miércoles, 15 de febrero de 2017

Antonio Villanova sobre «El pensamiento cautivo» de Czeslaw Milosz en 1954


La letra y el espíritu
«El pensamiento cautivo», de Czeslaw Milosz
PESE a la exuberante profusión de testimonios documentales y alegatos sensacionalistas que se han publicado en estos últimos años en torno al régimen soviético, no creo que exista un estudio tan revelador de su verdadera esencia como el libro magistral del poeta polaco Czeslaw Milosz, titulado «El pensamiento cautivo. Ensayo sobre las logocracias populares» (La pensée captive. Essai sur les logocraties populaires) que con un prólogo del gran pensador Karl Jaspers, ha publicado hace pocos meses la editorial Gallimard (París, 1953.) En las páginas de este libro tremendo y sobrecogedor, que analiza con la más fría lucidez las condiciones en que se desenvuelve la vida intelectual en los países de la Europa oriental sometidos al dominio soviético, encontramos por vez primera una exposición documentada y veraz de la tragedia espiritual del escritor sometido al engranaje implacable de la ortodoxia marxista y un estudio sereno y objetivo de las razones que fatalmente determinan su adhesión al sistema y la consiguiente aniquilación de su libre talento creador. Libro doloroso y amargo que es tanto como una acusación y una protesta, la historia de una experiencia vivida y el proceso de una tremenda lucha interior entre la rebelión y la duda en la que se debate nada menos que el problema de la íntima libertad del hombre. Libro, además, hiriente y sobrecogedor por cuanto no es fruto de la hostilidad tendenciosa de un antagonista sectario une da rienda suelto al resentimiento y el odio, ni de la amarga decepción de un fanático converso que después de abjurar de la ortodoxia del partido se sienta obligado a retractarse de sus antiguos errores, sino del análisis lucido y frío de un espíritu inteligente y escéptico que se limita a la exposición serena de los hechos y que aquilata los argumentos del contrario a la luz de la más pura razón.
Milosz no es, en efecto, un comunista converso, sino que pertenece al grupo, muy numeroso, de los intelectuales de izquierda que militaron en las filas de la resistencia durante la ocupación nazi y que a partir del momento en que su patria cayó bajo la dependencia directa de Moscú, se esforzaron en hacer acto de obediencia y adhesión al nuevo régimen con la ilusoria esperanza de conservar su independencia y libertad sin hacer profesión de fe comunista ni someterse a la estricta disciplina del partido. Aunque desde 1946 a 1950 estuvo como diplomático al servicio del Gobierno de Varsovia, no llegó nunca a ser miembro del partido, si bien accedió a formar parte como agregado cultural en el extranjero del aparato de propaganda del Gobierno comunista polaco. Sólo en 1950, cuando se exigió, por fin, a los escritores y artistas de Polonia una adhesión sin reservas al realismo socialista, adhesión que implicaba una total aceptación de la ortodoxia marxista, llevó a cabo su definitiva ruptura con el nuevo régimen. Las razones materiales y externas, así como literarias e ideológicas que le indujeron a mantener a lo largo de cinco años su aparente adhesión a un régimen político cuyo inflexible dogmatismo repugnaba profundamente a sus convicciones más íntimas, constituyen, en realidad, el tema único de este libro que explica con la más dolorosa e hiriente lucidez el angustioso proceso de desengaños, renunciaciones y dudas que preceden, en la mayor parte de los casos a la abdicación de la libertad.
Su obra, que es fruto de la inteligencia y no de la pasión, se reduce deliberadamente a una minuciosa exposición de los hechos, a un análisis descriptivo de las situaciones y a una interpretación de los problemas que de ellas se derivan cuya lucidez objetiva, de la que extrae su fuerza, tiene tanto de introspección como de observación. El hecho de que el autor se haya negado a prestar una adhesión sin reservas a los principios del realismo socialista rehusando al propio tiempo su adhesión incondicional a la ortodoxia filosófica del materialismo dialéctico marxista, no sólo procede de una resistencia sentimental y afectiva para abdicar de su libertad de espíritu, sino de un largo proceso de análisis y reflexión durante el cual el autor, en diálogo consigo mismo y con los demás, sometió a un examen riguroso e implacable cada uno de los principios del marxismo staliniano. El valor excepcional de esta obra, su extraordinaria trascendencia como documento histórico estriba en que el autor ha sido capaz de reconstruir con la más despiadada y lúcida objetividad, el estado de espíritu que precede a este angustioso diálogo y los más sutiles aspectos del proceso mental que en la mayor parte de los casos conduce a la sumisión forzosa a las doctrinas del método. Por vez primera se ofrece al lector del occidente europeo un testimonio riguroso y verídico de los métodos persuasivos de la dialéctica marxista para la captación de los intelectuales del otro lado del telón de acero. Por vez primera se expone el sistema coherente de doctrinas contradictorias, inaceptables y absurdas en que se basa el proceso de captación y se analiza de manera completa y rigurosa el cuadro de opiniones e ideas vigente entre los intelectuales soviéticos del oriente europeo. Estamos, pues, ante la revelación de un mundo nuevo limitado deliberadamente a la situación del escritor, al círculo más refinado y selecto de la «inteligentzia» soviética, en el que la lucha dialéctica y el juego de ideas adquiere su máxima intensidad y dramatismo. Y la novedad mayor que nos ofrece este mundo aún en el caso de un espíritu desengañado y escéptico, como el de Milosz, capaz de sopesar los argumentos en pro y en contra de sus principios, es su absoluta y firme convicción del carácter periclitado y caduco de la civilización del Occidente europea, su total incomprensión de lo que constituye su genio y su grandeza, su incapacidad casi biológica para comprender su libérrima interpretación de la vida, de la ciencia y del arte. Aún en el caso personal de Milosz, que no ha vacilado en sacrificar su obra de poeta para conservar su independencia y libertad de espíritu, es perceptible esta visión fatalista y negativa del mundo de Occidente. De ahí procede precisamente el enorme interés de este libro, cuya prodigiosa riqueza de sugerencias e ideas merecería un comentario mucho más amplio, pero que me atrevo a recomendar muy especialmente a nuestros lectores en la absoluta certeza de que no les ha de dejar defraudados.
 Destino. Año XVIII, Núm. 889 (21 agosto 1954) p. 23

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