jueves, 30 de enero de 2025

Crónica de Juan Pedro Quiñonero de la rueda de prensa celebrada por Alexander Solzhenitsyn en los estudios de Televisión Española, y transcripción de la intervención del Nobel ruso en el programa “Directísimo” del día 20 de marzo de 1976. (“Informaciones”, 22 de marzo de 1976)

 


PARABOLAS EN TORNO A LOS CIENTO DIEZ MILLONES DE MUERTOS DEL SIGLO XX

SOLZHENITSYN ANUNCIA EL APOCALIPSIS

Por Juan Pedro QUIÑONERO.

MADRID, 22.

Alexander Solzhenitsyn anuncia el apocalipsis, la catástrofe, que en menos de veinte años llevará a la ruina a la civilización occidental. Desde su famosa Carta a los dirigentes de la Unión Soviética, publicada en 1974, hasta hoy, sus acusaciones se han hecho más graves y pesimistas. El sábado pasado, en una improvisada rueda de Prensa celebrada en los estudios de Televisión Española de Prado del Rey, anunció de nuevo el fin de nuestra cultura, el fin de la Humanidad: «Sí no se restauran los valores espirituales, si no se consigue el difícil equilibrio entre el desarrollo industrial y los valores morales que hicieron posible las civilizaciones, la Humanidad está destinada a sucumbir.»

Sus profecías de muerte y destrucción no tienen antecedentes en la literatura contemporánea. Ni Céline imaginó el desastre planetario que Solzhenitsyn evoca implacablemente. Octavio Paz, quizá el crítico literario más ilustre de la lengua castellana, en los tiempos modernos, no ha dudado en recurrir a los escritores del Antiguo Testamento para hacemos comprender cuál es el alcance de las maldiciones que Solzhenitsyn reconstruye escribiendo acerca de El archipiélago Gulag: «A veces, como entre los tercetos de Dante, aunque la prosa del ruso es más bien pesada y su argumentación prolija, oigo la voz de Isaías y me estremezco y rebelo; otras, oigo la de Job, y entonces me apiado y acepto. Como los profetas y como Dante, el escritor ruso nos habla de la actualidad desde la otra orilla, esa orilla que no ni? atrevo a llamar eterna, porque no creo en la eternidad. Solzhenitsyn nos habla de lo que está pasando, es decir, de lo que nos pasa y nos traspasa. Toca la historia desde la doble perspectiva del ahora mismo y del más allá.»

Es difícil rastrear las huellas de los géneros literarios, donde situar esas pesadillas de muerte. Es necesario recurrir a la apocalíptica judía anterior al cristianismo, que culmina en el Apocalipsis de San Juan y su discurso sombrío, donde se escuchan profecías orientales, anagramas ininteligibles, lamentaciones sin fin. O a la literatura milenarista medieval, con la Danza de la Muerte esparciendo una leyenda de maldición. En los tiempos modernos no existe un texto literario cuyas acusaciones a la civilización occidental sean tan absolutas y definitivas. No en vano Solzhenitsyn inicia sus discursos evocando los ciento diez millones de muertos cuya sangre ha sido derramada en nuestro siglo. Cifras sin antecedentes en la vida del planeta, rastro de crímenes sin igual en la historia del hombre, sombra fantasmal que amenaza la vida moral de las civilizaciones. (En castellano, el documento más estremecedor, estadísticamente, sobre estos asuntos, se llama El libro de los muertos del siglo XX, de Gil Elliot, editado por Dopesa.)

AMENAZA PLANETARIA

Entre la guerra civil rusa, la formación del Estado moderno tras la revolución, las purgas stalinistas y los muertos de la segunda guerra mundial murieron en Rusia más de cincuenta millones de individuos. La primera guerra mundial costó al planeta diez millones de muertos. Y los restantes conflictos de nuestro siglo suman otros diez millones de muertos. En China murieron, en setenta años, veinte millones de personas. Tal es el holocausto de sangre y destrucción de donde parten las profecías de Solzhenitsyn. Que comentó a los periodistas madrileños. «La crisis de la Humanidad es global, planetaria. No es una cuestión política. Incluso la contra posición Este-Oeste es relativa. En esencia, ambas sociedades se encuentran enfermas: el materialismo es la plaga, la enfermedad, que corroe la civilización postindustrial. La ausencia de altura moral de nuestros, pueblos, nuestra civilización. Y esto puede costar incluso la vida del hombre en el planeta

En las literaturas romances posteriores a la caída del Imperio Romano no existe un texto literario que lance anatemas tan vastos. En las literaturas anglosajonas, quizá sólo Matthew Arnold imaginó una decadencia paralela. En Culture and Anarchy (un texto canónico de la tradición inglesa del XIX), Arnold anunció igualmente que Occidente caminaba hacia la barbarie si no conseguía restaurar lo que Arnold llamaba «hight ideals», los altos ideales, los principios morales y espirituales que hicieron posible nuestra civilización y que los héroes de Plutarco encarnan en todo su esplendor.

