Creo que fue hace unos años, cuando un amigo historiador me comentó algo sobre una entrevista que el periodista Jose María Iñigo realizó al escritor ruso en 1976 en su programa Directísimo, y la dura reacción a ella que tuvo gran parte de la intelligenzia española (creo que me habló, en especial, de Juan Benet y Cela) a sus palabras, hasta el punto de algunos de sus miembros lamentaran públicamente la salída del autor ruso del Gulag. La verdad es que esta fue una historia que cuando la oí me impresionó, pero que ya hacía tiempo había olvidado. Sin embargo -casualidades de la vida- buscando hace unos días en una librería de viejo de Madrid, encontré, un libro (Alerta a Occidente, Ediciones Acerbo, Barcelona, 1978) en el que está incluido gran parte de la mencionada entrevista. Es una transcripción de una grabación magnetofónica hecha por Vladimir Lamsdorff, uno de los traductores de Solzhenitsyn en España. Leyéndola he juzgado que tiene cierto interés para quienes estén interesados en el autor ruso y su relación con España, así que no me ha parecido una mala idea incluirla como entrada.
... vuestros círculos progresistas se complacen en llamar al régimen existente «dictadura». Yo, en cambio, llevo diez días viajando por España, desplazándome de riguroso incógnito. Observo cómo vive la gente, lo miro con mis propios ojos asombrados y pregunto: ¿saben ustedes lo que quiere decir esta palabra, conocen ustedes lo que se esconde tras este término?
Voy a proponerles algunos ejemplos.
Un español cualquiera no está vinculado a un lugar determinado, a una ciudad o a un pueblo donde tiene forzosamente que residir. Puede desplazarse de un lugar a otro según le plazca. Nuestro ciudadano soviético, en cambio, no lo puede hacer: estamos encadenados a nuestro lugar de residencia por la famosa propiska, el visado de la policía. Las autoridades locales deciden si puedo cambiar de residencia o no. Estoy totalmente en sus manos, pueden hacer conmigo lo que quieran.
Luego me entero de que los españoles pueden salir libremente de su país. En la Unión Soviética esto no existe. Desde hace poco, bajo la presión de la opinión pública mundial, y especialmente de los Estados Unidos, se está dejando salir a una pequeña parte de los judíos. Pero la otra parte y todos los demás pueblos que habitan la URSS están privados de este derecho. Nos encontramos en nuestro propio país como en una cárcel.
Paseo por Madrid, o por otras ciudades españolas, de las cuales he visitado doce, y veo que en los quioscos se venden los principales periódicos europeos. En cambio, si en mi país apareciera un periódico extranjero a la venta, se alargarían diez manos para agarrarlo.
Veo, otro ejemplo, que aquí funcionan libremente las fotocopiadoras, cualquiera por cinco pesetas puede sacar libremente una fotocopia. En nuestro país tal cosa no sólo está prohibida, sino que es delito: toda persona que utilice una copiadora para fines particulares y no para el Estado, para la Administración, será condenado por actividades contrarrevolucionarias.
En su país, puede que con algunas limitaciones, están autorizadas y tienen lugar algunas huelgas. En nuestro país, en sesenta años jamás fue autorizada una sola huelga. En los primeros años del régimen, los huelguistas cayeron bajo ráfagas de ametralladora, o fueron encarcelados como contrarrevolucionarios, aunque sólo exigían mejoras de carácter económico. Hoy día, ya a nadie se le ocurre, a nadie se le pasa por la cabeza, la idea de organizar una huelga. Más todavía: publiqué un día en la revista Novi Mir una narración, Por el bien de la causa. En ella, un personaje, un estudiante, pronunciaba la frase «Vamos a hacer huelga». Pues bien, antes de que la narración pasara la censura, ya la propia mesa de redacción de la revista eliminó la palabra «huelga». La palabra «huelga» está prohibida en mi país.
No, vuestros progresistas pueden usar la palabra que quieran, pero «dictadura» no. ¡Si nosotros tuviéramos las libertades que tienen ustedes, nos quedaríamos boquiabiertos, exclamaríamos que es algo nunca visto!
Desde hace sesenta años, no tenemos ninguna libertad.
Hace poco en vuestro país se proclamó una amnistía. Algunos dicen que fue una amnistía limitada. Pero sin embargo a los terroristas, que con las armas en la mano luchaban contra el orden establecido, se les rebajó parte de la condena.
A nosotros, en cambio, en sesenta años sólo se nos concedió una amnistía, ¡y ésta sí que fue limitada! Nosotros íbamos a la cárcel para morir allí. Muy pocos regresaron para contarlo.
Claro, esta experiencia comunista, la hemos padecido en carne propia, y después de estas monstruosas pérdidas, tenemos ya una vacuna contra el comunismo, una vacuna como no la tiene nadie en Europa: actualmente en nuestro país, si alguien en una reunión, en una conversación entre amigos, plantea seriamente el problema del comunismo, nadie querrá escucharlo, lo tornarán por tonto. Espiritualmente nos hemos librado del comunismo, pero antes hemos recorrido la vía del martirio, hemos vivido tiempos terribles.
Rusia ha realizado un salto histórico. Rusia, por su experiencia social, se ha colocado muy por delante del mundo entero. No quiero decir con esto que sea un país adelantado: al revés, es un país de esclavos. Pero la experiencia que hemos vivido, las vicisitudes que hemos atravesado, nos colocan en la extraña situación de poder contemplar todo lo que pasa actualmente en Occidente en nuestro propio pasado, y prever el futuro de Occidente en nuestra presente situación actual. Todo cuanto ocurre aquí ya ha ocurrido en Rusia hace tiempo, hace muchos años. Es una perspectiva realmente de ciencia-ficción: estamos viviendo los hechos que están ocurriendo en Occidente hoy, y sin embargo, recordamos que esto mismo ya nos pasó hace muchísimo tiempo a nosotros. En los años sesenta del siglo pasado el Emperador Alejandro II comenzó a llevar a cabo un vasto programa de reformas. Quería reorganizar paulatinamente a Rusia para implantar la libertad y el desarrollo. Pero un puñado de revolucionarios lanzó en 1861 una proclama en la que decían que querían reformas más radicales y más rápidas, que no podían ni querían esperar.
Temiendo que el bienestar general pudiera provenir del rey, y no de ellos, proclamaron el terror.
