lunes, 27 de enero de 2025

"El pensamiento que dinamitó el muro del sistema comunista" por Juan Pedro Quiñonero (ABC, 7 de enero de 1990)

 

Polish History Museum. De izquierda a derecha: Marta Kubišová, Václav Havel, Adam Michnik, Jacek Kuroń, Antoni Macierewicz, Jan Lityński (vía)

EL PENSAMIENTO QUE DINAMITÓ EL MURO DEL SISTEMA COMUNISTA

Revelación de los intelectuales que salen de las catacumbas

París. Juan Pedro Quiñonero

Cuando se acelera el derrumbamiento de los modelos comunistas, Occidente descubre con fruición la obra subterránea de los filósofos, dramaturgos, novelistas, historiadores, que, desde la clandestinidad perseguida policialmente, sentaron los fundamentos morales que han acabado dinamitando el proyecto totalitario.

Durante el medio siglo que el imperio comunista intentó colonizar al planeta con su siempre intacto poder militar, varias generaciones de intelectuales rusos, húngaros, checos, polacos, alemanes orientales, yugoslavos. albaneses, rumanos, tuvieron que luchar contra la policía política de los PC en el poder y contra las mafias intelectuales que impusieron y continúan imponiendo sus criterios estéticos y culturales en Occidente.

El ejemplo clásico de esa doble dictadura es el de todas las víctimas inocentes de la revista «Les Temps Modernes», desde donde Sartre y Merleau-Ponty justificaban el campo de concentración soviético en nombre del «progreso». En su célebre y clásico ensayo La tragedia de Europa central, publicado por vez primera en francés en 1983, Milán Kundera sentó las raíces intelectuales para comprender el verdadero alcance de ese doble proyecto totalitario. Las culturas centroeuropeas, uno de los pilares de nuestra civilización, han estado siendo víctimas de un proyecto de genocidio sin precedentes en la historia de la Humanidad, por su envergadura y ambición planetaria.

Hoy, esa obra que emerge de modo suntuoso, y muy bello, comienza a conseguir un merecido reconocimiento universal. El caso más épico es, sin duda, el del dramaturgo checo Václav Havel, que del calabozo ha sido catapultado a la jefatura del Estado en Praga, mientras los editores de todas las lenguas civilizadas se disputan sus textos. Siendo espectacular, el caso de Havel no es único, con mucho. En Polonia, Adam Michnik, perseguido, odiado por el régimen comunista, ha jugado un papel mayor en el lanzamiento del proceso democrático en Varsovia. En Budapest, figuras como György Konrád son objeto de una constante peregrinación intelectual.

Uno de los grandes especialistas occidentales en problemas culturales de la Mitteleuropa. Timothy Garton Ash, subraya en su último ensayo, imprescindible para abordar estos problemas, Los frutos de la adversidad, hasta qué punto la obra de zapa, solitaria, callada, proscrita de esos pensadores entre otra pléyade que continuaremos descubriendo, está en el origen último del proceso de descomposición moral de los regímenes comunistas.

Sin duda, la trágica catástrofe económica de los modelos socialistas, imponiendo al mismo tiempo la cárcel y la miseria, la prisión y el hambre, ha funcionado como revelador y detonador. Sin embargo, más allá del más primario economicismo, Timothy Garton Ash, como Kundera, hace años, insiste en la dimensión profundamente moral del hundimiento de los modelos comunistas.

Y el mismo Havel, en sus ensayos más conocidos. insiste en esa dimensión decisiva. Los pensadores que han dinamitado los modelos marxistas, con su ejercicio cotidiano de la ética y la palabra, son hombres muy alejados de las modas occidentales, pero radicalmente comprometidos con la reinvención de un modelo moral que el húngaro György Konrád define como «antipolítica». La antipolítica de Konrád está muy cerca de El poder de los sin poder de Havel. Y, en el mismo marco, intentando «definir» la obra de Adam Michnik, Timothy Garton Ash se ve forzado a esta heteróclita relación: «Católico positiva, católico nacionalista, liberal, libertario, neo-conservador...». Por su parte, János Kis se define asimismo como «liberal con vocación social».

Havel ha contado la melancólica historia de ese desencuentro histórico entre la «intelligentzia» de izquierdas occidental y los intelectuales del Este de Europa. Perseguidos en su patria, silenciados en Occidente durante varias décadas, ellos encarnan hoy la esperanza y el destino de los pueblos que aspiran a salir del comunismo. Esa obra ética, moral, espiritual, cultural, en el sentido más noble del término, ha jugado una papel decisivo en el derrumbamiento de los modelos socialistas del Este europeo. Esa obra se instala hoy de modo duradero en el devenir de la historia de nuestra civilización.


Libertad frente a «intelligentsia»

De Vladimir Nabokov a los historiadores libertarios, de Orwell a Czesław Miłosz, de Aron a Koestler, de Octavio Paz a Soltzhenitsin, se han escrito páginas capitales para la historia y la defensa de la libertad. Sin embargo, contra los trágicos testimonios venidos del frío siberiano de la Kolima y el Gulag, la «intelligentsia» socialista occidental lanzaba la patética cortina de humo del silencio, la difamación y la miseria intelectual más rabiosamente agresiva.

Contra los mismos intelectuales intentaron, desesperadamente, ser fieles a sus lenguas natales, y se vieron privados de la melancólica libertad del exilio, las Policías comunistas (política, editorial, social, etcétera) lanzaban los cancerberos y perros guardianes del orden establecido. En los casos más cotidianamente triviales, se trataba de un comisario y de una orden de arresto. En los casos más trágicamente «gloriosos» el policía escribía con el talento de Bertolt Brecht, denunciando a los obreros este-alemanes que se sublevaban pidiendo pan y libertad, antes de ser «normalizados» por los tanques soviéticos.

De esa formidable pesadilla que Milan Kundera considera perfectamente descrita, de modo realista, en la obra de Kafka, el derrumbamiento de los modelos comunistas se escapa y nos increpa, hoy, la obra misteriosa, maldita, proscrita de pensadores que consiguieron salvarse físicamente trabajando como carteros, limpiando suelos, en la cárcel, en los retretes del Comité Central, perseguidos al Este y al Oeste por la Policía y la indiferencia.

Cada uno de estos escritores posee una personalidad propia. Todos tienen algunas cosas en común: para ellos, el marxismo es una tentación policial arcaica y peligrosa, el socialismo en un fracaso miserabilista. Ellos denuncian la profesionalización y la burocratización de la política, las tentaciones «estatistas».

Havel, Michnik, Kis, Konrád han publicado textos mayores (desconocidos en España) para entender la revuelta moral de los intelectuales que nos llegan del Este contra el miserabilismo marxista o socializante de una parte nada desdeñable de la «intelligentsia» occidental. Sin embargo, su obra sólo es comprensible en un marco moral, espiritual y estético mucho más vasto Esa obra «antipolítica», publicada en forma de panfletos subversivos contra el orden comunista, luego y ahora traducida a las grandes lenguas occidentales, se inscribe en un marco de resistencia global. Poetas, historiadores, novelistas, dramaturgos, ensayistas, como Tadeusz Mazowiecki (catapultado a la cúspide del poder polaco), István Eörsi, Péter Kende, Gáspár Miklós Tamás, György Krassó, Aleksandr Zinóviev, Petru Dumitriu, Danko Popović, Jaan Kross, entre una pléyade de desconocidos han creado, durante varias décadas, una obra moral y espiritual de resistencia y defensa de las culturas amenazadas por la polución ideológica y las Policías comunistas.

Juan Pedro Quiñonero, ABC, 7 de enero de 1990. p. 50.

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