¿Cuánto
tiempo hace que no se patea una obra de teatro en Madrid?
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El escritor recibe hoy en Alcalá de Henares de manos del Rey el premio literario
hispánico más importante.
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Nació en Langa (Ávila) en 1930, es licenciado en Derecho, Filosofía y Letras y
graduado en Periodismo.
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Es el Cervantes número 26 desde que fuera concedido en 1976 al vallisoletano
Jorge Guillén.
-Jiménez
Lozano comenzó a publicar tarde y no sé si también a escribir tarde de tanto
que había leído. Comparaba lo que había leído y lo que había escrito y tenía
sus prevenciones.
-Bueno,
eso es inevitable. Yo no creo en los escritores analfabetos. Tampoco creo en
los escritores hechos de la nada. La genialidad pues a lo mejor existe, pero
creo que se nutre primero de los demás y de lo que ha habido detrás de él. Un
autor es la cultura que ha recibido, sus estudios, sus lecturas. lo es su vida,
sus amigos, sus enemigos, las culturas de fuera que ha visto, las de otros
tiempos que le han llegado por los libros... El substrato del yo del autor
tiene que tener oído, vista... Tiene que ser fiel, aunque eso cuesta un poco,
porque uno tiende a ponerse en medio.
-Por
uno de sus libros de relatos, El grano de maíz rojo, recibió el Premio
Nacional de la Crítica. Entonces dijo que se había sentido más impresionado por
las opiniones que hicieron de este libro los alumnos de un instituto que las
del jurado que le concedió aquel premio.
-El
jurado de un premio se supone, naturalmente, que son hombres de literatura y
que tienden a ver la literatura de alguna manera profesional, mientras que el
escritor no piensa, o no debería pensar en esas cosas. Sólo en decir para
llegar, a quien sea, a alguien. Entonces, la gente que no tiene por delante un
esquema pues no mete las cosas en un esquema. Los que no tienen una sabiduría
de la técnica literaria tampoco piensan en ello. Entonces nos dicen si huele a
tierra mojada, si les llega al corazón, si han visto a los personajes. Y eso, al fin y al cabo, es lo que importa.
-El
viaje de Jonás, es una de sus novelas inspiradas en historias bíblicas. Jonás
viajó en el vientre de una ballena y usted fábula sobre ello convirtiéndolo en
un libro, una novela de aventuras.
-Desde
luego. El viaje de Jonás tiene más aventuras que el de Simbad el marino, no
cabe duda. Es una fábula en la que Jonás sería un hombre de su tiempo pero
también un hombre de hoy. Hay algunos anacronismos, evidentemente, pero son
guiños irónicos... es una fábula, un cuento, sí.
-Jonás,
como si fuera un personaje de Julio Verne, hace un viaje submarino de muchas
leguas.
-Sí,
es una historia bíblica transfigurada. Aquí Jonás tiene una mujer de la que no
se habla para nada en la Biblia, y hay sus cosas entre ellos y hasta unos
cuantos guiños a la modernidad. Incluso lo de la ballena, pues está la ironía
de si eso era o no una máquina.
-Una
ballena que podría ser un submarino. También la Biblia está llena de
aventureros como Jonás, de héroes como David, de máscaras, de mitos... Como en
las películas de ciencia ficción.
-Pues
como son los hombres, claro. Los hombres siempre han querido conocer lo
desconocido y hacer lo imposible. San Agustín decía que confiaría en los
hombres muy poco, pero que confiaría mientras tuvieran miedo a la muerte y amor
a lo desconocido. Cuando uno no tiene apetito de nada es que está más muerto
que vivo. Y no hay aventuras, claro.
-Siente
una gran admiración por la obra de Américo Castro. Ha profundizado en la idea
de la España como solar de las tres culturas, ahí está la Guía espiritual de
Castilla o Judíos, moriscos y conversos. ¿Tiene ya respuesta para esa pregunta
que le sugiere el interior de la ermita mozárabe de San Baudelio, en Soria?
¿Qué hace una palmera en un sitio de clima tan riguroso?
-No,
no hay respuesta. Es difícil encontrar una respuesta en sentido científico y
riguroso. Lo que puede haber son barruntos, hay una poliglesia, es decir, una
iglesia metida dentro de otra... hay tanta materialidad oriental que
evidentemente hay que pensar en eso a veces... Piensa uno hasta en las
iglesitas etíopes ¿no? Pero, naturalmente, tampoco mi misión es la del
historiador del arte y tener que buscar los hilos o los engranajes que conectan
unas cosas con otras sino algo así como hacer reflexiones o guiños y bueno
-
Que sirven en todo caso para entender España y su historia de una manera
diferente a como nos la han contado.
-
Sí, sin duda ninguna. Al menos no de la manera tan plana como se ha venido
enseñando. Hoy día, es verdad, ya nadie niega la presencia de esas dos etnias o
gentes de distinta Ley entre nosotros, la importancia decisiva de su cultura...
hoy ya nadie lo niega, que luego cada cual lo vea como le parezca. Lo que puede
hacerse es tratar de mostrar los parentescos ¿no?
-Usted
en sus obras y desde mucho tiempo atrás habla de la necesidad de encontrar una
actitud de tolerancia, de comprensión sincera hacia el otro. Con esas
convicciones no es difícil imaginar qué es lo que piensa de los nacionalismos.