En 1861 Alejandro II abolió la servidumbre de los campesinos; en 1864 reorganizó completamente la administración de justicia, llevando a cabo la gran reforma judicial. Pues bien, los revolucionarios intensificaron sus actos terroristas. Hubo siete atentados contra el zar, le daban caza como a una fiera. Y al final, en el año 1881, lo mataron.
Y después de esto, empezaron a matar primeros ministros, ministros del Interior, gobernadores civiles, gobernantes en general. Así empezó una guerra entre los revolucionarios y los círculos dirigentes del gobierno. Toda la opinión liberal no se oponía a los revolucionarios, antes por el contrario, los alentaba: cualquier asesinato de un estadista, de un ministro, la entusiasmaba, suscitaba su aplauso. A los revolucionarios les ayudaban a esconderse, a escapar, los celebraban como si no fuesen culpables de nada en absoluto.
Repito, esto ocurría en nuestro país en el siglo XIX, hace cien años, y esto es lo que está ocurriendo en toda Europa, en el mundo entero, hoy. Hemos sido testigos el otoño pasado de cómo la opinión occidental se indignaba mucho más por cinco terroristas españoles que por el aniquilamiento de sesenta millones de víctimas soviéticas. Vemos hoy cómo la opinión progresista exige reformas inmediatas, a toda costa, saluda los actos terroristas y se alegra de ellos.
Esto lo tuvimos nosotros hace cien años, y desde vuestro futuro puedo contar cómo acabó la cosa: ambos bandos se endurecieron en sus posturas, los terroristas y los círculos dirigentes cada vez se fueron odiando más, los círculos liberales comenzaron a odiar al gobierno, el cual no podía hacer nada contra ello; las reformas se detuvieron, pues aún lo que el gobierno podía conceder, ya no lo concedía, el odio anidaba en todas las almas, todos querían todo a la vez. Y así tuvimos las revoluciones de 1905 y 1907, y después la de 1917. El resultado fue la aniquilación de ambos bandos: fueron aniquilados todos los círculos dirigentes de Rusia, la nobleza, el empresariado, la intelectualidad liberal. Lo que sobrevivió de la intelectualidad se fue al extranjero, y en el país comenzó lo que describo en el libro Archipiélago Gulag, que costó al país sesenta y seis millones de muertos.
Yo lo cuento ahora aquí, pero no sé yo mismo sí en general es posible transmitir la experiencia de hombre a hombre, de país a país. Hace poco todavía pensaba que sí, y así lo dije en mi discurso de Premio Nobel: creía que a través de la literatura de creación sí era posible transmitir experiencia a otras personas. Pero ahora ya lo dudo, y pienso que cada país, cada sociedad, cada hombre, debe repetir todos los errores cometidos por otro país, otra sociedad, otro hombre, y sólo aprenderá cuándo ya sea tarde. Observo ahora vuestra juventud, la he estado observando en toda España, y tengo la impresión de que en mi cabeza, en mis oídos, en mis ojos, se ha mantenido más la imagen de vuestra guerra civil que en esta juventud.
Hoy, naturalmente, la idea de vuestros círculos progresistas es obtener cuanta más libertad, colocar cuanto antes a vuestra sociedad al nivel de los demás países occidentales europeos. Pero yo quisiera recordarles que en el mundo de hoy, en nuestro planeta, los países democráticos ocupan una islita, una parte muy reducida. La mayor parte del mundo se encuentra bajo el totalitarismo y la tiranía: toda la Europa oriental, la URSS, toda Asia (ahora ya también la India), ya está cayendo bajo el totalitarismo; África, que hace tan poco alcanzó la libertad y que ahora se afana, se apresura, un país tras otro, a entregarse también a la tiranía. Y por esto, aquellos de ustedes que desean cuanto antes una España democrática, ¿tienen la suficiente clarividencia como para prever no sólo el mañana, sino también el pasado mañana? Supongamos que mañana España se vuelva un país tan democrático como el resto de Europa. Pero pasado mañana, ¿conservará las suficientes fuerzas como para defenderse del totalitarismo que amenaza a todo Occidente? El que tenga perspicacia, el que además de la libertad, ame también a España, debe pensar en el pasado mañana. Y vemos que el mundo occidental está debilitado, ha perdido su voluntad de resistencia, cada año entrega sin combate más países al totalitarismo...
No hay voluntad de resistencia, no hay responsabilidad en el uso de la libertad. La civilización occidental contemporánea puede definirse no sólo como sociedad democrática, sino también como sociedad de consumo, es decir, como una sociedad en la cual el sentido principal de la vida está en recibir más, en enriquecerse más, y en pensar lo menos posible en defender lo obtenido. Desde luego, ni la estructura social ni el disfrute de bienes materiales son la clave principal de la vida humana, pero el Oriente totalitario contemporáneo y el actual Occidente democrático, al parecer sistemas opuestos, sin embargo están en realidad emparentados, reposan sobre una base común, que es el materialismo.
Esta base común viene durando ya trescientos años. El mundo occidental está en crisis, que no consigue superar, pero no es una crisis del siglo XX. La humanidad lleva ya una larga crisis, desde que la gente se apartó de la religión, se apartó de la fe en Dios, dejó de reconocer ningún poder superior a sí misma, adquirió una filosofía pragmática, esto es, hacer sólo lo que resulte útil, beneficioso, guiarse sólo por intereses materiales y no por consideraciones de moralidad superior. Este espíritu se ha ido desarrollando paulatinamente y ha desembocado en una crisis que, insisto, no es política, sino moral. Se manifiesta no en la oposición entre comunismo y capitalismo, sino en algo mucho más profundo: es precisamente esta crisis la que ha traído el comunismo, y en Occidente, la sociedad consumista y pragmática. Es la crisis del materialismo, que ha desechado el concepto de algo superior a nosotros.
Pero está claro que cada país ha de aportar algo de su parte para superar esta crisis. Y tal. vez España, con su gran originalidad nacional que ha marcado toda su historia, pueda aportar algo peculiar que permita vencer esta espantosa crisis de la humanidad, que abarca a todos los países de un modo u otro, y a todos nos amenaza con el aniquilamiento.
J. M. Iñigo: El señor Solzhenitsyn actualmente reside en Suiza, país en que suelen refugiarse los grandes millonarios del capitalismo. ¿No piensa el señor Solzhesnitsyn que esto puede ser mal interpretado por sus lectores?
