Polaco y filósofo es uno de los apoyos que el movimiento democrático tiene
en el exterior
Kołakowski: “En Polonia, el comunismo jamás ha conseguido imponer el
sistema totalitario en su forma más perfecta”
JOSEP RAMONEDA
Estamos
en una auténtica feria de la palabra. No cesamos de arrojarnos palabras unos
contra otros. Y ya nada quiere decir nada. Todo son palabras viejas que poco
tienen que ver con las gentes y las cosas nuevas.
-Pero
esto puede ser bueno...
-Sí,
posiblemente. A condición de que salgan ideas nuevas.
Leszek
Kołakowski[1], 53
años, polaco, filósofo, es uno de los apoyos que el movimiento democrático de
Polonia tiene en el exterior. Profesor de Filosofía de la Universidad de
Varsovia, se formó en el marxismo institucional de los años cincuenta y su
reacción crítica ante la pobreza de la doctrina oficial le hizo jugar un papel
importante en el «octubre polaco» de 1956. Como filósofo, su marxismo crítico
se abrió paulatinamente a nuevas influencias: la huella del Kantismo, del
Liberalismo y del Existencialismo se irán dejando sentir en un proceso de
moralización del discurso. Los años sesenta fueron para Kołakowski los que
determinaron el exilio. Expulsado del partido y de su cátedra en la Universidad
de Varsovia, empezó en Montreal un peregrinaje por distintas universidades
extranjeras. Siempre con la vista puesta en el acontecer de su país. Su obra
escrita hará que se le reconozca como uno de los más fértiles herejes del
marxismo. De entre sus textos, quizás los más divulgados entre nosotros seán
El racionalismo como ideología y El hombre sin alternativa.
En la quietud del College de Oxford
Hoy,
en la quietud del All Souls College de Oxford, donde los estudiantes circulan
en bicicleta para que el ruido no distraiga el estudio, Kołakowski, cuya mirada
plácida pero profunda y potente no concuerda con un aire cansino de vejez
prematura que arrastra su cuerpo, asegura que estos recintos de una de las
universidades más tradicionales no son insensibles a los cambios del mundo.
-Sí,
también aquí se vive el profundo desasosiego ideológico que hay en todas
partes.
Por
la ventana de su espacioso pero frío despacho (la austeridad es norma en
Oxford) sólo entra silencio. El césped del patio central está meticulosamente
recortado por un jardinero que debe aspirar, como todos, a que el suyo sea el
mejor tapiz de Oxford. Y sin más, como queriéndome convencer de que el mundanal
ruido está cerca, Kołakowski se pone a hablar de Polonia. Quizá, para él, una
de las pocas esperanzas para salir del desconcierto, para acabar con la feria
del lenguaje.
-En
este momento la cuestión que mucha gente se plantea es la siguiente: en Polonia
ha habido algunos cambios como consecuencia del importante movimiento
huelguístico, ¿estos cambios son verdaderamente importantes? ¿Qué límites
tienen?
-Bien, en mi
opinión -y creo que es un criterio muy compartido- en Polonia se han producido
los hechos más importantes en toda la historia de la resistencia social en los
países comunistas europeos después de la Guerra. ¿Por qué? Porque por primera
vez los obreros de un país del Este han demostrado no solamente que se pueden
organizar admirablemente, que son capaces de mantener la más absoluta
disciplina en su acción, sin dar el menor pretexto a la utilización de la
fuerza por el Gobierno, sino que, además, han alcanzado la conciencia clara de
que la catástrofe económica en la que Polonia se estaba precipitando en los
últimos años no puede ser evitada sin cambios políticos profundos. Es lo que la
oposición democrática antitotalitaria ha venido preconizando desde hace muchos
años: no hay maniobra puramente económica capaz de restablecer la situación en
nuestro país. Son necesarios profundos cambios políticos en sentido democrático
que den a la población cauces para intervenir en las cosas públicas de manera
que se acabe de una vez con el reino de la mentira que preside hoy en día la política
oficial polaca: que se dé a la gente información verdadera y honesta. Lo que se
está dibujando, por tanto, es un movimiento de reconstrucción en el interior de
un sistema que en principio es totalitario, pero que es ineficazmente
totalitario.
