Juan Eduardo Cirlot,, "Ojos recortados", 1948 |
Con
gran alegría he recibido su carta del 27 que me arranca de una insoportable
monotonía, particularmente por esa solicitud de colaboración que agradezco
tanto, pero que no sé si aceptar pues mi vida ha cambiado mucho en los últimos
años y he escrito libros que, desde el punto de vista de la ortodoxia
surrealista, casi han de avergonzarme, ya que son obras puramente profesionales
sobre arte de cualquier época y lugar. Claro está que, a la vez, estoy
preparando una summa simbólica, lugar de confrontación de los
conocimientos sobre simbolismo de los ocultistas, psicólogos, antropólogos,
orientalistas, historiadores de las religiones y tratadistas. Creo que es
necesario llegar a un conocimiento seguro de una serie de cosas (calidades
de materias, paisajes, sueños, seres que nos perturban, asedian o maldicen)
sobre las cuales "no hay ciencia todavía" y creo que sólo el
simbolismo puede suministrar (acaso ayudado por el psicoanálisis, pero más por
una psicología de la forma evolucionada) los datos base para tal empresa.
Mi
vida es cada día más extraña, aunque no lo parezca y en la medida que mis
libros habituales se han ido impersonalizando. Mis preocupaciones constantes
tratan de asuntos que a nadie importan nada, aunque los conceptúo esenciales.
Por ejemplo, aumenta mi tendencia a la instantaneidad, a no conceder crédito al
tiempo, la evolución, el cambio. Y también mi tendencia a la dispersión del yo,
a situar en lugares objetivos partes de mi subjetividad. Hay paisajes
interiores que tienen una topografía perfectamente mineral o exterior (con
frecuencia veo un bosque con caminos entrecruzados, en el cual hay un
ser femenino que no puedo llamar "mujer"), y también hay situaciones
realmente externas que se transforman automáticamente en paisajes del pensamiento.
(Cada noche suelo descansar por espacio de una hora, en mi cuarto de trabajo,
sentado frente a un muro en el que están clavadas mis espadas, mi maza de
guerra, mi montante, sólo una vela ilumina la estancia y me sería imposible jurar
que todo ello pertenece al fuera de mi cuerpo y de mi pensamiento. Son
almas de objetos lo que miro, no objetos.
El
"más allá" sea sobrenatural o natural, trascendente o inmanente, me
apasiona, me llama, me preocupa más que el amor y más que el dinero, más que la
gloria y el trabajo intelectual. He cortado mis cabellos, rehuyo en la posible
la práctica de lo sexual y en el fondo me inspira un gran deprecio cuanto no
sea grieta abierta al misterio, al paisaje que está en el bosque del que antes
hablaba, el bosque de todas las leyendas y de los cuentos de hadas. Para
merecer el acceso a esa landa lejana y cercanísima, abomino toda injusticia,
sufro los errores ajenos, me sacrifico y espero. No sé si esto es religión y si
mi religión es fidelidad o infidelidad, pero no puedo hacer más que lo que
hago.
Por
otro lado, ciertas visiones se asocian aunque yo no quiera a mi sentimiento
místico que, en esto, es surrealista. Un día tuve en mis manos un cuerpo
femenino, casi no lo recuerdo, pero en cambio me obsesiona la palidez lunar de
la pierna, la semitransparencia de la media de seda, que permitía ver la
calidad de la carne y una levísima sombra de hilo de vello, como el agua deja
ver el fondo submarino, con algas y erizos de mar. Comprendí que esa
transparencia grisácea, de gasa o cristal empañado, era el principio del
verdadero misterio, que no está en ver ni en ignorar, sino en casi ver.
Un torbellino terrible me llevó ante las calidades materiales, las erosiones,
la tierra agitada, la piedra podrida, el árbol ahuecado y henchido; vi las
aguas estancadas y las capas inferiores del cielo, donde las ortigas terrestres
y las frías acumulaciones atmosféricas intercambian signos de identidad.
Comprendí
que ese misterio había sido aflorado, más que estudiado, en los viejos libros
de magia, alquimia; en el gran movimiento de la Emblemática, de los siglos XVI
a XVIII y soñé por un instante con volver a coleccionar libros como HYEROGLIPHICA
de Piero Valeriani, IMPRESE ILLUSTRI de Camili, HYPNEROTOMACHA POLIPHILI de Colonna,
SYMBOLICARUM QUAESTIONUM DE UNIVERSO GENERE de Bocchius , LE TRANSFORMATIONI de
Dolce , LA MOROSOPHIE de La Perrière, y tantos otros como tuve en mis manos y
vendí para comprar espadas del siglo XVI, por preferir la contemplación al
estudio, lo instantáneo a lo sucesivo.
Querido
amigo André, cuánto mundo para solos nosotros. Ellos también trabajan, no hay
duda, pero no sufren ni tiemblan junto al lago de vidrio, en la caja olvidada,
sobre el campo abrasado, allá donde las piedras lloran recordando los cabellos
azules de la Divina Medusa Gorgona, mi amada verdadera. ¿Por qué, maldito
Perseo, yo he necesitado cortar su cabeza con mis siete espadas de fuego
interior? Porque nunca he creído en la realidad de nada y siempre he vivido
como un fantasma de mí mismo, extrañado de que los otros me vieran, me
hablaran, me saludaran. Pero basta ya de confesiones y hablemos de lo que está
de más en la superficie de las blandas aguas.
En
España, he de decirlo, el surrealismo es pura nada, secreto detestado, movimiento
que se empareda con silencio y con llaves de indiferencia total. Mis libros
publicados, nada me traen del exterior, no tienen poder de anzuelo, todos en
este país creen en la evidencia indestructible, en la solidez del universo. No
ven que estamos con un brazo en el agua y otro brazo en el fuego, con la cabeza
en el ser y con el cuerpo en el no ser, con el alma en el día y con el espíritu
en la noche. Ellos tienen bastante con el sentido común y lo que no es común es
como arabesco en el humo, poesía, palabra escrita con las letras menores
del impresor, con tinta verde sobre papel verde. ¿Qué hacer, sino dejar que los
días pasen como para todos, trabajando lo más que sea posible, y soñar con el
"otro sitio" que Kubin buscaba a través de las ruinas de Centroeuropa?
Juan–Eduardo
Cirlot 30.12.55
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