sábado, 18 de octubre de 2008

La España totalitaria I

La puerta de Alcalá adornada con retratos de Litnov, Stalin y Voroshilov con motivo del vigesimo aniversario de la Revolución de Octubre (Madrid, 1937)

Volví a Madrid una tarde de otoño que el sol aún embellecía y calentaba. Con el ritmo terriblemente acelerado de la nueva vida, casi no lo conocí. En el Retiro pastaba el ganado. En los bulevares, la tierra de cada redondelito alrededor de cada árbol era el prado de una gallina que su ama sacaba al sol sujeta de un cordel. Los jardinillos de las calles estaban convertidos en huertas. En las ventanas de los palacios, ennegrecidas por el humo de la leña, veíanse prendas remendadas con retazos de todos los colores, y a la puerta, mujeres de otros pueblos, casi de otros climas, el pañuelo de la cabeza echado sobre la cara, como en Marruecos o en Argel, hacían de la acera una especie de aduar.
¿Y por qué las mujeres cosían banderas y los hombres, encaramados por las fachadas de los palacios, iban cubriéndolas con un andamiaje para sostener una decoración de fiesta? ¿Qué alegría se preparaba a celebrar este pueblo nómada acampado en Madrid? ¿La resistencia china, ya que todos los periódicos estaban conformes aquella mañana en que, si se había perdido Gijón, los chinos resistían en Shanghai? Al salir de mi casa me acordé de que no andaba muy lejos el 7 de noviembre, la fecha gloriosa en que el Gobierno salió despavorido de Madrid. Y me acerqué al palacio de la esquina, de cuyas cornisas colgaban ya flámulas y banderas.
-¿Por el 7 de noviembre todo esto?
-También.
-¿Cómo también?
Es que antes está el veinte aniversario de la revolución rusa.
Efectivamente, en la Puerta de Alcalá, utilizando los huecos, se enmarcaban retratos colosales de Lenin y Stalin; las estatuas del bulevar aprovechándose para sujetar cartelones con la cara de Stalin y de Lenin; Lenin y Stalin tenían un monumento en cada plaza, en cada encrucijada, en cada esquina. Sus efijies colgaban de los balcones de casi todos los palacios, y allá arriba, cubrienbdo el escudo de armas, brillaba el blasón de los nuevos dominadores: la hoz y el martillo, entre banderas rojas que ponían sobre la calle una sombra negra.
Aún no terminadas las aniversario, que, según el proyecto, iban a durar meses, Madrid, dejo casi de la noche a la mañana limpias por completo de carteles las paredes de sus casas. Desaparecieron igualmente las carotas y las estatuas de cartón. Lo que no desapareció fue el ambiente. El invierno, un invierno húmedo, de Santiago de Compostela, sin pan sobre las mesas ni carbón en los hogares, le daba una tristeza desoladora. Bajo la lluvia menuda, tan terca que parecía más bien una niebla para siempre fija sobre la ciudad, el humo lugareño de la leña apenas lograba alzarse, y Madrid olía a aldea de montaña desamparada y hostil.
Madridgrado. Francisco Camba.

5 comentarios:

Tumbaíto dijo...

Le he robado las imágenes totalitarias.

Don Cogito dijo...

Encantado

Borja Lucena Góngora dijo...

¿1934? ¿No serán estas fotos del 36 o el 37? De todos modos, contemplando estas fotos se entiende la canción de aquellos dos nostálgicos del stalinismo: "mirala, mírala, mírala, la puerta de Alcalá"

Don Cogito dijo...

La foto de la puerta de a
Alcalá es del 37.
Me hace gracias que me menciones esa canción ya que habia titulado en principio así esa entrada: "Mírala, mírala, mírala"

Don Cogito dijo...

Ya he rectificados. Gracias por avisarme.