lunes, 9 de diciembre de 2019

"De la sátira política al humor negro: cien años de humorismo español" de Juan Antonio Cabezas (ABC, 26 de junio de 1977)


DE LA SATIRA POLITICA AL HUMOR NEGRO
CIEN AÑOS DE HUMORISMO ESPAÑOL

«Caleidoscopio de ingenio y de burla, de lápices buidos y de pies intencionados, el autor logra dar un vivo y ameno cuadro costumbrista, de épocas superpuestas, enlazadas por el hilo jocundo de escritores festivos y dibujantes de humor. El humorista es un hombre que, ante las humanas miserias le nace, alma adentro, una inmensa pena, que cuando llega al cerebro ya se ha hecho risa o sonrisa.» José FRANCÉS.

NUESTRO periodismo humorístico, gráfico y tipográfico; satírico e irónico (más que alusivo, agresivo), empieza aquel 4 de octubre de 1880 (cerca tenemos el centenario), cuando aparece en Madrid el primer número del Madrid Cómico. No era fácil entonces salir del laberinto de publicaciones menores (semanarios independientes, satíricos y festivos, sobre todo críticos) que habían proliferado, desde la revolución de 1868. Salían a la calle cargados de malas intenciones. Criticaban y satirizaban dura e indiscriminadamente a políticos, gobernantes, autores teatrales. actores, periodistas y otras personas más o menos conocidas del público. Los ataques eran tan agresivos que, con frecuencia, solían tener un epilogo dramático o pantomímico, en el enfáticamente llamado campo del honor. Lo corriente era un duelo a primera sangre, con lo que, si no se lavaba el dudoso honor, se salvaba la honrilla y los protagonistas adquirían cierta notoriedad.

La Restauración inició un drenaje de la charca maldiciente y el Madrid Cómico, dio cierto cauce de seriedad (valga la paradoja) al periodismo agresivo, satírico, festivo y chabacano. Todavía no se puede hablar del periodismo humorístico, tal como hoy lo entendemos. Madrid Cómico dio cierto cauce a la desbordada y un tanto desvergonzada sátira política, que se extendió a otros niveles sociales, con mesura no exenta de gracia y dignidad. Se generalizó la llamada sátira de costumbres. Aquellas ingenuas costumbres que escandalizaban a nuestras abuelas finiseculares, partidarias de Cánovas, de la Monarquía y de los duros «Amadeos», por su gran capacidad adquisitiva. Con uno de aquellos duros de buena plata, un madrileño podía comer, tomar café, fumar una tagarnina y hasta ver los toros en un tendido de sol. Ya nadie se asustaba de aquellas cabezotas de personajes conocidos que el lápiz de Ramón Cilla, colocaba sobre cuerpos esmirriados y en las manos del muñeco dibujaba los atributos de su profesión o dignidad, para decorar las portadas del Madrid Cómico. En todo caso el satirizado (político, poeta, dramaturgo, cómico o torero) solía temer más que a la caricatura en sí, a la cuarteta o quintilla que servía de pie al grabado y con más o menos ingenio hacía reír a los enemigos del personaje y sonreír en privado a los amigos y correligionarios. que solían mostrarse indignados en público.

Desde 1880 a 1912, pasan por las páginas de Madrid Cómico, los principales dibujantes festivos, desde Arnau a Renger, Donaz, Luque. Perea, Duran, Anca y Cilla. En la primera decena del siglo ya surgen algunos nombres nuevos como Manolo Tovar, Cruz Herrera, Bonilla, Ramírez y algún otro. Todos hacen dibujos a los que en el argot periodístico se llama monos, con unos pies que remarcan la ironía o la sátira del dibujo. Casi todos dibujan historietas en que los textos son versos pareados con mejor o peor rima. Hoy todo aquello nos parecen ingenuidades. Se abusaba de dos tópicos: pintar a los tipos populares excesivamente cochambrosos y a los señoritos excesivamente ridículos.

