La literatura abulense volvió a lo más alto del panorama internacional con la concesión del Premio Cervantes a José Jiménez Lozano, un morañego profundo y prolífico que reivindica la práctica de tolerancia y la dignidad como medios para conservar la esperanza en el hombre
***
JOSÉ
Jiménez Lozano, autor abulense de 72 años, alcanzó la gloria literaria al
conseguir el Cervantes 2002 (contra todo pronóstico), uno de los premios más respetados
y que más polémicas ha servido en los últimos años. El Cervantes, que distingue
la trayectoria literaria de un autor cuya obra esté escrita en lengua
castellana, fue instituido en 1976 por el Ministerio de Cultura y entregado en
su primera convocatoria a Jorge Guillén. Jiménez lozano, autor de una extensa
obra literaria que combina por igual el ensayo con la poesía o la novela, formó
parte de una destacada generación de periodistas junto a nombres como Francisco
Umbral o Cesar Antonio de los Ríos, y fue Director del Norte
de Castilla hasta su jubilación.
Ahora,
mientras saborea el éxito del 'Nobel' de las Letras en Castellano, a Jiménez
Lozano le llega la noticia de que la Fundación Jorge Guillén ha emprendido la
tarea de publicar sus obras completas, lo que hará más accesible la amplia y
variada actividad creativa de un autor que ha cultivado todos los géneros
literarios y cuya valía como escritor ha sido reconocida con varios galardones
de ámbito nacional.
Premio
Cervantes 2002.... ¿Lo esperaba?
Pienso
que estas cosas no se esperan, ni deben esperarse. Como si no existiesen.
Escribir no es una acumulación de méritos, y un premio es gratuito, no un
concurso de méritos. Es un honor que se le hace a alguien, debe agradecerlo
sencillamente, y tratar de no defraudar lo que significa. Esto es todo.
Porque no cabe duda que ha sido una
auténtica sorpresa....
Seguramente, y hasta cierto punto es
bastante lógico. No parece que tuviera yo pedigrí extendido en la forma
acostumbrada, y con los sellos correspondientes. Pero ya le digo que todo esto
es como si no existiera, para mí.
¿No
resulta especialmente gratificante sustituir en el puesto a Álvaro Mutis?
No
sé si es gratificante el adjetivo más exacto. Es, déjeme repetírselo, todo un
honor estar ahí, entre todos esos hombres de letras de tan especial significación.
Soy perfectamente consciente.
En
palabras de Luis Alberto de Cuenca, Jiménez Lozano es “un escritor castellano
viejo...” ¿Cómo se define usted?
No
sé muy bien lo que quiere decir esto de castellano viejo. Para Larra era algo
horrible; pero para Laín Entralgo, que también dijo algo parecido de mí, y
seguramente para Luis Alberto de Cuenca evoca un cierto modo de ser y unas
virtudes antiguas asignadas al castellano, y que, más o menos, apuntan a un
cierto senequismo. Y yo no me encuentro especialmente senequista, pero se
entiende muy bien lo que quieren sugerir tan amablemente. Aunque quizás también
quieran aludir a una cierta utilización de la lengua. ¡Ojalá tengan razón! Nada
podría satisfacerme más. Por mi parte, sólo le recordaré que en la definición
no debe entrar lo definido, y, mucho menos, el definidor. Pascal decía que la
civilidad no toleraba hablar de sí mismos; y me parece que está en lo cierto,
desde luego.
¿Se considera antes escritor o
periodista?
No hay un antes ni un después, lo uno es
una profesión, lo otro una elección. Escribir es algo gratuito, hacer
periodismo es cumplir con la obligación profesional. Como sería estar en el
despacho o en la gasolinera, si el escritor fuera notario o estuviera empleado
en una estación de gasolina, como lo estuvo Faulkner.
Ha
cultivado la poesía (Elegías menores...), la novela (Los lobeznos,
El viaje de Jonás...), las memorias (La luz de una candela…) y el
ensayo (Fray Luis de León, Pecado, poder y sociedad en la historia...).
¿En qué género se ha encontrado más a gusto?
No
es cuestión de encontrarse a gusto. Si uno se propone contar una historia,
tendrá que narrar; si hacer un estudio o desarrollar unas ideas, tendrá que
escribir un ensayo o un artículo, y la poesía se presenta como un fulgor, se
cae de las manos como decía el maestro fray Luis de León; así que no se decide
hacer esto o lo otro. No se escoge, y no resulta ni más fácil ni más difícil
hacer lo uno o lo otro; o sale o no sale. Si no sale, se deja, y en paz.
¿Cómo
es su relación con la lengua española?
Seguramente
como la de usted y la de todos los hombres con respecto a su propia lengua.
Pero el lenguaje tiene dos dimensiones, por decirlo así, la una meramente
comunicativa, o de lenguaje ahí a la mano, y la otra simbólica, adámica, que
trata de nombrar la realidad en todas sus sonoridades interiores. El lenguaje
de los afectos, de las esperanzas y las alegrías, o de las confidencias, no es
el mismo que el lenguaje instrumental o comunicativo, y se supone, por
principio, que el lenguaje literario no es meramente comunicativo.
Un
hombre en la raya (por citar un ejemplo)
fue calificada por algunos críticos como de “extraordinaria novela, breve
pero intensa”. ¿A qué cree que es debido el que no haya conseguido ser un
autor de masas?
No
creo que mi escritura contenga, ni remotamente, ninguno de los ingredientes
normales para atraer a las masas lectoras. Sería bastante necio, si pretendiera
ser un autor para esas masas. No tengo nada contra los que lo son; simplemente
no es lo mío.
En
Teorema de Pitágoras (Seix Barral) ya avanzaba muchos de los problemas
de la actualidad (xenofobia, violencia, drogas...). ¿Cree como entonces, cuando
la publicó, que aún hay sitio para la esperanza?
¿Cómo
no va a haber sitio para la esperanza? Este mundo tiene sus noches, siempre las
tuvo, y siempre salió de ellas. Con heridas, desde luego; pero salió, ho
importante es querer salir, pero, desde luego, no saldrá mientras no haya un
ethos social, un ámbito cultural en el que al hombre sólo se le considere en su
propia dignidad y gloria de ser hombre, y me permita serlo a mí, porque sin el
otro diferente yo no podré serlo. Y esto no es una cuestión ética fundante,
elemental, la convicción no ya sólo intelectual, sino como cosida a los
sentimientos y a la carne de que es tan valioso lo que a otro hombre me une
porque los dos somos hombres, que as diferencias, por difíciles de aceptar que
pueden ser, no tienen la mínima importancia. Él me soporta a mí y yo a él en
nuestras diferencias. Esto es la tolerancia, un mínimo de civilidad.
Participó
activamente en la puesta en marcha del proyecto Las Edades del Hombre.
¿Qué valoración general hace de su aportación?
Mi
aportación fue al proyecto de un amigo, José Velicia, que murió ya. Nunca
quisimos otra cosa que mostrar cosas hermosas, Si se logró, ya no hay nada que
decir.
¿Qué
está escribiendo actualmente José Jiménez Lozano?
Estoy
re-escribiendo. Es decir dando otra vuelta a cosas que dormían, mientras poco a
poco va avanzando otra narración.
Luis García, Diario de Ávila [El Argonauta], 23 de febrero 2003, pp. IV.
Fotografía de Eduardo Margaretto
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