ENTREVISTA A CARLOS EDMUNDO DE ORY
"A mí me dictan
las sirenas"
MIGUEL MORA, Periodista
"Yo
no soy un poeta maldito. Soy un poeta", dice Carlos Edmundo de Ory,
gaditano de 80 años y autor de una obra inclasificable que supera cualquier
etiqueta. Poco amigo del barullo ("soy quietista, me gusta estar
quieto", comenta), ha pasado más de media vida en Francia, y ahora ha
regresado unos días para presentar una antología de su obra, Música de lobo, y comentar de paso que
abomina del infantilismo y de los horrores de este mundo.
El
poeta más flamenco y auténtico y quizá uno de los más geniales de España se
llama Carlos Edmundo de Ory y nació en Cádiz (¿dónde iba a ser?) hace 80 años.
Casi nadie lo conoce, tal vez porque es todavía un "niño de cuatro
años"; porque ha vivido más de media vida en Francia, o porque un espeso
manto de silencio ha cubierto siempre su arte, tan hondo que habla cara a cara
con los muertos, tan ajeno que le cae desde el fondo del mar. "A mí me dictan
las sirenas", dice este poeta que es muchos poetas a la vez (el erótico,
el loco, el clásico, el metafísico, el sagrado, el automático, el político, el
lobo, el mago) y que siempre anda a lo suyo, "con la mente vacía",
esperando que caigan esos aerolitos (aforismos) y esos poemas suyos, muchas
veces asimétricos pero siempre veraces, que no se parecen a nada, ni siquiera a
ellos mismos.
Ahora,
este personaje único al que dan ganas de adoptar como abuelo ha venido a
Madrid, a casa de un sobrino, con su mujer, Laura Lachéroy, "una
antisecretaria" que podría ser su hija. Allí esperaba el miércoles, bajo
un gorro de Samarkanda y ante un gin tonic, la presentación ayer de Música de lobo, antología de la quincena
de libros que ha escrito desde 1941 hasta ahora y que publica Círculo de
Lectores/Galaxia Gutenberg en una espléndida edición de Jaume Pont.
Pregunta. Viene usted tan poco por aquí que se
diría que es un exiliado. El último exiliado.
Respuesta.
Bueno, los demás se han muerto, pero el ego no me gusta.
P. Así que está exiliado.
R.
No, ni política ni poéticamente. Vivo fuera porque siempre viajé, me dieron
becas de joven para ir a París, viví allí, me enteré de que Henry Miller
dimitió por carta de su cargo en Correos y yo hice lo mismo en mi puesto de la
Biblioteca Móvil. Ya no fui más. Viajé a Lima... Y luego me quedé quieto. Yo
soy quietista, me gusta estar quieto.
P. ¿Y qué piensa de España?
R.
Ahora abro el periódico y sólo veo Aznar, Zapatero y el Papa. Sólo me interesan
Irak, Israel, los horrores. Pero tampoco veo que los poetas se ocupen mucho de
eso. Sólo se escribe para triunfar. Y la España de Franco no me interesaba
nada, censuraban los libros. En 1944, Camilo José Cela me censuró la novela Diario de un loco, que luego se tituló Mephiboseth en Onou. La llenó de
tachones. Todavía tengo el original, algún día lo expondré.
P. ¿Tenía cosas de sexo?
R.
Y de religión. Soy un escritor libre. Hice bien en irme. La leyenda de poeta
maldito me hartó. Yo no soy un poeta maldito. Soy un poeta.
P. ¿Y cómo ve el país ahora?
R.
Veo el mundo de la creación entregado a los premios, y eso no va conmigo, no lo
entiendo. Yo no vivo de la literatura ni soy corporativista. Nunca hice vida
literaria, aunque fui amigo de Chicharro hijo, un hombre maravilloso, no voy a
encontrar otro igual. Y de Cirlot, y de Miguel Labordeta... A mí me benefició
la conspiración de silencio, me quedé libre y solo, me alejé de la vida
literaria y nunca moví un dedo para publicar nada mío. Por eso no me gustan las
interviús, porque aumentan la fama.
P. Leyendo el libro se ve que es usted varios
poetas a la vez.
R.
Igual que un músico a veces pulsa el violín o la flauta, yo a veces toco el
tambor y otras veces la flauta.
P. Música
de lobo...
R.
El poeta es eso, un lobo que aúlla con la cabeza alta el horror del mundo,
mirando a la luna. Eso es maravilloso. Me fascina la naturaleza, pero ya no veo
tigres, ni arañas, ni lobos en la poesía. Ya no hay naturaleza en la poesía.
P. ¿Sigue escribiendo?
R.
No, nada, algunos aerolitos, frases pequeñas. El poeta sin ser poeta no es
nada. Pero dibujo un poco.