Comparación con los últimos años de Franco
-¿Ineficazmente
totalitario?
-Sí, usted puede
entender perfectamente lo que quiero decir con ello: la comparación con los
últimos años de Franco se impone, ¿verdad? Era también un sistema totalitario
que había dejado de funcionar, que estaba lleno de debilidades, que había
perdido toda eficacia. Quiero añadir, además, que muchos de mis amigos de la
oposición democrática polaca se están interesando por el proceso pacífico que
España ha vivido de transición de un sistema totalitario a un sistema
democrático, porque aunque la analogía fácilmente sería abusiva, sin duda se
pueden aprender muchas enseñanzas de su experiencia. Aunque, repito, los casos
son muy distintos. No olvide que nosotros finalmente, no somos un país
soberano. Tenemos un Estado, lo cual es muy importante, pero estamos a la
sombra eterna del imperialismo soviético.
-¿Eterna?
-Es una
expresión. No quiero decir que dure eternamente: la palabra no es exacta.
Simplemente quiero decir que desde la guerra estamos bajo la sombra constante,
bajo la amenaza constante del imperialismo soviético.
-Por
un lado es evidente que los cambios políticos que los trabajadores polacos
reivindican no son los que se han producido hasta ahora...
-¡Ah!, por
supuesto, es evidente que no. Los trabajadores en ningún momento han pedido
cambios personales. Cuando empezaron a sustituir a los dirigentes más odiosos,
los trabajadores dijeron: «este no es nuestro problema». Poco importa el nombre
de los que ocupan los despachos. No se trata de que se reemplace a un
secretarlo por otro. Lo que pedimos son cambios institucionales, y no un
movimiento de carrusel en los niveles superiores del aparato político.
Salida política del actual conflicto
-Toda
posible salida política del actual conflicto plantea problemas importantes: de
un lado, la cuestión del socialismo; del otro, la Unión Soviética...
-Mire usted, no
se puede utilizar la palabra socialismo sin definirla, porque finalmente cada
cual le pone el contenido que quiere. Para la Europa del Este, el socialismo es
el sovietismo, a saber, un sistema de opresión, totalitario en intención. Es
decir, un sistema que tiene una tendencia innata a destruir completamente toda
forma de lo que se llama tradicionalmente la sociedad civil, la cristalización
orgánica de la sociedad independientemente del Estado. Esto es lo que el
totalitarismo intenta destruir a todo precio. No deja otras formas de vida
social que aquellas que han sido impuestas por el Estado. En Polonia, el
comunismo jamás ha conseguido imponer el sistema totalitario en su forma
perfecta. Por lo menos dos instituciones han mantenido una existencia sin
dejarse estatizar...
-La
Iglesia y...
-El campesinado.
El campesino no ha sido una fuerza política, pero es una clase muy extensa que
se ha mantenido económicamente independiente del Estado. Por tanto, desde este
punto de vista se ha mantenido un cierto pluralismo económico. Por otra parte,
el pluralismo cultural y político en cierta medida, Jamás ha dejado de existir,
a pesar de todas las persecuciones, gracias, fundamentalmente, a la Iglesia,
que ha sido la gran fuerza no nacionalizada y que ahora emerge como la única
autoridad moral reconocida en todo el país. En consecuencia, lo que quiero señalar
es que en Polonia ha habido las condiciones para la reconstrucción de la
sociedad civil en situación mucho más ventajosa que en los otros países en que
el totalitarismo ha operado de una manera mucho más eficaz. La reconstrucción
de unos sindicatos obreros independientes del Estado es evidentemente una contribución
fundamental. Y no la única. Porque las victorias que se han conseguido han
impulsado cambios en otros terrenos: hay un movimiento cultural bastante fuerte
en la perspectiva de construir instituciones culturales independientes y
conseguir, si no la abolición, por lo menos una limitación importante de la
censura.
Dudas sobre las victorias
-¿Estas
victorias usted las da como definitivamente conseguidas?