-Mira,
la tolerancia es una cosa elemental para que exista una sociedad mínimamente
civilizada, no es una cosa que haya que conquistar, es que si no hay tolerancia
no hay sociedad. Los individuos y los grupos somos distintos y puesto que
tenemos algo en común, que es la humanidad pues, en nombre esa humanidad, yo te
voy a aguantar a ti para que tú me aguantes a mí… de modo que esto es la base
de una sociedad mínimamente civilizada. La libertad es un paso mucho más allá.
Esa diferencia de individuos y grupos se convierte en riqueza y se convierte en
construcción en común, precisamente los nacionalismos... bueno, pues es como
colocarse en el centro del mundo... y esto unido a cuestiones religiosas, otras
veces sin ellas pues ha dado muchos quebraderos de cabeza y yo creo que nos los
va a dar mucho más
-Jiménez
Lozano, ciudadano de España, y por lo tanto europeo.
-Claro,
normal. Yo soy incapaz de pensar en castellano o en leonés o en abulense. No
soy capaz, me siento español y por lo tanto europeo se diga lo que se diga, los
españoles hemos hecho Europa como el que más, hemos tenido universidad,
municipios, latín y gallinas… como los demás europeos por lo tanto no tenemos
que entrar ni que salir de Europa... pero siento mi cultura y mi cultura es la
misma que la de los alemanes y la de los ingleses y que los franceses... con
pequeñísimas diferencias. Claro, ya plantarme yo una cultura castellana o una
actitud espiritual diferente a León ya sería el colmo. Ahora, otra cosa es la
reivindicación política de una organización comunidad de tipo político, eso yo
no sé quién tendrá razón... sus razones habrá de un lado o de otro me he puesto
a pensar en una cosa o en otra...
-También
Américo Castro se interrogaba por las causas de la violencia fratricida en
España... Desde luego no parece que el acuerdo o el sentido común nos
caracterice como pueblo.
-No,
no...Que haya discusiones públicas en una democracia va de suyo, es lo normal.
Lo raro es que no las haya ¿no? Y que las haya agrias a mí eso me parece que es
normal. Lo malo es cuando adquieren un matiz político ideológico y nos
recuerdan cosas e incluso se invocan cosas... eso me parece que nadie tiene
derecho a hacerlo. Ahora lo otro, cada uno defiende lo que creé justo o lo que
es suyo y por eso no hay que crisparse.
-Pero
el consenso, el acuerdo, no tiene ahora buena prensa. No está de moda.
-Bueno,
te diría que sí y que no. Yo creo que vivimos uno de los tiempos más
conformistas que ha habido, a la gente le parece casi todo bien. ¿Cuánto hace
que no se patea una obra de teatro en Madrid...? ¿no sé? muchísimos años y uno
pues está viendo la televisión media hora y veo cinco personas que dicen lo
contrario y las cinco son aplaudidas... Uno no sabe si es por cortesía o porque
le da igual una cosa que otra. La democracia es un consenso evidentemente... Es
un consenso inicial, un consenso primordial que da sentido a la convivencia, en
cuanto al consenso entre los individuos no veo por qué tiene que tener ni buena
ni mala prensa, es una cosa que se conquista mediante la razón y yo no creo que
haya ninguna otra posibilidad de conquistarlo... es algo que si queremos llegar
a algún sitio deberemos de practicar. Es lo que hace la insignia de los
cuáqueros ¿no?
-¿Qué
hacen los cuáqueros?
-Pues
ponen dos borricos atados con dos montones de heno a cada lado y uno tira por
un lado y el otro por otro y ven que no pueden, entonces, después de varios
intentos hacen como que piensan y lleva el heno primero a uno y luego al otro
borrico... pues quizás todo el consenso sea eso.
-Nunca,
ni siquiera ahora que es Premio Cervantes, ha estado obsesionado con la
difusión de su obra. Siempre ha hecho la distinción entre tener público y tener
lectores. Que evidentemente no es lo mismo, aunque haya quien lo confunda.
-Eso
es así por muchos o pocos libros que se vendan. Un lector es alguien que
necesita un libro. El público es alguien que puede leer un libro, pero le da
igual uno que otro. Pero todos tenemos nuestros amigos y nuestra longitud de onda
en el mundo del espíritu, por lo tanto algunos libros no tienen que entrar en
ciertas casas, y al revés. El lector siempre tiene ese vínculo entre lo que lee
y su mundo. Y así se eligen los libros. Lo otro es un poco saltar y leer con la
mejor intención y hasta puede encontrarse de repente con algo que le llegue al
alma. Pero es distinto. No hay esa relación. Antes no ocurría ni con el
vestido, ahora la producción en masa también lo ha liquidado un poco. Antes la
gente quería y buscaba su chaqueta. Los antiguos decían que una moda como debe
ser tenía que tener cincuenta años. Y estaba muy bien. Para los toros desde
luego eso no es mala mecida
-Deben
de ser las noches muy largas en este pueblecito de Alcazarén.
-No
creas, no son tan largas. Bueno algo más que en la ciudad sí. Yo estoy aquí
pero no por una acción horaciana de huir del mundo. El mundo se lleva dentro.
Conocí a un hombre, buena persona, que se fue a vivir de ermitaño haciéndose una
cabaña junto a una carretera general y un motel, o sea que era curioso aquello
(risas). Para ser ermitaño se necesitan muchos kilos de vida dentro. Muchos.
Carlos Blanco, Miércoles
23/04/03 El Día de Valladolid, p.2-3.
Fotografía Jesús Luque.