P. ¿Recuerda algún aerolito?
R.
(Coge el libro). Me gustan algunos. "La imaginación, esa esponja del
infinito". "Si te gusta ser llamado poeta desde joven, cuida de vivir
poco. Toda una vida con un pequeño mote es ridículo". "Oigo sirenas
en la noche, luego existo". "Estoy construido de sabor de
sueño". "La poesía es un vómito de piedras preciosas". "Un
poeta no puede contestar nunca a nada. Él es la esfinge, él hace preguntas".
"Sólo me comprenderá quien sea más loco que yo". "Que me
entierren vestido de payaso". "La palabra poeta es una falta de
ortografía de Dios".
P. Dice su paisano Rancapino que el flamenco se
canta con faltas de ortografía. ¿El cantaor es otro lobo que aúlla horrores?
R.
Claro. Estoy completamente identificado con el flamenco. Y con el jazz. La
música es mi vida.
P. Decía Claudio Rodríguez...
R.
¡Ahí hay naturaleza! ¡Claudio era buenísimo!
P. ¿Qué más poetas le gustan?
R.
¿Españoles? Arcadio Pardo, que vive en Francia, tiene casi mi edad y es
buenísimo, aunque nadie lo conoce; Gamoneda, Sánchez Robayna, Ángel Crespo,
Claudio Rodríguez...
P. Decía que el poeta es médium de una música
que no es suya.
R.
Nadie merece la poesía, no es un mérito, es una voz que viene. Por eso publicar
da lo mismo, aunque escribes para encontrar seres humanos.
P. ¿Sabe algún poema de memoria?
R.
Cuatro versos de Alfonsina Storni: "Muchedumbre de color, / millones de
circuncisos, / casas de 50 pisos, / y dolor, dolor, dolor". Eso es la
poesía y el mundo: la gente que sufre. Y los poetas, ¿dónde están? No hay. Los
poetas de ahora son creadores de poesía, y lo que llaman poesía es literatura.
Pero la poesía no es literatura, es algo numinoso, que viene del numen, de un
poder mágico. Es la verdad que pone la carne de gallina, es un golpe... Mi
poesía no es mía, sólo estoy preparado para ella porque no gasto energía en
otra cosa.
P. Siendo de Cádiz eso no tiene mérito. Lo digo
porque el cantaor Ignacio Ezpeleta, cuando le presentaron a Lorca y éste le
preguntó en qué trabajaba, dijo: "Soy de Cádiz". ¿Usted es vago?
R.
A mí hace poco me hicieron hijo adoptivo de Cádiz. Un político empezó que si
Cádiz por aquí, que si Cádiz por allá, y yo le dije: "Pero si Cádiz es
mío". Vago no soy, pero la palabra ocio es muy importante para mí. No hay
poesía sin silencio, la poesía viene del silencio y va al silencio, es una
isla. A mí me dictan las sirenas, pero ser poeta es muy duro. Para hacer estas
cosas que yo hago tengo que tener la mente vacía. Para escuchar la resonancia
cósmica sólo puedes estar con amigos. Ni banderas, ni público, ni sermones, ni
luna, ni países, ni cine para entretener, ni palabras cadavéricas...
Aunque
es verdad que el poeta vive en olor de poesía y eso no le impide comer churros
o pescaíto frito.
P. A veces su poesía parece imperfecta,
inacabada...
R.
¡Es perfecta desde el punto de vista de la poesía! Pero no es poéticamente
correcta, es libre. Un poeta que corrige no hace poesía perfecta. ¡Si fuera
imperfecta, no la escribiría!
P. A veces no es... redonda.
R.
Es una voz de otro mundo, un fulgor. Neruda, a veces, es redondo. César Vallejo
es perfecto. San Juan, mi preferido, y Dante son perfectos también. Pero la
palabra no es ésa, la palabra de la poesía es... auténtica. Los que se llaman
poetas son profesionales. Pero el poeta de verdad no es profesional, no
corrige, vive sólo para ser un instrumento. Yo vivo iluminado, aunque esas
cosas no debería decirlas. Hasta muerto estoy vivo, y cuando esté en el
cementerio seguiré escribiendo.
César
Vallejo es perfecto. San Juan, mi preferido, y Dante son perfectos también.
Pero la palabra no es ésa, la palabra de la poesía es... auténtica. Los que se
llaman poetas son profesionales. Pero el poeta de verdad no es profesional, no
corrige, vive sólo para ser un instrumento. Yo vivo iluminado, aunque esas
cosas no debería decirlas. Hasta muerto estoy vivo, y cuando esté en el
cementerio seguiré escribiendo.
El
País, Viernes, 31 de octubre de 2003
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