CZESŁAW
MIŁOSZ DENUNCIA EL GENOCIDIO DE LAS GRANDES
CULTURAS CENTROEUROPEAS
Arte,
religión y lengua, bajo el imperio de la ley marcial
París. Juan Pedro
Quiñonero
El último libro de
entrevistas con Czesław Miłosz, Milosz par Milosz (Editorial Fayard), nos
enfrenta a uno de los grandes problemas históricos de la civilización
occidental; el genocidio y los riesgos de desaparición de las culturas
centroeuropeas, víctimas de la marea negra totalitaria (desde el nazismo hasta
el estalinismo) y las grandes convulsiones políticas y militares del siglo.
Miłosz, poeta y
novelista, se hizo célebre en 1953, tras la traducción francesa de su ensayo El
pensamiento cautivo, publicado de modo entusiasta por Albert Camus. Cinco
años más tarden su primer relato autobiográfico, Otra Europa, convertía
al poeta esotérico en un testimonio excepcional.
Desde entonces, toda la
obra de Miłosz, retirado en su refugio físico y moral de Berkeley, oscilaría
entre el «testimonio» y la «torre de marfil» lírica. Traductor
del Antiguo Testamento, poeta difícil que roza la mística y el más puro
intelectualismo, Miłosz evoca en sus relatos y en sus textos autobiográficos el
drama histórico de la «desaparición» de su patria natal, Lituania, en el marco
del infierno ideológico, militar y político de nuestro siglo.
Hasta ahora, los relatos
autobiográficos o testimoniales de Miłosz habían tenido una dimensión «introspectiva»
evidente. Miłosz no ocultaba nada, y en verdad reconstruía con pasión los
orígenes morales, políticos, sociales y militares de la hecatombe que deberá
concluir con la «integración» de su patria («manu militari») en
el imperio soviético.
Milosz par Milosz
va mucho más lejos, quizá por vez primera, interrogado por dos especialistas de
su obra. Ewa Czarnecka y Aleksander Fiut, Miłosz analiza, con extremada
precisión, los orígenes y evolución de su obra lírica, pero previamente evoca,
analiza y aporta un testimonio excepcional: la agitación moral muy viva de las
culturas centroeuropeas, a caballo entre los restos del antiguo imperio austro-húngaro,
la formación de nuevos Estados (tras la doctrina norteamericana de la
autodeterminación de los pueblos) y el genocidio cultural consumado entre el
proyecto totalitario nazi y el proyecto totalitario estaliniano.
Milán Kundera ha sido,
quizá, el primero en evocar precisamente la dimensión genocida que continúa hoy
exterminando minuciosamente los orígenes, antecedentes, restos de las viejas
culturas centroeuropeas, que. entre el Congreso de Viena y la caída de Weimar, constituyen
uno de los focos más dinámicos de la historia cultural de nuestra civilización.
Miłosz analiza en detalle
los grandes procesos que Milán Kundera ha evocado en términos «macrogeográficos».
Miłosz se detiene, melancólicamente, en la evocación de la formidable
efervescencia Cultural de las viejas culturas centroeuropeas.
En este proceso global se
confunden varios procesos «menores»: desaparición histórica de Estados
independientes (Lituania), diálogo multilingüístico
(alemán-checo-polaco-lituano-yiddish), diálogo intercultural entre tradiciones
que oscilan entre el Este y el Oeste, diálogo entre religiones y culturas con
distintos orígenes y tradiciones.
Los casos de Kafka y el
mismo Miłosz subrayan hasta qué punto esa formidable fermentación cultural se
inscribe en el origen turbulento y trágico de nuestra modernidad. Viena, Berlín, Moscú, Varsovia, Vilna (capital de la antigua Lituania) se perciben,
tras el relato de Miłosz, como centros de influencia y poder cultural que la
marea militar arrasa imponiendo un nuevo orden donde las diferencias, las
culturas, las religiones y las lenguas quedan sometidas al imperio de la ley
marcial.
A caballo entre el Este y
el Oeste, el testimonio de Miłosz nos reconstruye parcialmente una historia que
está, todavía, por reconstruir en sus exactas proporciones de tragedia de toda
una civilización, la nuestra, Miłosz nos recuerda que nuestra cultura, la
civilización europea, no coincide hoy, exactamente, bien al contrario, con las
fronteras militares impuestas por las legiones victoriosas tras la segunda
guerra mundial. Miłosz nos recuerda precisamente que nuestra identidad moral
también está hipotecada a la incierta suerte de las culturas sometidas a un
proceso de genocidio sin precedentes, víctimas del «statu quo» impuesto
con la brutalidad de un parque de artillería nuclear.
ABC, 23 de mayo de 1986,
p. 47.
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