lunes, 2 de diciembre de 2013

""En favor del asno. Entrevista a Cristóbal Serra" (La Vanguardia. La Contra 3 de junio de 2009))




El amigo Emilio Manzano me ha descubierto a este escondido erudito mallorquín, sabio mediterráneo que bebe en pozos inundados de metáforas judeocristianas y orientales, ocultistas y mágicas. Enaltecido por Octavio Paz, Juan Perucho, Pere Gimferrer y otros iniciados en su sabiduría, Cristóbal Serra vive solo en un piso de Palma, rodeado de libros, conectado a herméticos conocimientos, inspiraciones y visiones, nimbado de espíritus de otros poetas, profetas, místicos y filósofos antiguos. Alejado del frenesí común, leer las grafomanías de Cristóbal Serra es algo distinto, remoto, secreto: El asno inverosímil, Viaje a Cotiledonia, Ars quimérica… Edicions Cort reedita ya todo su William Blake. (La Contra)

Tengo 86 años. Nací y vivo en Palma de Mallorca. Leo y escribo, he traducido a Swift, Blake, Bloy, Melville, Michaux, Papini, el Tao… Estoy soltero y sin hijos. No tomo en serio las ideologías: ¡la salvación no viene de ahí! De viejo, se me vigoriza lo judeocristiano. Venero al asno

¿Qué tiene el asno?
Sin el asno no hubiese existido ninguna civilización mediterránea. ¿Qué tal?

¡No es poco!
Es el único animal por el que he sentido simpatía. En los veranos de la infancia veía detenerse ante la puerta de casa a un arriero con sus borricos… De adulto, la asnomanía es la más firme de mis obsesiones.

¿Desde cuándo?
Hace medio siglo entré en una librería de viejo embarrada tras una inundación en Valencia y salvé un tomo de 1837: El asno ilustrado, obra de un ex clérigo. ¡Desde aquella lectura he reflexionado más sobre el asno que sobre cualquier otro asunto!

Comparta conmigo sus reflexiones.
Este animal heráldico y cósmico simboliza la materia: por ello se le ha vejado y demonizado. Sobre todo al asno bermejo… ¡Por eso fundé yo la Hermandad del Asno Bermejo! Debería instituirse una cátedra de Asnología, una facultad de Ciencia Asnológica.

Museum Meermanno, MMW, 10 B 25, Folio 22r.jpg
¿Qué enseñaría?
La cachaza y sabiduría del asno, que daría sosiego al siglo. El ritmo pausado mediterráneo. La labor silenciosa y callada. El pasar sobre las ofensas. ¡Se la tiene por necia, siendo la criatura más sabia! Napoleón tuvo su cuerpo de observadores de orejas de asnos.

Qué me dice… ¿Para qué?
Antes de entrar en batalla, consultaba: el temblor de las orejas de los asnos anticipa eventos meteorológicos y propiciatorios. Ya para los dinastas egipcios fueron símbolo de sabiduría: adoptaron las orejas de burro –teñidas de rojo– como distinción de su cetro.

Lo aprendo de su cátedra asnológica.
Sepa también que Aarón, el pacificador hermano de Moisés, como sumo sacerdote de los hebreos adoptó esas orejas de burro sobre su cabeza (Éxodo, 28, 4)…, ¡distintivo sacerdotal que se convertiría en tiara papal!

Lo recordaré si veo al Papa con tiara.
¡Asinario signo de sabiduría y pacificación! El calmo solípedo fue para el pueblo judío animal sacrosanto: el jumento es la primera criatura citada en el Génesis, y la más citada en la Biblia. Y borricos indicaron dónde había agua cuando morían de sed los hebreos en el desierto del Sinaí. Y el Templo de Jerusalén custodió una cabeza de burro áurea.

¿Y qué decían los primeros cristianos?
Como judíos, eran fraternos con el asno: Jesús entró en Jerusalén en cabalgadura asnal. Y como asnos los caricaturizaron en Roma ¡y hasta por onolatras los tomaron!

¿Y griegos y romanos, qué opinaron?
Un burro portaba los materiales sacros para los cultos eleusinos de la diosa Ceres/Vesta, así que una fábula cuenta que el solípedo se envaneció, y así le amonestaron: “¡Mira que no eres tú el dios, sino que sólo le llevas!”.


¡Aplíquenselo políticos y dignatarios!
No vendrá de ahí la salvación: la salvación no es colectiva, ¡es individual! No me interesan las ideologías, sino el drama humano.

¿Cuál es el suyo, don Cristóbal?
Tuve una infancia feliz y una adolescencia tuberculosa que pasé en Port d’Andratx, leyendo bajo el toldo de una barca…

¿Qué libros leía?
Libros que Mrs. Flower, una señora inglesa, me prestaba de la biblioteca de su barco. Así durante la guerra aprendí el inglés con el que luego traduje tantas obras… ¡Siempre tuve hambre de libros, un insaciable afán de lectura! Y si quieres libros, libros te llegan, igual que te llega dinero si quieres dinero.

¿Qué libro llegó que le marcase?
La religiosidad herética de William Blake quemó las alas de las mariposas de mi fe. Su filosofía poética me poseyó, y le traduje por primera vez en España. Y me cautivó El libro del Tao, que también traduje de su versión inglesa por primera vez al castellano…

¿Qué aprendió del Tao?
Un misticismo humorístico, hecho a base de paradojas. Una sabiduría solitaria…




¿Como la de usted mismo, quizá?
He vivido en soledad grande. La sociedad estigmatiza al solitario. Pero la soledad que no mata ¡vivifica! A Nietzsche la soledad le venció. Yo la he vencido: no es mérito, es gracia… Desde los 30 años –desaparecida cierta mujer–, vivo la dicha del desgraciado.

¿Qué dicha es esa?
Me lo dijo Papini al poseerme su espíritu: “Conoce usted la felicidad del infeliz”. Y es cierto: he tenido una vida más desdichada que dichosa ¡pero sin sentirme hundido!

¿Entran espíritus en usted, me dice?
Han escrito a través de mi pluma Papini, Borges (“la eternidad es un laberinto”, me dijo), Colón (me desmintió ser mallorquín), Quevedo… ¡Qué iracundo!: ahí me asusté.

¿Qué sucedió con Quevedo?
Quevedo me convulsionó la pluma con tanta ira que a punto estuvo de romperse. Se puso violento, me amenazó… Algo que habré escrito sobre él le indignó… Me intimidó tanto que abandoné esas prácticas.

Lo cuenta usted con una naturalidad…
Los espíritus nos vigilan. Pueden ayudarnos, y también perturbarnos… Yo no conecto con el discurso occidental de la razón continua y lineal, prefiero lo sutil y discontinuo, lo fragmentario y relampagueante.

Entonces verá usted la tele…
Ya no, porque dos veces me ha estallado el televisor entre chisporroteos. Y la segunda vez provocó un incendio en mi piso. ¡La televisión es muy, muy peligrosa…! Puede matarme. Yo noto que me tiene por enemigo. ¡Es satánica! Temo a la televisión y a los perros. ¡Se impone ya un pacto con el asno!

Cristóbal Serra, escritor, traductor y erudito asnómano: ‘¡Se impone un pacto con el asno! Daría sosiego al siglo! 

La Vanguardia. La Contra 3-6-2009.

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