Apenas unas memorias
EN
el mes de abril de 1975, Ridruejo acababa de publicar la segunda parte de su «Guía de Castilla la Vieja». Poco después
de aquel acontecimiento editorial habría de rendírsele un homenaje que tenía
algo de salida a la luz de su partido —una de sus creaciones— la U.S.D.E., y
mucho de reivindicar la libertad de reunión y la de expresión. E1 acto, ya en
los umbrales de la paleodemocracia, perfilaba, todavía rudimentariamente, un
tipo de acontecimientos sociales que hoy son casi hábito cotidiano. Dado mi
trabajo de informador cultural en este periódico, asistí y consigné la
presentación de la guía, como, hace pocas semanas, la del volumen editado por
Planeta, en su colección Espejo de España, con el título de «Casi unas memorias». En esta última
ocasión Torrente Ballester, Tierno y Laín Entralgo glosaron, respectivamente,
los aspectos literarios, políticos y humano del autor.
En
los días que mediaron entre la presentación de la «Guía de Castilla la Vieja» y aquel homenaje, mitad personal y mitad
político, recibí, del director que por entonces regía este periódico, el
encargo de hacer una entrevista a Dionisio Ridruejo. Se trataba de una
entrevista de circunstancias que habrá de aparecer, si no recuerdo mal el mismo
día del segundo de aquellos dos actos. Debíamos hablar, no obstante, de
literatura y sólo de literatura y, si sólo de la Guía, mejor. Se trataba, como
se ve y como se dice en las películas americanas, de mera rutina, más o menos
hilvanada al hilo de la actualidad. Así que acudí a casa de Dionisio Ridruejo
una tarde de abril que comenzaba a ser caluroso. El escritor me recibió en su
estudio, metido en una bata azul; acababa de reponerse de uno de los múltiples
trastornos a los que le tenía sometido su salud sempiternamente precaria.
Moriría aquel verano, el 29 de junio. Cinco meses antes que Franco.
Pese
a que la entrevista iba a ser de reducida magnitud, no utilicé el bloc de notas
sino el magnetófono. Sabía que la palabra de Ridruejo (Torrente lo recordó hace
muy poco) era de una rica precisión castellana; temía traicionarle el verbo. Y
no me habría de arrepentir. Hoy conservo una grabación que dura más de hora y
media en la que se contienen los objetivos últimamente formulados sobre su
trabajo literario, junto con un montón de cosas más. Toda una charla entre
Ridruejo y yo, o, más bien, unas copiosas y generosas explicaciones que el
escritor-político me regalaba, pese a estar perfectamente enterado de los
límites y finalidad de mi misión. Toda aquello quedó nítidamente registrado.
Hablamos
de política y de literatura... y, sobre todo, de sus proyectos. Al final de la
cinta se puede oír todo un ideario, cuya hábil exposición no me resisto a
transcribir ahora. Respondía de esta manera a una pregunta mía: "He llegado a conclusiones reflexivas y. por
lo tanto, nada fanáticas, nada dogmáticas y también muy creídas. A una
convicción muy radical: la idea de la equivocación en la perspectiva en la que
viví, en la que vivimos tantos y por la que nos parecía una evidencia que el
gran valor del mundo era la unidad. He caído casi en una concepción contraria
de la existencia y de la historia: que el gran riesgo del mundo es la tentativa
de violar la realidad para lograr la unidad. Pero donde yo pensaba la idea del
hombre de España, la unidad de los hombres de España, pienso ahora la unidad
viviente, dialéctica, de los hombres de España en sus contracciones, pudiendo
ponerlas a prueba libremente en un concurso, en un gran debate. De modo que,
para mí, hoy la unidad consiste en un gran debate de variedades. Me he convertido,
pues, en un pluralista. ¿En el orden de las tierras? Prácticamente, me he
convertido también en un federal; no en un federal decimonónico, por supuesto.