La revista Madrid Cómico, fundada por Miguel Casañ y dirigida por el escritor Sinesio Delgado y el dibujante Ramón Cilla, reunió en la década de los ochenta y la siguiente a toda la promoción de escritores que precedieron a los llamados del 98. En las páginas del Madrid Cómico aparecen con asiduidad las firmas de Ricardo de la Vega, Vital Aza, Ramos Carrión, Clarín, García Gutiérrez, Yackson Veygan, Eusebio Blasco, Antonio Grilo, Miguel Echegaray, Manuel del Palacio, la condesa de Pardo Bazán. Muchos de ellos cultivaron con éxito el teatro costumbrista y sainetesco, muy del gusto de la época.

«GEDEON»

Antes de terminar los diez primeros años del nuevo siglo, se produce en las letras y el periodismo, el fenómeno que iba a borrar radicalmente las huellas del siglo XIX. Pocas veces en transcurso de una década habrán cambiado tanto los gustos y las ideas sobre el arte, la literatura, el teatro y el periodismo. Con el siglo habrían muerto varios escritores famosos y algunos figurones de las letras y las artes. Se produce entonces una reacción contra el decadente modernismo finisecular, que cambia de signo todos los factores que habían integrado aquel movimiento poético y sus aledaños. La razón principal es que en el transcurso de esos diez años aparecen importantes libros de Unamuno, Valle-Inclán, Baroja, Azorín, Antonio Machado. Y hasta Rubén Darío, propulsor del modernismo con sus prosas profanas había cambiado sus cisnes unánimes y sus princesas tristes, por los más castellanos versos de sus Poemas de otoño.

Ya andaban por los cafés de la Puerta del Sol, unos jóvenes escritores que iban a imponer un nuevo estilo literario y unos nuevos gustos estéticos, los que. sin que ellos lo sospecharan entonces, serian denominados generación del 98.

En el mes de diciembre de 1895, aparece el primer número de la nueva revista festiva Gedeón. (El semanario de menos circulación de España, según se leía en la cabecera.) Tres años después, cinco señores con toda la barba, encabezados por el presidente del Senado, don Eugenio Montero Ríos, firmaban en París, porque no les quedaba otro remedio, el famoso Tratado, que no era tratado ni era nada. Una simple cesión de España a los Estados Unidos de América, de los últimos flecos del Imperio de Carlos I. De las Españas que pluralizaba Felipe II, cuando decía que en sus dominios no se ponía el sol. ¡Y aún no era una metáfora! Era la entrega de Cuba, Filipinas, Puerto Rico y todas las islas occidentales. Así se dice en el párrafo segundo del impuesto Tratado de París.

Esta catástrofe, y la ruina moral y económica que la siguieron, determina, sin embargo, la salida a la palestra (así se decía entonces) de varios semanarios satíricos y festivos, con muchas ínfulas y escasa duración, empeñados en una crítica destructiva de lo que ya no tenía remedio. Se diría que Madrid cumplía el decir popular: Comer no comeremos, pero nos reímos mucho. Hay una coincidencia de tiempo, digna de ser señalada: En 1899 el filósofo francés Henri Bergson, publica su libro La risa, en el que acaso por primera vez se intenta definir, con categoría de arte, la caricatura personal y el dibujo que expresa gráficamente una idea, capaz por sí misma de hacer reír o reír y pensar al mismo tiempo. El arte de la captura -escribe Bergson- tiene algo de diabólico: viene a levantar al demonio que el ángel había postrado en tierra. Es indudablemente un arte que exagera y, sin embargo, se le defiende mal cuando se le atribuye como objeto único la exageración.

Todos aquellos semanarios finiseculares van desapareciendo, mientras Madrid Cómico y Gedeón, entran triunfantes en el nuevo siglo. En la primera década Madrid Cómico cambia de formato. Cambia también su técnica y su espíritu, al cambiar su plantilla de colaboradores. Los dibujos de cabezotas de Cilla, son sustituidos por otras portadas y páginas ilustradas a base de fotografías periodísticas, reproducidas por el procedimiento de grabado directo, gran novedad técnica de la época. Entre las firmas de escritores aparecen las de Carrere, Ramírez Ángel, Joaquín Belda, Cristóbal de Castro, Eduardo Zamacois, Virgilio de la Pascua, Álvaro Retana. Joaquín Dicenta (hijo) y algún otro joven de la época. También cambian los dibujantes ilustradores. En Madrid Cómico y Gedeón aparecen por primera vez las firmas de Manolo Tovar, Sileno, Pelele, Moya, Gimeno, López Rubio, Sancha, Robledano, Bagaría. Por citar sólo algunos de los que. por haber pasado a sucesivas publicaciones y haberse mantenido. están en la mente de todos.

