martes, 21 de agosto de 2018

Miguel Castellví entrevista a Czesław Miłosz (ABC, 30 de noviembre de 1991)




Czesław Miłosz: «Porque he vivido en el siglo XX no he podido escribir poesía en la torre de marfil»

El poeta polaco y premio Nobel afirma que el futuro de Europa está en sus viejos valores

«E1 escritor, por su condición, está obligado a oponerse a cualquier sistema totalitario»

Nápoles. Miguel Castellví, enviado especial
De Czesław Miłosz llaman la atención las espesas, hirsutas cejas que. como alas de pájaro, separan sus ojos de la frente. Viste una chaqueta tejana, camisa a cuadros y corbata, y al ver la agilidad con que se mueve, nadie diría que tiene ochenta años. Premio Nobel de Literatura en 1980, profesor de literatura polaca en la Universidad de Berkeley de 1960 hasta el año pasado, poeta extraordinario - Iósif Brodsky dice que es quizá el mayor poeta contemporáneo-, Miłosz asegura que el futuro de Europa está en la recuperación de los viejos valores, y confiesa: «Porque he vivido en el siglo XX no he podido escribir desde la torre de marfil».
La edad de Miłosz se descubre al saber que nació en Lituania en 1911 -cuando todavía existía el Imperio Ruso y reinaba el zar en el seno de una familia de origen polaco. Después de la Gran Guerra, Vilna pasó a formar parte de Polonia, y en la Universidad de esa ciudad, Miłosz cursó sus estudios y formó parte del grupo literario polaco que se agrupó en torno a la revista « Żagary».
Sus primeras colecciones de poesía fueron «Poema del tiempo congelado» (1933) y «Tres inviernos» (1933), en las que se adivina el cataclismo que sacudirá su país pocos años más tarde. Durante esta época. Miłosz trabajó en la radio, primero en Vilna y después en Varsovia.
La segunda guerra mundial marca profundamente su poesía, y en el último libro de versos publicado en Polonia antes de la toma del poder por los comunistas, titulado «Salvación» (1945), recoge su experiencia personal y de su pueblo. Pero la tragedia polaca no acabó con la guerra y, como también escribió Brodsky, «su tierra, después de haber sido devastada físicamente, le fue arrebatada y destruida espiritualmente».

