Madrid. Manuel Calderón
La
opinión es unánime: el IVAM es museo ejemplar. El que será su nuevo director a
partir del próximo día 11, Juan Manuel Bonet, comparte este criterio, pero se
atreve a añadir algunas carencias en colecciones y exposiciones, sobre todo en
esas vías muertas de la vanguardia representada por artistas solitarios que no
siguieron la pauta de la ortodoxia moderna. Propone que el Instituto Valenciano
de Arte Moderno sea un museo «menos ortodoxamente moderno», más tranquilo y
reflexivo. El nombramiento de este crítico de arte -durante muchos años en
estas mismas páginas- e historiador al frente del buque insignia de la política
cultural valenciana ha anticipado el debate que vendrá sobre los intelectuales
en el nuevo horizonte político: «La cultura en España no empezó en 1982»,
afirma.
-¿Qué
es lo que conduce a un crítico e historiador del arte a dirigir un museo de
arte contemporáneo?
-El
crítico no sólo es crítico cuando escribe sino también cuando organiza
exposiciones. Creo que la tarea de la crítica va a tener que ver cada vez menos
con la tarea de escribir. La vinculación con los museos es algo que surge como
ley de vida. En mi caso, el primer museo con el que colaboré fue en mi
adolescencia, con el Museo de Arte Abstracto de Cuenca de Fernando Zóbel, una
persona inolvidable que contó mucho en mi formación. Pasado un tiempo, en 1985,
el actual director del Georges Pompidou me llamó para-la comisión de compras
del Museo Cantini de Marsella y conseguí que ese museo tuviera obras de
Sicilia, Broto o Campano. He colaborado con el CAAM de Las Palmas, para el que
he montado cuatro exposiciones, la última «El poeta como artista», y con el
Museo de Teruel.
-Parece
que en los últimos años han primado los criterios políticos en la gestión
museística. ¿Está de acuerdo?
-Depende,
porque el arte y la política son entidades políticas muy distintas entre sí. El
arte existe independientemente de la política. Evidentemente son mejores las
democracias que los regímenes totalitarios para que florezca el arte, pero
acaba sobreviviendo. No tiene que haber una relación entre poder político y
museos, y creo que éstos deben tener una autonomía relativa dentro del aparato
cultural de un estado.
-¿Dispone
el IVAM de esa autonomía?
-En
esa línea está la visión que tiene el nuevo gobierno valenciano sobre el IVAM:
no anteponer intereses políticos a los propiamente museísticos. Creo que ha
habido, sobre todo en los últimos meses, antes de las elecciones, un cierto
catastrofismo difundido por personas que, con buena o mala intención, decían
que el IVAM peligraba. Me parece que las decisiones tomadas hasta ahora sobre
el museo contradicen esas opiniones que considero interesadas, incluso
electoralistas en algunos casos.
Transición
democrática
-Este
va a ser un debate que en los próximos meses va ir en aumento.
-Es
cierto que hay opiniones que dicen que la llegada del centro-derecha al poder
en España va a suponer la llegada de una cultura rancia. Me da la impresión de
que muchas de las personas que opinan de esta manera no se lo acaban de creer.
La cultura en España no empieza en 1982. Por ejemplo, creo que hay una etapa
importante de la que se ha hablado poco de ella que es la de los años de la
transición democrática entre 1977 y 1982, donde se hizo un trabajo de
exposiciones muy notables y la Dirección General de Bellas Artes expuso a
Chillida, Miró, Tápies, Saura. Guerrero... Es decir, las grandes exposiciones
que yo llamaría de un período de reconciliación nacional vinieron de la mano de
un gobierno de centro. Lo que en el IVAM sí se ha planteado es el hecho de la
alternancia, y una alternancia no traumática. En un país con mayor tradición
democrática estas cuestiones ya ni se plantearían.
-¿Cree
que es producto de una falta de consenso en política cultural?
-Creo
que es producto de esa falta de consenso, pero sobre todo de falta de tradición
democrática. En Francia nadie se ha planteado nunca si el Centro Pompidou, como
así fue, lo hizo el presidente Pompidou u otro presidente de otro signo. Hay
instituciones museísticas en toda Europa realizadas por gobiernos distintos,
pero sobre eso existe un consenso que forma un tronco cultural común. En España
vamos camino de eso. de acabar con temores infundados que quedarán diluidos por
la práctica.
Intelectuales
y política
-¿Qué
opina de lo que en algunos artículos se ha dado en llamar «los intelectuales
del PP»?
-En
primer lugar, yo soy independiente y no tengo carné de ningún partido. En
segundo lugar, no creo en los intelectuales orgánicos, del PP o del PSOE y.
además, no creo conveniente que el PP disponga de una cohorte de intelectuales.
Carlos Semprún, que es una persona que considero lúcida, escribía que podría
ser peligroso que de repente al PP le aparecieran intelectuales en busca de una
especie de etiqueta de lo políticamente correcto. Yo creo que lo que es
pernicioso es la creencia interesadamente extendida por determinados círculos
de que la cultura sólo puede ser patrimonio de los partidos de izquierda y que los
partidos de derecha no tienen nada que decir al respecto y que un intelectual,
por el hecho de serlo, es automáticamente de izquierdas. En la práctica es
absurdo, ahora y siempre, porque siempre han existido intelectuales de
derechas, de izquierdas u otros sin ninguna vinculación con lo político.