LA SATIRA POLITICA

Pese a las renovaciones materiales y al cambio en las características de los dibujos e historietas, en estos semanarios de la década del famoso cometa «Halley», su fórmula general y esencial es aún la sátira política, que va de la alusión a la agresión. La gracia (ingenua gracia) consiste en disfrazar a los personajes del momento de cosas raras: de pavos de Navidad, de Reyes Magos, de destrozonas en carnaval. O bien presentarlos en situaciones ridículas. Como aquella de Gedeón en que se representaba a los enchisterados jefes de los tres partidos en lucha, pastoreando a un rebaño de hermosos borregos. El pie decía “Preparando el cuerpo electoral”. Durante los primeros años de siglo abundaban las alusiones agresivas a la guerra de Cuba, al Tío Sam, a los políticos del desastre. Después vino la guerra de Marruecos de 1909 a cambiar el temario.

En el Gedeón no había firmas literarias. Había varias secciones fijas con cabeceras dibujadas, como las tituladas: Los jueves de  «Gedeón», Armas al hombro, El papel vale más, De ojeo. En la última época había una sección titulada Gedeón moreno que en el último número decía el autor que ya se había puesto negro. Fue muy notable el Diccionario de la Academia Gedeónica. en el que se daban definiciones por este estilo: ALGARABIA: Lenguaje dramático y no dramático, del señor Feliú y Codina. ALGARROBO: Árbol de buena sombra que empieza a tenerla mala, no por culpa del árbol, sino por los que en él se cobijan. AMISTAD: Afecto puro, desinteresado, que se profesan los señores Silvela y Romero Robledo, por fortuna para el país. AMOR: Cifra resumen y compendio del vivir, para Linares Rivas. Lo que lleva a Cánovas hacia el Retiro. Sentimiento extraño a Silvela.

En la última etapa de Gedeón, cuando ya era editado por Prensa Española, aparecen algunos dibujantes nuevos, o todavía poco conocidos, y unos redactores que inician unos reportajes con pretensiones de humorísticos, que sin duda suponían un paso más hacia un cierto tipo de literatura festiva y periodística. Llevaba títulos muy significativos y originales, siempre a base de una simulada entrevista, en la que el supuesto entrevistador, dialoga con un personaje político, literato, autor teatral y le hace decir lo que quiere el reportero. Así los titulados: Junto a la garganta de Melquíades Álvarez, o Bajo la barba de Pidal. En este último el periodista se instalaba bajo la barba abundosa de don Alejandro y le preguntaba sus opiniones sobre personas políticas y sobre los literatos jóvenes del momento. El ilustre académico decía porque así lo quería el periodista, que los escritores jóvenes eran todos unos gaznápiros, enfatuados y ridículos. Que no sabían por dónde se andaban. Y los tales jóvenes que a continuación nombra el malévolo y fantástico reportero, sobre Valle-Inclán, Benavente, Azorín, Baroja, Linares Rivas, y otros de la hornada gloriosa. Estos reportajes sin firma, según la norma de Gedeón, recuerdan las cosas del entonces también joven, Wenceslao Fernández Flórez, sin duda precursor, aunque pronto superado, de la literatura humorística española

«EL MENTIDERO»