¿Sabe? Precisamente acabo de decir que Occidente es una sociedad de consumo. Nuestra juventud, en cambio, ha transcurrido en la miseria. Una vez, de estudiante, tuve el descuido de sentarme en una silla en que había una mancha de tinta (entonces se usaba tintero y pluma). Me hice una mancha grandísima en el pantalón. Pues bien, estuve llevando cinco años ese mismo pantalón, porque no tenía con qué comprarme otro. Así vivíamos. Hasta lo llevamos grabado: todas las personas soviéticas que salimos al extranjero, incluso a un país no especialmente rico, incluso a los países que aquí se consideran pobres, tenemos una sensación como de ahogo, nos resulta penoso ver cómo se desperdicia la comida, cómo no se acaban los platos, cómo se echan las migas al suelo. Así percibimos los soviéticos esta sociedad.
Pues bien, a su pregunta sobre Suiza sólo le puedo contestar que en los prósperos países occidentales vivimos como prisioneros. Si mañana tuviéramos la posibilidad de regresar a la miseria de nuestro país, a pasar hambre, regresaríamos todos.
La prensa socialista, y sobre todo la comunista, gusta mucho de invocar el hecho de que Solzhenitsyn ha salido a Occidente y se ha hecho millonario, (cuando yo pasaba hambre allí, nadie prestaba particular atención a que yo pasara hambre. Cuando allí pasaban hambre todos, y la siguen pasando, sólo se miente que allí no falta de nada). Ciertamente, cobro derechos elevados. Pero la mayor parte de estos ingresos ha pasado constituir un fondo social ruso de ayuda a los perseguidos y sus familias, y por distintos caminos dirigimos esta ayuda a la Unión Soviética. Ayudamos a los detenidos, a sus familias, a los que van a visitarlos, a los que les envían paquetes de víveres, a los recién liberados que carecen de medios de existencia, a los despedidos por razón de sus convicciones que se quedan sin ingresos (para una mente occidental esto es difícil de concebir: aquí a uno lo pueden meter en la cárcel, pero no lo pueden echar de su trabajo por sus convicciones. Si es que lo despiden, se busca trabajo en otro sitio. Pero nosotros tenemos un solo patrono, el Estado, y si el Estado-patrono decide no darle trabajo a uno, no se lo dará nadie más. Uno no está en la cárcel, pero su familia se queda sin medios de vida).
En cuanto a mi residencia concretamente en Zurich, se debe a que estaba entonces escribiendo el libro Lenin en Zurich, recientemente aparecido, y sólo allí podía encontrar el material de archivo que necesitaba.
... vuestros círculos progresistas se complacen en llamar al régimen existente «dictadura». Yo, en cambio, llevo diez días viajando por España, desplazándome de riguroso incógnito. Observo cómo vive la gente, lo miro con mis propios ojos asombrados y pregunto: ¿saben ustedes lo que quiere decir esta palabra, conocen ustedes lo que se esconde tras este término?
Voy a proponerles algunos ejemplos.
Un español cualquiera no está vinculado a un lugar determinado, a una ciudad o a un pueblo donde tiene forzosamente que residir. Puede desplazarse de un lugar a otro según le plazca. Nuestro ciudadano soviético, en cambio, no lo puede hacer: estamos encadenados a nuestro lugar de residencia por la famosa propiska, el visado de la policía. Las autoridades locales deciden si puedo cambiar de residencia o no. Estoy totalmente en sus manos, pueden hacer conmigo lo que quieran.
Luego me entero de que los españoles pueden salir libremente de su país. En la Unión Soviética esto no existe. Desde hace poco, bajo la presión de la opinión pública mundial, y especialmente de los Estados Unidos, se está dejando salir a una pequeña parte de los judíos. Pero la otra parte y todos los demás pueblos que habitan la URSS están privados de este derecho. Nos encontramos en nuestro propio país como en una cárcel.
Paseo por Madrid, o por otras ciudades españolas, de las cuales he visitado doce, y veo que en los quioscos se venden los principales periódicos europeos. En cambio, si en mi país apareciera un periódico extranjero a la venta, se alargarían diez manos para agarrarlo.
Veo, otro ejemplo, que aquí funcionan libremente las fotocopiadoras, cualquiera por cinco pesetas puede sacar libremente una fotocopia. En nuestro país tal cosa no sólo está prohibida, sino que es delito: toda persona que utilice una copiadora para fines particulares y no para el Estado, para la Administración, será condenado por actividades contrarrevolucionarias.
En su país, puede que con algunas limitaciones, están autorizadas y tienen lugar algunas huelgas. En nuestro país, en sesenta años jamás fue autorizada una sola huelga. En los primeros años del régimen, los huelguistas cayeron bajo ráfagas de ametralladora, o fueron encarcelados como contrarrevolucionarios, aunque sólo exigían mejoras de carácter económico. Hoy día, ya a nadie se le ocurre, a nadie se le pasa por la cabeza, la idea de organizar una huelga. Más todavía: publiqué un día en la revista Novi Mir una narración, Por el bien de la causa. En ella, un personaje, un estudiante, pronunciaba la frase «Vamos a hacer huelga». Pues bien, antes de que la narración pasara la censura, ya la propia mesa de redacción de la revista eliminó la palabra «huelga». La palabra «huelga» está prohibida en mi país.
No, vuestros progresistas pueden usar la palabra que quieran, pero «dictadura» no. ¡Si nosotros tuviéramos las libertades que tienen ustedes, nos quedaríamos boquiabiertos, exclamaríamos que es algo nunca visto!
Desde hace sesenta años, no tenemos ninguna libertad.
Hace poco en vuestro país se proclamó una amnistía. Algunos dicen que fue una amnistía limitada. Pero sin embargo a los terroristas, que con las armas en la mano luchaban contra el orden establecido, se les rebajó parte de la condena.
A nosotros, en cambio, en sesenta años sólo se nos concedió una amnistía, ¡y ésta sí que fue limitada! Nosotros íbamos a la cárcel para morir allí. Muy pocos regresaron para contarlo.
