sábado, 10 de noviembre de 2007

Un poco de musica (dedicado al feacio Borja)



(entrevista con Juan Pedro Quiñonero)

Le Monde de la Musique me recuerda que Mstislav Rostropóvich cumple 80 años… ojeo el número, que está muy bien: una cosa pedagógica con ribetes eruditos, destinados al gran público. Finalmente, me digo, mi vieja entrevista con el Maestro me parece ¡mucho más interesante…!

Con motivo de no recuerdo qué premio castellano, en una fecha que no consigo precisar, estuve dialogando con él durante una hora larga. Me queda este recuerdo escrito:
A quinientos metros muy cortos del antiguo palacio de la princesa de Polignac-Singer, donde se estrenaron algunas obras maestras de don Manuel de Falla, Rostropóvich me recibe en su domicilio parisino, rodeado de estatuas, cuadros e imágenes muy antiguo régimen, con una humildad de visionario y profeta convencido que el arte salvará a la humanidad y a un mundo amenazado de desertización espiritual.

Consagrado, una vez más, como el violonchelista más importante del siglo XX, ¿cual es visión personal de su propio puesto en la historia de su arte?

No soy la persona más adecuada para responder esa pregunta. Por otra parte, el violonchelo, y la música, son, para mí, algo esencial de mi vida: sin ellos no hubiera podido vivir, ¿a que plantearme ese tipo de preguntas?


¿Cómo se llega a ser Rostropóvich?


¡No lo se…! Dios debió crearme de una cierta manera, o darme ciertos dones.


¿Cree usted en Dios?, ¿cree que Dios se ocupó de su nacimiento y carrera?


¡Por supuesto..! Dios nos ha creado a todos.


Pero no todos llegamos a ser Rostropóvich.


¡Afortunadamente…! En mi caso, supe, desde niño, que estaba «condenado» a la música, al violonchelo. Fue algo muy natural. No podía ser de otra manera. Toda mi vida ha estado consagrada a la música, al violonchelo. Ha sido mi manera de llegar a ser feliz. La justificación de mi vida. Se lo debo todo. Lo he dado todo. Ha sido y es mi manera de comunicarme con Dios, de comunicarme con el orden supremo de todas las cosas creadas.


¿Cual es la parte del dolor, el sufrimiento, en la obra y la carrera de un artista?


Enorme. Y, al mismo tiempo, el dolor, el sufrimiento, son una parte esencial en la formación y la liberación del alma de un artista. En mi infancia, en mi juventud, cuando estudiaba, tenía compañeros que estudiaban mucho más que yo. Los había, por ejemplo, que eran capaces de pasarse horas estudiando, trabajando, mientras seguían, en la radio, o la televisión, un partido de fútbol. Yo consagraba menos horas al trabajo, quizá, pero sabía que el arte, la música, el violonchelo, eran una manera que permitiría llegar a ser yo mismo, me permitirían alcanzar un mundo mejor, a través del arte. De ahí que, al final, he llegado a ser feliz. Y el sufrimiento, en mi caso, queda en un segundo plano.

Esa capacidad de interpretar una misa de Bach, al mismo tiempo que se contempla un partido de fútbol, en la televisión, me recuerda el caso de los grandes criminales nazis, o comunistas, capaces de dirigir inmensos campos de concentración y tortura de otros hombres, mientras ellos escuchaban a Mozart.


Algo espantoso, desalmado. Pero, al final, el gran arte acabará triunfando.


¿Cree usted que el arte tiene alguna utilidad práctica?, ¿puede el arte combatir la miseria del mundo, de alguna manera?


El arte es una parte esencial de la vida humana. Como la religión. Es una fuente de libertad y enriquecimiento moral. La salvación misma del hombre, de la humanidad, entera, dependen de la belleza y el arte. Es la belleza la que da un sentido a la vida humana. A través del arte, nos comunicamos con nuestros antepasados, con nuestros muertos, y transmitimos a los hombres que vendrán el legado de nuestra vida espiritual.


Salvamos nuestras almas, pero estamos indefensos ante la inmensidad de la miseria física universal.


¡No…! Siempre podemos hacer algo. Yo he ganado mucho dinero con la música. Pero también doy mucho. He creado una fundación. Ayudo a crear hospitales. La solidaridad, la fraternidad, son cosas espirituales y materiales, al mismo tiempo.


Cioran decía que los castellanos y los rusos tenían en común una cierta locura mística, y citaba el caso de Teresa de Ávila y de Dostoievski.


¡Llevaba razón….! Esa locura mística es una formidable riqueza espiritual.


¿No cree usted que el arte, la cultura, la vida del espíritu, están hoy amenazados por la colonización industrial del planeta?


Hay muchos riesgos, pero el arte, la belleza, nos harán libres. Recuerde los Evangelios.


Usted sufrió en su carne algunas de las páginas más dolorosas y endemoniadas de la vida del hombre del siglo XX, ¿cuales son sus esperanzas y temores ante el siglo que comienza?


Mire, hace poco estuve en el norte de Alemania, en un lugar desde donde los nazis lanzaban sus bombas teledirigidas contra Londres… en ese mismo lugar, yo estuve dirigiendo el Réquiem de mi amigo Benjamín Brittain. Al acabar la interpretación, estaba llorando. Y había otros espectadores, ingleses y alemanes, que también lloraban. En el mismo lugar desde donde se fabricaban instrumentos de muerte y destrucción, el hombre, ingleses, alemanes, un ruso como yo, interpretábamos una obra de perdón y misericordia, de memoria y reconciliación. El hombre del siglo XX bajó a los infiernos más atroces de la historia; pero, finalmente, a través del arte, a través del perdón y la compasión, nosotros podemos seguir viviendo y transmitiendo nuestra fue, nuestra confianza y nuestra esperanza en el arte y la belleza, que nos harán libres.

3 comentarios:

Borja Lucena Góngora dijo...

¡Ricky!, me siento muy honrado por esta dedicatoria. Veo este comentario sin poder leerlo, pero en cuanto tenga un minuto lo haré. Un abrazo

Gregorio Luri dijo...

Veo que coincidimos, al menos, en Patocka y Ramon Gaya. No es poca cosa.
Me llevo su link a mi Café.

Don Cogito dijo...

Intentaré estar a la altura de su magnifico blog

Muchas gracias