Gedeón y Madrid Cómico mueren en el mismo año 1912. En la última plana del número de Gedeón correspondiente al 13 de octubre, se advierte a los suscriptores que. el próximo número lo recibirán como suplemento del diario Ecos. Pero aquellos ecos se esfumaron y el Gedeón con ellos, para siempre. Con estos dos semanarios terminaba la época del periodismo festivo del siglo XIX, que se caracterizó por la sátira y la ironía, por la alusión personal y a veces la agresión gráfica que, unos años después, dará paso al verdadero humor. Pero no adelantemos los acontecimientos. Apenas se había cumplido un año de la desaparición del Gedeón y el Madrid Cómico cuando el entonces joven avispado periodista, Manuel Delgado Barreto, inicia la publicación de un nuevo semanario satírico, todavía cortado por el mismo patrón de los desaparecidos. Se titula El Mentidero. Un subtítulo agrega «Con espías en todas partes». En su presentación se alude al famoso Mentidero de Madrid. Al vivo y oral, de las gradas de San Felipe, en la Puerta del Sol. del que era fama que. salían las noticias, antes de que se produjeran los sucesos.

En el nuevo semanario El Mentidero se popularizan algunas firmas de nuevos dibujantes que, dada su novedad y calidad, iban a dar mucho juego. Allí aparecen con portadas dibujos e historietas, dibujantes como Robledano, cuya primera portada lleva fecha 22 de noviembre de 1913. También alternan Pelele, Gimeno, Areuger, Rip, Kinin, Crayón, López Rubio y algunos otros que ya procedían de Gedeón. Las secciones literarias, siempre a base de agudas y duras sátiras, firmadas con pseudónimos, son más variadas que en los semanarios anteriores. Sus títulos anuncian ya una más amplia preocupación por temas fuera de lo estrictamente político: Mentidero teatral, Chismorreo del Gran mundo, Gazapillos, Pensamientos disecados, Soñando en chunga, Jefatura del histerismo y otras por este estilo que corroboran las nuevas tendencias.

Una de las novedades que aparecen en El Mentidero, es la ilustración a base de composiciones fotográficas, de las que tanto partido se sacaría en los años posteriores. Las inicia el popular fotógrafo Casariego, con alusiones a políticos que resultaban verdaderamente crueles. Son las cabezas fotográficas de los propios personajes las que aparecen colocadas en cuerpo con extraños ropajes o bien acopladas a determinadas especies zoológicas. Más de un disgusto serio costaron aquellas sátiras fotográficas, cuyo realismo plástico molestaba más directamente a los fotografiados.

También inicia El Mentidero su propio Diccionario, con definiciones como estas: ABADEJO: Literato que no llega a besugo. ABEJA: Insecto muy abundante en la Alcarria, feudo del conde de Romanones. Chupan en todas partes. ABELLA: Un concejal conservador que no habla.

El Mentidero, un poco a trancas y barrancas, duró diez años. Hasta el 21 de diciembre de 1921. Puede decirse que murió asesinado, por la primera revista humorística española -Buen humor- que aparece tres semanas antes del óbito. El 4 de diciembre del mismo año. Todavía se subtitula Semanario satírico, pero ya era otra cosa. Con Buen humor habla cambiado y se iba a terminar la sátira malhumorada de España.

«BUEN HUMOR»

Puede decirse que cada uno de los semanarios satíricos habían preparado un poco el camino del nuevo género de literatura y de humor gráfico que cristalizan definitivamente en Buen humor y en su contemporánea Gutiérrez. En las dos revistas aparece una nueva promoción de escritores y dibujantes humorísticos, que van a complementar la gran promoción literaria de los años veinte. En las historietas y las ilustraciones que en el argot se empiezan a llamar monos, la gracia y el ingenio sustituyen a la ironía agresiva y el humor acaba a golpes de gracia auténtica, con la agresividad malhumorada del siglo XIX y primeras décadas del XX.

Buen humor (1921-1931) es la que da la pauta del nuevo género literario con ilustraciones humorísticas. Seis años después (1927-1934) aparece Gutiérrez, la segunda revista humorística que venía a remachar el clavo, con nuevos escritores y dibujantes. Terminada definitivamente la sátira política empieza el humor genuino, puro, que se alimenta de su propio ingenio. Sólo hubo un caso de reincidencia con el dibujante catalán madrileñizado Bagaría, que a veces tenía que rellenar con lo que él llamaba dibujos de almohadón, el hueco del mono alusivo de la primera página de El Sol, tachado por la censura de la llamada dictablanda de Primo de Rivera.