Claro, esta experiencia comunista, la hemos padecido en carne propia, y después de estas monstruosas pérdidas, tenemos ya una vacuna contra el comunismo, una vacuna como no la tiene nadie en Europa: actualmente en nuestro país, si alguien en una reunión, en una conversación entre amigos, plantea seriamente el problema del comunismo, nadie querrá escucharlo, lo tornarán por tonto. Espiritualmente nos hemos librado del comunismo, pero antes hemos recorrido la vía del martirio, hemos vivido tiempos terribles.
Rusia ha realizado un salto histórico. Rusia, por su experiencia social, se ha colocado muy por delante del mundo entero. No quiero decir con esto que sea un país adelantado: al revés, es un país de esclavos. Pero la experiencia que hemos vivido, las vicisitudes que hemos atravesado, nos colocan en la extraña situación de poder contemplar todo lo que pasa actualmente en Occidente en nuestro propio pasado, y prever el futuro de Occidente en nuestra presente situación actual. Todo cuanto ocurre aquí ya ha ocurrido en Rusia hace tiempo, hace muchos años. Es una perspectiva realmente de ciencia-ficción: estamos viviendo los hechos que están ocurriendo en Occidente hoy, y sin embargo, recordamos que esto mismo ya nos pasó hace muchísimo tiempo a nosotros. En los años sesenta del siglo pasado el Emperador Alejandro II comenzó a llevar a cabo un vasto programa de reformas. Quería reorganizar paulatinamente a Rusia para implantar la libertad y el desarrollo. Pero un puñado de revolucionarios lanzó en 1861 una proclama en la que decían que querían reformas más radicales y más rápidas, que no podían ni querían esperar.
Temiendo que el bienestar general pudiera provenir del rey, y no de ellos, proclamaron el terror.
En 1861 Alejandro II abolió la servidumbre de los campesinos; en 1864 reorganizó completamente la administración de justicia, llevando a cabo la gran reforma judicial. Pues bien, los revolucionarios intensificaron sus actos terroristas. Hubo siete atentados contra el zar, le daban caza como a una fiera. Y al final, en el año 1881, lo mataron.
Y después de esto, empezaron a matar primeros ministros, ministros del Interior, gobernadores civiles, gobernantes en general. Así empezó una guerra entre los revolucionarios y los círculos dirigentes del gobierno. Toda la opinión liberal no se oponía a los revolucionarios, antes por el contrario, los alentaba: cualquier asesinato de un estadista, de un ministro, la entusiasmaba, suscitaba su aplauso. A los revolucionarios les ayudaban a esconderse, a escapar, los celebraban como si no fuesen culpables de nada en absoluto.
Repito, esto ocurría en nuestro país en el siglo XIX, hace cien años, y esto es lo que está ocurriendo en toda Europa, en el mundo entero, hoy. Hemos sido testigos el otoño pasado de cómo la opinión occidental se indignaba mucho más por cinco terroristas españoles que por el aniquilamiento de sesenta millones de víctimas soviéticas. Vemos hoy cómo la opinión progresista exige reformas inmediatas, a toda costa, saluda los actos terroristas y se alegra de ellos.
Esto lo tuvimos nosotros hace cien años, y desde vuestro futuro puedo contar cómo acabó la cosa: ambos bandos se endurecieron en sus posturas, los terroristas y los círculos dirigentes cada vez se fueron odiando más, los círculos liberales comenzaron a odiar al gobierno, el cual no podía hacer nada contra ello; las reformas se detuvieron, pues aún lo que el gobierno podía conceder, ya no lo concedía, el odio anidaba en todas las almas, todos querían todo a la vez. Y así tuvimos las revoluciones de 1905 y 1907, y después la de 1917. El resultado fue la aniquilación de ambos bandos: fueron aniquilados todos los círculos dirigentes de Rusia, la nobleza, el empresariado, la intelectualidad liberal. Lo que sobrevivió de la intelectualidad se fue al extranjero, y en el país comenzó lo que describo en el libro Archipiélago Gulag, que costó al país sesenta y seis millones de muertos.
Yo lo cuento ahora aquí, pero no sé yo mismo sí en general es posible transmitir la experiencia de hombre a hombre, de país a país. Hace poco todavía pensaba que sí, y así lo dije en mi discurso de Premio Nobel: creía que a través de la literatura de creación sí era posible transmitir experiencia a otras personas. Pero ahora ya lo dudo, y pienso que cada país, cada sociedad, cada hombre, debe repetir todos los errores cometidos por otro país, otra sociedad, otro hombre, y sólo aprenderá cuándo ya sea tarde. Observo ahora vuestra juventud, la he estado observando en toda España, y tengo la impresión de que en mi cabeza, en mis oídos, en mis ojos, se ha mantenido más la imagen de vuestra guerra civil que en esta juventud.
Hoy, naturalmente, la idea de vuestros círculos progresistas es obtener cuanta más libertad, colocar cuanto antes a vuestra sociedad al nivel de los demás países occidentales europeos. Pero yo quisiera recordarles que en el mundo de hoy, en nuestro planeta, los países democráticos ocupan una islita, una parte muy reducida. La mayor parte del mundo se encuentra bajo el totalitarismo y la tiranía: toda la Europa oriental, la URSS, toda Asia (ahora ya también la India), ya está cayendo bajo el totalitarismo; África, que hace tan poco alcanzó la libertad y que ahora se afana, se apresura, un país tras otro, a entregarse también a la tiranía. Y por esto, aquellos de ustedes que desean cuanto antes una España democrática, ¿tienen la suficiente clarividencia como para prever no sólo el mañana, sino también el pasado mañana? Supongamos que mañana España se vuelva un país tan democrático como el resto de Europa. Pero pasado mañana, ¿conservará las suficientes fuerzas como para defenderse del totalitarismo que amenaza a todo Occidente? El que tenga perspicacia, el que además de la libertad, ame también a España, debe pensar en el pasado mañana. Y vemos que el mundo occidental está debilitado, ha perdido su voluntad de resistencia, cada año entrega sin combate más países al totalitarismo...
No hay voluntad de resistencia, no hay responsabilidad en el uso de la libertad. La civilización occidental contemporánea puede definirse no sólo como sociedad democrática, sino también como sociedad de consumo, es decir, como una sociedad en la cual el sentido principal de la vida está en recibir más, en enriquecerse más, y en pensar lo menos posible en defender lo obtenido. Desde luego, ni la estructura social ni el disfrute de bienes materiales son la clave principal de la vida humana, pero el Oriente totalitario contemporáneo y el actual Occidente democrático, al parecer sistemas opuestos, sin embargo están en realidad emparentados, reposan sobre una base común, que es el materialismo.