Versos del superviviente

Después del conflicto, Miłosz es nombrado agregado cultural de la embajada polaca en Estados Unidos, primero, y en Francia más tarde, pero el golpe de Estado comunista le lleva a dimitir y a comenzar un largo exilio que durará más de tres décadas. Por fin, en 1951 se decide a pedir asilo político en Francia donde vive hasta 1960, cuando la Universidad de Berkeley le ofrece la cátedra de literatura polaca.
Poeta metafísico, en sus versos vibran a la vez la «vastedad cósmica de la visión» y la atención por el detalle. Su poesía es la del superviviente de una era trágica, que desde la devastación de la memoria debe recuperar, como desde un vacío, algunas imágenes.
Miłosz dice que le ha llamado la atención no sólo como ha cambiado su país en estos años, sino también la lengua. Ve en la poesía una razón de vida y conocimiento, pero no un arma política. Es hombre reservado y amable.
-Usted ha vivido una experiencia frustrante, ya que su poesía ha estado prohibida en Polonia durante muchos años.
-Sí, durante treinta años en mi país he sido lo que Orwell llamaba una «non person». Fue de 1951 a 1981. En ese último año comenzaba la época de Solidaridad y ya había recibido el premio Nobel. Entonces pude volver a Polonia, después de treinta años en el exilio. Y recibí el doctorado «honoris causa» en la Universidad Católica de Lublin. Pero pocos meses más tarde, vino la ley marcial, y de nuevo me convertí en una «non person».
-Esta situación ha terminado.
-Sí, pero duró de nuevo desde 1982 a 1989. 
-Se dice que nadie es profeta en su tierra. ¿Y usted?
-Bueno, soy muy leído en Polonia, sin duda alguna. Y ahora acabo de publicar un artículo sobre la relación entre la Iglesia y el Estado, y me he pronunciado por una separación neta. Existía ya, pero hay algunos elementos del clero que querrían cambiar esta situación. Mi toma de posición ha sido muy bien acogida por una parte de la opinión pública, pero ha provocado una fuerte polémica. Y me he encontrado en medio de una controversia.
-¿Qué piensa un poeta sobre la caída del comunismo en el Este?
-Yo siempre me he negado a ponerme la etiqueta de poeta «engagé», comprometido políticamente. No es el papel del poeta; el poeta debe estar un poco al margen de la vida pública, de la actualidad. Pero he vivido en el siglo XX, en situaciones en las que no he podido escribir poesía en la torre de marfil. Es lo que pasó con la ocupación nazi durante la guerra, y fue lo que pasó bajo el estalinismo. Un escritor, por su condición, se encuentra sometido a una presión que le lleva a oponerse al sistema totalitario. Y puedo decir que en la medida de mis fuerzas, yo resistí al sistema totalitario nazi y al estalinismo comunista.
-¿Qué pensó cuando vio hundirse el comunismo?
-Hace años escribí contra el sistema comunista, por ejemplo en mi libro «El pensamiento cautivo», sobre el papel de los intelectuales, que ha sido publicado en español en una edición muy poco conocida de Puerto Rico. Desconozco la razón por la que no se ha editado en España. Allí traté de analizar la actitud de los intelectuales hacia el comunismo. sobre todo en los países ocupados como Polonia. Todo el equilibrismo que los intelectuales realizaron para adaptarse al sistema.
Pero al escribir ese libro entre 1951 y 1952, nunca pensé que habría podido ver el fin del comunismo. Yo era muy escéptico porque pensaba que el fenómeno de la seducción intelectual y el miedo forman una combinación muy difícil de abolir, y el imperio de la URSS parecía enormemente fuerte. Parecía que iba a durar mucho tiempo.

Gritos de independencia

-El pueblo polaco ha jugado un papel muy importante en la caída del comunismo...
-Sin duda alguna.
-¿Cuál es el motivo?
-Mire, creo que es un fenómeno de formación histórica. En Polonia, durante todas las luchas por la independencia, había siempre una clase que se ocupaba de esto, la pequeña nobleza y la «intelligentzia», que estaba unida a la pequeña nobleza. Lo que pasó bajo el comunismo fue que esta clase noble no existía, pero una nueva clase, la clase obrera, de algún modo heredó sus valores. Se puede decir que Wałęsa, que es de origen campesino, en algunas reacciones suyas ha actuado como un noble del siglo XIX.
-Usted es partidario de la independencia de Lituania...
-Sí. Yo nací en Lituania, no en Polonia. Entonces era un país bilingüe, se hablaba lituano y polaco. Durante su historia ha habido épocas en las que estuvo absorbida por Polonia. Creo que Lituania tiene que tener independencia total. Los tres Estados bálticos forman una cierta unidad económica, cultural, y deben ser dejados en paz por la URSS y por sus vecinos de Polonia. He apreciado mucho unas declaraciones de Boris Yeltsin en su reciente viaje a Washington, favorables a la independencia de los países bálticos. Los rusos han actuado de un modo tiránico durante tantos años en Estonia, Letonia y Lituania, han oprimido la cultura local y destrozado economías florecientes. Todo esto debe terminar.
-Usted ha vivido la mitad de su vida fuera de su patria. El exilio, ¿ayuda a un escritor?
-No, es un veneno. Puede matar, pero quien sobrevive puede salir más fuerte. Yo, por ejemplo, he ganado una gran conciencia de mi tradición, de mis raíces y, sobre todo, de mi diversidad. Mi lengua literaria ha sido mi tesoro escondido.
-Aquí, en Nápoles, usted ha recitado un poema suyo dedicado a las ruinas de Varsovia que me ha impresionado. Termina con unas palabras fuertes: verdad, justicia. Me recuerda que el Papa habla a menudo de lo mismo...
-Desgraciadamente, verdad, justicia, hoy parecen grandes palabras. Pero a veces, en las situaciones históricas que ven la descomposición de los valores y de la lengua, hay que recordar las grandes palabras que nos unen a nuestros antepasados, a las generaciones que nos han precedido, la vieja tradición europea donde la verdad y la justicia eran muy importantes.