Durante los primeros años veinte, al margen de las revistas citadas y de alguna otra de menor cuantía, algunos periódicos, entre ellos El Sol, La Voz de Madrid y el ABC, publican diariamente monos e historietas. En ellos destacaron dibujantes humoristas: Bagaría, Xaudaró, Manolo Tovar, Enrique Echea, Robledano y Martínez de León, con su inolvidable personaje Oselito. Al mismo tiempo, en ese ángulo geográfico del noroeste de la Península, en El Faro de Vigo, surgía un magnífico humorista gallego (precursor del que después se llamaría «humor negro»), Alfonso Castelao -médico, dibujante y escritor-, que proyectaba sobre toda España un galleguismo gráfico. Esa mezcla de sátira, ironía, cazurrería gallega y humor, veteado de esa ternura lírica, húmeda y humanísima, que caracteriza el alma gallega.

La revista Buen humor, con portada en colores, buen empaque tipográfico y un precio caro (eran mucho dinero entonces cuatro perras gordas), tiene su primer acierto en el título. Acaso sus propios autores no comprendieron entonces todo su alcance. Buen humor suponía acabar con la alusión chocarrera, que caracterizó todo el arte de aquel período, que se denominó cómico o festivo. Era una forma de divertirse y fomentar la calumnia con sátiras de mal gusto. Consistía en ensañarse con los más elevados personajes, lo que suponía una demasiado fácil demagogia. Era una forma de enmascarar la falta de verdadero ingenio. Más que mala gracia era mala uva.

UNA REVOLUCION ESTETICA

Cuando uno lee ahora un número de Buen humor, se da cuenta de que supuso una auténtica revolución estética. El primer número aparece con portada de Pérez Dunas. Pero en el segundo ya aparece el fresco y nuevo ingenio de Antonio de Lara (Tono), que rompe con todo lo tradicional. El dibujo se estiliza y el pie empieza a ser de auténtico humor. Y aparecen escritores de la talla de Edgar Neville, Mihura, Jardiel Poncela. Dentro hay otras novedades: Bagaría, Sirio, Sama, Xaudaró, Echea, K-Hito, López Rubio, Esplandiú, Sileno, Robledano, Penagos, Ribas, Bujados, Reyes, Miret, Garrido, Apa, Fresno, Uribe, Demetrio, Casero, Menda, Vallejo, Abela, Bilbao, Bartolozi y algún otro que empieza a llenar páginas con ingeniosos dibujos que hacen reír o sonreír. sin necesidad de chabacanas deformaciones de personajes conocidos. Los protagonistas de los monos empiezan a ser personajes abstractos, puros símbolos o prototipos, creados por el artista. Entes de ficción, muñecos escasamente humanizados, pero con enormes cargas psicológicas, pese a su leve relación con la morfología de los seres humanos. De los muñecos de aquellos y de los actuales humoristas, se puede decir eso que algunos novelistas malos o que se pretenden pasar de listos, escriben al comienzo de sus narraciones. Los personajes de esta obra son imaginarios y todo parecido con seres reales, es pura coincidencia. (Inocente disculpa.)

Pero en Buen humor no solo cambia el signo del humor gráfico. Es en aquellas paginas donde de verdad nace el humor que actualmente tiene categoría de género literario. Allí empieza a publicar sus Coplas Luis de Tapia, Manuel Abril hace sus Ecos de sociedad en broma. En Buen humor aparecen los nombres de José López Rubio, Fernández Flórez, Antonio Robles, Mihura, Edgar Neville. Y algunos más maduros y menos humoristas escriben también: Torres del Álamo, Pérez Zúñiga, Ramos de Castro, Sinesio Delgado, José Francés. Y aparece un nuevo estilo: las primeras obras importantes de Ramón Gómez de la Serna, que todavía firma con su nombre y apellidos. Allí están ya los primeros frutos de esa nueva visión del mundo, de los seres y las cosas, que trajo a la literatura española, ese madrileño genial, nacido en la calle de la Bola, que tenía en el café Pombo de la calle de Carretas, su tertulia internacional. Ya están en las librerías La viuda blanca y negra, El secreto del Acueducto, El torero Caracho. Y las crónicas semanales ilustradas por su autor, sus Gollerías y las interminables Greguerías, en que junto al lado trascendente de las cosas aparece el ridículo. En uno de los primeros números de Buen humor publica Ramón, entre otras cosas su Teoría estética del cuello de pajarita.

