De la mano de Henri de Lubac estoy releyendo estos días a Dostoievski. Una anectota que recoge de los diarios de la mujer del escritor ruso que menciona el teólogo francés, me ilumina -y creo que viene muy a cuento por estas fechas- una parte de El idiota que no había entendido en toda su profundidad hasta ahora. Dice Anna Grigorievna respecto al encuentro de ella y su marido con una pintura de Holbein en Génova en 1877, en la que se representaba a un Cristo muerto (probablemente sería El cuerpo de Cristo muerto en la tumba que se encuentra actualmente en el Kunstmuseum de Basilea) que:
"...mi marido parecía anonadado... cuando volví, al cabo de veinte minutos, estaba allí con sintomas de una ataque de epilepsia. Yo le tomé dulcemente del brazo e hice que se sentara en un banco, esperando que de un momento a otro comenzase la crisis, que por fortuna no sobrevino. se tranquilizó poco a poco, pero al salir del museo insistió en ver una vez más el cuadro"
No creo que haya que ser muy "avispado" para intuir que lo que pensó Dostoievsky en ese momento lo plasmó más tarde en ese momento de la novela en el que el príncipe Michkin encuentra una copia de este mismo cuadro en la casa de Rogochin y afirma:
"Este cuadro... ¿No crees que puede hacer perder la fe a un creyente?".
Más adelante el protagonista desarrolla esta idea cuando afirma:
"... Lo más extraño era la singular y apasionada pregunta que sugería la vista de este cadáver.... ante una visión semejante..., ¿puede la imaginación revestir de una forma determinada lo que en realidad no la tiene? Me parecía, por momentos, ver esta fuerza infinita, este ser pesado, tenebroso y mudo, materializarse de una manera extraña e indestructible. recuerdo haber tenido la misma expresión que si me cogiese alguien de la mano y con una luz me enseñase una tarantula enorme, asegurándome que aquello era un ser a la vez tenebroso, sordo y todopoderoso y se riese ante mi indignación...."
Por supuesto, mañana más.
"...mi marido parecía anonadado... cuando volví, al cabo de veinte minutos, estaba allí con sintomas de una ataque de epilepsia. Yo le tomé dulcemente del brazo e hice que se sentara en un banco, esperando que de un momento a otro comenzase la crisis, que por fortuna no sobrevino. se tranquilizó poco a poco, pero al salir del museo insistió en ver una vez más el cuadro"
No creo que haya que ser muy "avispado" para intuir que lo que pensó Dostoievsky en ese momento lo plasmó más tarde en ese momento de la novela en el que el príncipe Michkin encuentra una copia de este mismo cuadro en la casa de Rogochin y afirma:
"Este cuadro... ¿No crees que puede hacer perder la fe a un creyente?".
Más adelante el protagonista desarrolla esta idea cuando afirma:
"... Lo más extraño era la singular y apasionada pregunta que sugería la vista de este cadáver.... ante una visión semejante..., ¿puede la imaginación revestir de una forma determinada lo que en realidad no la tiene? Me parecía, por momentos, ver esta fuerza infinita, este ser pesado, tenebroso y mudo, materializarse de una manera extraña e indestructible. recuerdo haber tenido la misma expresión que si me cogiese alguien de la mano y con una luz me enseñase una tarantula enorme, asegurándome que aquello era un ser a la vez tenebroso, sordo y todopoderoso y se riese ante mi indignación...."
Por supuesto, mañana más.
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