Premio Nobel de Literatura 1980
MIŁOSZ: «EN EL CATOLICISMO RADICA LA
PROMESA DE LA ORIGINALIDAD CULTURAL POLACA»
Roma. (De nuestro corresponsal.)
Hace unos días, en Varsovia, veía las primeras imágenes de Miłosz que la
televisión polaca transmitía en 30 años. El poeta recibía en Estocolmo el
Premio Nobel de literatura. Pocas fechas antes se habían impreso en Varsovia
dos ediciones de una antología poética. Hubo gente que hizo cola toda una noche
para poder adquirir, a la mañana siguiente, un ejemplar del pequeño libro.
Una afortunada circunstancia me
permite —ya en Roma— coincidir con Czesław Miłosz en casa de amigos comunes.
Viene de Estocolmo y saldrá para Estados Unidos —en donde reside— dentro de
unos días. Me pregunta por la situación que ha dejado en Polonia: desde 1951, Miłosz
vive fuera del país, pero dedicado plenamente a temas polacos en su cátedra de
Lenguas Eslavas en la Universidad de Berkeley.
Tiene un extraordinario sentido del
humor. La conversación es fácil. Lo difícil es conseguir su permiso para
publicar nuestro diálogo. Al final, accede a responder sólo a cinco preguntas.
Estas son las preguntas y sus respuestas:
Marcas históricas
—
¿Qué aspectos de su obra y de los trabajos, por ejemplo, de Gombrowicz,
Penderecki, Zanussi, etc., son más importantes para la cultura europea y por
qué?
—La
literatura, la música, el teatro, la pintura y el cine polacos están marcados
por experiencias históricas trágicas y complejas. Y no tengo presente sólo el siglo
XX. El crítico polaco Stanisław Brzozowski decía que existe el «historicismo
polaco», es decir, el modo específicamente polaco de apasionarse por el enigma
de la historia. A este aspecto hemos de añadir además la búsqueda de modos de
expresión más modernos. El conjunto forma una apariencia similar a lo que se ve
en Occidente, pero distinto en su sustancia.
—Durante
treinta años de su vida ha transcurrido fuera de su país. ¿Cuáles son hoy sus
relaciones con la cultura polaca?
—No
he intentado siquiera escribir nunca en otra lengua que no fuera mi lengua
madre, porque hacerlo habría significado cambiar mi personalidad. El lenguaje
era mi patria. El exilio favorece el retorno al pasado, pero no sólo el pasado
determinado por los datos civiles. Ese pasado pueden ser siglos de cultura de
un determinado país y, en mi caso, del Gran Principado Lituano y del Reino de
Polonia. ¿Mi relación con los actuales acontecimientos polacos? El sentido de
amistad y de fraternidad hacia todos los que han roto las filas y han
protestado contra la mentira convertida en modo de vivir.
Modas
—Catolicismo
y Polonia: ¿Cómo ve usted emparentados estos dos conceptos?
—Pienso
que el catolicismo, incluso con un número mucho menor de fíeles, será en
Polonia el terreno —o por lo menos el trasfondo— del que nacerá cualquier
empresa intelectual, y que precisamente en el catolicismo está radicada la
promesa de la originalidad cultural de Polonia.
—La
mitad de su vida ha transcurrido en Occidente. ¿Cuál es su juicio sobre nuestra
cultura?
—He
sido testigo de la total sumisión de los intelectuales occidentales a toda clase
de modas presentes en su ambiente. Nadie les obligaba —con amenazas de cárcel—
a elogiar los sistemas totalitarios. Ellos mismos, por propia voluntad,
escribían tonterías contra cualquier persona que tenía el valor de pensar de
modo diverso al de ellos. He elegido ser profesor de Literatura Eslava
principalmente porque no era adorador de sus ídolos, tanto si llevaban el
nombre de Marx, como de Freud, como de Lacan.
Joaquín
Navarro Valls.
ABC Sevilla.
MIERCOLES 31 DE DICIEMBRE DE 1980. PAG. 31
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