lunes, 7 de julio de 2025

"Sobre Baudelaire" de Cristóbal Serra (Diario de Mallorca, 1 de agosto de 1974)


 Notas intimas

SOBRE BAUDELAIRE

He buscado en la literatura con una curiosidad insaciable el aforismo perfecto. De acuerdo con mis exigencias, éste tenía que producir convulsión inmediata, como esa clara de huevo que a la histérica le da una sacudida. Yendo así en su búsqueda, lejos de encontrado, ha dado con diversos tipos de ellos. He conocido entre otros el aforismo-huevo, el aforismo-peladilla y el aforismo-ova de mar. Este último más bien áspero, raspa la piel de quien con él entra en contacto.

Porque mis esfuerzos fueron infructuosos, estoy por decir que el aforismo puro, en su condición de tal, es imposible. Los hombres más dotados para esta especie de suicidio que nos deja patitiesos —un Vaché por ejemplo— se suicidaron y no de mentirijillas. 

Vaché, cuando escribe sus “Cartas de Guerra", hace y deshace no se toma la molestia de razonar ni de disparatar. Señala con la más altiva indiferencia. No trata de adular el sentimiento ni la opinión. Por eso, escribe al desgaire aforismos cuasi-perfectos: “el Arte no existe, seguramente - por tanto es inútil cantarlo ¡sin embargo! Se hace arte porque así es y no de otra manera. Puesto que así es necesario vomitar un poco de ácido o de antiguo lirismo, que se haga de un tirón brusco - pues las locomotoras van deprisa”.

Escribir con la máxima penuria de medios es tanto como morir. Mientras se vive, hay que decir con palabras esto y lo otro, y por mucho esfuerzo que pongas, te quedas siempre corto. El lenguaje es, pues, un peligro en la medida en que le pedimos lo que el pobrecito no puede darnos. Hasta hay quien le exige la revelación suprema, sin sospechar que es tan impotente como los tentáculos del pulpo con todo su serrallo de ventosas. En cambio, ahí están sus muchas posibilidades, siempre que se convierta en pura diablura poética.

Del trato con el lenguaje he sacado una lección graciosa, maravillosa, inútil, que bien puede calificarse de poética. No es otra que la que Baudelaire nos dio al aconsejarnos que cuanto se escriba, aunque sea prosa, ha de ser poesía. Es decir, el consejo baudeleiriano nos advierte que no escribamos como escribió fulanito y menganito y no seamos en literatura el ordeñador que tira de la ubre antas veces solicitada por los ordeñadores seculares. Ahora bien, tales consejos no son lo mismo que el dejarse llevar, juego peligroso, arriesgado. No conocemos por ventara poetillas que, por dejarse llevar, la tonta corriente los lleva como a esos corchos cabezones que arroja el pescador de caña.

Todos los que han escrito notas íntimas han sido un tanto contrabandistas de la literatura. La venganza o el castigo que mismos se infringen por dicho contrabando ilegal, consiste en no publicar sus cosas, como no sea después de muertos. No quieren verse en la propia vitrina. Quieren envejecer antes de darse a conocer sin rebozos. Así que esconden el fraude, lo mantienen secreto. Recompensa amarga o feliz, según sean los temperamentos, pero recompensa lógica y merecida. Porque el pudor también se paga.

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Las notas íntimas de Baudelaire las encontramos —en “Cohete”, “Mi corazón al desnudo", y el “Carnet” —, fragmentos que se publicaron en las Obras Póstumas. No podía ser de otro modo. El viejo Baudelaire podrido aquí no aparece ni pizca diabólico, nada “flor del mal" y sí extremadamente humano.

Si tuvo pose como artista, aquí se nos revela especialmente sincero. Se nos muestra trabajador, inclinado a la oración, y preocupado por pagar puntualmente sus deudas. Pobre, porque el ocio en la sociedad burguesa no da para mucho al artista, se esfuerza en ayudar a la mujer que ama y con la que siempre se ha solazado. Lo más sorprendente es que, en el curso de estas libres notas, no se muestra duro criticando a sus cofrades. Como no sea con George Sand que le exaspera, sus críticas no conocen el odio ni las ideas preconcebidas.

El ensañamiento lo reseña Baudelaire para ciertas ideas que flotan en su siglo y es despiadado consigo mismo, con el hombre, y sobre todo con la literatura. La teoría política de Baudelaire es resueltamente reaccionaria por asco de la mediocridad democrática. Sus pujos aristocratizantes en todos los órdenes le apartan de una visión mostrenca de la política. Considera absurda la creencia en el progreso en mayúscula y así escribe: la creencia en el progreso es una creencia de perezosos. Una doctrina de belgas. El pensamiento de Baudelaire en estos textos es fundamentalmente apocalíptico. El fin del mundo que él ve próximo, lo imagina como un triste triunfo de Mamón. Fue uno de los que alertaron contra el fatídico dinerismo. Con visión profética, nos imagina “americanizados”, víctimas de la sociedad de consumo. Podríamos hurgar párrafos en los que prevé la lógica de los fascismos: “Los gobiernos se verán forzados, para mantenerse y para crear un fantasma de orden, a recurrir a medios que harán estremecer la humanidad actual, de suyo tan endurecida”.

En estas notas íntimas Baudelaire amontonó todas sus cóleras. Por eso es también ése un libro de rencores. Haciendo gala de prudencia, cree conveniente publicarlo cuando haya amasado una fortuna considerable que le permita salir de Francia para ponerse a buen recaudo.

Baudelaire APOLO -. MI CORAZON AL DESNUDO Traducción de A. Esclasans.

CRISTOBAL SERRA, Diario de Mallorca, 1 de agosto de 1974, p. 31.