sábado, 29 de septiembre de 2007

Leyendo el último libro de Cesar Alonso de Los Rios



"El Congreso de Intelectuales de 1984 montado por el Partido Socialista, y en el poder, habría sido una gran ocasión para la recuperación crítica de la memoria histórica, si se hubiera dedicado a reflexionar sobre el hecho de que la misma generación de intelectuales que apoyó el Régimen de Franco, y algunos de cuyos miembros más eminentes se encontraban allí, en los años cincuenta y sesentas, los movimientos de contestación a aquel.
No es posible encontrar un precedente semejante en algún otro país. Este es un hecho político y cultural único, insólito. Sin embargo o ha sido soslayado de forma sistematica o ha sido minimizado."


Un ejemplo: un articulo de Haro Tecgler


"Dies Irae" publicado en Informaciones, Madrid, 20 de noviembre de 1944.

La voz de bronce de las campanas de San Lorenzo, el laurel de fama de la corona fúnebre, la piedra gris del Monasterio, los crespones de luto en todos los balcones del Escorial, los dos mil cirios ardiendo en el túmulo gigantesco coronado por el águila de Imperio que se eleva en la Basílica, lloran en esta mañana, con esa tremenda expresión que a veces tienen las cosas sin ánimo, la muerte del Capitán de España.
Hasta el sol y el paisaje han cubierto su inmutable indiferencia con el velo gris de la lluvia y la niebla, y cae sobre la ciudad —lacrima coeli— una llovizna fina y gris.
El instituto, el subconsciente, nos ha repetido sus frases, sus profecías, sus oraciones; y no ha sido voz de ultratumba la suya; ha sido voz palpitante de vida, de la vida y el afán de todos estos magníficos camaradas de la Vieja Guardia, del Frente de Juventudes, de la Sección Femenina... La doctrina del Fundador vive en ellos como en aquellos tiempos, y si el cuerpo de José Antonio está muerto bajo la lápida, su espíritu tiene calor de vida en la de todos los camaradas de la Falange.
Se nos murió un Capitán, pero el Dios Misericordioso nos dejó otro. Y hoy, ante la tumba de José Antonio, hemos visto la figura egregia del Caudillo Franco. El mensaje recto de destino y enderezador de historia que José Antonio traía es fecundo y genial en el cerebro y en la mano del Generalísimo.
Y así, en este día de dolor —Dies Irae— a las once —once campanadas densas de todos los relojes han sido heraldos de vuelo de su presencia—, la corona del laurel portada por manos heroicas de viejos camaradas ha llegado a la Basílica, y, entre la doble fila de seminaristas —cirios encendidos en sus manos— ha pasado al Patio de los Reyes y ha entrado en el crucero. Ha sido depositada sobre la lápida de mármol donde grabado está el nombre de José Antonio y la palma de honor y martirio. Había dolor en todos los semblantes. Mientras el coro entonaba el Christus Vinci y los registros del órgano cantaban la elegía del héroe muerto, a nosotros nos parecía oír la clara palabra de José Antonio elevarse de allí donde el mármol vela su cuerpo.
Una alegría tenemos; la de ver que a José Antonio sucede un hombre tan firme y sereno como el que lleva a España por los senderos que él marcó.

2 comentarios:

Zápiro dijo...

Perfecto pecio el de Haro Tecglen para aplicarle una buena LTI kemplereriana. Estoy seguro de que ese libro recoge ejemplos diáfanos de la hipocresía intelectual española. Le propongo a De Los Ríos un segundo volumen, titulado por ejemplo JO TENIA UN CAUDILLU. (DE FRANCISCO PUJOL A JORGE FRANCO). Me atrevería a apostar que no hubo burguesía más acompasada con el régimen que la catalana.

Don Cogito dijo...

Para eso hay un libro interesante publicado todavía en el franquismo por Panikar "Conversaciones en Cataluña" creo que se llamaba.