jueves, 16 de enero de 2025

Entrevista a José Jiménez Lozano (El Día de Valladolid, 23 de abril de 2003)

 


¿Cuánto tiempo hace que no se patea una obra de teatro en Madrid?

■ El escritor recibe hoy en Alcalá de Henares de manos del Rey el premio literario hispánico más importante.

■ Nació en Langa (Ávila) en 1930, es licenciado en Derecho, Filosofía y Letras y graduado en Periodismo.

■ Es el Cervantes número 26 desde que fuera concedido en 1976 al vallisoletano Jorge Guillén.

-Jiménez Lozano comenzó a publicar tarde y no sé si también a escribir tarde de tanto que había leído. Comparaba lo que había leído y lo que había escrito y tenía sus prevenciones.

-Bueno, eso es inevitable. Yo no creo en los escritores analfabetos. Tampoco creo en los escritores hechos de la nada. La genialidad pues a lo mejor existe, pero creo que se nutre primero de los demás y de lo que ha habido detrás de él. Un autor es la cultura que ha recibido, sus estudios, sus lecturas. lo es su vida, sus amigos, sus enemigos, las culturas de fuera que ha visto, las de otros tiempos que le han llegado por los libros... El substrato del yo del autor tiene que tener oído, vista... Tiene que ser fiel, aunque eso cuesta un poco, porque uno tiende a ponerse en medio.

-Por uno de sus libros de relatos, El grano de maíz rojo, recibió el Premio Nacional de la Crítica. Entonces dijo que se había sentido más impresionado por las opiniones que hicieron de este libro los alumnos de un instituto que las del jurado que le concedió aquel premio.

-El jurado de un premio se supone, naturalmente, que son hombres de literatura y que tienden a ver la literatura de alguna manera profesional, mientras que el escritor no piensa, o no debería pensar en esas cosas. Sólo en decir para llegar, a quien sea, a alguien. Entonces, la gente que no tiene por delante un esquema pues no mete las cosas en un esquema. Los que no tienen una sabiduría de la técnica literaria tampoco piensan en ello. Entonces nos dicen si huele a tierra mojada, si les llega al corazón, si han visto a los personajes. Y eso, al fin y al cabo, es lo que importa.

-El viaje de Jonás, es una de sus novelas inspiradas en historias bíblicas. Jonás viajó en el vientre de una ballena y usted fábula sobre ello convirtiéndolo en un libro, una novela de aventuras.

-Desde luego. El viaje de Jonás tiene más aventuras que el de Simbad el marino, no cabe duda. Es una fábula en la que Jonás sería un hombre de su tiempo pero también un hombre de hoy. Hay algunos anacronismos, evidentemente, pero son guiños irónicos... es una fábula, un cuento, sí.

-Jonás, como si fuera un personaje de Julio Verne, hace un viaje submarino de muchas leguas.

-Sí, es una historia bíblica transfigurada. Aquí Jonás tiene una mujer de la que no se habla para nada en la Biblia, y hay sus cosas entre ellos y hasta unos cuantos guiños a la modernidad. Incluso lo de la ballena, pues está la ironía de si eso era o no una máquina.

-Una ballena que podría ser un submarino. También la Biblia está llena de aventureros como Jonás, de héroes como David, de máscaras, de mitos... Como en las películas de ciencia ficción.

-Pues como son los hombres, claro. Los hombres siempre han querido conocer lo desconocido y hacer lo imposible. San Agustín decía que confiaría en los hombres muy poco, pero que confiaría mientras tuvieran miedo a la muerte y amor a lo desconocido. Cuando uno no tiene apetito de nada es que está más muerto que vivo. Y no hay aventuras, claro.

-Siente una gran admiración por la obra de Américo Castro. Ha profundizado en la idea de la España como solar de las tres culturas, ahí está la Guía espiritual de Castilla o Judíos, moriscos y conversos. ¿Tiene ya respuesta para esa pregunta que le sugiere el interior de la ermita mozárabe de San Baudelio, en Soria? ¿Qué hace una palmera en un sitio de clima tan riguroso?

-No, no hay respuesta. Es difícil encontrar una respuesta en sentido científico y riguroso. Lo que puede haber son barruntos, hay una poliglesia, es decir, una iglesia metida dentro de otra... hay tanta materialidad oriental que evidentemente hay que pensar en eso a veces... Piensa uno hasta en las iglesitas etíopes ¿no? Pero, naturalmente, tampoco mi misión es la del historiador del arte y tener que buscar los hilos o los engranajes que conectan unas cosas con otras sino algo así como hacer reflexiones o guiños y bueno

- Que sirven en todo caso para entender España y su historia de una manera diferente a como nos la han contado.

