jueves, 8 de diciembre de 2022

Entrevista a Antonio Fernández Molina (Aragón Expres, 21 de julio de 1977)

 


Antonio Fernández Molina, pintor y escritor

“A la cultura se llega por vocación u ocasión”

Es un visionario con mucho de niño y algo de viejo burlón”, escribió José Hierro sobre Antonio Fernández Molina. Con esa impresión se quedaría el firmante de la entrevista si no tuviera que matizar que Fernández Molina trasciende cualquier etapa vital, porque la fantasía no admite escaño alguno. De ahí que el arte de nuestro personaje pueda relacionarse con los movimientos de vanguardia -de los que es deudor e integrante , pero el punto de referencia se evapora ante su personalísima actitud creadora.

Antonio Fernández Molina, 49 años, trashumante por la geografía nacional, vive en Zaragoza desde hace algún tiempo, aunque cualquier día su siempre eventual residencia se trasplante a un nuevo foco creador. Autor de libros poéticos como “Una carta de barro” o “El cuello cercenado”, fundó por los años cincuenta la revista “Doña Endrina” La narrativa le debe libros como “Solo de trompeta” o “Un caracol en la cocina”, y es inventor de un heterónimo, el poeta Mariano Meneses. Ilustraciones, cuadros y “collages” —con numerosas exposiciones— perfilan sucintamente la imagen de este hombre que colaboró durante siete años en Mallorca con Camilo José Cela, del que por un pudor de amigo no quiere hablar, si bien ensalza el magistral dominio del idioma o la indomable capacidad de trabajo del autor de “La familia de Pascual Duarte”.

— ¿Qué es para ti la cultura?

—El arte de la vida; saber apreciar las cosas: un par de zapatos. una puesta de sol, un libro... Y el arte de la convivencia; un hombre culto en un momento determinado será capaz de valorar con absoluta objetividad cualquier acontecimiento, objeto o persona.

—¿Cómo ves la cultura española actual?

—Hasta cierto punto se ha ganado mucho en extensión, pero no en profundidad. Ahora, por ejemplo, no hay una generación equivalente a la del 27. La literatura de la posguerra ha sido, en general, de bastante menor calidad.

—No así la pintura.

— Exacto. Se ha dado una generación extraordinaria de pintores de vanguardia; Tapies, Saura y Millares pueden figurar en la primera línea de la vanguardia mundial. Con todo, pienso que actualmente no se sostiene a la misma altura ese movimiento plástico, quizá porque el momento actual sea cinematográfico o teatral, sin que, por supuesto, no puedan dejar de surgir en cualquier momento genios literarios o plásticos. Los talentos surgen dónde y cuándo menos se piensa.

—Ya sabes que Vicente Aleixandre suena como futuro “Premio Nobel”. Dame tu opinión.

— Hay dos escritores que indiscutiblemente merecen dicho Premio: Vicente Aleixandre y Jorge Guillen. Si yo estuviera en la coyuntura de decidir, echaría una moneda al alto... Yo creo que más pronto o más tarde se lo darán a alguno de los dos, lo cual, por otra parte, sería un tributo y un reconocimiento a la generación del 27, que no sólo contó con grandes poetas, sino con escritores de la talla de Benjamín Jarnés, Antonio Espina o José Bergantín...

— Descendamos a la cultura mal llamada popular.

— Lo que lleva a la cultura es la vocación o la ocasión. La vocación nace con el individuo; las ocasiones hay que ofrecerlas. En este sentido, es necesaria la información y una crítica consciente y orientadora de verdad. Crítica e información que jamás deben moverse por motivos publicitarios o económicos. A este respecto, yo recuerdo un prólogo de Ortega y Gasset a un libro de lecturas infantiles, en el que insistía sobre la necesidad de educar a la gente para que sepa distinguir y no se deje llevar por la moda o las circunstancias.

Un poeta, ante todo

La expresión gráfica —escribía Cirlot— el dibujo y el “collage”, como puente o no para el grabado, tientan al poeta”. En Francia existe el caso de Michaux. En España, el de Antonio Fernández Molina. Quien conozca su “Solo de trompeta” y vea la filiación de esa obra con la teoría del “esperpento” y con las pinturas de bufones y tontos de Velázquez, no se extrañará nunca de lo que dibuja Molina”

— Hablamos de tu pintura, sus motivaciones y técnica.

