domingo, 7 de octubre de 2018

Josep Pizà i Vidal entrevista a Cristóbal Serra (S´Esclop, mayo de 2005)


LA ENTREVISTA
CRISTÓBAL Serra (Palma, 1922) es reconocido como uno de los autores más originales de las letras castellanas contemporáneas. Muchos le ha tildado de eremita, clandestino y raro, a pesar que a él no le gusten mucho estos adjetivos; prefiere autodenominarse escritor desviado. Traducido al italiano, al francés, al serbio y al alemán, de su breve e inclasificable obra -la brevedad ha sido una de sus banderas- podemos citar: Péndulo, Viaje a Cotiledonia, Diario de Signos, El asno inverosímil, Las líneas de mi vida, Augurio Hipocampo, Nótulas, La noche oscura de Jonás, Visiones de Catalina de Dülmen, Efigies... Así mismo, gran parte de la producción literaria de Serra se ha compilado en el volumen Ars Quimérica (1957-1996). Gran conocedor de Ramon Llull y de la filosofia oriental, tiene dos títulos universitarios, y ha dedicado parte de su vida a la traducción de la obra de autores como Blake, Lao-Tse, Michaux y Melville.
-¿A dónde cree le ha llevado su ambición literaria?
-Desde un punto de vista materia, no he tenido ninguna. Pero desde que empecé a escribir, ya muy tarde, me propuse expresar todo mi mundo interior. Durante todo este tiempo, he de confesar que he sufrido toda una serie de transformaciones. Soy un escritor un poco proteico -todo escritor lo tendría que ser, es decir, no se debería de estancar. No pretendo que mi literatura sea circunstancial, pero, de alguna manera, no lo es porque hago los libros que en cada momento siento que tengo que escribir; libros que, por otro lado, no son fruto de la erudición ni de tal o cual estudio en particular: son sentidos, tienen un trasfondo lírico e introspectivo.
-¿Qué le ha aportado el pensamiento filosófico oriental? 
-Desde muy joven me han interesado los libros de filosofía. Recuerdo que, al principio, leía más libros de filosofía que de literatura. Entonces, me desencanté con la filosofía occidental y empecé a buscar nuevas respuestas en la filosofía oriental, sobre todo en el taoísmo. Me empecé a interesar más por lo pasivo e intuitivo, que caracteriza a la filosofía oriental, que por lo activo y racional, que caracteriza la filosofía occidental.
-¿Considera que la brevedad, a la hora de escribir, mejora la calidad de la literatura?
-Eso hace referencia a la literatura francesa… hay autores que escriben de manera breve y otros que tienen un exceso verbal. No soy partidario de estos últimos, ni del barroquismo; ni mucho menos del barroco español, que a mi parecer, le ha hecho mucho daño a la literatura en castellano. En general, siempre he creído en una cita que encontré en Confucio: “Los concisos nunca se equivocan”. Para llegar al aforismo, porque soy más sintético que analítico, he desarrollado este estilo más conciso. Todo esto lo he encontrado en la filosofía de Heráclito, en la filosofía oriental y también en la poesía. Como decía un pensador francés, la poesía es una cosa absoluta, y una cosa absoluta es una cosa concisa.  
-¿Qué diferencia a Heráclito del resto de los presocráticos? 
-Para mí, de los fragmentos que nos han llegado de la época de los presocráticos, los de Heráclito son los que tienen una mayor importancia, porque son una revelación interesantísima de aquella época, que indica una tradición mediterránea muy marcada, y también una tradición de la mística. Heráclito es también importante porque descubre la dualidad trágica del mundo. Ha habido muchos dogmáticos que han querido evitar esta dualidad; pero los poetas que quieren llegar al fondo último de las cosas, no lo pueden hacer. Dentro de mí permanece el concepto mediterráneo de la tragedia, que crearon los griegos, y no, como mucha gente cree, Shakespeare.
-¿Cómo ha llegado al aforismo?
-Simplemente porque esta debe de ser mi inclinación natural. En mi ha preponderado más lo sintético que lo analítico. Sin embargo, para mí, no hay aforismo si no hay contenido poético, y por haberlos también debe haber una manera desnuda de decir las cosas. Ahora me vienen a la cabeza los surrealistas franceses, que tienen muy poco aforismo, porque eran hijos del barroquismo. Su manera de escribir tiene mucho de oropel. Por eso les gustaba Góngora.
-Se dice que sus libros cuchichean...
-Imagínate a unes viejecitas que van al confesionario a contar sus pecados y cuatro cosas misteriosas más a su confesor. Pues yo escribo así, igualmente como si cuchicheara mis pecados y mis cosas misteriosas a un confesor hipotético; o también como si mis palabras fueran los rumores y los silencios de las olas del mar. 
-¿De dónde le viene su simpatía por los asnos? 