Esta base común viene durando ya trescientos años. El mundo occidental está en crisis, que no consigue superar, pero no es una crisis del siglo XX. La humanidad lleva ya una larga crisis, desde que la gente se apartó de la religión, se apartó de la fe en Dios, dejó de reconocer ningún poder superior a sí misma, adquirió una filosofía pragmática, esto es, hacer sólo lo que resulte útil, beneficioso, guiarse sólo por intereses materiales y no por consideraciones de moralidad superior. Este espíritu se ha ido desarrollando paulatinamente y ha desembocado en una crisis que, insisto, no es política, sino moral. Se manifiesta no en la oposición entre comunismo y capitalismo, sino en algo mucho más profundo: es precisamente esta crisis la que ha traído el comunismo, y en Occidente, la sociedad consumista y pragmática. Es la crisis del materialismo, que ha desechado el concepto de algo superior a nosotros.
Pero está claro que cada país ha de aportar algo de su parte para superar esta crisis. Y tal. vez España, con su gran originalidad nacional que ha marcado toda su historia, pueda aportar algo peculiar que permita vencer esta espantosa crisis de la humanidad, que abarca a todos los países de un modo u otro, y a todos nos amenaza con el aniquilamiento.
J. M. Iñigo: El señor Solzhenitsyn actualmente reside en Suiza, país en que suelen refugiarse los grandes millonarios del capitalismo. ¿No piensa el señor Solzhesnitsyn que esto puede ser mal interpretado por sus lectores?
¿Sabe? Precisamente acabo de decir que Occidente es una sociedad de consumo. Nuestra juventud, en cambio, ha transcurrido en la miseria. Una vez, de estudiante, tuve el descuido de sentarme en una silla en que había una mancha de tinta (entonces se usaba tintero y pluma). Me hice una mancha grandísima en el pantalón. Pues bien, estuve llevando cinco años ese mismo pantalón, porque no tenía con qué comprarme otro. Así vivíamos. Hasta lo llevamos grabado: todas las personas soviéticas que salimos al extranjero, incluso a un país no especialmente rico, incluso a los países que aquí se consideran pobres, tenemos una sensación como de ahogo, nos resulta penoso ver cómo se desperdicia la comida, cómo no se acaban los platos, cómo se echan las migas al suelo. Así percibimos los soviéticos esta sociedad.
Pues bien, a su pregunta sobre Suiza sólo le puedo contestar que en los prósperos países occidentales vivimos como prisioneros. Si mañana tuviéramos la posibilidad de regresar a la miseria de nuestro país, a pasar hambre, regresaríamos todos.
La prensa socialista, y sobre todo la comunista, gusta mucho de invocar el hecho de que Solzhenitsyn ha salido a Occidente y se ha hecho millonario, (cuando yo pasaba hambre allí, nadie prestaba particular atención a que yo pasara hambre. Cuando allí pasaban hambre todos, y la siguen pasando, sólo se miente que allí no falta de nada). Ciertamente, cobro derechos elevados. Pero la mayor parte de estos ingresos ha pasado constituir un fondo social ruso de ayuda a los perseguidos y sus familias, y por distintos caminos dirigimos esta ayuda a la Unión Soviética. Ayudamos a los detenidos, a sus familias, a los que van a visitarlos, a los que les envían paquetes de víveres, a los recién liberados que carecen de medios de existencia, a los despedidos por razón de sus convicciones que se quedan sin ingresos (para una mente occidental esto es difícil de concebir: aquí a uno lo pueden meter en la cárcel, pero no lo pueden echar de su trabajo por sus convicciones. Si es que lo despiden, se busca trabajo en otro sitio. Pero nosotros tenemos un solo patrono, el Estado, y si el Estado-patrono decide no darle trabajo a uno, no se lo dará nadie más. Uno no está en la cárcel, pero su familia se queda sin medios de vida).
En cuanto a mi residencia concretamente en Zurich, se debe a que estaba entonces escribiendo el libro Lenin en Zurich, recientemente aparecido, y sólo allí podía encontrar el material de archivo que necesitaba.
23 comentarios:
Libro precisamente (el de "Lenin en Zurich") que me llegó el otro día de la librería Nueva República (línea NR) a la cual hay un enlace en mi página. Aún no lo he leído, tengo muchos libros antes. Calculo, por lo intenso que eres como antólogo que haces, que debes leer incluso más que yo, que estoy en el libro diario, más o menos.
Leer ha leido y leo mucho para aclararme las ideas... y reconozco que he sido bastante visceral.
De Solzhenitsyn he leido especialmente ensayo. Siempre me aporta algo por mucho que no esté bastantes veces de acuero con él- pero siempre me parece que estoy leyendo a alguien honesto y que busca la verdad.
No estoy -por ejemplo- de acuerdo en no catalogar lo que había aquí en 1976 como dictadura. En este sentido sigo a Michnik que diferencia muy claramente entre lo que es una "dictadura repugnante" -que es lo que era para mi la dictadura franquista- y lo que es un "regimen concentratario", tendente a convertirse en un "campo de concentración" -la URSS. (Ese texto ya lo pondré otro día)
Creo que a veces Solzhenitsyn le pierde muchas veces su gran amor a Rusia... pero le respeto mucho... y desde luego mucho más que esa gentuza que lamentaban que hubiera salido del Gulag...
Sí, sé lo que dices sobre el franquismo, y tienes razón. Quizás salido de Rusia España le pareciese un mundo de libertad, porque sí se podían hacer ciertas cosas. Pero la calificación dictatorial, e incluso repugnante, del franquismo es indudable. Como te decía el otro día, la derecha franquista me da sueño. Creo que la clave, más que en al distinción de Michnik, radica en una distinción que seguro que, como historiador, conoces, la del sociólogo Juan Linz entre autoritarismo y totalitarismo. Aunque la cosa se complica, porque le URSS tampoco era igual en Stalin que pro-Stalin. No muy distinta, pero no igual.
Si conozco a Linz.Y me parece interesante. Su clasificación me parece clara a la altura de 1976.