«GUTIERREZ»

Y cuando ya Buen humor, ha binado hondo en el barbecho y ha preparado los surcos. Cuando ya van cinco años, cinco sementeras de humor, aparece el de mayo de 1927, el nuevo semanario Gutiérrez. dirigido por el dibujante K-Hito, que pronto alcanza gran popularidad. El personaje titular de la publicación es un muñeco representativo de la burocracia administrativa (jefe del negociado de cuentas incobrables). Por ello el editorial de la revista aparecía siempre en forma de oficio mecanografiado. Pasan a Gutiérrez algunos colaboradores de Buen humor, a los que se unen otros escritores y dibujantes nuevos. La verdad es que una sola revista no podría soportar toda la numerosa promoción, Es una auténtica enjambrazón de la colmena que casi llega a la saturación.

En los primeros números aparecen las firmas de Edgar Neville, Mihura, Antoniorrobles, López Rubio, Dalmau, Xaudaró que escribe unas crónicas ilustradas por su perrito. Dibujan además de K-Hito, Tono, López Rubio, Aljarraz, Barbero, Blull, Allora. Robles, Morán, Orbegozo, Bollón, Torremocha. También reproduce semanalmente Gutiérrez una caricatura de cada uno de los diarios madrileños: la de Blul en La libertad, la de Bagaría en El Sol primero y después en Luz, la de K-Hito en El Debate, la de Tovar en La Voz de Madrid. Tanto Buen humor como Gutiérrez siguen cultivando las fotografías antiguas con pies intencionados que por su ingenuidad hacen siempre gracia.

Entre las secciones más ingeniosas de Gutiérrez, puede considerarse aquella de las Cartas de niños manuscritas por Dalmau; la titulada El sexo débil (Lecturas para mujercitas de su casa y otros mamíferos). Eran muy buscados por los lectores los cuentos de Edgar Neville; el Diario de sesiones en broma; la sección titulada El revés de los días y la titulada Curiosidades, pensamientos y otras idioteces. Y por último la sección de anuncios por palabras. Uno de los anuncios era éste: Se desean agentes profesionales para seguro de entierro. Condiciones excepcionales a los que se hayan muerto más de una vez, porque así es más seguro lo del entierro. Calle de la Salud para encomendarse a Dios, 81. Madrid.

Gutiérrez exhala el último suspiro el 29 de septiembre de 1934. a los siete años de existencia y 374 números publicados. Al pie de la caricatura de contraportada del último número decía: «Presagios de tormenta». Sin duda hablan comprendido los editores que ni el país estaba para bromas ni el horno para bollos.

Y ahora, telón. Ya sabéis a lo que me refiero.

«LA CODORNIZ»

El próximo semanario de humor será La Codorniz, que sustituyó a la paloma bíblica. Ella trajo a España el olivo de la paz y de la risa, después del Diluvio de la guerra civil.

Desde la desaparición del Gutiérrez (1934) al primer cacareo de La Codorniz (1941) han pasado siete años. Son los de las siete vacas flacas de la tragedia española. Los siete años sin humorismo. También aquí el sueño del Faraón tuvo su interpretación no simbólica. sino real y verdadera. El humor español reaparece bajo un nuevo signo. Se denomina humor negro, para distinguirlo del blanco y del rosa. Todo ha cambiado. La Codorniz no será un semanario humorístico más. Del nido gráfico y tipográfico de La Codorniz salió un nuevo estilo (el codornicesco) que era también una nueva forma de enfocar la vida, los hombres, los hechos y las cosas. Ante una determinada conducta política o humana y ante determinados hechos, se hizo popular la frase: Eso es de La Codorniz. Más que una nueva forma de escribir y dibujar. La Codorniz aportó una nueva forma de interpretar el mundo entorno. No se sabe si lo codornicesco fue intelectualizar, cerebralizar el humor periodístico o humanizar una nueva forma de filosofía que también puede ser poesía. De lo que no cabe duda es que. del nido de La Codorniz, salieron nuevas formas y nuevas fórmulas, nuevas palabras y nuevos mitos. Los que vinieron a destripar tópicos, a deshacer rutinas del periodismo humorístico anterior.