Solzhenitsyn cree que los orígenes de este proceso nacen con la Edad moderna, quizá en el barroco, comentando: «En la Edad Media, el hombre exigía en nombre del espíritu. La vida moral y espiritual regia los destinos de las comunidades. El espíritu llegó a aplastar la naturaleza física. La parte material se sublevaba. Con el advenimiento de los tiempos modernos, el viraje fue natural y muy violento. Desde entonces, la Humanidad no ha sabido conjugar la protesta y el espíritu. En nuestro siglo, la aceptación de la materia, el materialismo, ha llegado hasta extremos inconcebibles. Y la vida espiritual ha sido aplastada, condenada

JUVENTUD RELIGIOSA

No obstante, las profecías de Solzhenitsyn, como es sabido. también tiene un rostro político: «No puedo nivelar el totalitarismo occidental y el comunista. En Rusia, el comunismo ha creado una sociedad de esclavos sin igual en la historia de las civilizaciones. Ambas han perdido lo único que justifica la vida del hombre, pero los comunistas persiguen por hacer fotocopias, por viajar, por comprar periódicos extranjeros. Los crímenes contra la libertad privada son inimaginables para la opinión progresista occidental, que algún día, cuando escache en su propia carne la voz de los verdugos, podrá comprender. Cuando recibí el premio Nobel todavía creía que la literatura podía transmitir valores de la experiencia, podía ayudar a hacernos más libres, descubriendo los crímenes que ha cometido el hombre contra el hombre. Ahora, lo dudo. No creo en ese espejismo. Los especialistas de la historia pre-revolucionaria rusa están de acuerdo en estimar que durante los ochenta años que precedieron a la revolución, es decir, durante los años más sangrientos para la causa evolucionaría, y cuando se perpetraron los mayores atentados contra la vida del Zar, se ejecutaban aproximadamente a diecisiete personas por año. La Inquisición española, en su apogeo, hizo perecer a unas diez personas por mes. En mi «Archipiélago» recuerdo un libro, publicado en 1920 en el que su autor hacia un recuento triunfal de las actividades revolucionarlas: en 1918 y 1919, cada mes eran ejecutadas más de mil personas sin proceso. Durante el terror stalinista, entre 1937 y 1938, d dividimos el número de víctimas ejecutadas por el número de meses, se obtiene una cifra superior a los cuarenta mil muertos mensuales. Anarquistas. industriales, niños, ancianos, comerciantes.... una marea de muerte sin igual en la historia de la Humanidad». Solzhenitsyn habla de modo torrencial. Hace una pausa y continúa: «Occidente no ha comprendido nunca ese laberinto criminal. Occidente no imagina los procesos espirituales que tienen lugar en Rusia. La persecución ideológica, espiritual, religiosa, sólo es comparable con la de los primeros mártires cristianos. Y esa persecución sangrienta, despiadada, ha reafirmado la religión, que sale favorecida de ese clima de paranoia policial. La juventud occidental es atea y tiende al socialismo. La juventud de mi país está contra el socialismo y es más religiosa.»