Pero creo que no tendremos un Estado vivo mientras no quieran responsabilizarse
en él como tales, los diferentes países o nacionalidades que lo constituyen,
mientras tengan el pretexto de estar oprimidos para no interesarse por él. Y si
lo queremos así, habrá que contratarlo en su variedad, partiendo de su variedad
de modalidades, de su conjunto de pueblos. Por lo que se refiere a la
diversidad de las clases, es evidente que creo en su lucha como una constante
histórica que no tiene, seguramente, el aspecto que le prestó el análisis de
Marx y que, con toda seguridad, no conocerá jamás un desenlace, porque los
vicios humanos tenderán siempre a reclasificar sobre las sociedades y el
proceso de liberación del hombre. Prácticamente, el cuento de nunca acabar, un
proceso infinito. En definitiva, ¿en qué me he convertido? Pues, la verdad, en
un liberal solidario y dinámico. ¿Pero cuál es la posición de un liberal así,
que esté dispuesto a creer en el valor de la crítica y a no dar por terminado
ni concluso nada y, sobre todo, nada que se refiera al mundo? Lamento mucho no
tener originalidad en la materia: el que suscriba una ecuación eficaz entre la
democracia formal y el socialismo económico, entendido éste en forma liberal,
es decir, como potencia de la vida humana y no como elemento simplificador para
que no haya conflictos. Porque, en el fondo, el socialismo se está empezando a
convertir en un dogma de derechas. Y hay que hacer de izquierdas al socialismo,
en el sentido dinámico. Para mí ese dinamismo se cifra en una palabra, liberal."
PROYECTO
PARA UNAS MEMORIAS
ENTRE
las explicaciones y confesiones de Ridruejo, que conservo en aquella cinta —a
la que su muerte ha dado un lamentable sentido de utilidad—, están las de los
planes de sus memorias. Corno en seguida se va a desprender, el volumen de
Planeta nada tiene que ver con las memorias que Ridruejo quería llegar a
publicar. Antes que nada, vaya mi convicción de que iba a ser algo más que un
tributo al correspondiente género literario. Serian —de haber sido— su
verdadera, acabada y definitiva obra. Es muy fácil suponerlo. La vida de
Ridruejo consiste en un encabalgamiento entre vida y política o, más
precisamente, entre literatura y vida. Ambas repiten, como un estribillo en pie
quebrado, sucesivas frustraciones. Su aliento de escritor —en el que la ética y
la estética, en el más noble sentido de ambas acepciones, eran fundamento— le
hacían, como él mismo confesaba, incapaz para el profesionalismo político. Su
intervención en la vida pública, por contra, le privaba de dar cima a sus
proyectos literarios. El género «memorias»
había de ser la síntesis.
He
aquí, a continuación transcrito, el proyecto de su obra, que nunca ya será
definitiva. Pero, primero, reseño que en la cinta está grabada una condicional
—entonces no lo supe, ni podía saberlo— premonitoria: «Sí no me muero antes, cosa perfectamente posible y hasta probable.»
Oírlo ahora proporciona un indeseable estremecimiento. (El magnetófono
registra, a veces, cierta fatiga, un jadeo cuyo significado, ahora, está ya
patéticamente claro.)
Luego,
tras decirme que los artículos que todavía estaba publicando en «Destino» obedecían, naturalmente, a la
ley literaria del artículo, señala que forman parte de un plan muy complejo y
que participan de dos series de memorias. Un grupo de ellas montadas sobre
vivencias personales bajo el título «Sombras
y bultos». "Eran evocaciones de
personas —decía— que han tenido
importancia en mi vida. A veces, importancia simplemente imaginativa".
Las aparecidas hasta la fecha en «Destino» se referían a personas de dimensión
pública. La otra serie habría de "llamarse «Evocaciones y lecturas» («o
algo que se le pareciese»).
