lunes, 10 de septiembre de 2018

Carta de Juan Eduardo Cirlot a Juan Perucho (ABC Literario, 6 de junio de 1997)


«HALLÉ QUE EL ESPÍRITU DE LA ABSTRACCIÓN HA EXISTIDO SIEMPRE»
«Siempre he creído mucho en mí, menos por confiar en mi talento que por pagarlo con sangre»
A raíz de la gran exposición sobre Juan Eduardo Cirlot celebrada en el IVAM valenciano en septiembre de 1996 y muy especialmente de la reciente (y esperadísima) reedición de su «Diccionario de símbolos» (Siruela), menudean los libros sobre el gran poeta y crítico de arte. Juan Perucho, que lo conoció en los años sesenta, conservó algunos poemas en catalán y varias cartas referentes a sus puntos de vista estéticos que no han sido incluidas en el epistolario publicado por Quadems Crema. ABC Cultural publica una de estas cartas inéditas, que iluminan tanto la posición del crítico hacia la abstracción como su independencia y su radical soledad

Sr. D. Juan Perucho
Av. República Argentina, 248
Ciudad
Mi querido amigo:
HOY viernes, a la una y media estaba en Destino, con Luján (que me ha dado la alegría de decirme que cuenta conmigo para colaborar en una próxima etapa de la revista: haría algo de simbología) y naturalmente he visto tu artículo.
¿Qué decirte? ¿Qué es excesivo?¿Que me valoras demasiado? ¿Para qué mentir? Siempre he creído mucho en mí mismo, menos por confiar en mi talento, que por pagarlo a precio de sangre (pues mis grandes torturas han sido han sido las que me han abierto nuevas puertas de comprensión). Por ello no dejo de agradecerte, al revés, te agradezco más aún -y quiero que tengas este testimonio escrito- tu amistad, tu admiración y tu solidaridad, que no serían cosas posibles si no fueras un hermano mío en el reino de lo espiritual, en que cada vez creo más firme y extrañamente.
En especial te agradezco una frase, por rebasar lo intelectual (entrega total y responsable). Es decir, no sé si responsable, pero sí consciente y apasionada.
Recibe un fuerte abrazo de tu amigo,
Eduardo
Barcelona, 29. 7.1966.
P.D. Escribí a Luis Marsans (Av. VaIvidriera, 14) que le mandara el Gaudí. Sólo Dios sabe si hará. En ese libro he buscado «nuevo» por la ideología de la de formación de Gaudí (sus maestros ¿qué opinaban? y por el espíritu dominante: Haeckel, el fundador de la morfología, o al menos un investigador preclaro de ella. Gaudí rebosa Haeckel).
EL ESPÍRITU ABSTRACTO DESDE LA PRE-HISTORIA AL MEDIEVO es un obra pensada por mí desde hacía años, y posiblemente la primera idea me fue sugerida por una obra de Herbert Kühn sobre arte europeo del mismo período (incluyendo figuración y abstracción), pero en el que se trataba ya con cierta valoración muy afirmativa lo no figurativo o las figuraciones muy «primitivas». Otro origen del libro fue mi amistad con el Dr. Marius Schneider, simbólogo, quien negaba licitud al término «ornamental» para referirse al arte abstracto (o decorativo) de los tiempos pasados, hallando que siempre se trataba de «ritmos simbólicos». De otro lado, cabía invertir la actitud de los que llaman decorativa a la pintura abstracta y considerar lo decorativo como abstracción. Máxime cuando el término «decorativo» no expresa nunca ni tema, ni sentido, ni calidad, sino sólo situación de una obra pictórica o escultórica en relación con un objeto o con una arquitectura. Tan decorativo es un capitel abstracto (lacerías, encestados) como un capitel figurativo, con la Epifanía, por ejemplo. Esto me parece evidente.
Luego hallé que el espíritu de la abstracción ha existido siempre, si bien ha tenido periodos y lugares de predilección (ciertas pinturas prehistóricas, los grabados del neolítico -como el de la cubierta del libro-, el ornamentalismo céltico-germano. Más tarde el trío del arte irlandés de los siglo VII-IX (monástico), viquingo de igual época (señorial y guerrero) e islámico (impuesto por un concepto del mundo como «espejismo» y por la prohibición de representar seres reales). Hallé que la abstracción, en las otras culturas (Egipto, Grecia, Roma) se refugiaba en la arquitectura, en la composición (alineamientos de relieves egipcios, cánones, etc.) y que también pasaba a ocupar un vigor secundario (aquí sí cabría aplicar lo decorativo peyorativamente cuando servía de simple marco -como en los vasos griegos- a las figuras). Culturas estáticas, las clásicas, valoraron el humanismo, la figura, la acción y su imagen. Culturas nómadas las otras (prehistóricas, escitas, germánicas, viquingos, arábigas) valoraron el ritmo lineal, la estela de la nave en el mar. Durante la Edad Media (ésta es su grandeza) se creó un arte de síntesis de: 1) humanismo clásico, 2) orientalismo hierático; y 3) dinamismo ornamental y abstracto nórdico. Se ve en los tímpanos, arquivoltas, etc., románicos y en las tracerías góticas. Se produce en toda la Edad Media un proceso de interferencia de esa abstracción y las figuras, por eso son siempre relativamente abstractas. El Renacimiento significa el resurgir total, radical, de lo grecorromano y entonces adviene un eclipse del sentimiento abstracto (que se refugia en la ornamentación barroca y rococó) y reaparece en el siglo XX, en las fantasías de Goya y Lucas primero. Luego en el Modernismo (hay dibujos de Beardsley abstractos) y en Gustave Moreau. Después, la historia es conocida: expresionismo, Churlianis, Kandinsky, etc.
REPRODUCCIONES PARA EL ARTICULO
Las que quieras, pero, si preguntaras te aconsejarla las págs. 27 (Grabado en piedra), 33 (Mas-d'Azil), 88 (bronce celta), 107 (Id. viquingo) o los cotejos de págs. 24-126 (Bizancio- van Doesburg).
Respecto a leer, te ruego veas la comparación (y distingo) entre lo irlandés, viquingo e islámico (final pág. 119 y p. 120).
Juan Eduardo CIRLOT
ABC Literario, 6 de junio de 1997, pp. 16-17

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