torrentius, autor del cuadro que da título al libro. Este volumen, además, es parte de una trilogía formada por El laberinto en el mar y El barbaro en el jardín que, esperemos, sea también traducida al castellano.

... y por si fuera poco, la tradicción es de Xavier Farré.

Verdaderamente, estamos de enhorabuena.

martes, 19 de agosto de 2008

Releyendo a Copleston

Volviendo a leer el tercer volumen de la historia de la filosofía de Copleston, me he topado, al final del libro, en una recapitulación a los tres primeros tomos (los que van de la filosofía griega a Duns Escoto), con uno párrafo que, para mi gusto, plantean con una claridad inusual la relación entre cristianismo, filosofía y salvación. Espero que os interese.
"El hecho de que los primeros escritores cristianos tornasen términos e ideas del neoplatonismo puede inclinarle a uno a subrayar la continuidad entre el pensamiento griego y el cristiano. Y ésa es la línea que he seguido en mis volúmenes primero y segundo. No tengo la menor intención de renunciar ahora a la validez de esa línea de pensamiento; pero conviene subrayar igualmente el hecho de que hubo también un agudo corte entre el pensamiento griego y el cristiano. Un neoplatónico como Porfirio advirtió con mucha claridad la diferencia entre una filosofía que asignaba poca importancia a la historia, y para la que la idea de un Dios encarnado era impensable, una religión que atribuía una importancia profunda a acontecimientos históricos concretos, y que se fundaba en la creencia en la Encarnación. Además, la aceptación cristiana de Cristo como el Hijo de Dios, y de la revelación divina en la historia, significaron que para los cristianos la filosofía como tal no podía ser el camino de salvación. Escritores cristianos como Clemente de Alejandría interpretaban la filosofía en su sentido literal como "amor a la sabiduría", y veían la filosofía griega, especialmente el platonismo en sentido amplio, como una preparación para el cristianismo, que cumplió en el mundo griego una función análoga a la cumplida entre los judíos por a Ley y los Profetas. Choca así la amistosa actitud tomada por un Clemente le Alejandría hacia la filosofía griega, en contraste con la actitud tomada por un Tertuliano. Pero si se considera un poco más de cerca la actitud del primero, se pueden ver sus implicaciones, a saber, que el papel de la filosofía griega había sido asumido de una manera definida por la religión cristiana. Y, en realidad, cuando la filosofía se desarrolló en el mundo cristiano medieval, tendió a ser "académica", asunto de universidades y de lógicos profesionales. Ningún filósofo cristiano consideró realmente a la filosofía como un camino de salvación; y cuando se reprocha a los pensadores medievales el que atendiesen excesivamente a sutilidades lógicas, se olvida a veces que para ellos era difícil que la filosofía tuviese sino una finalidad “académica". Cuando en la Edad Moderna se encuentra de nuevo la concepción filosofía como "camino de salvación", esa concepción tiene generalmente su origen o en una pérdida de fe en la teología cristiana y un deseo ir encontrarle un substitutivo, o, en el caso de pensadores cristianos, en el deseo de encontrar una perspectiva aceptable para los que ya no son cristianos. El cristiano creyente mira a la religión para encontrar inspiración a su vida y guía para su conducta, y no a la filosofía, por muy interesado que pueda estar en ésta."

viernes, 15 de agosto de 2008

miércoles, 6 de agosto de 2008

Un pequeño homenaje a Alexanser Solzhenitsyn

He escogido un pequeño texto de Solzhenitsyn. Resume todo aquello que admiraba (y admiro) del autor ruso.

¡RECHACEMOS LA MENTIRA!

En otros tiempos no nos hubiéramos atrevido ni siquiera a murmurar en voz baja. Pero ahora escribimos en el Samizdat y lo leemos, y cuando coincidimos en los salones de los insti­tutos de investigación, nos lamentamos con todo el alma: «¡Qué insensatez la de ellos! ¿A dónde nos van a llevar?» Y aparece la innecesaria fanfarronería cósmica y la devastación y la po­breza del hogar; y la ayuda a regímenes salvajes y lejanos, y la provocación de guerras civiles; y Mao Tse-tung, formado insensatamente a cuenta nuestra, con quien ahora tratan de enfren­tarnos y con quien terminaremos por enfrentarnos. Porque, ¿qué otra cosa podremos hacer nosotros? Y los procesos arbi­trarios y los sanos convertidos en locos. Siempre ellos actuan­do y nosotros impotentes.
Ya tocan fondo. La muerte del espíritu se ha introducido en todos nosotros. La física está a punto de arder y acabará por quemarnos a nosotros y a nuestros hijos. Pero continuamos sonriendo cobardemente como antes y balbuceamos tartamu­deando:

—¿Cómo podremos impedirlo? Nos faltan fuerzas.