A
continuación, vendría un libro de memorias civiles, como él las llamaba, que
pensaba editar este año, y que, a buen seguro, han debido nutrir el grueso del
volumen de Planeta. Iban a comprender: «Desde
los presagios de la guerra civil», hasta los primeros años cuarenta. El
plan era completar los artículos de «Destino»
con todo aquello que, por entonces, no le parecía susceptible de alcanzar la
libertad de ser publicado en revista (y si en un libro), más sus experiencias
durante los confinamientos que sufriera en Ronda y en Barcelona, a raíz de su
famosa carta a Franco. Aunque me dice: «Nunca
sé si incorporaré esta coda de mí experiencia pública.» Y añade: «En todo caso, este libro formará parte de un
sistema de libros.» Pensaba, también, escribir un volumen de la infancia e
intercalar en las «memorias civiles»
otro sobre la campaña de Rusia. («Es un
libro del cual tengo, si no me equivoco, doce cuadernos llevados allí
directamente, que he de revisar, enriquecer y purgar por razones literarias, y
que es muy curioso porque en él apenas se habla de la guerra, es el diario de
un soldado. Yo es bien sabido que los soldados hacen la guerra, pero no le ven»)
A
continuación, otro libro más sobre su vida en Italia... («Y es posible que de ahí, inevitablemente, vuelva a tomar el hilo para
hacer el segundo volumen de las memorias civiles, y que comprenda el lapso de
mi participación en la vida interior. Arrancarían del año cincuenta y uno y
serían, ya, la contemplación de los acontecimientos públicos de un actor
externo y, en algunos casos, beligerante.»)
No
voy a tratar aquí de cotejar las «casi memorias» publicadas con la declaración
de estos proyectos que nunca serán realidad, sino de brindar al lector un
material informativo para que sea él quien compare y quien lamente. Sí, no
obstante, subrayaré que, pese a todo, la publicación de los papeles dispersos
de Dionisio Ridruejo es un beneficio impagable que habremos de agradecer a su
recopilador para Planeta, César Armando Gómez. Y advertir que con este volumen
no aparecen a la luz todos los inéditos de Ridruejo, como la prueba la
referencia que hiciera de sus doce cuadernos de Rusia, El «casi», en fin, que se antepone en el título a «unas memorias» deberá, el lector, sustituirlo por un «apenas».
LA
OBRA POÉTICA
OTRA
de las sorprendentes declaraciones en que la muerte convirtió aquella grabación
magnetofónica fueron las relativas a su obra poética A mi pregunta acerca de si
continuaba escribiendo poesía, me .contesta: «Nunca he dejado de escribir poesía; poesía lírica, quiero decir, poesía
lírica, poesía en verso. Siempre que encuentro una situación de pasaje por la
tranquilidad escribo poesía. La he escrito en América, cuando he estado
haciendo cursos en sus Universidades, donde la vida, como se sabe, es muy
apacible, el tiempo muy sobrante y hay una cantidad de soledad muy estimable.
Para unos, puede ser ésta un paso. Para los que nos falta, una especie de
mina...» Me anuncia, entonces, su próxima entrega, que ya ha visto la luz
en la revista «Litoral». («En breve»), y, a continuación, añade: «Están en curso, al menos, tres libros de
poesía probables. Uno de recapacitación intimista, biográfica; otro de
reflexión un poco más épica y generalizadora, de contemplación del mundo y de los
grandes temas, y un libro de construcción de objetos poéticos puros, partiendo
casi siempre de la visualidad. Esos tres libros están en mis carpetas,
iniciados, y cuando es posible vuelvo a ellos.»
El
proyecto de libros poéticos, que, a posta, he querido traer en último lugar,
sirve también de paradigma de la obra de Ridruejo, escritor que, diríamos hoy,
se movió entre el naturismo y el objetivismo; que perpetúa la tradición de
escribir de España, pero sin los sublimismos noventayochistas de sus posteriores
utilizaciones políticas y estéticamente nefastas, Y que, en efecto, discurrió
siempre, reiterativa e intermitentemente, por territorios que van de lo íntimo
a lo general, quedándose, muchas veces, en la palabra pura y objetiva que
nombra las cosas.
Santos Amestoy, Pueblo, 15 de diciembre de 1976. p.29.
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