El rapto de un visionario: W. Blake
Hay
hombres que, además de traer un mensaje, nos obligan a modificar nuestras
mezquinas percepciones. Estos hombres —visionarios o videntes— no son legión.
Por eso mismo, cuando alguno de ellos aparece, adquiere su aparición caracteres
verdaderamente aerolíticos.
Vivimos
rodeados de datos estériles, y sólo los videntes poseen el don de conocer los
signos y los símbolos iluminadores y dispensadores de la rica cosecha. Como
anunciadores de cosas invisibles, el grosero materialismo (que en cada siglo
predomina) trata de sofocar su voz inflamada y heroica. De aquí que sean
protagonistas de una lucha sin cuartel contra los que sólo viven de pan.
A
este tipo de espíritus perteneció William Blake. Ningún materialista tuvo jamás
tanta fe en el pan, como la que él tuvo en las cosas del espíritu. Su fe fue
absoluta y pura: la propia de un fanático. No entraba el cálculo en su fe. Por
otra parte, sus licencias especulativas o espiritualistas, le acreditaron de
loco, cuando no de blasfemo, a los ojos de su generación. Sin embargo, él cantó
y pintó, poseído por un raro fervor y una rara creencia. Vivió y trabajó, es
cierto, apartado de toda norma, pero encontró su ley; de otra manera, no
hubiera dado frutos su simiente eterna.
***
William
Blake nació en 1757 y murió en 1827. ¡Curiosas fechas! El jacobinismo desatado.
La revolución hace inhalar vapores ígneos en todas partes. Blake asiste al
momento de la Revolución y halla, en su vocabulario, un nombre para ella: Orco. De repente, su naturaleza, hecha
para el oráculo, descubre que las estructuras históricas son apariencias de
nada en comparación con: el Espectro, el Demonio y el Ángel.
Blake
conoce su tiempo, y. por eso mismo, no comulga con él. En el fondo, está
atormentado por el problema de Dios y dista de ver el mundo como mercado. El
afán del progreso material le es ajeno y la comercialización, dueña omnímoda, le
parece planta de raíces, hojas y brotes venenosos. Las Tablas de Laoconte —esculpidas en prosa— son el máximo sueño
antimercantil del poeta. Podrán algunas mentes positivas encontrar disparatadas
estas tablas (con sus nuevos valores) pero, para Blake, fueron la cosecha de la
visión. La actitud de Blake hacia el dinero, hacia el comercio, hacia la
industria, hacia los conflictos sociales modernos es, por demás, reveladora.
Mucho más profundo, naturalmente, que Marx anticipa, en esas Tablas, una jerarquía de valores que
jamás estuvo vigente, ni en su siglo ni en los otros, entregados al afán del
progreso material, Blake supera la mentalidad burguesa y la revolucionaria. No
habla de unas mejoras graduales, ni de programas taumatúrgicos. La única
taumaturgia es la del Espíritu.
***
¿Qué
solución propone entonces Blake? ¿Cuál es su mensaje? Preguntémonos eso, sobre
todo. Y Blake nos contesta que la solución no se halla a mano como un traje
confeccionado. Ni siquiera cabe una solución total. A cuantos habitan en el
espíritu y la imaginación les son concedidos unos poderes y una taumaturgia que
el vulgo paralítico rechaza.
La
gran herejía blakiana consistió en un siglo en que todo se confabulaba contra
la Imaginación, en ofrecerla como
salvadora.
No
hay que olvidar que, de ese modo, Blake denunció —antes que otro— el vacío de
los valores burgueses y anunció la poesía moderna que se ha convertido en el
alimento de los desterrados y disidentes del mundo burgués.
***
¿Qué
batalla libra Blake para ejercer su acción poética?
Rompe
radicalmente con el tipo miltoniano de poesía, de versificación silábica, que
representa la influencia latina dentro de la poesía inglesa. Repudia la Musa
clásica por racional y detesta a Rahab
(la diosa-Razón del deísmo).
Blake
empalma con la tradición romántica de los judíos. Lector del Testamento viejo,
halla, en la poesía profética de los israelitas, ejemplares del versolibrismo y
de la irracionalidad poética.
Monnerot nos ha revelado las afinidades de la poesía moderna con la de las sectas
gnósticos y con la de los adeptos de la tradición oculta. Esto es verdad en el caso
de Blake. Es innegable la influencia del gnosticismo y de la filosofía
hermética en toda obra poética blakiana. Blake estuvo, a lo largo de toda su
vida, obsesionado por el problema del Mal. En sus primeros poemas, se propone
tratar poéticamente el mundo, como si la serpiente no existiera. La impresión
que nos dejan Canciones de Inocencia
es una visión de felicidad. En Canciones
de Experiencia, asoma ya la serpiente. Además de la guerra de los sexos,
hay la humillación y la pobreza, la crueldad y el odio, la realeza indigna y la
guerra. Hasta hay poesía social. En el poema «EI Tigre», vemos cómo chocan la
creación y la concepción cristiana que se desentiende de las anomalías y
crudezas de la existencia.