Tan irremediablemente nos hemos deshumanizado que, por el modesto yantar de hoy, entregamos todos los principios, nues­tra alma, todos los esfuerzos de nuestros antepasados, todas las posibilidades de nuestros descendientes. Todo por no desor­denar nuestra frágil existencia. No nos queda ya firmeza, ni orgullo, ni ardor en el corazón. Incluso no tememos a la muer­te atómica absoluta. La tercera guerra mundial no nos asusta —(tal vez podamos escondernos en alguna rendija)—, ¡sólo nos acobardan los pasos del valor cívico! Con tal de no separarnos del rebaño, de no dar un paso en solitario, y encontrarnos de repente sin la barra de pan blanco, sin la toma de gas, sin el registro en el pasaporte para residir en Moscú.
Tanto nos machacaron en los círculos de preparación politico-ideológica, que así somos nosotros; no sabemos vivir de otra manera, solamente en este
entorno, no podemos salir de nuestras condiciones sociales; el modo de vida determina la conciencia ¿qué culpa tenemos nosotros a fin de cuentas?, nada podemos hacer.
Sin embargo podemos —¡todos!—; pero nos engañamos a nosotros mismos, para tranquilizarnos. No son ellos los culpa­bles. Somos nosotros. ¡NOSOTROS! y nadie más.
Se puede objetar: ¡nada puede cambiarse! Nos han cerra­do la boca. No nos escuchan. No nos preguntan. ¿Cómo obli­garles a ellos a que nos escuchen?
Imposible convencerles.
¡Lo más natural sería reelegirles! Mas no existen elecciones en nuestro país.
En Occidente, los hombres conocen las huelgas, las manifes­taciones de protesta. Nosotros, sin embargo, estamos excesiva­mente encogidos, aterrorizados: ¿cómo rechazar el trabajo? ¿Cómo, de repente, salir a protestar a la calle?
Los demás caminos fatídicos, que en el último siglo han sido ensayados en la amarga historia rusa, tampoco son para nosotros. Y, en verdad, ¡no hacen falta! Ahora, cuando todas las hachas han cortado lo suyo y ha germinado todo lo que se sembró, vemos cómo nos extraviamos, cómo se engañaron los jóvenes seguros de sí mismos que pensaban hacer un país justo y feliz, mediante el terror, la sublevación sangrienta y la guerra civil. ¡No, gracias, padres de la ilustración! Ahora noso­tros ya sabemos que la vileza de los métodos se multiplica por la infamia de los resultados. ¡Que queden limpias nuestras manos!
Así, pues, ¿el círculo se ha cerrado y, en realidad, no hay salida? ¿Sólo nos queda aguardar con pasividad que inespera­damente ocurra algo al azar?...
Nunca se abrirá ante nosotros por sí sólo si continuamos reconociéndolo, glorificándolo y fortaleciéndolo a diario; si no empujamos, al menos, en su punto más sensible: LA MENTIRA.
Cuando la violencia irrumpe en la vida pacífica de las gen­tes, su rostro llamea de seguridad en sí misma. Lo lleva en su estandarte y grita: «¡
SOY LA VIOLENCIA! ¡Dispérsense, cir­culen, aplasto!». Mas la violencia envejece rápidamente. Unos pocos años y ya no está segura de sí. Y para sostenerse, para tener un aspecto decente, llama infaliblemente como aliada a la mentira. La violencia sólo puede cubrirse con la mentira, y la mentira sólo puede mantenerse con la violencia. Y no cada día, ni en cada hombro, posa la violencia su pesada zarpa: sólo exige de nosotros sumisión a la mentira, participación diaria en la mentira, y en esto consiste ser un súbdito fiel.
Aquí yace precisamente la clave que despreciamos. La más sencilla, la más asequible para alcanzar nuestra liberación: ¡LA NO PARTICIPACION PERSONAL EN LA MENTIRA! Que la mentira lo cubra todo, que lo avasalle todo; pero obstinémo­nos en lo más pequeño: que domine pero ¡NO A TRAVÉS DE MI!
Es un corte en el anillo ficticio de nuestra actividad. ¡El más fácil para nosotros y el más destructivo para la mentira! Cuando las gentes se apartan de la mentira, ésta, sencillamente deja de existir. Como la peste, sólo puede vivir en los hombres.
No es una llamada a filas. No hemos madurado para salir a la plaza y proclamar la verdad públicamente, y expresar en voz alta lo que pensamos. No es necesario; aunque es terrible que no podamos hacerlo. Pero, al menos, ¡neguémonos a decir lo que no pensamos!
Este es nuestro camino. El más fácil y asequible frente a nuestra germinante cobardía orgánica. Mucho más fácil (es duro reconocerlo) que la desobediencia civil de Gandhi.
Nuestro camino es: ¡NO APOYAR CONSCIENTEMENTE LA MENTIRA EN NADA! Al tener conciencia de la demarca­ción de la mentira (cada cual la ve de distinto modo), ¡retroce­damos de la divisoria gangrenosa! No hay que encolar hueseci­llos muertos y escamas a la Ideología. No hay que remendar los podridos harapos. Nos asombrará entonces la rapidez e impotencia con que la mentira se desplomará. Lo que tiene que estar desnudo, comparecerá desnudo ante el mundo.
Así, pues, sobreponiéndose al tema, que cada cual elija: o se queda como servidor consciente de la mentira (¡no por afec­to, naturalmente, sino para alimentar a la familia y educar a los hijos en el espíritu de la mentira!) o le ha llegado la hora de convertirse en hombre honrado, digno del respeto de sus hijos y de sus contemporáneos. Y a partir de ese día, él:

—No escribirá, no firmará, no publicará de modo alguno una sola frase que, en su opinión, tuerza la verdad.
—Ni en conversación privada, ni públicamente, ni mediante declaración escrita, ni como propagandista, maestro o educa­dor; ni desempeñando un papel en el teatro; ni artísticamente, esculturalmente, fotográficamente, técnicamente, musicalmen­te, no representará, no acompañará, no transmitirá un solo pensamiento falso, una sola verdad tergiversada, que pueda discernir.
—Ni oralmente, ni por escrito traerá a colación una sola cita «directiva», para complacer, para
asegurarse, para ascen­der en su trabajo, si no comparte en su totalidad la idea citada o no tiene relación directa con lo que se trata.
—No permitirá que contra sus deseos y voluntad se le haga asistir a una manifestación o mitin. No tomará en las manos, no elevará una pancarta o una consigna que no comparta en su totalidad.
—No alzará la mano electora de una propuesta que no com­parta con sinceridad; no votará ni abierta ni secretamente en favor de un individuo que estima indigno o dudoso.
—No permitirá que se le acose en una reunión en la que se espera un debate forzoso y tergiversado del asunto.
—Dejará inmediatamente la reunión, la sesión, la conferen­cia, el espectáculo, el cine en cuanto escuche del orador la mentira, la sandez ideológica o la propaganda desvergonzada.
—No se suscribirá y no adquirirá en números sueltos el dia­rio o la revista donde la información es tergiversada y son ocultados hechos de primera importancia.

No he enumerado, naturalmente, todas las abstenciones po­sibles y necesarias. Mas quien comience a purificarse, con su mirada ya limpia fácilmente discernirá en otros casos.
Sí, en los primeros tiempos será difícil. Habrá quien pierda su trabajo temporalmente. A los jóvenes que desean vivir en la verdad, al principio se les complicará mucho la vida: las leccio­nes que reciben están repletas de mentira, y hay que elegir. Quien desea ser honrado tiene que elegir: todos los días, todos nosotros, incluso ante las ciencias técnicas más seguras, hemos de andar o en dirección a la verdad o en el sentido de la menti­ra; hacia la independencia espiritual o el servilismo del alma. Y quien no tenga valor ni para defender su alma, que no se enor­gullezca de sus convicciones vanguardistas, que no se ufane de ser académico o artista del pueblo, personalidad emérita, o general; que se diga a sí mismo: soy un animal y un cobarde
y sólo necesito suculencia y calor.
Aun este camino, el más moderado de todos los de resistencia, para nosotros no será fácil. Pero es más suave que pren­derse fuego o declararse en huelga de hambre: las llamas no abrazarán tu cuerpo, tus ojos no estallarás: calor, y para tu familia siempre habrá, al menos, un pedazo de pan negro y agua clara.
El pueblo checoslovaco, gran pueblo de Europa, traicionado por nosotros, engañado por nosotros, ¿no nos ha enseñado acaso cómo resiste un pecho indefenso, hasta frente a los ca­rros de combate, si en su interior late un corazón digno?
No será un camino liso. Pero es el más llano de todos. Op­ción espinosa para el cuerpo, más única para el alma. Un ca­mino duro. Sin embargo, en nuestro país ya hay personas, hasta decenas, que llevan largos años sosteniendo estos puntos, y viven en la verdad.
Así: no hay que emprender este camino, sino ¡INCORPO­RARSE! ¡Tanto más ligero y corto será para todos nosotros cuanto más unidamente y en mayor número lo tomemos! Si somos miles, nada podrán hacernos. ¡Si nos ponemos en mar­cha decenas de miles, no reconoceremos a nuestra patria!
Si nos acobardamos, basta entonces de lamentarse de que alguien nos impide respirar: ¡nosotros mismos nos imposibili­tamos! Encorvémonos más, esperemos, y nuestros hermanos biólogos ayudarán a que se aproxime la lectura de nuestros pensamientos y la mutación de nuestros genes.
Si también en esto nos acobardamos, es que somos nulida­des, sin remedio, y a nosotros va dirigido el desprecio de Pushkin:

¿Para qué los dones de la libertad a los rebaños?
De tribu a tribu, el patrimonio de ellos es el
yugo con cencerros y el látigo.