En cuanto al tema del totalitarismo me parece cada vez que pasa el tiempo más y más complicado. Parece claro que el totalitarismo se puede aplicar con facilidad con Hitler y con el comunismo en general, pero por ejemplo ¿Se puede también aplicar a Mussolini -que es donde surgió la palabra? Creo que no. ¿Y el franquismo? ¿Cual era el modelo originario? ¿Petain? (una dictadura conservadora) ¿La Falange? (un modelo más claramente totalitario) ¿No tuvo nunca una voluntad totalitaria o si que lo tuvo, pero no llego a llevarla hasta el final?
De todas maneras sigo prefiriendo la clasificación de Michnik -el también es historiador. Un día confeccionaré una entrada de Michnik con un texto que lo explique.
Es el eterno problema... Más de una norteamericana diría que se siente agobiada por la presión estatal que tiene encima, fíjate tú.
Pero fijaos que el asunto es, en realidad, darle la vuelta a la perspectiva, y no ver el asunto como cuánto margen de maniobra nos dejan desde arriba, sino ver cuántas limitaciones estamos dispuestos a ponernos desde abajo...
Nada católico soy, pero me gusta eso de que incluso la máxima superestructura gubernamental jamás concebida (léase Dios) se tuviera que hacer hombre, venirse abajo, para darnos diez mandamientos (no muchos comparados con las leyes aprobadas en una legislatura democrática cualquiera).
Por otro lado (lo siento, hoy me siento animoso y locuaz), cuanto más leo sobre el franquismo, más se me asemeja a la historia de los porqueros que se reparten la administración de la piara.
Un apunte, España como satrapía occidental, unas cabilas con tintes europeizantes.
Un agradecimiento. Joaquín, he conseguido algo de Maritain, El hombre y el estado, y tras hojearlo, creo que me va a entusiasmar.
Saludos á tout-les-deux (¿se dice así?)
Casanueva, es muy interesante lo que dices. Quisiera recordar, de todos modos, que los diez mandamientos no fueron expuestos por Jesucristo, sino por Dios a Moisés en el Monte Sinaí, en el Antiguo Testamento. Maritain es una de mis grandes lagunas.
Es verdad, Jesús los dejó en dos..., ¿no? Me estoy dando cuenta de que no tengo Biblia ni Nuevo Testamento en casa...
Sobre lo que decís del franquismo, tenéis en mi opinión mucha razón. Cuando más leo sobre él más extraño y más difícil me parece de catalogar. Lo único que me parece claro es que era una dictadura, con una figura central: Franco. Hace poco -siguiendo a Linz- veía muy claro que era una dictadura autocrática y no totalitaria. Ahora cada vez que pasa más el tiempo, aún sin negarle ésa calificación veo más elementos totalitarios, eso si, sin desarrollar la mayor parte de ellos (tales elementos ¿eran herencia de la primera época falangista o no es así, y su falta de desarrollo se debe al acuerdo de 1953 con Estados Unidos? -acuerdo, por cierto nefasto para la comprensión del comunismo por toda una generación de españoles "Si estoy contra Franco, estoy en contra de los EEUU y a favor de la URSS...)
Casanueva... mi rechazo tanto al fascismo como al comunismo, es lo que me lleva a ver bien una limitación fuerte del poder Estado... y acercarme bastante al liberalismo (aunque reconozco que también son interesantes otra vías como cierto anarquismo o cierto conservadurismo "a la americana")
Me alegro que te haya "contagiado" mi interés por Maritain... ya me contarás
Saludos a todos
Me uno a vuestro desprecio poa el franquismo y toda la inmundicia que desplazaba; creo, también, que el desprecio del franquismo no es más que una mentira cuando proviene de su carácter "derechista", y merece un desprecio aún mayor quien rechaza una dictadura por no ser él el dictador (cosa que pasaba con el comunismo, que luchaba contra Franco "por la libertad" y se recogía a descansar de esa lucha en los palacios de invierno de Ceaucescu).
Bueno, aparte de eso, ¡nunca pensé en ver a Javi leyendo a Maritain! Nada, al final tendré que ponerme a leerlo para no quedarme fuera en las conversdaciones de mis amigos. ¡Ay!, ¡D. Cógito! ¿Qué clase de conspiración has tramado para hacer de Maritain una nueva clase de Best seller? Saludos a todos.
Bueno, no exactamente, Casanueva. Los mandamientos son diez, lo que hizo Jesucristo fue decir que, en vez de toda la pesada y omnicomprensiva legislación hebraica, el hombre debía guiarse más bien por dos principios, a los que tú haces referencias:amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo.
Sobre el franquismo, la herencia falangista en la primera época me parece incierta, Joaquín. Creo que, para el franquismo, Primo de Rivera era una fachada. Ya desde la primera época. A este respecto lo recogido por Stanley Payne, por García Venero, o el Testimonio de Hedilla. Posiblemente hubiese sido entonces un totalitarismo (aunque recuerda que Primo de Rivera no siente adoración por el Estado ni por un cierto Pueblo mitificado, como los fascismos italiano y alemán) pero sin duda más complejo, más interesante. También tener en cuenta el cambio ideológico que tuvo lugar en algunos intelectuales de procedencia falangista, hacia posiciones más o menos liberales, al no ver cumplir en el franquismo la revolución que esperaban. Aquí hay de todo: Aranguren, Valverde, Laín Entralgo, Ridruejo...
El franquismo fue, desde el principio, una dictadura de corneta y misa de campaña. Lo cual, si lo hace menos interesante, también es la diferencia que hay entre Franco y Hitler. El nazismo tenía mucha más historia intelectual detrás, apoyos intelectuales mucho más sólidos (no sé, ¿Schmitt frente a Francisco Javier Conde, Heidegger frente a Muñoz Alonso?, por poner) pero, por eso mismo, fue un régimen mucho más omnicomprensivo, mucho más enemigo de la libertad del hombre. La cuestión es compleja.
En todo caso, Franco, en los primeros años, aislado internacionalmente -y más en la Segunda Guerra, alineado con Alemania e Italia- tuvo un régimen de características, posiblemente, semi-totalitarias.
Yo ni liberalismo, ni anarquismo, ni, mucho menos, conservadurismo "a la americana". Yo creo que el conservadurismo es un deseo de status, de mantener un orden, por la identificación con ese orden. Ahora bien, aunque en principio el conservadurismo es uno, luego hay conservadores del orden social y conservadores del orden privado. Los conservadores del orden social defienden sus intereses en el orden social, los del orden privado su pequeña esfera de autonomía (sus libros, sus amigos, su casa, su jardín...).
