lunes, 20 de febrero de 2017

"El discreto encanto del nihilismo" de Czeslaw Milosz

Primero
PRIMERO, una parte de la aristocracia cultivando la literatura y el arte, elegante, liberada de las supersticiones más bastas. E Iglesias llenas de gente piadosa, del olor de su incienso y de sus oraciones. Llegarían a una mentalidad común. Tardarían ciento cincuenta años.
Opio para el pueblo
La religión, opio para el pueblo. Prometía una recompensa en la vida postrera a quienes padecían dolor, humillación, enfermedad y servidumbre. Y ahora estamos presenciando una transformación. Verdadero opio para el pueblo es creer que no hay nada después de la muerte, el enorme consuelo de pensar que no se nos va a juzgar por nuestras traiciones, codicias, cobardías y asesinatos.
Religión y política
Es comprensible que algunos prefieran la religión a cualquier otra cosa, sobre todo quienes tienen un bagaje nacionalista (Bosnia, Irlanda del Norte). Hay muchas pruebas que demuestran que los hombres se envuelven en objetivos sublimes, en la pureza y en la nobleza de un pretencioso ámbito espiritual para fingirse ignorantes de lo que sus manos hacen.
Religiones
Todas las grandes religiones -cristianismo, budismo, judaísmo, Islam- contemplan que el hombre será juzgado después de morir y muestran visible predilección por la imagen de un enfrentamiento entre el Acusador y el Defensor. A veces hay una balanza en la que sopesar los pecados y las buenas acciones. En el budismo tibetano el juez es el Maestro de la Muerte y para dar su veredicto se ayuda de guijarros: los negros que pone en la balanza el Acusador y los blancos que pone el Defensor. Todas las religiones reconocen que nuestros actos no mueren; en el budismo, esto recibe el nombre de karma.
Después de culminar todo
Considerándose profeta del nihilismo europeo, Nietzsche se refería con orgullo a «nosotros los nihilistas» y definía lo que sería «la forma más evidente de nihilismo». Seria «considerar necesariamente falsa toda creencia y convicción, por la sencilla razón de que no existe un mundo verdadero». Lo consideraba «un pensamiento divino». Para su maestro y profesor Schopenhauer, reservaba el epíteto de «decadente».
Seguramente no le agradaría mucho el uso que se ha dado a sus obras desde que murió. Al fin y al cabo, lo que valoraba era la valentía. Y hoy hace falta mucha valentía para disentir de sus opiniones.
Pobre Schopenhauer
¿Por qué ha de surgir siempre el nombre de este filósofo en cuanto hay que buscarle pedigrí al nihilismo europeo? No se lo merece, siquiera sea por el lugar que su filosofía asignaba a la santidad y al arte.
Hasta donde le influía la religión asiática, la liberación significaba para él deshacerse de la carga del karma. Sólo en la sabiduría de café se identifica el Nirvana con la nada. Según Schopenhauer, no era posible expresar el Nirvana en el lenguaje del Samsara, del mundo ilusorio: implicaba todo lo contrario.
Eje vertical
Arriba y abajo. Es posible extrañarse de la imagen de la Ascensión contenida en el Nuevo Testamento, pero el eje vertical impera por doquier en el mundo no corpóreo. Así, el Hades subterráneo de los griegos y el Sheol de los judíos. En Dante, el Infierno está abajo, el Purgatorio algo más arriba y el Paraíso encima; en el Libro de los Muertos tibetano, el Bardo, estadio intermedio posterior a la muerte, permite ascender a encamaciones mejores o descender a encamaciones inferiores.
Predicción
En su obra Tres diálogos, de 1900, Vladímir Soloviov alude a una secta rusa de adoradores de agujeros. Practicaban un orificio en la pared de una choza y le rezaban: « ¡Oh, santo agujero!»
Una cita (de La huida de Lot, de Aleksander Wat)
«Balzac, Stendhal, generaciones de novelistas que dejaron al descubierto las lamentables bambalinas de las motivaciones y los actos humanos, que sacaron a la luz todas las pruebas de la degradación de la naturaleza humana, hasta lo más profundo de los sueños del hombre» meditaba Lot, el personaje central de la novela de Wat, asustándose. Sentía una innata admiración por todo lo bien ejecutado, lo bien escrito, lo de adecuado calibre. Y sentía un temor aún mayor al darse cuenta de que a nadie le interesaba ya el «qué» sino únicamente el «cómo», de que nos hemos vuelto indiferentes al contenido y no nos hace reaccionar la forma sino tan sólo la técnica, la eficiencia técnica en sí.
ABC Cultural 03/12/1998, Página 6

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