«El
Tigre», más que ningún otro poema, enlaza con la revolucionaria síntesis del Matrimonio del Cielo y del Infierno.
Este poema en prosa es digno de la mayor atención en la historia del
modernismo. Las frases singulares que Blake bautiza de «Proverbios infernales» son aforismos que nos dan la sensación física
del aforismo, tan plásticos resultan. Se trata, en conjunto, de un documento
escandalizador para su época, en el que se encuentra ya anticipado el mensaje
de Freud. Por lo demás, el parentesco formal de estos aforismos con el
surrealismo es innegable. (¿No sabes que cualquier pájaro que corta el aire con
su vuelo es un inmenso mundo de deleite que llena los sentidos?)
***
La
poética blakiana alcanza uno de los momentos más álgidos en la serie de
dísticos que el poeta escribió entre 1800 y 1803. Augurios de Inocencia son, para Paz, parejos al Cántico Espiritual de San Juan de la
Cruz. Y, en verdad, están en la misma línea de pureza poética. En el más
humilde de los augurios, encontramos un fondo «greguerístico» sorprendente. (Un
palomar lleno de palomas y pichones hace estremecer los quicios del infierno;
cada aullido del lobo saca del infierno un alma en pena; no mates a la polilla
ni a la mariposa que el día del juicio brillarán secretos.)
Los
Libros Proféticos
El
extraño carácter de las Profecías y su poderoso «onirismo» hacen de los Libros
Proféticos algo aparte. Bachellard (El
Aire y los Sueños) ve en ellos poemas absolutos y presencias mágicas.
Efectivamente, encontramos, en los Libros
Proféticos, un elemento narrativo innegable que va desde Tiriel a Jerusalén y que no podemos llamar propiamente una estructura
narrativa, si por tal se entiende| una sucesión ordenada en el tiempo con causa
y efecto. La estructura de estos poemas está cerca de lo espacial o pictórico,
como era de esperar en un poeta que fue a la vez visionario y pintor. Esos
poemas dependen de un juego caleidoscópico de imágenes controladas. Son
propiamente metáforas que obedecen a estados espirituales y que están en
constante movimiento de enfoque, de reenfoque y de destello.
Son
metáforas que llamaríamos «progresivas», pues lo que pudiera parecer un
elemento narrativo predominante es realmente una acción de despliegue plástico.
El
libro de Thel es, por demás, significativo en este
sentido. La estructura circular de este poema tiene un encanto extraordinario,
al encanto concreto de las canciones, une esa ambición de infinito que
caracteriza, por lo demás, a todos los libros
Proféticos.
Thel
es tal vez el único poema y tal vez la única profecía que combina las dos
cuerdas de Blake: la lírica y la oratoria. Después de Thel, la fusión estilística consistirá en dar paso a un alternar de
ambas cuerdas. Y así, hallaremos momentos puramente líricos y otros tediosos,
sin aura poética, aunque, de vez en cuando, se nos descubrirán zonas iluminadas
por la más ancha poesía que tal vez bu conocido el mundo. Hay pasajes líricos y
aislados de los Libros Proféticos que
son algo sin par en la historia de la poesía. Naturalmente, se dan redundancias
y pierde el poeta basta el sentido de la unidad y de la forma, a cambio de
ricos oasis de revelación poética.
En
todos los poemas que imprime Blake después de Thel, se va disipando gradualmente la atmósfera de inocencia. En
las Visiones de las hijas de Albión
hay un frenesí erótico y nietzscheniano y una concepción surrealista del Amor.
El poeta canta: «Amor, Amor, feliz, feliz
Amor, libre como el viento de la montaña».
En
América, Blake se vale de la
Revolución americana y de la liberación de los esclavos que llevó a cabo el
abolicionismo para insertarle su concepto de la liberación espiritual.
América
contiene
—perfectamente expresada— su visión sacra de la vida. Es el punto de vista de
un alma emancipada, que se expresa en un lenguaje dulce, rotundo y raro a un
tiempo. «Porque todo cuanto vive es
sagrado, la vida en ella misma se complace. Porque el alma presa de delicia
dulce no puede ser corrompida». Entre el primer Blake y este Blake poco
inocentón de América hay cierto
parecido. Las primeras Canciones de
Experiencia ya mostraban el germen del futuro genio. Sin embargo, no todo
es digno de alabanza en tales poemas. La lección estética de que la
personalidad es sólo el principio y no el fin, Blake se descuidó. Y había de
pagarlo caro, pues de su pluma salieron engendros como Milton, Vala y 4 Zoas, en donde resplandece la
irresponsabilidad a que llegó el artista cuando se apartó de toda tradición y
no ejerció sobre su obra una saludable autocrítica.
CRISTÓBAL SERRA
Papeles de Son
Armadans (La doctrina escondida) Año XII,
Tomo XLVI. Núm. CXXXVI, Madrid – Palma de Mallorca,
Julio, MCMLXVII, pp- II-IX.
Portada de The Song of Los (1795) |
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