... Harvey Cox, y la “teología de la muerte de Dios” (¡¡!!), Teilhard de Chardin y su evolucionismo cósmico al “punto omega”, Rahner y su teología del “cristiano anónimo”, Bulthmann y su estudio de los evangelios desde el Kerygma... cristianismo sociologizado, psicoanalizado, reducido a ética y -por fin- secularizado... muchos años han tenido que pasar, para, con cierta perspectiva, seamos conscientes de “ciertas cosas” que desde el interior de la propia Iglesia se difundieron décadas atrás. Para intentar explicar -¡y criticar!- tales asuntos y no aburrir (especialmente a quienes no tengáis mucho interés por estos temas) os dejo aquí, una “joya” que allá en 1966 escribió en su libro De la seriedad de las cosas el, probablemente, mayor teólogo católico del siglo XX: Hans-Urs von Balthasar. A leer y a disfrutar.
El benévolo comisario: Camarada cristiano, ¿puedes escanciarme de una vez vino claro sobre lo que pasa con vosotros los cristianos? ¿Queréis aún realmente algo en nuestro mundo? ¿En que veis la justificación de vuestra existencia? ¿Cual es vuestra misión?
El cristiano: Por lo pronto somos hombres como los demás, que cooperamos en la obra de construir el futuro.
El comisario: Lo primero lo creo, y lo segundo lo quiero esperar.
El cristiano: Sí, desde fecha muy reciente estamos “abiertos al mundo” y algunos de nosotros se han “convertido” seriamente “al mundo”,
El comisario: Eso me parece una sospechosa habladuría de curas. Mucho más bonito, fuera, en efecto, que vosotros, “hombres como los demás”, os convirtierais de una vez a una existencia digna del hombre. Así pues, al grano. ¿Por qué sois aún cristianos?
El cristiano: Hoy día somos cristianos mayores de edad; pensamos y obramos por propia responsabilidad moral.
El comisario: Lo primero quisiera esperarlo, pues os las dais de hombres. Pero ¿creéis en algo especial?
El cristiano: Eso tiene poca importancia; lo que importa es la palabra de la época, el acento se pone hoy en el amor al prójimo. El que ama a su prójimo, ama a Dios.
El comisario: En caso de que existiera; pero como no existe, no lo amáis.
El cristiano: Lo amamos implícitamente inobjetivamente.
El comisario: ¡Hola! Vuestra fe no tiene objeto. ¡Adelante! La cosa se va aclarando.
El cristiano: Pero ¡no es tan sencillo, eh! Nosotros creemos en Cristo.
El comisario: Algo he oído hablar de él, Pero parece que se sabe históricamente de él terriblemente poco.
El cristiano: ¡De acuerdo! Prácticamente nada. Por eso creemos menos en el Jesús histórico que en el Cristo del kerygma.
El comisario: ¿Qué palabra es esa? ¿Chino?
El cristiano: Es griego. Significa la predicación del mensaje. Nos sentimos afectados por el acontecimiento verbal del mensaje de la fe.
El comisario: ¿Y qué hay al cabo en ese mensaje?
El cristiano: Depende de cómo es afectado uno por él. A uno le puede prometer el perdón de los pecados. Esta fue desde luego la experiencia de la primitiva Iglesia. A ello hubo de ser estimulada por los acontecimientos en torno al Jesús histórico, del que, a la verdad, no sabemos bastante para estar ciertos de que...
El comisario: Y a eso llamáis conversión al mundo. Sois en efecto los mismos oscurantistas de siempre. ¿Y con esa palabrería difusa pensáis colaborar en la construcción del mundo?
El cristiano (jugando su última carta): ¡Tenemos a Teilhard de Chardin! ¡En Polonia produce ya impresión!
El comisario: Eso también lo tenemos nosotros y no necesitamos adquirirlo de vosotros. Pero enhorabuena por fin estáis tan delante también vosotros. Sólo que tenéis que tirar a la calle todos esos cachivaches místicos que no tienen nada que ver con la ciencia. Entonces podremos entablar entre nosotros diálogo sobre la evolución. En el resto de historias no me meto. Si vosotros mismos sabéis tan poca cosa de ellas, ya no sois peligrosos. Y os ahorráis una bala. En Siberia tenemos campamentos muy útiles, allí podéis demostrar vuestro amor a los hombres y trabajar activamente en la evolución. Y ahí sacaréis más que en vuestras cátedras alemanas.
El cristiano (algo desilusionado): Usted desconoce la dinámica escatológica del cristianismo. Nosotros preparamos el advenimiento del reino de Dios. Nosotros somos la verdadera revolución universal. Egalité, liberté, fraternité: esta es originariamente nuestra causa.
El comisario: La lástima es que otros hubieron de dar la batalla por vosotros. Pasada la refriega, no es difícil patrocinar la causa. Vuestro cristianismo no merece un tiro de pólvora.
El cristiano: ¡Usted está ya con nosotros! Sé quien es usted. Usted es sincero, usted es un cristiano anónimo.