-¿No
existía esta diferencia en la vieja vanguardia artística?
-Para
el «Diccionario de las vanguardias españolas» que acabo de escribir, aparecen
múltiples tipologías de intelectuales. Es absolutamente mitológico, por
ejemplo, pensar que todos los intelectuales estuvieron con la República. El
libro de Trapiello fue bastante esclarecedor al respecto. Y hay una cosa que es
bastante molesta, que cuando se intenta decir que sí, que hay intelectuales de
derechas se citen a fascistas, como leí recientemente en un artículo, que ponía
de ejemplo a Foxá. Sánchez Mazas o Pound. Pero muchos otros son liberales,
tradición que en España ha sido rica.
Tiempo
ganado
-¿No
cree que la política cultural ha girado demasiado en torno a la museística?
-En
parte sí, pero por el gran desfase que existía en España. En un país que no
existían museos de arte moderno o esos lugares donde los creadores jóvenes
pueden buscar ejemplos las lagunas son muy extensas. Ahora sí podemos hablar de
una trama museística gracias a que desde 1977 se ha incidido en este aspecto.
-Hay
quien piensa que son demasiados museos.
-Hay
quien lo piensa, pero yo no lo creo. Estos museos que se convierten en el buque
insignia de una comunidad son positivos. Otra cosa es la excesiva proliferación
de fundaciones centradas en la obra de una artista. Soy partidario de centros
donde se agrupen artistas de una misma comunidad.
-Todo
el mundo está de acuerdo en que el IVAM es un museo ejemplar, pero ¿no le haría
alguna crítica?
-La
crítica que yo le haría al IVAM sería la que le haría a otros museos tipo MOMA,
que son el olvido de realidades que también existen. Yo no quitaría nada de las
líneas ya emprendidas -lo que menos me interesa es esa aproximación al Pop Art
hecha desde su vinculación valenciana-, pero me sorprende la ausencia del
surrealismo, ya que intentar entender los artos 20 y 30 sin el surrealismo es
bastante difícil, y en un país que tiene además a Miró, Dalí, Oscar Domínguez y
otros surrealistas menores Creo que por ese lado se puede hacer un esfuerzo.
Pero hay otro aspecto que es mucho más flagrante porque responde a una
tradición museística y de pensamiento bastante más arraigada: es la práctica
total ausencia de la tradición figurativa en las colecciones y las
exposiciones. Hay que decir que éste es un vicio compartido. Hay que abrir un
campo de reflexión en este campo y mirar a artistas solitarios que se salieron
de los caminos de la vanguardia.
-¿Podría
anticipar los nombres de esta vía?
-Un
punto importante sería la Italia novecentista, la de De Chirico, Morandi, de
Carra. Y luego otros más radicales como Hooper o Balthus. No estoy diciendo que
vaya a hacer exposiciones de estos artistas, de hecho estoy pensando en una
visión de la Italia de esa época. Pero al privarnos los museos de ese punto de
vista, nos privamos de un componente importante de la modernidad.
-¿Da
la impresión de que le gusta moverse en dominios intelectuales donde hay una
componente política fuerte y contradictoria?
-Efectivamente
la figuración italiana se produce en un contexto como el de la Italia
mussoliniana, apoyada por una mujer, Margarita Sargati, que fue amante de
Mussolini, pero soy capaz de deslindar lo que es arte de lo que es política. En
los siglos venideros no se mirará cuál es el sistema político en el que vivió
un artista. Me gusta establecer un paralelismo entre Hooper, artista de la
época de Roosevelt, de esa América de la depresión, y artistas soviéticos de la
época de Stalin.
Españoles
de los 80
-Con
respecto al arte español, ¿qué cambios va a introducir?
-Quisiera
atender más a lo que se ha hecho hasta ahora, el arte español de los artos 80 y
su vertiente pictórica. No es lógico que un museo como el IVAM haya prestado tan
poca atención a la pintura española de la generación de Broto y Campano. Ha
hecho exposiciones de Sicilia, Barceló y Campano, pero se pueden hacer más...
-Fueron
también artos muy acelerados en los que los artistas vendían mucho y se
quedaban con poca obra.
-Sí,
pero creo que en el ÍVAM ha habido resistencias a admitir nombres de ese debate
artístico de los 70 y 80. Creo que la colección se puede reforzar más en esa
línea. Como filosofía global me gustaría hacer un museo menos ortodoxamente
moderno: que contemple lo que ha sido la realidad artística de este siglo
integrando en él tanto esas facetas más propiamente vanguardistas con otros
caminos individuales y solitarios. Es el momento para hacer un museo más
tranquilo y reflexivo.
-Como
crítico e historiador del arte ha mostrado siempre interés por dar con una
síntesis de la vanguardia española, ¿cómo quedaría plasmado en un museo?
-La
cultura española de los primeros años de este siglo se conoce sobre todo la que
se desarrolló en París, pero hay otros nombres que podrían interesar, como es
Ángel Ferrán, Manuel Ángeles Ortiz, Bores. Cossío, Ponce de León, Ucelay. Me
voy a preocupar para que este período esté presente en el IVAM, tanto en la
colección como en exposiciones.
ABC,
Madrid, 8 de Septiembre de 1995, pp 36-37.
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