- Sí, sin duda ninguna. Al menos no de la manera tan plana como se ha venido enseñando. Hoy día, es verdad, ya nadie niega la presencia de esas dos etnias o gentes de distinta Ley entre nosotros, la importancia decisiva de su cultura... hoy ya nadie lo niega, que luego cada cual lo vea como le parezca. Lo que puede hacerse es tratar de mostrar los parentescos ¿no?

-Usted en sus obras y desde mucho tiempo atrás habla de la necesidad de encontrar una actitud de tolerancia, de comprensión sincera hacia el otro. Con esas convicciones no es difícil imaginar qué es lo que piensa de los nacionalismos.

-Mira, la tolerancia es una cosa elemental para que exista una sociedad mínimamente civilizada, no es una cosa que haya que conquistar, es que si no hay tolerancia no hay sociedad. Los individuos y los grupos somos distintos y puesto que tenemos algo en común, que es la humanidad pues, en nombre esa humanidad, yo te voy a aguantar a ti para que tú me aguantes a mí… de modo que esto es la base de una sociedad mínimamente civilizada. La libertad es un paso mucho más allá. Esa diferencia de individuos y grupos se convierte en riqueza y se convierte en construcción en común, precisamente los nacionalismos... bueno, pues es como colocarse en el centro del mundo... y esto unido a cuestiones religiosas, otras veces sin ellas pues ha dado muchos quebraderos de cabeza y yo creo que nos los va a dar mucho más

-Jiménez Lozano, ciudadano de España, y por lo tanto europeo.

-Claro, normal. Yo soy incapaz de pensar en castellano o en leonés o en abulense. No soy capaz, me siento español y por lo tanto europeo se diga lo que se diga, los españoles hemos hecho Europa como el que más, hemos tenido universidad, municipios, latín y gallinas… como los demás europeos por lo tanto no tenemos que entrar ni que salir de Europa... pero siento mi cultura y mi cultura es la misma que la de los alemanes y la de los ingleses y que los franceses... con pequeñísimas diferencias. Claro, ya plantarme yo una cultura castellana o una actitud espiritual diferente a León ya sería el colmo. Ahora, otra cosa es la reivindicación política de una organización comunidad de tipo político, eso yo no sé quién tendrá razón... sus razones habrá de un lado o de otro me he puesto a pensar en una cosa o en otra...

-También Américo Castro se interrogaba por las causas de la violencia fratricida en España... Desde luego no parece que el acuerdo o el sentido común nos caracterice como pueblo.

-No, no...Que haya discusiones públicas en una democracia va de suyo, es lo normal. Lo raro es que no las haya ¿no? Y que las haya agrias a mí eso me parece que es normal. Lo malo es cuando adquieren un matiz político ideológico y nos recuerdan cosas e incluso se invocan cosas... eso me parece que nadie tiene derecho a hacerlo. Ahora lo otro, cada uno defiende lo que creé justo o lo que es suyo y por eso no hay que crisparse.

-Pero el consenso, el acuerdo, no tiene ahora buena prensa. No está de moda.

-Bueno, te diría que sí y que no. Yo creo que vivimos uno de los tiempos más conformistas que ha habido, a la gente le parece casi todo bien. ¿Cuánto hace que no se patea una obra de teatro en Madrid...? ¿no sé? muchísimos años y uno pues está viendo la televisión media hora y veo cinco personas que dicen lo contrario y las cinco son aplaudidas... Uno no sabe si es por cortesía o porque le da igual una cosa que otra. La democracia es un consenso evidentemente... Es un consenso inicial, un consenso primordial que da sentido a la convivencia, en cuanto al consenso entre los individuos no veo por qué tiene que tener ni buena ni mala prensa, es una cosa que se conquista mediante la razón y yo no creo que haya ninguna otra posibilidad de conquistarlo... es algo que si queremos llegar a algún sitio deberemos de practicar. Es lo que hace la insignia de los cuáqueros ¿no?

-¿Qué hacen los cuáqueros?

-Pues ponen dos borricos atados con dos montones de heno a cada lado y uno tira por un lado y el otro por otro y ven que no pueden, entonces, después de varios intentos hacen como que piensan y lleva el heno primero a uno y luego al otro borrico... pues quizás todo el consenso sea eso.  

