jueves, 16 de enero de 2025

“Un premio es gratuito, no un concurso de méritos” Entrevista a José Jiménez Lozano (Luis García, Diario de Ávila [El Argonauta], 23 de febrero 2003, pp. IV.)

La literatura abulense volvió a lo más alto del panorama internacional con la concesión del Premio Cervantes a José Jiménez Lozano, un morañego profundo y prolífico que reivindica la práctica de tolerancia y la dignidad como medios para conservar la esperanza en el hombre

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JOSÉ Jiménez Lozano, autor abulense de 72 años, alcanzó la gloria literaria al conseguir el Cervantes 2002 (contra todo pronóstico), uno de los premios más respetados y que más polémicas ha servido en los últimos años. El Cervantes, que distingue la trayectoria literaria de un autor cuya obra esté escrita en lengua castellana, fue instituido en 1976 por el Ministerio de Cultura y entregado en su primera convocatoria a Jorge Guillén. Jiménez lozano, autor de una extensa obra literaria que combina por igual el ensayo con la poesía o la novela, formó parte de una destacada generación de periodistas junto a nombres como Francisco Umbral o Cesar Antonio de los Ríos, y fue Director del Norte de Castilla hasta su jubilación.

Ahora, mientras saborea el éxito del 'Nobel' de las Letras en Castellano, a Jiménez Lozano le llega la noticia de que la Fundación Jorge Guillén ha emprendido la tarea de publicar sus obras completas, lo que hará más accesible la amplia y variada actividad creativa de un autor que ha cultivado todos los géneros literarios y cuya valía como escritor ha sido reconocida con varios galardones de ámbito nacional.

Premio Cervantes 2002.... ¿Lo esperaba?

Pienso que estas cosas no se esperan, ni deben esperarse. Como si no existiesen. Escribir no es una acumulación de méritos, y un premio es gratuito, no un concurso de méritos. Es un honor que se le hace a alguien, debe agradecerlo sencillamente, y tratar de no defraudar lo que significa. Esto es todo.

Porque no cabe duda que ha sido una auténtica sorpresa....

Seguramente, y hasta cierto punto es bastante lógico. No parece que tuviera yo pedigrí extendido en la forma acostumbrada, y con los sellos correspondientes. Pero ya le digo que todo esto es como si no existiera, para mí.

¿No resulta especialmente gratificante sustituir en el puesto a Álvaro Mutis?

No sé si es gratificante el adjetivo más exacto. Es, déjeme repetírselo, todo un honor estar ahí, entre todos esos hombres de letras de tan especial significación. Soy perfectamente consciente.

En palabras de Luis Alberto de Cuenca, Jiménez Lozano es “un escritor castellano viejo...” ¿Cómo se define usted?

No sé muy bien lo que quiere decir esto de castellano viejo. Para Larra era algo horrible; pero para Laín Entralgo, que también dijo algo parecido de mí, y seguramente para Luis Alberto de Cuenca evoca un cierto modo de ser y unas virtudes antiguas asignadas al castellano, y que, más o menos, apuntan a un cierto senequismo. Y yo no me encuentro especialmente senequista, pero se entiende muy bien lo que quieren sugerir tan amablemente. Aunque quizás también quieran aludir a una cierta utilización de la lengua. ¡Ojalá tengan razón! Nada podría satisfacerme más. Por mi parte, sólo le recordaré que en la definición no debe entrar lo definido, y, mucho menos, el definidor. Pascal decía que la civilidad no toleraba hablar de sí mismos; y me parece que está en lo cierto, desde luego.

¿Se considera antes escritor o periodista?

No hay un antes ni un después, lo uno es una profesión, lo otro una elección. Escribir es algo gratuito, hacer periodismo es cumplir con la obligación profesional. Como sería estar en el despacho o en la gasolinera, si el escritor fuera notario o estuviera empleado en una estación de gasolina, como lo estuvo Faulkner.

Ha cultivado la poesía (Elegías menores...), la novela (Los lobeznos, El viaje de Jonás...), las memorias (La luz de una candela…) y el ensayo (Fray Luis de León, Pecado, poder y sociedad en la historia...). ¿En qué género se ha encontrado más a gusto?

No es cuestión de encontrarse a gusto. Si uno se propone contar una historia, tendrá que narrar; si hacer un estudio o desarrollar unas ideas, tendrá que escribir un ensayo o un artículo, y la poesía se presenta como un fulgor, se cae de las manos como decía el maestro fray Luis de León; así que no se decide hacer esto o lo otro. No se escoge, y no resulta ni más fácil ni más difícil hacer lo uno o lo otro; o sale o no sale. Si no sale, se deja, y en paz.

¿Cómo es su relación con la lengua española?

Seguramente como la de usted y la de todos los hombres con respecto a su propia lengua. Pero el lenguaje tiene dos dimensiones, por decirlo así, la una meramente comunicativa, o de lenguaje ahí a la mano, y la otra simbólica, adámica, que trata de nombrar la realidad en todas sus sonoridades interiores. El lenguaje de los afectos, de las esperanzas y las alegrías, o de las confidencias, no es el mismo que el lenguaje instrumental o comunicativo, y se supone, por principio, que el lenguaje literario no es meramente comunicativo.

Un hombre en la raya (por citar un ejemplo) fue calificada por algunos críticos como de “extraordinaria novela, breve pero intensa”. ¿A qué cree que es debido el que no haya conseguido ser un autor de masas?

No creo que mi escritura contenga, ni remotamente, ninguno de los ingredientes normales para atraer a las masas lectoras. Sería bastante necio, si pretendiera ser un autor para esas masas. No tengo nada contra los que lo son; simplemente no es lo mío.

En Teorema de Pitágoras (Seix Barral) ya avanzaba muchos de los problemas de la actualidad (xenofobia, violencia, drogas...). ¿Cree como entonces, cuando la publicó, que aún hay sitio para la esperanza?

¿Cómo no va a haber sitio para la esperanza? Este mundo tiene sus noches, siempre las tuvo, y siempre salió de ellas. Con heridas, desde luego; pero salió, ho importante es querer salir, pero, desde luego, no saldrá mientras no haya un ethos social, un ámbito cultural en el que al hombre sólo se le considere en su propia dignidad y gloria de ser hombre, y me permita serlo a mí, porque sin el otro diferente yo no podré serlo. Y esto no es una cuestión ética fundante, elemental, la convicción no ya sólo intelectual, sino como cosida a los sentimientos y a la carne de que es tan valioso lo que a otro hombre me une porque los dos somos hombres, que as diferencias, por difíciles de aceptar que pueden ser, no tienen la mínima importancia. Él me soporta a mí y yo a él en nuestras diferencias. Esto es la tolerancia, un mínimo de civilidad.

Participó activamente en la puesta en marcha del proyecto Las Edades del Hombre. ¿Qué valoración general hace de su aportación?

Mi aportación fue al proyecto de un amigo, José Velicia, que murió ya. Nunca quisimos otra cosa que mostrar cosas hermosas, Si se logró, ya no hay nada que decir.

¿Qué está escribiendo actualmente José Jiménez Lozano?

Estoy re-escribiendo. Es decir dando otra vuelta a cosas que dormían, mientras poco a poco va avanzando otra narración.

Luis García, Diario de Ávila [El Argonauta], 23 de febrero 2003, pp. IV.

Fotografía de Eduardo Margaretto

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