Un Papa polaco y poeta

-Hay otro poema suyo que habla del fin de este siglo, y también el Papa habla constantemente de que nos encontramos en el «umbral del tercer milenio».
-Sí, hay similitudes, no sé por qué. Sé que el Papa es un gran lector de poesía en diversas lenguas. Sigue el movimiento literario y fue un buen crítico literario, durante algún tiempo, como he podido apreciar en las conversaciones que mantuve con él durante una reunión celebrada en Castel Gandolfo hace dos o tres veranos.
-¿Qué poetas le gustan más al Papa?
-Creo que los polacos románticos del siglo XIX, porque cuando todavía era un estudiante, los recitaba en el teatro clandestino de Cracovia, durante la ocupación.
-Usted ha leído los poemas de Juan Pablo II: ¿qué piensa de su poesía?
-Creo que es un poco demasiado intelectual.
-¿Conoce la poesía española?
-He seguido el desarrollo de la poesía española moderna. García Lorca, evidentemente. He hecho dos o tres traducciones de Lorca al polaco. Y después, Jorge Guillén, Machado. Pero no puedo afirmar que conozco bien la poesía en lengua castellana. Están también los poetas de Iberoamérica: Pablo Neruda, que es muy interesante y del que he traducido «Tres cantos materiales». Por cierto, que Neruda, cuando yo rompí con el gobierno de Varsovia, me llamó «agente americano». Hasta que en un congreso del Pen Club de Nueva York en 1966, le pregunté: ¿Por qué ha escrito esto?, usted sabe bien que no es verdad. Neruda me pidió excusas.
-En general, la izquierda se negó a entender el drama del Este...
-Cuando en la década de los cincuenta publiqué en Francia mis libros, los intelectuales franceses, que la mayoría eran estalinistas, me trataron como a un leproso. Y en Italia, un periódico de izquierdas me llamó «colaboracionista nazi». Hoy, los partidos comunistas que han cambiado nombre y programa, sin embargo tienen la pesada herencia de su terrible ceguera de un tiempo. No se borran en un abrir y cerrar de ojos decenios de errores.

Mirar a la tradición

-¿Cómo ve el futuro de Europa?
-Los Doce son demasiado pocos para dar nuevos pasos hacia la unidad. Tendrá que haber una integración también con las nuevas democracias del Este, para que Europa pueda cumplir su papel, sobre todo en un futuro en el que la figura del refugiado tendrá notables proporciones y creará fuertes tensiones, como ya pasa en Yugoslavia.
-¿Está usted preparando algún nuevo libro?
-Este año en Polonia se publicará el libro de Simone Weil que he traducido, después mi correspondencia con Thomas Merton, un escritor católico norteamericano, y un libro de ensayo que se llama «El año del cazador». Y además, un nuevo volumen de mis poemas que aparecerá en Nueva York en inglés y en Polonia en polaco, que se titula «Provincias».
-Última pregunta: ¿cómo hace usted para estar tan joven?
-¿Joven? No, yo no soy joven, soy muy viejo, tengo ochenta años...
-No es cierto, usted es un joven de espíritu...
-Ja, ja, ja. Bien, vamos a dejarlo estar...

ABC, 30 de noviembre de 1991, pp. 67-68.

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