El comisario: No se propase joven. También yo sé ahora bastante. Os habéis liquidados a vosotros mismos y nos hacéis ahora la persecución ¡A otra cosa!
El benévolo comisario: Camarada cristiano, ¿puedes escanciarme de una vez vino claro sobre lo que pasa con vosotros los cristianos? ¿Queréis aún realmente algo en nuestro mundo? ¿En que veis la justificación de vuestra existencia? ¿Cual es vuestra misión?
El cristiano: Por lo pronto somos hombres como los demás, que cooperamos en la obra de construir el futuro.
El comisario: Lo primero lo creo, y lo segundo lo quiero esperar.
El cristiano: Sí, desde fecha muy reciente estamos “abiertos al mundo” y algunos de nosotros se han “convertido” seriamente “al mundo”,
El comisario: Eso me parece una sospechosa habladuría de curas. Mucho más bonito, fuera, en efecto, que vosotros, “hombres como los demás”, os convirtierais de una vez a una existencia digna del hombre. Así pues, al grano. ¿Por qué sois aún cristianos?
El cristiano: Hoy día somos cristianos mayores de edad; pensamos y obramos por propia responsabilidad moral.
El comisario: Lo primero quisiera esperarlo, pues os las dais de hombres. Pero ¿creéis en algo especial?
El cristiano: Eso tiene poca importancia; lo que importa es la palabra de la época, el acento se pone hoy en el amor al prójimo. El que ama a su prójimo, ama a Dios.
El comisario: En caso de que existiera; pero como no existe, no lo amáis.
El cristiano: Lo amamos implícitamente inobjetivamente.
El comisario: ¡Hola! Vuestra fe no tiene objeto. ¡Adelante! La cosa se va aclarando.
El cristiano: Pero ¡no es tan sencillo, eh! Nosotros creemos en Cristo.
El comisario: Algo he oído hablar de él, Pero parece que se sabe históricamente de él terriblemente poco.
El cristiano: ¡De acuerdo! Prácticamente nada. Por eso creemos menos en el Jesús histórico que en el Cristo del kerygma.
El comisario: ¿Qué palabra es esa? ¿Chino?
El cristiano: Es griego. Significa la predicación del mensaje. Nos sentimos afectados por el acontecimiento verbal del mensaje de la fe.
El comisario: ¿Y qué hay al cabo en ese mensaje?
El cristiano: Depende de cómo es afectado uno por él. A uno le puede prometer el perdón de los pecados. Esta fue desde luego la experiencia de la primitiva Iglesia. A ello hubo de ser estimulada por los acontecimientos en torno al Jesús histórico, del que, a la verdad, no sabemos bastante para estar ciertos de que...
El comisario: Y a eso llamáis conversión al mundo. Sois en efecto los mismos oscurantistas de siempre. ¿Y con esa palabrería difusa pensáis colaborar en la construcción del mundo?
El cristiano (jugando su última carta): ¡Tenemos a Teilhard de Chardin! ¡En Polonia produce ya impresión!
El comisario: Eso también lo tenemos nosotros y no necesitamos adquirirlo de vosotros. Pero enhorabuena por fin estáis tan delante también vosotros. Sólo que tenéis que tirar a la calle todos esos cachivaches místicos que no tienen nada que ver con la ciencia. Entonces podremos entablar entre nosotros diálogo sobre la evolución. En el resto de historias no me meto. Si vosotros mismos sabéis tan poca cosa de ellas, ya no sois peligrosos. Y os ahorráis una bala. En Siberia tenemos campamentos muy útiles, allí podéis demostrar vuestro amor a los hombres y trabajar activamente en la evolución. Y ahí sacaréis más que en vuestras cátedras alemanas.
El cristiano (algo desilusionado): Usted desconoce la dinámica escatológica del cristianismo. Nosotros preparamos el advenimiento del reino de Dios. Nosotros somos la verdadera revolución universal. Egalité, liberté, fraternité: esta es originariamente nuestra causa.
El comisario: La lástima es que otros hubieron de dar la batalla por vosotros. Pasada la refriega, no es difícil patrocinar la causa. Vuestro cristianismo no merece un tiro de pólvora.
El cristiano: ¡Usted está ya con nosotros! Sé quien es usted. Usted es sincero, usted es un cristiano anónimo.
El comisario: No se propase joven. También yo sé ahora bastante. Os habéis liquidados a vosotros mismos y nos hacéis ahora la persecución ¡A otra cosa!
2 comentarios:
No han faltado pensadores (¿teólogos?) que consideraron que el cristianismo lleva un germen de ateísmo, por su inclinación al mundo y a los pobres.
Oportuno recuerdo de Hans Urs von Balthasar. Un texto con poderosa pedagogía.
Saludos, Joaquín.
Muchas gracias. La verdad es que el otro día leyendo libros de ¿teología? de esa época me sorprendía de las burradas que de un punto de vista simplemente intelctual se decían. Por contra von Balthasar aparece, para mi gusto, cada vez más como uno de los más grandes teologos de toda la Historia de la Iglesia.... estaría tentado a decir simplemente de los grandes pensadores, por lo menos del siglo XX...
Publicar un comentario