SALVADOR DALÍ, UN FORMIDABLE
INTERROGANTE
EN
mi primer encuentro con Salvador Dalí llegué a la conclusión de que se trataba
de un formidable interrogante como hombre y como artista. Un interrogante que
se despejaba en soluciones variables y daba como resultado un ser extraño a
veces, natural otras, audaz hasta la osadía y tímido hasta la exageración.
Excéntrico y, sin embargo, perfectamente controlado (excéntrico y concéntrico,
como diría él), lo mismo que es anárquico y monárquico, conservador y sensato y
cultivador del estilo más delirante; partidario de la inteligencia y de la
belleza en grado supremo, y deliberadamente grotesco. Él me dijo: «La
única diferencia entre Dalí y un loco es que Dalí no está loco». Y estoy segura de que tiene razón.
Dalí
es un hombre perfectamente consciente de su valía y de sus limitaciones: por
eso ha utilizado de la manera más astuta e inteligente su innegable y fecunda
personalidad en unos alardes espectaculares que no tienen nada de gratuitos,
sino que están minuciosamente calculados y cuyo resultado, por tanto, no puede
fallar. Además, Dalí es un ser admirablemente dotado para la profesión que ha
elegido, y así, su estilo artístico, embridado por su estilo personal,
cristaliza en ese éxito multitudinario que él ha sabido mantener incólume
durante muchísimos años y que le ha producido, como es natural, asombrosos
resultados «crematísticos», aunque quizá eso para él sea ya lo de menos.
—¿No
se cansa de mantener siempre y obligadamente esa «pose» para no perder su
imagen? Debe resultar fatigante el esfuerzo continuo por llamar siempre la
atención.
—No;
no me cansa en absoluto, porque yo no hago nada «ex profeso». Simplemente, «me
sale» así.
Ahora
Dalí acaba de regresar de Nueva York, donde, como cada año, ha permanecido seis
meses. Le pregunto cómo ha encontrado España después de estos seis meses y me
dice que «muy bien, muy tranquilo y perfecto». Yo a él, después de casi dos años, le he encontrado más viejo —no sé
si esto le gustará al «divino Dalí»—,
pero no más cansado. Sus ojillos están tan vivos y brillantes como siempre; su
paso firme y seguro, su mente prodigiosamente lúcida y como siempre también,
pendiente hasta del más mínimo detalle, porque el detalle juega un papel
preponderante en el «fantástico» y
sutil espectáculo de su vida y de su obra.
UN DALI MAS BURGUES, MAS
SERIO Y MAS PONDERADO
Tiene
mucho menos cabello y hasta su célebre bigote ha perdido notable frondosidad.
«Cuatro pelos en reglilla» que él sabe «llevar» con singular apostura; su
inefable acompañante el bastón y su mirada alerta y maliciosa, que esa sí que
la conserva literalmente joven. Esta vez Dalí no vestía su habitual y
estrafalaria indumentaria, sino un sobrio pantalón oscuro, zapatos negros de
punta alargada. chaqueta de terciopelo gris y una camisa blanca y recién
planchada, con corbata, que en él me pareció algo insólito. Nunca había visto a
Dalí tan «burgués». Sin embargo, había una explicación: esa tarde esperaba la
visita —privada— en su museo de Figueras del capitán general de Cataluña, y
Dalí sabe muy bien «calibrar» las situaciones y sabe también que ante el rigor y sobriedad
castrenses «nobleza obliga». Y quizá
fuera influencia del atavío, pero el caso es que Salvador Dalí me pareció mucho
más serio y más ponderado que otras veces.
Y
hablando del museo de Figueras, diré que aquello es el verdadero
«sanctasanctórum» del pintor gerundense. Acaban de llegar allí cien obras de su
primera época, de extraordinario interés. Todo el teatro-museo es un fantástico
espectáculo daliniano. Hay unos hologramas —sólo seis funcionan en el mundo— que
son la fórmula artística desarrollada sobre los últimos descubrimientos de la
ciencia y cuyo descubridor es Genis Gabor.