-Este es el
problema, sin duda. No creo que sea necesario que señale que hay una tendencia
muy fuerte en el aparato del partido (sin hablar de la Policía Secreta que
tiene un poder de primer orden en el país) que hará todo lo posible para
reducir a la nada estas conquistas, para que las nuevas instituciones queden en
una ficción de papel. Es, por tanto, difícil de prever lo que va a pasar. El
mantenimiento de lo que se ha conseguido depende exclusivamente de la presión
continuada que haga la sociedad. El Gobierno y el aparato del partido están sin
duda en una situación precaria. Han tenido que hacer concesiones muy a pesar
suyo. Que no pueden revocarlas inmediatamente, porque la presión continúa.
Parece que son conscientes de que una grave situación económica exige un clima
de cooperación con la población, un clima de confianza que había sido
completamente destruido por los gobernantes polacos. El equipo que gobernaba
Polonia últimamente había perdido toda su credibilidad: nadie les creía,
incluso cuando por casualidad decían la verdad. Había un justificado clima de
desconfianza y de hostilidad que bacía imposible cualquier maniobra económica.
Todo estaba paralizado: no sólo por los enormes errores de planificación que el
Gobierno ha cometido, sino también por mi sentimiento de inmovilidad general.
El Gobierno sabe que no puede salir del desastre sin recuperar un cierto grado
de legitimidad. Pero, de otra parte, no quiere perder las riendas del poder. Es
difícil prever, hasta dónde se llegará, pero todo depende de la presión
pacifica...
La hipótesis de la invasión
-Y
de la paciencia del Kremlin. Porque la invasión es una hipótesis que no se
puede descartar...
-Desgraciadamente,
no. Ciertamente la invasión sería inmediata en dos casos: que el Partido
perdiera totalmente el control de la situación o que los dirigentes del partido
siguieran la onda del movimiento sindical y de alguna forma asumieran los
presupuestos de éste...
-Lo
que hizo Dubček en Checoslovaquia…
-Sí. Pero hasta
el momento presente ninguna de las dos hipótesis se ha dado. Por consiguiente,
yo estoy seguro de que están inquietos, pero no creo que la situación haya ido
tan lejos como para que se arriesguen a invadir. En fin, son especulaciones. No
estamos en sus cabezas.
-El
problema es que el fantasma de la invasión reduce enormemente las posibilidades
de salida política del movimiento, porque finalmente se sabe que hay unos
límites que no se pueden pasar, de lo contrario entrarán los tanques...
-Los polacos son
muy conscientes de que este movimiento de resistencia tiene que desarrollarse
dentro de unos límites. Nosotros solos no tenemos medios para reconquistar la independencia o para acabar con la dictadura comunista. En este momento, no
podemos pensar en ello. Pero lo que podamos conseguir dentro de este sistema es
importante. Somos conscientes de nuestra situación, todos sabemos que «el
gran hermano» está allí con sus tanques: hay que ser prudentes. Pero quiero
decir algo muy importante: nosotros no conocemos «a
priori» los límites de lo que este sistema puede digerir. No hay una línea
que no se pueda pasar. Hay que probar. Hay que ir avanzando paso a paso, sin
romper nada, pero sin pararse, mientras se pueda seguir avanzando. Si
renunciamos de antemano estamos perdidos. Antes de estos últimos
acontecimientos, ya hemos tenido en Polonia algunas experiencias insólitas en
el mundo comunista. Había, por ejemplo, más de treinta publicaciones
periódicas, consideradas ilegales por el gobierno, pero que de una u otra forma
circulaban, a pesar de las detenciones, procesos, etc. Ha habido grupos de
oposición abierta, con portavoces que daban la cara. Hay cursos universitarios
paralelos, en las casas privadas, sobre los temas que en los centros oficiales
son particularmente falseados: la historia, la economía política, etc. La misma
existencia de la Iglesia independiente del Estado era ya una afrenta para el
sistema. En las categorías de totalitarismo esto no podía ser, pero de
cualquier forma era. ¿Los sindicatos obreros, es demasiado? ¿Por qué? Ya
veremos. Lo que no se puede hacer es renunciar antes de probar.