—Yo ante todo soy un poeta; mis manifestaciones como narrador o pintor están condicionadas por esa circunstancia, pero no hay que identificar mi enfoque poético con un romanticismo más o menos vacuo; es absolutamente anticonvencional. Mis creaciones, cuyo eje es la poesía, jamás se acercan al reportaje.

—¿Dónde empieza y dónde termina tu horizonte?

—La poesía, obviamente, no se circunscribe a la palabra; esta tiene un significado que limita al sentimiento, al pensamiento e, incluso, al razonamiento. La expresión, la comunicación/tienen cauces infinitos. La plástica, por ejemplo, es menos concreta y precisa que la palabra; por otra parte, un cuadro se puede reconocer de golpe —lo que no ocurre con una obra literaria— y brinda más posibilidades de interpretación.

—En cualquier caso, para completar, contrastar o sacar más jugo simultáneo a la expresión cabe la combinación de medios.

Es indudable que entre el dibujo y la poesía hay una íntima relación. William Blake y Víctor Hugo fueron grandes pintores. Dado que en el sonido, la palabra y la línea hay un punto de confluencia, pueden integrarse conjuntamente sus correspondencias. Mi sensibilidad va por la integración de las artes; es un mundo con el que me siento identificado.

—¿A qué viene, pues, la clasificación o encasillamiento de las Bellas Artes? .

—Las artes no tienen límites determinados; la clasificación viene urgida por motivos pedagógicos, como una especie de plantilla para echar a andar. Sin embargo, pienso que la complejidad del significado del mundo, y al mismo tiempo su sencillez, hace que cosas que vemos como distintas, e incluso contrapuestas, sean luego paralelas e identificables. Una pintura de Paul Klee, pongamos por caso, puede ser equivalente a un fragmento de Platón o de Hegel, con lo que ya salimos de lo que generalmente se entiende por Bellas Artes; como traspasa esa división cualquier rasgo estético que se da en la vida normal. El saludo, el andar, el comer... pueden tener unas connotaciones estéticas innegables. El arte, en suma, es la poesía, ésta es creación, y la creación está en todo.

—¿Y lo monstruoso?

—En el arte se puede aceptar lo monstruoso, porque el arte se mueve en un terreno en el que hasta lo monstruoso es positivo.

Trascendencia del “Grupo Pórtico

—¿Qué me dices del grupo zaragozano “Pórtico

—Ese grupo —constituido por Aguayo, Lagunas, Laguardia y otros— es el pionero de la pintura informalista, abstracta, española. Es de importancia extraordinaria, y una de las cosas más serias que se han dado en la plástica y en la pintura española de este sitio. Cuando se haga al estudio de la evolución del arte en este país, se valorará con más perspectiva y justicia la ingente tarea llevada a cabo por esos artistas, más meritoria, si cabe, por las circunstancias —primera época de la posguerra— en que se desarrolló. En parecida singladura surgió también un extraordinario grupo poético , el “postismo”, al que pertenecían Silvano Sernesi, Eduardo Chicharro y Carlos Edmundo de Ory. Como conciencia de estos sorprendentes movimientos vino luego el grupo “El Paso”, al que pertenecieron, entre otros, los aragoneses Viola, Saura y José Ayllón.

—Y, en poesía, Miguel Labordeta.

—Es uno de los grandes poetas de la literatura española y está entre los mejores poetas mundiales de este siglo. Si nos ceñimos a la posguerra, él y Eduardo Chicharro merecen figurar en cualquier lista, por limitada que sea, por encima de otros más cacareados, pero de menor categoría.

—¿Cuál es tu postura ante el mundo o la vida?

—Yo no soy filosofo, pero mi actitud ante el mundo es de expectación. Las cosas son como son, y, aunque se pueden prever muchos acontecimientos, siempre queda un margen para la sorpresa. Pienso, por otra parte, que cada uno es lo que quiere ser, y que la vida es la realización de nuestros anhelos. Si cada hombre analiza su vida, a pesar de las frustraciones y contrariedades, no la cambiaría en bloque. Yo no me cambiaría por Napoleón o Picasso, aunque, eso sí, asumiría algunos de sus valores o cualidades.

—Entonces, ¿qué cualidades valoras más en el hombre?

La autenticidad y la sinceridad. Un hombre que las tenga ya está justificado. Sin olvidar la equidad, dentro de la benevolencia.

Jesús VIVED, Aragón Expres, 21 de julio de 1977, p. 17.

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