Ello suponía devolver a las palabras su virginidad expresiva, que la torpeza del tópico les habla arrebatado a fuerza de resobarlas en utilizaciones impropias. Eso que les ocurre a las piedras cuando las arrastra un torrente. Empezaron a ensayarse nuevos estilos y nuevos conceptos de lo humorístico. Desde la aparición de La Codorniz en los quioscos de periódicos de toda España, la revista no era un símbolo petrificado. Era un pájaro pinto, que aportaba un nuevo canto primaveral y una nueva sonrisa

LOS NUEVOS NOMBRES

Del nido de La Codorniz empezaron a salir, además de la pareja incubadora Tono-Mihura, los nombres de humoristas, escritores y dibujantes, no aparecidos en revistas anteriores. Allí aparecieron los popularísimos Ángel Antonio Mingote, Forges, Álvaro de Laiglesia. Evaristo Acevedo, Ángel Palomino, Herreros, Picó, Gorti, Chumy Chumez. Summers, Máximo, Tilu, Peridis, Dávila y algún otro. También tuvieron origen codornicesco, escritores como Azcona, Alfonso Sánchez, Llopis, que dominaron las narraciones largas y triunfaron en los escenarios. En La Codorniz instaló Evaristo Acevedo su ingeniosa y depuradora Cárcel de papel, en la que sufrieron condena no pocos escritores y periodistas españoles, aunque el humanismo de Acevedo evitó que les aplicasen ningún tipo de torturas. Eran responsables de crímenes contra la Gramática, o bien de tópicos y cursilerías, escritas con todas las normas gramaticales Lo que es aún peor.

Entre los pseudónimos de la primera época aparecen los de Baronesa Alberta, Don Ataúlfo, Don Venerando, Don Josefino, Brunigildita y su padre y personajes de ficción, como la pareja siniestra de Mingote; los personajes bestias de Gila y otros que han contribuido a la deshumanización del humor gráfico hasta convertirlo en humor negro, que era el que correspondía al siniestro momento histórico. En vez de gastar bromas pesadas a políticos y personajes (bromas en aquel tiempo censurables y censuradas), los humoristas recurrían a la tangente de la realidad que les brindaba La Codorniz. Y así se decían en broma las únicas verdades que lograban atravesar la barrera del sonido.

Los humoristas creaban su propia mitología y jugaban con infantil crueldad, no exenta de ternura, con los muñecos de papel y tinta. Con los monigotes que a fuerza de ingenio se convertían en una especie de prototipos humanos, con los que, por su absoluta despersonalización, adquiría el humorismo sus valores más universales Desde hace más de treinta y cinco años. La Codorniz sigue su marcha o su vuelo, bajo la dirección del escritor humorista Álvaro de Laiglesia, el más leído de España, rival en ediciones del italiano Pitigrilli. La Codorniz se convirtió en las décadas cincuenta y sesenta, en una especie de Biblia del humor negro o humor de evasión, en el que se había superado la ironía, la sátira y la mordacidad. Es un humor abstracto, impersonal y un tanto vaporoso, pero entendible y eficaz, que logra objetivos. Alguna vez la pistola de La Codorniz apunta y dispara, pero sin proyectil, claro. Sino dejaría de ser humor, para ser drama. Es como atracar con una pistola de juguete. El efecto es el mismo. Pero siempre se puede decir a tiempo; ¿No ve usted que era broma? De la última nidada de La Codorniz salieron últimamente una docena de revistas de humor, en muchas de las cuales se vuelve a coger el hilo novecentista de la sátira política. Quizá sea que como en todas las actividades humanas, la pescadilla se muerde la cola.

Juan Antonio CABEZAS

ABC, 26 de junio de 1977, pp.121-128.

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