-Debe ser bastante inteligente, el asno, si le tienen por tan poco inteligente. Te contaré una anécdota al azar –yo creo mucho en el azar, como los surrealistas que me ocurrió a mí. Había terminado la carrera de Lenguas y Culturas Modernas en Valencia. Hecho que coincidió con unas grandes riadas en aquella ciudad. Entre los comercios afectados por el fango, había librerías y muchos libros enfangados que se amontonaban los unos sobre los otros y los vendían como si nada. Entré en una de estas librerías y encontré una edición extraña de los evangelios apócrifos y otro libro titulado El asno. El  dueño de la librería no debía saber qué me vendía, ni yo tampoco qué compraba. Me llevé este asno a casa y resultó ser un libro de las postrimerías de la primera guerra carlista, que lo había escrito un sacerdote muy liberal. Después, durante el reinado de Fernando VII, fue una obra prohibidísima. Le quité el fango, lo arreglé... Este libro me inicio en el tema del asno. Pasado el tiempo, descubrí que Mirabeau, aquel famoso político francés, masón, que había escrito Eroticon Biblion, que también había estado prohibido. Es muy interesante este libro porque cuenta que los hebreos andaban tan locos por los asnos, que se ponían delante de ellos para dejarse abatir… 
-¿En qué lugares podemos encontrar a Ramon LIull en la obra de Tofòl Serra?
-Ramón Llull es un genio, un personaje curioso, especial, que siempre me ha interesado, todo y que no sé hasta qué punto ha podido influir en mi obra. Yo tenía la idea de que toda la historia y la vida de Llull era un completo enigma y que, por otro lado, la habían deformado completamente. Al comenzar a leerlo descubrí su libro Félix que me dejó totalmente fascinado. Hay que tener en cuenta que las obres lulianas son un claro precedente del arte moderno. Además, hizo toda una serie de aforismos que muchos de los surrealistas no ha sido capaces de escribir. Yo los he compilado. Son toda una serie de imágenes confusas, dislocadas. Llull es un genio, no hay duda, pero lo ha convertido simplemente en un filósofo, en un personaje más soso de lo que realmente es.
-He leído ciertas opiniones que le tildan de escritor extraño. ¿Se ve usted así? 
-No. No estoy nada de acuerdo con que me traten por raro porque no lo soy. Un poco desviado sí que lo soy, sí, porque me he desviado de ciertas tradiciones... Por ejemplo, no estoy dentro de la tradición de la literatura mallorquina -si es que propiamente existe dicha literatura- porque tampoco he escrito en mallorquín: lo he hecho en castellano. Tengo unas raíces mediterráneas indudables y me siento unido a todo lo que es mediterráneo; pero, al mismo tiempo, no estoy unido al clasicismo, antes al contrario. También estoy bastante divorciado de la tradición española. Si se la sigue, se ha de escribir como Quevedo o Cervantes. Y yo no escribo ni como el uno ni como el otro.  Simplemente escribo a mi manera. 
-¿Qué le ha aportado a usted la literatura francesa?
-Soy un admirador porque dentro de la literatura francés no hace falta comer el menú, hay mucha diversidad y se puede comer a la carta, tiene mucho repertorio, mucho por escoger; por el contrario, la literatura española es una literatura de menú, en la que hay un interés por imponer siempre los mismos autores. 
-¿Creé que podemos encontrar poesía en sus libros?  
-Sí; creo que hay una cierta poesía en mis libros, porque con todo y que no me he declarado poeta, escribo sin embargo de una manera desnuda y sincera. La poesía puede estar escondida en muchos sitios. Un canto rodado tiene mucha poesía, y un huevo -que es lo más hermético que hay hasta que hace eclosión...- y la sensación de ir a pescar y sacar un pez del mar... Queremos etiquetar y yo ya no creo en géneros. Ese concepto está anticuado. La modernidad se caracteriza por desdibujar unas fronteras tan marcadas, tan precisas, entre los géneros. Los criterios absolutos dentro de la literatura chocan con esta manera abierta que tengo yo de interpretar el mundo que me rodea. Hoy lo que hay son testimonios personales. La literatura se ha vuelto más subjetiva y más personal. 
-¿Cómo tiene que ser un “buen escritor”? 
-Tiene que ser un excelente escritor. Y si lo ha de ser, en mi opinión debe de escribir poco. Eso no quiere decir que no pueda haber excepciones; como, por ejemplo, Víctor Hugo, que escribió mucho y dejó obras geniales. Balzac, por el contrario, era un gran novelista pero no fue un escritor tan grande como podría haberlo sido. Esto mismo sirve para Dickens y Llorenç Villalonga que, todo y que no son unos excelentes escritores, son extraordinarios novelistas. 
Josep Pizà i Vidal, S´Esclop, nº 21, mayo de 2005, pp. 12-14
Traducción de Don Cógito

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