martes, 21 de enero de 2025

Trinidad de León-Sotelo entrevista a José Jiménez Lozano (ABC, 10 de febrero de 1995)

 


Jiménez Lozano: «La memoria que nos va quedando es la del ordenador»

El autor vallisoletano publica su novela «Teorema de Pitágoras»

«El apellido de católico es como para enterrar a un escritor. Pero nunca he discutido por este asunto, porque si no te ponen una etiqueta te ponen otra. Allá los que lo hagan, que ya están en edad de otras cosas», dice Jiménez Lozano.

«Teorema de Pitágoras» podría ser la oración fúnebre por una cultura que se muere, si no fuera porque su autor no sucumbe ante la catástrofe. Elige alzar la actitud y la palabra de sus personajes como un muro de contención frente a la hecatombe. La violencia urbana, el tráfico de órganos humanos, la pesadilla nazi, la crueldad y la muerte vinculan la novela a una dolorosa realidad, pero hay seres dispuestos a luchar contra «el hondón de la tiniebla».

-¿Es su libro una denuncia?

-No. Las denuncias se hacen en otro orden de cosas. La literatura tiene una función. Ahora bien, que algo quede denunciado a través de ella es una cuestión diferente.

-¿Es un desahogo?

-Hay una historia que se va contando y en la que los personajes hablan sin que el escritor invada su terreno. Al menos intento intervenir lo menos posible. Esta novela tendría ochenta páginas más, pero las suprimí porque mi voz se oía demasiado.

Tendencia a lo esencial

El hecho de exponer sin edulcorantes la realidad de la sociedad actual la explica con un razonamiento simple: -Basta abrir la ventana para verla.» En el maremágnum de una pantalla de televisión que igual muestra el horror de Ruanda que un partido de fútbol, en la pesadilla que relatan los periódicos o que nos asalta en cualquier parte confiesa haber encontrado a la doctora y a la serie de mujeres que viven en las páginas de «Teorema de Pitágoras». Si se le pregunta si esos personajes, si el argumento nace de su tendencia a lo esencial, responde con un ojalá que muestra su deseo de que esa inclinación que se le supone sea cierta y no duda en manifestar que «sí alguien al leer se siente tentado de asomarse a la ventana los que ya lo están se sentirán más acompañados».

El papel de testigo que el escritor asume en su obra lo conduce hasta Auschwitz, aquel espanto que llevó, recuerda, a Adorno a decir que ya no se podría hacer poesía. Es consciente Jiménez Lozano de que ahora existen otros rostros del mismo mal y que si ponemos idénticos condicionamientos sucederán las mismas cosas. En la novela, uno de los personajes que pertenece al género de los «invencibles» a la hora de la esperanza y el compromiso dice: «Si no nos quitan la alegría, no nos quitan nada». Al conversar con el autor se liega a la conclusión de que intenta mantener esta creencia, porque en su oficio de escritor hace suyas la fe y la responsabilidad.

Narrativa y reflexión

-¿Tiene su novela un punto de ensayo? Abundan los razonamientos, los porqués...

-La retórica no es la del ensayo. Hay efectivamente una voz que puede hacer razonar al lector, pero también se da la reflexión en «Los hermanos Karamazov». La libertad de pensamiento consiste en escribir lo que se piensa y como se pueda.

-Hablando de estilo, se dice que usted aborda uno nuevo, que da un cierto giro.

-Puede que haya más ruptura de tiempos y espacios, pero al escribir no he pensado en eso.

-Está claro que ha pensado en el cuarto mundo, en los marginados dentro de la prosperidad y en tos que contemplan África con ojos de turistas ricos. ¿Hay gente que se niega a ver la realidad?

-No queremos enfrentamos a ella. Vivimos la cultura del olvido, la civilización del olvido. Se pretende que el hombre no sea el enigma que es para si mismo y para los demás y quieren explicarlo psicológicamente, antropológicamente, sociológicamente. Al rey Lear lo tendrían en una residencia de ancianos y cuando se pusiera molesto le darían unas pastillas y de este modo todo quedaría explicado y tranquilizado. Se quiere que olvidemos quiénes somos. Siglos de literatura nos han enseñado que el hombre es un enigma capaz de cosas infinitamente grandes o de bajezas también infinitas. La memoria que nos va quedando es la del ordenador, algo que da información, pero que no cuenta historias. Y no hay que olvidar que el hombre comenzó contándolas y no me vale que me digan que eso es curiosidad. Shakespeare, Dostoiewsky, hacen dramones, sí, pero con pensamiento.

-Usted habla de un mundo que huele a pudrición, estiércol, látigo y sangre, no obstante hay un cierto canto a la esperanza, a los que permanezcan invencibles.

-Si nos ponemos metafísicos debo decir que soy más bien pesimista, pero he de reconocer que. aunque en el mundo hay cosas terribles, en algunos aspectos ha mejorado. Sin mujeres como las de mi libro estaríamos en un corral de vacas, todo sería más brutal.

Agustiniano

-¿Es usted camusiano?

-No mucho. Con respecto al hombre soy más bien pesimista y. por otra parte, tos escritores moralistas no me hacen gracia. Es cierto que salvo a las víctimas, pero tampoco condeno a los verdugos.

-Se diría que se mueve entre el optimismo y el pesimismo.

-Es cierto. Lo que sí soy es muy agustiniano en lo de creer que el ser humano lleva dentro un nido de víboras, aunque a la vez puede ser extraordinario. Si el hombre logró salir de Auschwitz también saldrá de los males actuales.

-Lo han calificado de escritor católico. ¿No es ésta una forma de recortar los valores de un autor?

-Sí, y con ese apellido, más. Es como para enterrarlo a uno. Pero nunca he discutido por este asunto, porque si no te ponen una etiqueta te ponen otra. Allá los que lo hagan, que ya están en edad de otras cosas.

-Usted es periodista, escribe como tal y dirige «El Norte de Castilla». ¿Qué opina del periodismo actual?

El periodista como servidor

-Sucede que lo que se entendía por periódico está desapareciendo para convertirse en lo que se llama medio de comunicación. Antes, un redactor jefe decidía -podía equivocarse o ser sectario- lo que se publicaba y cómo, pero servía a sus lectores. Ahora, el periódico tiende a ser un medio a través del cual diversos poderes hacen llegar sus intereses a los ciudadanos. Se trata de una pura mediación. Creamos perplejidad y se hace una cultura de lo opinable cuando hay cosas que no lo son. De los periodistas admiro a los corresponsales, que son los que ponen toda la carne en el asador. El periodista es un servidor en el mejor sentido y las poses de demiurgos son idiotas en sí mismas.

Jiménez Lozano reside en Alcazarén, un pueblo a pocos kilómetros de Valladolid. No quiere hacer «literatura» sobre la paz. la tranquilidad o el sosiego que eso reporta. «Me gustaría vivir en París», dice. Y en cuanto a que el escritor es un creador le parece una pretensión de abuso: «Con repercutir la belleza del mundo ya serias Shakespeare.» Lector infatigable y escritor constante. entre sus obras figuran Sara de Ur, Duelo en la casa grande, Un cristiano en rebeldía y Guía espiritual de Castilla.

Madrid. Trinidad de León-Sotelo, ABC, 10 de febrero de 1995, p. 53.


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