El papel de los poderes occidentales
-Los
polacos, no creo que puedan esperar tampoco gran cosa de los poderes
occidentales...
-No. En todos
los países del Este que han sido incorporados forzosamente al imperio soviético
hay un sentimiento profundo de que la Europa del Este fue vendida en Yalta. Y
por tanto no esperamos gran cosa de Occidente. Sabemos que los gobiernos
occidentales tienen miedo de cualquier movilización en los países del Este
porque temen que desestabilice la situación, que provoque riesgos en el sistema
de seguridad europea. En consecuencia, actúan con pánico. Lo único que hacen es
conceder algunos créditos a los gobiernos del Este para que puedan solventar
sus dificultades. Y creo que es una política errónea, a corto plazo. Los países
occidentales no pueden prever estas crisis, lo único que saben es que se
producirán periódicamente mientras entre los ciudadanos del este se mantenga la
convicción de que han sido arrancados de su medio histórico natural para ser
Incorporados a la fuerza a un Imperio nuevo. Estas crisis se reproducirán en
condiciones que nadie controla y con consecuencias que nadie puede prever. De
forma que se ha convertido en una zona peligrosa, potencialmente explosiva. El
Oeste no puede hacer nada por cambiar esto: sería importante que tuviesen una
perspectiva estratégica sobre el tema. Y no la tienen.
-Incluso
la izquierda europea no parece muy cómoda con estos movimientos.
-En absoluto.
Sin hablar de los comunistas para los que es demasiado desagradable tener que
pronunciarse sobre estos acontecimientos. Y lo hacen en los términos más vagos
posibles. Incluso el movimiento socialista democrático se siente incómodo: no
saben qué hacer con todo esto. Declaran su solidaridad con los obreros, pero no
tienen ninguna idea estratégica de cómo reaccionar ante acontecimientos de este
tipo. ¿Cómo se podría cambiar este sistema de seguridad europea, que ha hecho
posible que Europa no tuviera guerra en los últimos treinta y cinco años, a
cambio de que todo un sector de Europa se sienta sometida a un poder extraño?
El significado de la palabra socialismo
-Desde
mediados del siglo pasado los obreros han luchado con la perspectiva del
socialismo, después de Checoeslovaquia, después de Polonia, ¿el socialismo ha
desaparecido del horizonte?
-Una vez más
depende de la significación de la palabra socialismo. Y no hay ninguna
significación universalmente admitida. Es cierto, que en ningún país la idea
del socialismo ha sido tan desacreditada, tan cubierta de porquería, como en
los países comunistas. Si se echa una mirada al movimiento socialista europeo,
yo no diría nunca que los valores sobre los que se construyó a partir de los
años treinta del siglo XIX la idea del socialismo hayan muerto. Hay en la
tradición socialista ideas y valores que siguen siendo válidos. Pero no creo
que estas ideas en el momento en que estamos, en el desasosiego ideológico en
que nos encontramos, sean suficientes para precisar lo que puede y debe ser una
sociedad socialista y democrática real. Se repiten viejos eslogans que cada día
tienen menos sentido. Si se opera con la oposición rígida clásica capitalismo/socialismo,
comodas antítesis totalmente distintas e irreconciliables, como hacen los
comunistas y algunos socialistas, llegamos necesariamente a la conclusión de
que hay que construir una sociedad que no será la continuación de la sociedad
existente sino su negación total. Lo que conduce a la idea totalitaria. Si
socialismo quiere decir economía sin dinero, sin mercado, con todo
nacionalizado, equivale a sistema totalitario. La nacionalización total quiere
decir la nacionalización de los individuos: hacer de todos los hombres una
propiedad del Estado. Si el socialismo es esto, lo rechazo totalmente.
Yo creo que el
socialismo es un conjunto de valores que sólo se pueden realizar a partir de
compromisos. Creo que es una fantasía izquierdista decir que tendremos una
sociedad en que todo será planificado y todo será espontáneo a la vez, que
habrá la planificación total y la libertad absoluta. Esto no lo veremos nunca:
es imposible.
La Iglesia y el viaje del Papa
-El
papel de la Iglesia católica: ¿El viaje del Papa ha sido tan importante como se
dice...?
