miércoles, 17 de octubre de 2018

Entrevista de Juan Pedro Quiñonero a Catherine Camus, hija de Albert Camus (ABC, 28 de abril de 1998)


Catherine Camus: «Mi padre decía que lo mejor de él venía de su sangre española»

Alianza Editorial publica los dos primeros tomos de las obras completas del escritor francés
Cuando su padre recibió el premio Nobel, Catherine Camus, todavía niña, le preguntó, gritando, si es que había un premio para los «acróbatas». Treinta y nueve años más tarde, Catherine todavía se ríe como una niña, y ha heredado de su padre la pasión por el Mediterráneo, España, la fraternidad y un gusto muy profundo por las cosas y las artes de la vida, para confesar, riendo, que se siente «condenada» a estar «sentada en un despacho». Sin embargo, estos días celebra que, tras diez años de insistencia, se publiquen las obras completas de su padre en español, gracias a Alianza Editorial, que ya ha lanzado los dos primeros tomos.
Con un pudor y una ternura que también recuerdan a su padre, Catherine Camus considera necesario traducir al español palabras tan presuntamente simples como «caída», por temor, aparente, a que el interlocutor no entienda, no recuerde u olvide, el título de un libro paterno. Cuando el interlocutor inicia la despedida, temiendo estar importunando, intentando respetar la intimidad apenas violada con una conversación convencional, ella todavía toma la palabra, y habla: «Llevo más de diez años intentando que se publiquen en España las obras completas de mi padre. Porque él amaba a España. Yo amo a España. Él hubiera sido muy feliz al ver que una editorial española, como hace ahora Alianza, publicaba sus obras completas».
Y el diálogo con Catherine Camus se transforma en un apresurado viaje a las fuentes bautismales de una pasión que no cesa.
«Un artista, ante todo»
-¿Cómo explica usted el interés siempre creciente por la obra de su padre?
-No lo sé. (Risas). No tengo opinión. (Dudas). Me cuesta mucho trabajo comprenderlo. Pero me parece bien evidente. Yo me ocupo de su obra. Es muy difícil. Quizá sea una defensa, por mi parte, porque Albert Camus continúa siendo mi padre. Intelectualmente, lo sé, sin embargo, es una evidencia. Y, quizá, me digo, ese interés reposa en las preguntas que se hizo mi padre. Y que todo el mundo se hace. Sea cual sea su cultura o civilización. Los ecos que llegan, de todo el mundo, me hablan de una especie de fraternidad.
-En la biografía de Olivier Todd, usted es, siempre, una niña, que ríe mucho. Hoy, la escucho, y habla usted con la misma entonación que yo había «escuchado» leyendo ese libro, cuando usted aparece, como un ángel, sonriente, siempre.
-(Risas) Gracias.
-¿Tiene usted una opinión puramente intelectual de Albert Camus?
-No tengo. No puedo dar una opinión puramente «técnica». Lea o relea cualquier libro, no me siento capaz de analizar. Me limito a entrar en el libro y sentirlo, como una pasión.
-¿Cuál es el libro de su padre que ha tenido más importancia en su propia formación?
- «La caída». No me pida que le explique por qué.
-Para usted, Albert Camus ¿es su padre, un novelista, un autor de teatro, un ensayista?
-Ante todo, es un artista. No me gustan los calificativos. Creo que ser un artista es la única condición que él reivindicaba. Modestamente. Evitando cualquier vanidad. Él fue un artista intentando crear obras de arte al mismo tiempo que era imprescindible continuar siendo solidario con todos los hombres.
Premios para acróbatas
-Si no recuerdo mal lo que cuentan los biógrafos de su padre, el día que le dieron el premio Nobel, usted le preguntó: «¿Es que hay un premio para los acróbatas?»
-Es verdad. Yo quería ser acróbata. No lo conseguí. Continúo, siempre, atada a este despacho. (Risas).
-Pero, ¿cuál es la relación entre los acróbatas y los artistas?
-Los acróbatas también son artistas. Para mí, por lo menos. Ellos también desencadenan una emoción. Crean algo con su propio cuerpo. Ellos también realizan grandes obras de arte, con su propia carne y sus emociones.
-Si la entiendo bien, para usted, más allá de la reflexión intelectual, la obra de su padre es, más bien, una pasión...
-Sí. Así lo pienso. Mi visión de la obra de arte coincide, también, con esa visión. Hablando de España, por ejemplo, cuando leí «La Regenta», para mí fue el descubrimiento de una pasión. Una pasión creada con amor y con fuerza.
Español, por amor
-Usted habla español bastante bien, ¿cuándo y cómo lo aprendió?
-Nunca aprendí a hablar español... (Risas). Hablo mejor el inglés que el español. Cuando era pequeña, mi familia materna vivía en Orán. Y allí había muchos, muchos españoles. Y cuando deseaban aislarse, cuando deseaban que alguien no comprendiera lo que pensaban o discutían, entre ellos, entonces hablaban sólo español. Para una niña, como yo, era evidente que debía hacer lo imposible por entender lo que ellos hablaban. Más tarde, tuve amigos españoles. Luego, descubrí que me gustaba la lengua. Nunca la he estudiado con la cabeza, como se hace en la escuela. Lo he hecho, por amor.
-Su padre ¿fue un europeo o un mediterráneo?
-Fue un europeo mediterráneo. Él decía que si Europa daba la espalda al Mediterráneo, todo se vendría abajo.
-Pero, ¿no hay algo de trágico en la condición de europeo mediterráneo?
-En su caso, para él, sin duda. Europa, Francia incluida, daba la espalda, por aquellos años, a su latinidad mediterránea.
-¿Hay un mensaje mediterráneo de Albert Camus?
-La medida... lo que él llamaba el «pensamiento del mediodía»... Para mí, se trata de intentar no rechazar nada de lo que nos trae la vida... es decir, estar, presente, de pie, al mediodía, sabiendo que la desgracia existe, y los humillados, y que también existe la belleza.
-Hay algo trágico y contradictorio en esa misión del «pensamiento del mediodía» y la noción apolínea de «medida».
«Sólo aceptó una medalla»
-La vida misma es una contradicción. Si se llega a ser capaz de estar de pie, haciendo frente, afrontando, esas contradicciones, quizá sea posible hacerlas cohabitar, para construir algo nuevo.
-Su padre, ¿llegó a resolver sus propias contradicciones?
-Me temo que nadie llega, jamás. Quizá, sin embargo, creo que él fue capaz, por lo menos, de no negar, y asumir, sus contradicciones. Otros, prefieren negarlas y van derechos a la muerte.
-¿Cuál fue el papel que pudo jugar España en la vida y la obra de Albert Camus, más allá del de su visión global del Mediterráneo?
-Mi padre decía que él tenía sangre española, que lo mejor que había en él venía de su sangre española. Mi padre adoraba España. Hubo la España de Franco. Y mi padre sentía horror por Franco. Dimitió de su puesto en la Unesco, cuando ésta aceptó el ingreso de la España de Franco. Sus amigos fueron viejos republicanos, que le dieron la única medalla que él acepto. Su primer texto estuvo consagrado a la revuelta de Asturias. Por mi parte, mi primer contacto con España data de mi infancia, en Orán, con mi familia. Mucho más tarde, desde hace diez años, he intentado que sus obras se publiquen íntegramente en España, sencillamente, porque Albert Camus amaba hondamente a España.

Juan Pedro Quiñonero, ABC, 28 de abril de 1998, p.61

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