-Nunca, ni siquiera ahora que es Premio Cervantes, ha estado obsesionado con la difusión de su obra. Siempre ha hecho la distinción entre tener público y tener lectores. Que evidentemente no es lo mismo, aunque haya quien lo confunda.

-Eso es así por muchos o pocos libros que se vendan. Un lector es alguien que necesita un libro. El público es alguien que puede leer un libro, pero le da igual uno que otro. Pero todos tenemos nuestros amigos y nuestra longitud de onda en el mundo del espíritu, por lo tanto algunos libros no tienen que entrar en ciertas casas, y al revés. El lector siempre tiene ese vínculo entre lo que lee y su mundo. Y así se eligen los libros. Lo otro es un poco saltar y leer con la mejor intención y hasta puede encontrarse de repente con algo que le llegue al alma. Pero es distinto. No hay esa relación. Antes no ocurría ni con el vestido, ahora la producción en masa también lo ha liquidado un poco. Antes la gente quería y buscaba su chaqueta. Los antiguos decían que una moda como debe ser tenía que tener cincuenta años. Y estaba muy bien. Para los toros desde luego eso no es mala mecida

-Deben de ser las noches muy largas en este pueblecito de Alcazarén.

-No creas, no son tan largas. Bueno algo más que en la ciudad sí. Yo estoy aquí pero no por una acción horaciana de huir del mundo. El mundo se lleva dentro. Conocí a un hombre, buena persona, que se fue a vivir de ermitaño haciéndose una cabaña junto a una carretera general y un motel, o sea que era curioso aquello (risas). Para ser ermitaño se necesitan muchos kilos de vida dentro. Muchos.

Carlos Blanco, Miércoles 23/04/03 El Día de Valladolid, p.2-3.

Fotografía Jesús Luque.


“Un premio es gratuito, no un concurso de méritos” Entrevista a José Jiménez Lozano (Luis García, Diario de Ávila [El Argonauta], 23 de febrero 2003, pp. IV.)

La literatura abulense volvió a lo más alto del panorama internacional con la concesión del Premio Cervantes a José Jiménez Lozano, un morañego profundo y prolífico que reivindica la práctica de tolerancia y la dignidad como medios para conservar la esperanza en el hombre

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JOSÉ Jiménez Lozano, autor abulense de 72 años, alcanzó la gloria literaria al conseguir el Cervantes 2002 (contra todo pronóstico), uno de los premios más respetados y que más polémicas ha servido en los últimos años. El Cervantes, que distingue la trayectoria literaria de un autor cuya obra esté escrita en lengua castellana, fue instituido en 1976 por el Ministerio de Cultura y entregado en su primera convocatoria a Jorge Guillén. Jiménez lozano, autor de una extensa obra literaria que combina por igual el ensayo con la poesía o la novela, formó parte de una destacada generación de periodistas junto a nombres como Francisco Umbral o Cesar Antonio de los Ríos, y fue Director del Norte de Castilla hasta su jubilación.

Ahora, mientras saborea el éxito del 'Nobel' de las Letras en Castellano, a Jiménez Lozano le llega la noticia de que la Fundación Jorge Guillén ha emprendido la tarea de publicar sus obras completas, lo que hará más accesible la amplia y variada actividad creativa de un autor que ha cultivado todos los géneros literarios y cuya valía como escritor ha sido reconocida con varios galardones de ámbito nacional.

Premio Cervantes 2002.... ¿Lo esperaba?

Pienso que estas cosas no se esperan, ni deben esperarse. Como si no existiesen. Escribir no es una acumulación de méritos, y un premio es gratuito, no un concurso de méritos. Es un honor que se le hace a alguien, debe agradecerlo sencillamente, y tratar de no defraudar lo que significa. Esto es todo.

Porque no cabe duda que ha sido una auténtica sorpresa....

Seguramente, y hasta cierto punto es bastante lógico. No parece que tuviera yo pedigrí extendido en la forma acostumbrada, y con los sellos correspondientes. Pero ya le digo que todo esto es como si no existiera, para mí.

¿No resulta especialmente gratificante sustituir en el puesto a Álvaro Mutis?

No sé si es gratificante el adjetivo más exacto. Es, déjeme repetírselo, todo un honor estar ahí, entre todos esos hombres de letras de tan especial significación. Soy perfectamente consciente.

En palabras de Luis Alberto de Cuenca, Jiménez Lozano es “un escritor castellano viejo...” ¿Cómo se define usted?