La
entrevista con Dalí tuvo lugar en el patio central del museo, donde ha
instalado su famoso «coche-ficción», sentado en un banco de piedra. Elevando la vista contempla uno las
fuentes que sobre la efigie de personajes grotescos ha esculpido Pichot y a las
que si se les echa monedas se transforman en surtidores de agua. Más arriba. a
manera de friso, una enorme corona que circunda el patio, constituida por
lavabos; simples lavabos a los que el famoso artista de Port-Lligat concede un
simbolismo «angélico». ¿Quizá por su
blancura, quizá por su forma original? ¡Quién sabe!... El hecho es que Dalí
hasta en la última obra que acaba de realizar, y que es un magnífico ángel de
enorme tamaño que cubrirá uno de los altos ventanales del patio, le ha pintado
unos lavabos en lugar de alas. Y realmente no se puede negar que el efecto es
impresionante. Él dice que los lavabos equivalen a la escritura «cuneiforme». ¡Dice tantas cosas Dalí!...
Ahora
su pasión pictórica se desborda en la «tercera dimensión». Dice que sus cuadros son estetoscopios.
En una cara pinta un cuadro para el ojo izquierdo y otro para el derecho. Es
decir, uno para cada dimensión, y según él ha obtenido un filme de los «politopos» que proyectan la cuarta dimensión. «Ahora
tengo muchas más ganas de pintar que antes»,
dice con ilusión de adolescente.
«ME
FALTA ESA COSA MARAVILLOSA QUE SE LLAMA FE»
—¿Por
qué ese afán de darle ahora a todo un simbolismo angélico?
—Porque
según las teorías de Francesc Pujols —es
el filósofo catalán cuya gigantesca escultura hecha por Dalí preside la entrada
al recinto del museo—, todo ser humano, por el mero hecho de haber nacido,
es ángel. Es decir, que todos vamos a ser ángeles, porque ése es nuestro
destino.
—¿Usted
cree en Dios?
—A
mí me falta esa cosa maravillosa que se llama fe, pero por mi inteligencia cada
día estoy más cerca de todos los postulados de la religión católica. Porque yo
soy católico, apostólico y romanó, y sobre todo monárquico.
—Bueno:
entonces, ya que ha hablado usted de la Monarquía. vamos a charlar un poco de
política.
—No,
porque para mí la Monarquía no tiene nada que ver con la política. Es
metafísica.
—¿Qué
representa para usted la Monarquía en este momento?
—Lo
legítimo. La Monarquía es lo legítimo. Y por eso le digo que siendo monárquico
es absolutamente necesario ser creyente.
—¿Por
qué?
—Porque
los reyes son reyes por la gracia de Dios.
Y
Dalí se para ahí y me dice: «De política no quiero hablar, ¿eh?».
—¿Hay
alguna razón?
—La
razón de que precisamente como ahora todo el mundo habla de política, Dalí no
puede hacer nunca lo que hagan los demás, sino 1o contrario. Además, mire,
Fidias, en el Partenón no hablaba de política...
—Bueno,
pero por lo menos déjeme hacer alusión a algo. Usted antes era muy franquista,
¿no?
—Una
cosa es que yo admirase la figura del Caudillo y otra que yo fuera franquista.
Yo no soy ni franquista, ni falangista ni nada. Soy el único pintor, el único
intelectual que nunca ha querido pertenecer a ninguna asociación o partido
político, y eso que me lo han solicitado todos, desde los comunistas a los
falangistas.
—Pero,
¿no le preocupa la política del país en estos momentos en que todo está tan politizado?
—Ahora
menos que nunca.
—Creo
que ha recibido usted algún anónimo amenazante. ¿Es cierto?
—En
absoluto. Pero, además, yo anónimos los he recibido siempre, desde que tengo
nueve años...
—¿Es
verdad que va a editar una revista semanal en la que el único redactor es
usted?
—Sí,
en efecto. Y será la única revista del país que hablará de todo, menos de
política.
Dalí
sigue diciendo que a él lo que le interesa más es el ácido desoxirribonucleico...
y eso lo lleva diciendo ya hace un montón de años; para él eso es la clave de
todo, desde la inmortalidad del alma y lo que pasa en el «más
allá». ¡Y hay que ver lo que le gusta a
Dalí pronunciar esa palabreja!...
—¿Cómo
era su familia, señor Dalí?
—Más
bien librepensadora: por eso mi formación también lo ha sido. Al principio de
mi carrera era anarquista y revolucionario, y ahora, como le he dicho, soy
católico, apostólico y romano.
—¿No
se ha sentido nunca frustrado, de verdad?
—Nunca;
lo único que me hubiese gustado es saber matemáticas.
—¿Es
usted un hombre frío?
—Muy
frío, completamente cerebral.
—¿Cuál
es su gran inquietud?
—Encontrar
perfecciones de la cuarta dimensión, porque es absolutamente imposible de
imaginar.
—¿Para
usted tienen algo que ver el arte y la belleza?