-Ha sido muy importante
en el plano psicológico: fue una demostración escandalosamente clara de quién
era el «dueño de las almas» en Polonia. Fue
la pérdida total de la autoridad del partido. Se vio que en el país la
autoridad moral estaba en otra parte. Y esto ha sido muy importante. La Iglesia
católica polaca ha sido criticada muchas veces por su conservadurismo. Y es
cierto que históricamente ha habido cierta ambigüedad. Por una parte, puesto
que la conciencia católica y la conciencia nacional se han identificado durante
muchos años, la Iglesia ha sido especialmente en el período de la partición de
Polonia, una de las fuerzas que más ha contribuido a conservar la conciencia
nacional. De otra parte, ciertamente ha mantenido largo tiempo estructuras de
pensamiento muy osificadas. A veces pienso que quizá si no hubiera sido tan
rígida hubiera tenido mayores dificultades para cumplir esta importante misión
de mantener viva la conciencia nacional. Después de la guerra se produjeron
cambios significativos en la Iglesia: cambios que la han hecho mucho más
abierta tanto en el terreno social como filosófico, mucho más sensible a los
problemas actuales. Como usted sabe los obispos polacos jugaron un papel
considerable en el Concilio. Ahora, la Iglesia es una fuerza central en la
conciencia de los polacos.
-Pero
ciertamente el talante conservador y moralmente rígido que Juan Pablo II ha
dado a su pontificado, hace que para muchos resulte sospechoso su papel
respecto a Polonia...
-Quizás el
conservadurismo que se le atribuye sea sobre todo en el terreno sexual:
matrimonio, divorcio, aborto, etc. No creo que en estas cuestiones diga nada
nuevo ni diferente respecto a lo que ha dicho la Iglesia hasta ahora: hay aquí
cuestiones teológicas sobre las que no voy a opinar porque no soy competente.
Pero creo que el Papa se ha mostrado mucho más sensible a los problemas
sociales que sus antecesores: comprende el problema gigantesco de la miseria,
de la opresión y de la injusticia, como hemos podido ver en sus viajes a Méjico
y Brasil.
-La
cuestión del «contagio»: ¿hay para la Unión
Soviética un peligro real de que los acontecimientos de Polonia produzcan
efectos sobre los otros países del Este?
-No creo que
esto pueda acontecer de inmediato, como aplicación directa de la experiencia
polaca. Pero a largo plazo habrá repercusiones: se ha demostrado a todo el
mundo que un movimiento obrero en un país comunista puede organizarse, puede
llevar a cabo movilizaciones importantes y puede arrancar concesiones
significativas. Por consiguiente, se ha abierto un camino...
La Tercera Guerra Mundial
-Den
Xiao Ping ha dicho a Oriana Fallaci que la Tercera Guerra Mundial es inevitable
a causa del expansionismo soviético. ¿Está usted de acuerdo con esta
apreciación?
-No. Es decir, no creo que la guerra sea inevitable, aunque, desgraciadamente, es posible. Yo diría que el expansionismo soviético hace la guerra más probable. Pero los soviéticos no están locos: no quieren la guerra mundial. Creen que pueden ir conquistando regiones del mundo una a una, a medida que se vaya debilitando la resistencia occidental. El peligro es que hagan cálculos falsos. Es lo que pasó con Hitler: después de haber conquistado Austria y Checoeslovaquia sin grandes consecuencias, tenía razones para creer que podía hacerse también con Polonia sin que tuviera que pasar nada especial: calculó mal, esta vez los otros países reaccionaron. Los soviéticos pueden calcular mal también. Y entonces sería la guerra. En consecuencia, la manifestación de una cierta voluntad de resistencia por parte de Occidente sería una contribución a la paz.
-Hoy
se está hablando más del imperialismo soviético que del imperialismo
americano...
-Porque éste es
un imperialismo a la defensiva.
El
noticiario universal, 18 de octubre 1980,
pp. 8-9.
[1] (1) La editora
española «Alianza Editorial» tiene previsto publicar en breve uno de sus
trabajos filosóficos.
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