Cristóbal
Serra
Las
aguas del mar tienen mala memoria: no recuerdan los peces que las surcaron.
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Todas
las cosas se purgan por medio de la espuma, escribió Paracelso, pensando tal
vez en el mar.
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Los
días faustos de la Creación, los cangrejos se suben hasta los árboles recién
florecidos.
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El
mar picado de la vida civilizada puede salpicarnos bien o mal.
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Hay
quienes nunca están hidrópicos de poder.
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Las
deformidades de las algarrobas guardan parecido con las anomalías de los peces.
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La
liebre copula ante las lumbraradas del sol.
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La
muerte es la hiedra de los huesos.
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Toda
fama supone contrafama.
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Me
gusta escribir con lápiz y con látigo.
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Nunca
el sarampión fue cosa de alas sino de críos.
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El
«guardacliché» se encuentra entre la gente honorable y también entre los
incapaces de remontar la corriente general.
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Siempre
fue acre el sudor del pie de la Envidia.
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La
censura crea expertos en el arte de no decir nada y fomenta espíritus
indirectos que tienen su código de señales.
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La
lógica del dinero es la única lógica que nadie ignora.
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En
el estanque de la tradición, croan muchas ranas perezosas.
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En
los surcos de la conformidad, reposan los pájaros muertos.
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Algunos
filósofos son de naturaleza indigesta bien probada. Yo, por mi parte, digiero
mejor un huevo frito que Aristóteles.
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Las
coronas de laurel no se acomodan a las barrigas del cerdo.
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El
cerdo no engorda masticando laurel.
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El
Error, además de su leyenda, tiene sus tipos legendarios.
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Las
mujeres, cuanto más nos cargamos de años, más’ indispensables nos son. Sin
ellas, nos faltan los azotes, los aguijonazos y las mordeduras que nuestra
caduca naturaleza necesita para tonificarse.
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Una
idea requiere casi siempre una goma de borrar o pide a gritos el plumero que la
desempolve.
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Las
frases envejecen menos que las ideas; ceden menos su lozanía al tiempo.
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Las
frases felices son monedas de cuño indeleble.
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No
temas a la censura ni el ser censurable.
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La
música del rebuzno carece de contrapunto.
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Hay
quienes llegan al matrimonio por asco de que les repitan a diario que no se han
casado. Otros, para no ser menos que sus progenitores. Y algunos, para dar
testimonio veraz de su virilidad puesta en tela de juicio por el comadreo
local.
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El
valor de una obra literaria no depende de los epítetos que le prodigan, sino de
sus méritos.
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El
tren no es estacionario; el idioma tampoco.
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El
estilo es vecino de la dicción: sólo vecino.
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No
conozco ningún historiador que conozca todos los escondrijos de la historia.
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El
quehacer de la historia se confía demasiado a los ancianos.
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Muchos
rinden a la cordura adoración, como si ello les eximiera de pagar tributo a la
tontería
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Conocemos el crepúsculo de ciertos valores, desde que ciertos individualistas han sido declarados cazadores furtivos ante la sociedad que les amenaza con su veda.
Conocemos el crepúsculo de ciertos valores, desde que ciertos individualistas han sido declarados cazadores furtivos ante la sociedad que les amenaza con su veda.
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«La
boca de la burra fue creada, entre dos luces, con la boca del pozo y el arco
iris». Eso categóricamente es lo mejor que contiene el Talmud.
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Las
metáforas, los símiles y todo el repertorio de irregularidades, son los colores
de que puede echar mano el poeta para plantar signos a su talante.
CRISTÓBAL SERRA.
Papeles de Son Armadans (La doctrina escondida)
Año XIV, Tomo LV. Núm. CLXIII,
Madrid-Palma de Mallorca,
Octubre MCMLXIX, pp. VIII-XII.
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