En principio, están relacionados, porque el orden privado es función del orden social. Pero en un orden social que, por consecuencia de la marcha de la economía, y de cuestiones de índole cultural, es hiper-acelerado, y es vacío en cuanto a la no existencia de una cosmovisión, el conservador del orden privado se ve afectado en su autonomía por los intereses sociales o económicos del conservador del orden social. Esa es exactamente la posición en la que nos hayamos hoy. Por eso, el conservador del orden privado, el verdadero conservador, que no lo es por unos intereses, sino por creer que la vida del hombre, para ser libre, debe ser autónoma, y debe poder formarse como proyecto, deviene, como ya decía hace tiempo en otro comentario, un conservador heterodoxo.
Se puede, por ser un conservador del orden privado, ergo hoy un conservador heterodoxo, estar, en economía, próximo a posiciones de izquierda (por ejemplo, yo defiendo una re-consideración de mito del Crecimiento, un adelanto de la jubilación, una reducción de jornada laboral, un cierto control social, no tanto estatal, de las grandes empresas) y ser, sin embargo, no de derechas, pero sí tener la convicción de la necesidad de dar un sentido a la vida, al mundo, de recuperar valores comunitarios, una cultura popular (que no vulgar), etc. en un orden social. Además, teniendo siempre en cuenta la inter-relación entre ambas cosas. Quienes critican el orden social sin criticar el económico no van a la raíz de los problemas, y, además, les suele mover una visión unilateral del orden social, y quienes quieren un cambio importante del orden económico sin considerar el orden social, cultural, se mueven desde una posición materialista, que acaba por no tener ningún sentido, al no tener fundamentación.
Perdón por la extensión de la nota.
P.D.:Si eres de los que prestan libros, ahora cuando me instale definitivamente en Madrid te tengo que pedir algunos (Chestov, Maritain, Berdiaeff...).
P.D.2:Si te interesa, en el catálogo de París-Valencia tienen un libro escrito por Duhamel y Maritain, "Defensa de la persona humana", o parecido. También tienen un tomo de aquellos que editaba Aguilar de mil y tantas páginas, a dos columnas, de novelas selectas de Duhamel.
¿Tú crees que quien dijo lo del Gulag fue un escritor, principalmente conservador, incluso de algún modo implicado en el franquismo, como Cela?
Borja.... es que soy muy persuasivo
Counter-revolutionary.... no puedo contestar a toda tu -amplísima!!!- contestación... simplemente te quería anotar que aún cuando estoy bastante de acuerdo con lo que dices (aunque no hay que olvidar -en cuanto a lo que es el totalitarismo, la labor legal de, por ejemplo de serrano Suñer)creo que tienes una idea del conservadurismo creo que un poco estrecha... conservadurismo no es necesariamente franquismo...
sino ¿Donde situar a autores como Voegelin, Thomas Molnar, Russell Kirk, ¡Burke!, T.S. Eliot, Bernanos, Dawson, etc...
Solzhenitsyn es desde luego un autor cercano al conservadurismo... ruso
PD: Vale...
PD2: Creo que ya lo tengo
Saludos!
¿En qué momento he asociado yo el conservadurismo con el franquismo? Cuando hablo del conservadurismo del orden social, me refiero al conservadurismo vigente en Europa, definido por la defensa de unos determinados intereses económicos. Eso, en España, se suma a que, por una herencia no sólo del franquismo sino mucho más larga, la derecha social es bastante pacata, en ocasiones hipócrita. Tengo muchos amigos que -ellos o sus familias- se erigen en apóstoles del orden social y califican a la izquierda como carente de todo valor, y luego viven como les da la gana. Vamos, plan Sarkozy, con su "regeneración moral". Por poner un referente Europeo. Esto, de todos modos, lo decía para aclarar que, si me opongo al relativismo, al hedonismo, o al vacío de cosmovisión, no es para confundir una regeneración moral o cultural con una moral unilateral. A mí me interesa sobre todo la libertad, pero la libertad del hombre, y sí se quiere la libertad del propietario (recuerda la distinción de Arendt entre propiedad, como modo de asentamiento en el mundo, y una riqueza abstracta), no que con ello se justifique la libertad económica de las grandes empresas.
P.D.Conste que no tengo ninguna inquina contra los poseedores de intereses económicos o los empresarios. Mi padre es empresario (además, de un sector poco popular, promotor-urbanizador-constructor) y, aunque tengo con él controversias muy frecuentes, y reconozco que es una persona demasiado "de negocios", sé, por experiencia propia, que un empresario no es, por definición, un tiburón -es un problema más bien de una mentalidad social, compartida por toda la sociedad- y que, cuando se ha tenido éxito, ha sido a costa de mucho esfuerzo. Ese esfuerzo, sí, tiene una relación con la unidimensionalidad señalada por Marcuse, pero de ningún modo lo que decía el otro día la analfabeta de Maruja Torres -prejuicios compartidos por una gran parte de la izquierda- sobre que los promotores eran todos de baja estafa moral, de corazón endurecido, y que se alegraba infinitamente (literal) de su crisis. No, no comparto esa mentalidad infantil de nuestra "progresía".
Disculpa. Leo otra vez lo que escribiste y tienes razón...
Sobre lo de derecha pacata y demas estoy preparando algo (aunque no exactamente en el sentido que tu lo dices)
Saludos
La referencia a Maruja Torres como exponente de la ignorancia supina (y creo también la mala fe) que haces, Counter-revolutionary, es apropiadísima. De esas estupideces llenan periódicos. El otro día (sábado), en el suplemento cultural de El País, una de estas "progresistas" irrecuperables escribía un artículo encabezado por una pregunta que decía algo así como "¿Tiene la cultura ideología?"; el terxto no tenía desperdicio, porque la conclusión evidente es que lo que la articulista llamaba "cultura" (que no se sabía muy bien qué era, dado el uso metafísico y confuso, mítico en el sentido de Gustavo Bueno, con que utilizaba el término)era algo propiamente de "izquierdas" -bueno, creo que decía del "socialismo democrático"-, "progresista" y demás. SI podéis leerlo, os lo recomiendo, defendía de manera absolutamente disparatada -y cargándose de un plumazo a la inmensa mayoría del arte occidental- por qué "la derecha" o "el conservadurismo" eran esencialmente alérgicas al arte. Este tipo de estupideces son el caldo ideológico en el que vivimos, my friends.