No sé muy bien lo que quiere decir esto de castellano viejo. Para Larra era algo horrible; pero para Laín Entralgo, que también dijo algo parecido de mí, y seguramente para Luis Alberto de Cuenca evoca un cierto modo de ser y unas virtudes antiguas asignadas al castellano, y que, más o menos, apuntan a un cierto senequismo. Y yo no me encuentro especialmente senequista, pero se entiende muy bien lo que quieren sugerir tan amablemente. Aunque quizás también quieran aludir a una cierta utilización de la lengua. ¡Ojalá tengan razón! Nada podría satisfacerme más. Por mi parte, sólo le recordaré que en la definición no debe entrar lo definido, y, mucho menos, el definidor. Pascal decía que la civilidad no toleraba hablar de sí mismos; y me parece que está en lo cierto, desde luego.

¿Se considera antes escritor o periodista?

No hay un antes ni un después, lo uno es una profesión, lo otro una elección. Escribir es algo gratuito, hacer periodismo es cumplir con la obligación profesional. Como sería estar en el despacho o en la gasolinera, si el escritor fuera notario o estuviera empleado en una estación de gasolina, como lo estuvo Faulkner.

Ha cultivado la poesía (Elegías menores...), la novela (Los lobeznos, El viaje de Jonás...), las memorias (La luz de una candela…) y el ensayo (Fray Luis de León, Pecado, poder y sociedad en la historia...). ¿En qué género se ha encontrado más a gusto?

No es cuestión de encontrarse a gusto. Si uno se propone contar una historia, tendrá que narrar; si hacer un estudio o desarrollar unas ideas, tendrá que escribir un ensayo o un artículo, y la poesía se presenta como un fulgor, se cae de las manos como decía el maestro fray Luis de León; así que no se decide hacer esto o lo otro. No se escoge, y no resulta ni más fácil ni más difícil hacer lo uno o lo otro; o sale o no sale. Si no sale, se deja, y en paz.

¿Cómo es su relación con la lengua española?

Seguramente como la de usted y la de todos los hombres con respecto a su propia lengua. Pero el lenguaje tiene dos dimensiones, por decirlo así, la una meramente comunicativa, o de lenguaje ahí a la mano, y la otra simbólica, adámica, que trata de nombrar la realidad en todas sus sonoridades interiores. El lenguaje de los afectos, de las esperanzas y las alegrías, o de las confidencias, no es el mismo que el lenguaje instrumental o comunicativo, y se supone, por principio, que el lenguaje literario no es meramente comunicativo.

Un hombre en la raya (por citar un ejemplo) fue calificada por algunos críticos como de “extraordinaria novela, breve pero intensa”. ¿A qué cree que es debido el que no haya conseguido ser un autor de masas?

No creo que mi escritura contenga, ni remotamente, ninguno de los ingredientes normales para atraer a las masas lectoras. Sería bastante necio, si pretendiera ser un autor para esas masas. No tengo nada contra los que lo son; simplemente no es lo mío.

En Teorema de Pitágoras (Seix Barral) ya avanzaba muchos de los problemas de la actualidad (xenofobia, violencia, drogas...). ¿Cree como entonces, cuando la publicó, que aún hay sitio para la esperanza?

¿Cómo no va a haber sitio para la esperanza? Este mundo tiene sus noches, siempre las tuvo, y siempre salió de ellas. Con heridas, desde luego; pero salió, ho importante es querer salir, pero, desde luego, no saldrá mientras no haya un ethos social, un ámbito cultural en el que al hombre sólo se le considere en su propia dignidad y gloria de ser hombre, y me permita serlo a mí, porque sin el otro diferente yo no podré serlo. Y esto no es una cuestión ética fundante, elemental, la convicción no ya sólo intelectual, sino como cosida a los sentimientos y a la carne de que es tan valioso lo que a otro hombre me une porque los dos somos hombres, que as diferencias, por difíciles de aceptar que pueden ser, no tienen la mínima importancia. Él me soporta a mí y yo a él en nuestras diferencias. Esto es la tolerancia, un mínimo de civilidad.

Participó activamente en la puesta en marcha del proyecto Las Edades del Hombre. ¿Qué valoración general hace de su aportación?

Mi aportación fue al proyecto de un amigo, José Velicia, que murió ya. Nunca quisimos otra cosa que mostrar cosas hermosas, Si se logró, ya no hay nada que decir.

¿Qué está escribiendo actualmente José Jiménez Lozano?

Estoy re-escribiendo. Es decir dando otra vuelta a cosas que dormían, mientras poco a poco va avanzando otra narración.

Luis García, Diario de Ávila [El Argonauta], 23 de febrero 2003, pp. IV.

Fotografía de Eduardo Margaretto