PRIMERO,
una parte de la aristocracia cultivando la literatura y el arte, elegante,
liberada de las supersticiones más bastas. E Iglesias llenas de gente piadosa,
del olor de su incienso y de sus oraciones. Llegarían a una mentalidad común.
Tardarían ciento cincuenta años.
Opio
para el pueblo
La
religión, opio para el pueblo. Prometía una recompensa en la vida postrera a
quienes padecían dolor, humillación, enfermedad y servidumbre. Y ahora estamos
presenciando una transformación. Verdadero opio para el pueblo es creer que no
hay nada después de la muerte, el enorme consuelo de pensar que no se nos va a
juzgar por nuestras traiciones, codicias, cobardías y asesinatos.
Religión
y política
Es
comprensible que algunos prefieran la religión a cualquier otra cosa, sobre
todo quienes tienen un bagaje nacionalista (Bosnia, Irlanda del Norte). Hay
muchas pruebas que demuestran que los hombres se envuelven en objetivos
sublimes, en la pureza y en la nobleza de un pretencioso ámbito espiritual para
fingirse ignorantes de lo que sus manos hacen.
Religiones
Todas
las grandes religiones -cristianismo, budismo, judaísmo, Islam- contemplan que
el hombre será juzgado después de morir y muestran visible predilección por la
imagen de un enfrentamiento entre el Acusador y el Defensor. A veces hay una
balanza en la que sopesar los pecados y las buenas acciones. En el budismo
tibetano el juez es el Maestro de la Muerte y para dar su veredicto se ayuda de
guijarros: los negros que pone en la balanza el Acusador y los blancos que pone
el Defensor. Todas las religiones reconocen que nuestros actos no mueren; en el
budismo, esto recibe el nombre de karma.
Después
de culminar todo
Considerándose
profeta del nihilismo europeo, Nietzsche se refería con orgullo a «nosotros los nihilistas» y definía lo
que sería «la forma más evidente de
nihilismo». Seria «considerar
necesariamente falsa toda creencia y convicción, por la sencilla razón de que
no existe un mundo verdadero». Lo consideraba «un pensamiento divino». Para
su maestro y profesor Schopenhauer, reservaba el epíteto de «decadente».
Seguramente
no le agradaría mucho el uso que se ha dado a sus obras desde que murió. Al fin
y al cabo, lo que valoraba era la valentía. Y hoy hace falta mucha valentía
para disentir de sus opiniones.
Pobre
Schopenhauer
¿Por
qué ha de surgir siempre el nombre de este filósofo en cuanto hay que buscarle
pedigrí al nihilismo europeo? No se lo merece, siquiera sea por el lugar que su
filosofía asignaba a la santidad y al arte.
Hasta
donde le influía la religión asiática, la liberación significaba para él
deshacerse de la carga del karma. Sólo en la sabiduría de café se identifica el
Nirvana con la nada. Según Schopenhauer, no era posible expresar el Nirvana en
el lenguaje del Samsara, del mundo ilusorio: implicaba todo lo contrario.
Eje
vertical
Arriba
y abajo. Es posible extrañarse de la imagen de la Ascensión contenida en el
Nuevo Testamento, pero el eje vertical impera por doquier en el mundo no
corpóreo. Así, el Hades subterráneo de los griegos y el Sheol de los judíos. En
Dante, el Infierno está abajo, el Purgatorio algo más arriba y el Paraíso
encima; en el Libro de los Muertos tibetano, el Bardo, estadio intermedio
posterior a la muerte, permite ascender a encamaciones mejores o descender a
encamaciones inferiores.
Predicción
En
su obra Tres diálogos, de 1900,
Vladímir Soloviov alude a una secta rusa de adoradores de agujeros. Practicaban
un orificio en la pared de una choza y le rezaban: « ¡Oh, santo agujero!»
Una
cita (de La huida de Lot, de
Aleksander Wat)
«Balzac, Stendhal, generaciones de novelistas
que dejaron al descubierto las lamentables bambalinas de las motivaciones y los
actos humanos, que sacaron a la luz todas las pruebas de la degradación de la
naturaleza humana, hasta lo más profundo de los sueños del hombre» meditaba
Lot, el personaje central de la novela de Wat, asustándose. Sentía una innata
admiración por todo lo bien ejecutado, lo bien escrito, lo de adecuado calibre.
Y sentía un temor aún mayor al darse cuenta de que a nadie le interesaba ya el
«qué» sino únicamente el «cómo», de que nos hemos vuelto
indiferentes al contenido y no nos hace reaccionar la forma sino tan sólo la
técnica, la eficiencia técnica en sí.
ABC Cultural 03/12/1998,
Página 6
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