Vaya... aquí hay meollo para rato... Borja, lo de Maritain me llega ahora en primavera, ya veremos en Agosto... pero creo que va a ser de lectura agradable (y muy desbrozable, je, je)
Counter, sobre tu entrada, hay muchas cosas mezcladas, claro, que reconozco que este formato lo favorece (tanto que decir y en tan poco espacio).
Antropología, historia, moral sociología... ¡Guau!
Yo creo que el "franquismo" no es más que una etiqueta útil, y que la apariencia de un caudillo que lo manejaba todo solo encerraba la realidad que el "Movimiento Nacional" era un movimiento azaroso hacia no se sabía dónde.
Sobre la clasificación entre empresario-no empresario, yo no lo veo. Yo me considero empresario de mí mismo (yo soy mi empresa)y mi producto es mi fuerza de trabajo: los quilos que puedo cargar en una carretilla (te sorprendería), la templanza a la hora de perforar una roca a 40 metros bajo el suelo sin que me puedan los nervios (ahí abajo querría ver yo a José Tomás),
mi ingenio para engañar al encargado y que crea que yo soy más útil que mi compañero (al que despedirá antes que a mí).
Un gran esfuerzo no siempre es moralmente positivo (véase los grandes esfuerzos de la gestapo en solucionar un pequeño ajuste racial europeo), más bien es el sentido del esfuerzo el que determina la calidad moral del acto (escalar un ocho mil o limpiarle los pies a un leproso).
Ahora bien, los conservadores me huelen a escabeche...
Esto seguirá, ahora tengo que dejaros.
Saludo a todos
Tengo que buscar ese artículo, Borja. Te comentaré.
Claro, casanueva, pero creo que no me he logrado explicar bien.
Como digo lo del esfuerzo bien puede entenderse por uni-dimensionalidad (recuerda la gran crítica de Marcuse a la sociedad industrial "El hombre unidimensional") pero, en todo caso, no es lo mismo quien llega a un sitio por trabajo, como la mayoría de los que llegan, que quien llega por corrupción o cruda especulación, que son los que salen en la prensa e influyen en forman el imaginario colectivo.
A mí la mentalidad del empresario no me parece de alabar. Es una persona, desde luego, demasiado volcada en lo material, que impone al mundo además una determinado ritmo que no es el ritmo propio del hombre. Lo cual, desde luego, no tiene nada que ver con su bondad personal. Mi experiencia personal es que mi padre, si bien podría casi ser la representación de hombre unidimensional, pretendidamente sin ideología (lo cual sí es una cosa verdaderamente conservadora) es la persona más candorosa que conozco.
Y ahí, no sé si me he explicado bien, es donde hay que diferenciar entre el conservadurismo como se entiende generalmente esa palabra, es decir, un orden moral hegemónico, unos intereses económicos, etc., y un sentimiento de conservación de un orden de privacidad y de autonomía necesario para la libertad, y que no se puede entender fuera de unas relaciones con los demás hombres no abstractas, sino comunitarias, entre personas, formando libremente unos lazos cuya perdurabilidad es una garantía de un poder ejercido desde fuera o desde arriba.
Como ves, ni siquiera son varios temas, sino un tema del que podríamos estar días y semanas hablando.
Creo que hay ciertas cosas que a uno le da miedo decir, como la palabra DICTADURA, o las suaves, como la palabra, dictablanda, pero si nos ponemos a jugar con las palabras, quizá un día nos quedemos mudos... En cualquier caso, dentro de mil años ¡todos con San Pedro!
Counter, este mismo discurso se lo oí a una persona a la que aprecio mucho; parecido, claro, no igual, acerca de la idea de una esfera netamente y singularizada de la vida privada (vida, orden, esfera, cosa...) frente a la cosa pública...
En Sloterdijk leí la genealogía de este sentimiento de privacidad, burgués y de raíces sumergidas en la Ilustración, curioso ostracismo en donde la vida se parcela en ámbitos, creándonos cierta esquizofrenia, entre muchos yoes y un yo verdadero y privado, irreductible (¿luterano?). Habría muchas, muchas vidas, la vida laboral, la vida familiar, la vida pública, la vida privada... toda una arquitectura de esferas en donde casi es imposible no terminar loco.
Sobre la privacidad y el conservadurismo de un ego que, se supone, tan sólo conocido en una muy pequeña proporción, creo que hay que hacer muchos malabares para pensar que la libertad se consigue cerrando la puerta de la habitación, una habitación perfectamente amueblada... El bien y el origen de la convivencia dentro de la introspección de un ego desconocido...
Tengo que dejar la conversación, un saludo, ah, y te explicas bien, es que yo leo muy rápido y regular...
gkch... bueno todos estos terminos terminos tienen connotaciones historicas inevitables. de todas maneras para aclarar esas cuestiones siempre podemos echar mano del diccionario (el de la RAE) u otros relacionados con las ciencias políticas
Lo de San Pedro no lo pillo...
Casanueva, counter-revoluionary...nada, nada que ya me veo con vosotros tomando algo y charlando de estas cosas dentro de poco....
PD:disculpadme que no me explaye pero tengo hoy que hacer muchas cosas y no tengo tiempo....
Saludos a todos
Muchas gracias por reproducir este fragmento de entrevista. Una de las mejores y más sinceras entrevistas que he leído, con una agudeza impresionante.
Está claro que lo de España era "menos malo", lo cual no significa en absoluto que fuera bueno, pero, y en esto estoy totalmente de acuerdo con Solzhenitsyn, conviene recordar la situación rusa de entonces y plantearnos si no vamos camino de algo parecido. Yo, al menos, nos veo cada vez más indefensos hacia diversas formas de tiranía.
Solo un pequeño aporte por mi parte. Para gradecer al señor Cogito por la publicación del extracto de esa entrevista al autor Ruso Aleksandr Solhenitzin, que yo mismo pude visionar en el año 1976. Quizá era demasiado niño en aquel momento para entender realmente de que se hablaba, pero mirando hacia atrás y observando el dia de hoy, no se puede dudar de que ese señor, Gozaba del Don de la profecia.
Publicar un comentario