—Están
completamente unidos, consustancialmente. Sin embargo, el arte puede ser bello
o no serlo. Picasso y Velázquez han hecho cuadros horrendos, pero de primera
categoría. Yo también, a veces, es muy feo lo que hago.
—Si
usted volviese a nacer, ¿seguiría la misma trayectoria?
—No, seguiría una trayectoria completamente distinta. Pero desearía ser lo mismo que
he sido.
—¿Para
Dalí es definitivo que hablen de Dalí?
—Sí,
sí, lo importante es que hablen, aunque hablen bien; pero cuanto más se hable,
mejor.
«SOY
UN GRAN FILOSOFO Y UN PENSADOR. ME CONSIDERO UN GENIO»
—¿Tiene
usted muchos amigos?
—Ninguno.
Sólo tengo un amor total por mi mujer. Gala: pero los amigos son más bien gente
que me rodea para ellos mismos aureolarse de un cierto prestigio. Quizá uno de
mis pocos y verdaderos amigos fue Picasso, porque cuando me quise ir a Nueva
York y no tenía dinero para hacerlo, pedí prestado a gente aristocrática y
nadie me dio nada. Sólo Picasso me prestó diez mil francos, que en aquel tiempo
era mucho, como puede usted figurarse.
—Y
con Joan Miró, ¿en qué relaciones está?
—De
Miró siempre he dicho que es el mejor pintor abstracto del mundo. Él fue
precisamente quien me presentó en París.
—¿De
verdad y sinceramente se considera usted un genio?
—Si.
Soy un gran filósofo y un pensador, y, en efecto, me considero un genio.
—¿Pintando
también?
—La
pintura es una de las maneras de expresar mi genio infinitesimal.
—Parece
usted tremendamente orgulloso.
—No
lo crea; la gente cree que soy muy orgulloso, y no lo soy. porque me considero
que soy un mal pintor. Bueno. un mal pintor cuando me comparo con Velázquez u
otros pintores del Renacimiento, pero cuando me comparo con dos actuales, creo
que soy el mejor, no porque yo sea bueno, sino porque ellos son malísimos.
—¿A
qué aspira usted a estas alturas?
—Si
un día se dice que Dalí es uno de los mejores pintores de Gerona, ya me doy por
satisfecho.
—Por
cierto, ¿y por qué cree usted que es un genio?
—Porque
encuentro ideas sobre la «escalera» de la vida. Antes de que los sabios
descubrieran su estructura, yo ya la había dibujado.
—¿Qué
es lo que más le atrae a usted de la vida, ya que hablamos de ella?
—La
inteligencia humana, porque, sobre todo entre los artistas e intelectuales, hay
un gran divorcio con la ciencia. A mí sólo me interesa la ciencia y la
religión. Mis lecturas son la física nuclear y la metafísica.
—¿La
música, por ejemplo, no le gusta?
—Nada
en absoluto. La inteligencia me interesa en las manifestaciones concretas del
cerebro humano.
—¿No
es nada emocional ni afectivo?
—Las emociones es lo que menos me interesa.
—Usted
es muy catalanista. ¿verdad?
—Sí,
mucho, y cada vez me siento más catalán. Los catalanes un día pasearán por el
mundo «con todo pagado».
—Pero
supongo que se sentirá usted español por encima de todo.
—Naturalmente.
Como dijo Eugenio Montes, «ser español es
una de las cosas que hoy en día se puede ser».
—¿Es
cierto que está pintando un cuadro de S. M. Juan Carlos I?
—Si,
y cuando lo acabe se lo iré a entregar personalmente. Ya hace siete años,
cuando era Príncipe, tuve el honor de que posase para mí en Washington.
—¿Su
osadía es una prueba evidente de timidez?
—El
exhibicionismo siempre es una prueba de timidez. Mis bigotes, por ejemplo. me
sirven para «ocultarme».
Cuando
Dalí dice que «es el único genio vivo de nuestra época», yo le pregunto: «Todo esto le
divierte mucho. ¿verdad?». Y él me
contesta con la más rotunda sinceridad: «¡Ah, yo me divierto constantemente!».
María
Mérida, Blanco y Negro, 12 de junio
de 1976, pp. 88-89.
1 comentario:
fantastica entrevista ,dice que no hablaria de politica pero salen perlas el nunca estuvo afiliado a ningun partido a pesar de que todos se lo pidieron,no era franquista pero admiraba a franco ,unica tendencia politica la monarquia ,dejen de llamar franquista a este genio que no tenia amigos porque era libre como el viento y los locos ,cosa que el no era
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