Russkaya Mysl (21.III.75)

lunes, 4 de agosto de 2008

Contra Hamlet

EL TRENO DE FORTINBRÁS

para M. C.
AHORA que nos hemos quedado solos podemos hablar príncipe
de hombre a hombre
aunque yaces tendido en la escalera y ves tanto como una hormiga muerta
es decir un negro sol de rayos quebrados
Nunca pude pensar en tus manos sin una sonrisa
y ahora que yacen sobre la piedra como nidos derribados
están tan indefensas como antes y es este precisamente el final
Las manos yacen aparte La espada yace aparte Aparte la cabeza
y los pies de caballero en blandas pantuflas
Tendrás un funeral militar aunque no fuiste soldado
es el único ritual con el que estoy algo familiarizado
No habrá cirios ni cantos sino mechas y estruendo
el crespón negro arrastrado por el empedrado yelmos herradas
botas caballos de artillería redobles redobles lo sé nada del otro mundo
serán mis maniobras antes del traspaso de poderes
es preciso agarrar a la ciudad por el pescuezo y sacudirla un poco

Antes o después tenías que morir Hamlet no estabas hecho para la vida
creías en ideas de cristal y no en la arcilla humana
vivías en continuos calambres como en un sueño cazabas quimeras
con voracidad masticabas el aire y al punto vomitabas
no sabías ninguna cosa humana ni siquiera respirar sabías

Ahora tienes paz Hamlet hiciste lo que te correspondía
y tienes paz El resto no es silencio sino que me pertenece
elegiste la parte más fácil la estocada efectista
mas qué es una muerta heroica frente al eterno velar
con la fría manzana en el puño en el sitial alto
con la vista sobre el hormiguero y la esfera de un reloj

Adiós príncipe me espera un proyecto de alcantarillado
y el decreto concerniente a prostitutas y mendigos
debo también idear un mejor sistema de prisiones
ya que como con razón observaste Dinamarca es una prisión
Parto hacia mis asuntos Hoy en la noche nacerá
la estrella Hamlet Ya nunca nos encontraremos
lo que tras de mí quedará ya no será materia de tragedia alguna

Ni darnos la bienvenida ni el adiós vivimos en archipiélagos
y estas aguas estas palabras qué pueden qué pueden príncipe

Zbigniew Herbert (Traducción Xaviero Ballester)

viernes, 1 de agosto de 2008

Vida activa

Si un experto no tiene algún problema que lo
preocupe, no es feliz!
¡Si las enseñanzas de un filósofo nunca son
atacadas, languidece!
¡Si los críticos no tienen en quién verter su
despecho,
se sienten infelices!
Toda esta gente es prisionera del mundo de
los objetos.

El que busca seguidores persigue el poder
político.
El que busca reputación tiene un cargo.
El hombre fuerte busca pesos que levantar.
El hombre valiente busca alguna emergencia
en la que poder mostrar su bravura.
El espadachín desea una batalla en la que
pueda blandir su espada.
Los hombres maduros prefieren un retiro
digno
en el cual puedan aparentar ser profundos.
Los hombres experimentados en las leyes
buscan casos
difíciles en los que extender la aplicación de
las leyes.
Los litúrgicos y los músicos gustan de
festivales en los que exhiben sus
ceremoniosos talentos.
Los benevolentes, los dedicados, siempre
andan a la búsqueda de oportunidades
para manifestar su virtud.
¿Dónde estaría el jardinero si ya no hubiera
hierbajos?
¿Qué sería de los negocios si no hubiera un
mercado de tontos?
¿Dónde estarían las multitudes si no hubiera
pretexto para apelotonarse y hacer
ruido?
¿Qué sería del trabajo si no hubiera objetos
superfluos que hacer?
¡Producid! ¡Obtened resultados! ¡Ganad
dinero!
¡Haced amigos! ¡Haced cambios!
¡O moriréis de desesperación!

Aquellos que se ven atrapados por la maqui­naria del poder no disfrutan más que la actividad y el cambio, ¡el zumbido de la máquina! Siempre que se presenta una ocasión de actuar, se ven compelidos a hacerlo; no pueden remediarlo. Se ven movidos inoxerablemente por la máquina de la que forman parte- ¡Prisionero en el mundo de los objetos, no tienen más elección que someterse a las exigencias de la materia! se ven presionados y aplastados por fuerzas externas, la moda, el mercado, los sucesos, la opinión pública. ¡Jamás, en el transcurso de su vida, consiguen recuperar el sano juicio! ¡La vida activa! ¡Qué lástima!
Chuang Tzu (siglo II a.C.)