Poesía
Noticia de Lanza del
Vasto
Entre los poetas europeos del siglo actual, indudablemente, Lanza del
Vasto tiene asegurado un lugar de prevalencia. No ya por su maravillosa y
dúctil técnica, ni tampoco por la trascendencia de su mensaje, sino por haber —en
esta época que tanto parece pesar sobre los hombres— sabido hallar una senda de
liberación perfecta.
Oriundo de Sicilia y perteneciente a una de las familias más nobles
del mundo, Lanza del Vasto ha elegido al francés para expresar sus vivencias y
escribir la mayor parte de su extensa obra que comprende desde la canción de
tema y forma trovadoresca hasta el poema filosófico. Digno descendiente de las
grandes epopeyas del pensamiento humano, tales como lo Divina Comedia o el Paraíso
Perdido.
Pero no ha sido únicamente por el arte literario como del Vasto ha seguido
su camino. Materialmente, ha recorrido casi toda Europa y gran parte de Asia,
utilizando accidentalmente los medios actuales de transporte y con preferencia
la marcha a pie acogiéndose o la caridad o ganando su sustento con medios
puramente poéticos.
La belleza de su rostro, su altura, la graciosa y fuerte constitución
de su cuerpo han servido para terminar el acabado de esta figura única de
artista que, en nuestro tiempo, tanto ha realizado el ideal Renacentista,
porque Lanza del Vasto es, además de escritor: orfebre, escultor, músico
intuitivo que crea para sus canciones temas y metros interesantísimos, basados
en los modos griegos, pero que no proceden de un esteticismo consciente y
deliberado sino, como él mismo narra, de recuerdos de cantos populares oídos en
su infancia en aquellas playas que conocieron la alegría helénica, y sublimados
por su extraordinario temperamento.
«En el canto de aquellos hombres
—dice él— pasa la amplitud de las distancias,
y ahora, en la memoria, las distancias del tiempo, las distancias de nosotros,
a nuestras raíces».
En las canciones Lanza utiliza el ritmo ternario casi en exclusividad
de otro; ritmo que en lo Edad Media era considerado como perfecto, como imagen
de la Santa Trinidad.
Conocedor de la obra de Raimundo Lulio, en cierto sentido puede
considerarse a nuestro poeta como continuador de su pensamiento. Ha consagrado varios
años de su fecunda existencia a una obra sobre la Trinidad. En del Vasto el
pensamiento filosófico se alía o la expresión lírica, precisa y purísimo. He
aquí algunos aforismos de sus «Principios
y Preceptos del Retorno a la Evidencia».
218
Lo Evidencia es lo contrario de lo apariencia.
Lo Evidencia no aparece lino o la mirada interior.
Lo Evidencia es la apariencia de lo Invisible.
253
El grano contiene todo un árbol en un punto.
Tres veces todo en un punto porque él contiene
dos árboles unidos y al que va a nacer,
¿Dónde los tiene? ¿Dónde los oculta, tan pequeño?
El amor es grandeza contenida en un punto.
255
La vida duerme en el fondo de nuestra carne.
El amor es el momento en que la vida pasa de
un cuerpo a otro.
La vida queda al desnudo, la vida está a lo vivo
durante ese relámpago.
El amor es la Evidencia de lo Vida.
166
Si Dios no fuese persona, ¿de dónde vendrían las personas?
Los vivientes no nacen de los muertos pero sí de
los vivientes. La persona no viene del objeto.
Si Dios no fuera persona nadie lo sería.
¡Qué imágenes asombrosos, qué lenguaje el de este poeta! Traduzco
aquí, unos pequeños fragmentos de «Retrato
de Lázaro» de su «Judas».
«Lázaro tenia pies de raíces,
manos de hojas, anchos ojos verdes llenos de un éxtasis de árbol. Sus cabellos,
sombríos y leonados, eran todo un otoño.»
y después; de una contemporaneidad exacta, dice:
«Luciendo sobre todo (en lo caso
de Lázaro) pendía, sobre la puerta una espada. Uno espada que había poseído un
ancestro de Lázaro. Y éste, era el objeto más precioso de su vivienda.
Quien cantaba las guerras
antiguas, las glorias de Israel; odiaba las contiendas modernas. Y odiaba a
aquellos que, bajo el pretexto de liberar Sión, querían deshacer a los Romanos,
porque a sus ojos, tales celosos liberadores no eran sino intrigantes vulgares
y enemigos de la paz.»
Por considerarla intraducible, damos en idioma original una sencilla
muestra del estilo delicadamente medieval que sabe emplear Lanza del Vasto, para
adecuados temas:
«Le premier amour de Gilles de Rais»
…
Je les appetai par leur nom,
D'aimer les priai plusieurs fois,
Mais l´une me repondit Non;
C´etait la plus belle des trois.
Chaucer, Chretien de Troyes o el provenzal Bernatz de Ventadorn se
sentirían sin duda orgullosos de la gracia y el encanto encerrados en estos
cuatro versos.
Durante los años 35 y 36, Lanza del Vasto dio cima a su gran poema «La cifra de las cosas». En él el
esplendor verbal, la fuerza imaginativa, y el clima casi supra-realista del
tono lírico sirven, en el auténtico sentido de esta palabra, a una intención
de innegable grandiosidad y trascendencia.
Su fervor amante se exalta y cristaliza en conceptos milagrosos. Su
poema «El Vitral» perteneciente a
esta obra:
Veremos arder el ser y la apariencia,
que quema su estrechez en ésta ronda rosa.
Cuando muertos, y revestidos de cuerpos inmortales
hacia el Altar vayamos como blancos sacerdotes
los grados de este mundo.
Cuando nuestros cuerpos decantados,
nuestros cuerpos de vidrio,
golpeados de cielo y esplendor severo,
traicionen el color que agobia a nuestras almas.
Cuando veamos la vida en un círculo parado,
y la allegada tierra
como el pan transparente de una hostia.
Cuando el vacío se invada de puentes y de alas
…
(Cuando sepamos)
que largos recuerdos persuaden o los árboles
a conducir, por ramas ambiguas, hasta el colmo,
hacia el cielo impasible, flores fieles.
Cuando sepamos porque los santos brotan de pie
según la ley de la espiga y la línea del lis.
Y lo que ata
a las vírgenes locas
a las desnudas redes de su locura.
…
Cuando sabrá nuestro espíritu, como este vitral sabe
porque lo eternidad gira usando los astros.
Porque Dios, desbordando de su forma perfecta
ha hecho este mundo, y querido nuestras derrotas.
Juan-Eduardo Cirlot
Destino, Año IX, No. 420
(4 agosto 1945). p. 13
1 comentario:
Hasta donde sé esté artículo no aparece en ninguna antología ni listado de los artículos de Juan Eduardo Cirlot.
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