ACABAR CON LA CIVILIZACION

El profeta ruso no se integra en las tradiciones culturares de Occidente. Su repulsa moral no pertenece ni a la tradición democrática jeffersoniana, y su ética espiritual está muy lejos del doctrinarismo de Saint-Just. No propone una sociedad nueva conoce ni un camino político que encarne en su mística espiritual. Sus profecías son lúgubres como las prescripciones del Levítico: «Occidente ha perdido el sentido de las viejas palabras..., democracia, libertad, justicia, totalitarismo… nada significan ya…es difícil comprender el significado moral de una sociedad donde viajar puede ser un crimen, donde fotocopiar la página de un libro puede costar diez años de cárcel, donde los manicomios albergan a los espíritus libres, donde las huelgas se bañan en sangre... Ustedes los occidentales no comprenden: están perdidos. El Gobierno chileno dejó escapar a diecisiete revolucionarios… que huyeron a Rumanía. ¡Pero de allí no sabían cómo escapar!... Terroristas de Quebec intentaron refugiarse en Cuba: pero allí el terror policial les obligó a huir de nuevo... La prensa progresista tiene los ojos cerrados, no dice nada de esto... Sin embargo, si no restauramos los valores espirituales, si no renunciamos al hedonismo de las sociedades industriales, la población mundial será arrasada por una destrucción masiva en las primeras décadas del próximo siglo, apenas dentro de veinte años. El futuro de nuestro planeta nunca ha estado tan amenazado ni ha estado en manos de menos hombres, que pueden acabar con el resto de la civilización.»

EN CASTELLANO NO HAY TRADUCCIONES

Solzhenitsyn no ignora los procesos ideológicos, los turbulentos debates que suscitan sus acusaciones: «Sí. Es cierto. Se publican libros con mi nombre, que en ocasiones yo desconozco. En castellano, por ejemplo, apenas soy conocido. Todavía no existen en España unas traducciones verdaderas que ofrezcan al lector de su lengua garantías mínimamente exigibles para el conocimiento de mi obra. Mis libros se han traducido tan mal, que el lector no puede conocerme. De ahí, igualmente, que me resista a las ruedas de Prensa: yo expongo mis ideas y luego los periódicos tergiversan mis palabras, mis ideas. Yo les pediría, por favor, que si sus periódicos no publican todas mis palabras, que renuncien a escribir sus artículos. Es mejor el silencio que cortar y manipular las opiniones

Cuando Solzhenitsyn dice que «el mundo libre está al borde del colapso, alentado por sus propias faltas», retorna de nuevo a la tradición apocalíptica al margen de doctrinas, ideologías, escuelas literarias. Su discurso, como comentaba Octavio Paz, oscila entre Isaías y Job. Una legendaria maldición que en nuestro siglo tiene un rostro político.

Escribe Paz, el poeta mejicano, antiguo trotskista, en torno al libro más famoso de Solzhenitsyn: «Archipiélago Gulag asume la doble forma de la historia y del catálogo. Historia del origen, desarrollo y multiplicación de un cáncer que comenzó como una medida táctica en un momento difícil de la lucha por el Poder y que terminó como una institución social, en cuyo funcionamiento destructivo participaron millones de seres, unos como víctimas y otros como verdugos, guardianes y cómplices. Catálogos: Inventario de los grandes —que son también grados en la escala del ser— entre la bestialidad y la santidad. Al contarnos v el nacimiento, los progresos y las metamorfosis del cáncer totalitario, Solzhenitsyn escribe un capítulo, tal vez el más terrible, de la historia general del Caín colectivo; al relatar los casos que ha presenciado y los que le han referido otros testigos oculares —en el sentido evangélico de la expresión—, nos entrega una visión del hombre. La abyección y su contrapartida: la visión de Job en el muladar: no tiene fin

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ALGUNAS ANOMALIAS

MADRID, 22. (INFORMACIONES.)

La aparición de Alexander Solzhenitsyn en el programa «Directísimo», que dirige y presenta José María Iñigo, el sábado pasado, puso de manifiesto una evidente falta de organización por parte de los órganos responsables de Televisión Española, y unas desafortunadas dificultades a las tareas informativas de los reporteros que cubrieron informativamente la figura del premio Nobel ruso.

Estos fueron algunos de los hechos ocurridos:

—Prohibición a los periodistas de entrar al estudio donde se emitió la entrevista con Solzhenitsyn, abarrotado de público. El premio Nobel confesó a los periodistas, más tarde, que su intervención había sido mutilada, «por razones de tiempo».

—Los periodistas que tuvieron que seguir la intervención televisiva desde una «sala de Prensa», a mitad de la intervención de Solzhenitsyn. fueron invitados perentoriamente a desalojar la sala, sin ningún tipo de explicaciones. «No es mi horario», comentaba el funcionario correspondiente.

—Cuando pudo celebrarse la rueda de Prensa (que sólo fue posible gracias a Solzhenitsyn, ya que los guionistas y funcionarios de «Directísimo» «secuestraron» al novelista, impidiendo todo tipo de dialogo o contacto con los periodistas) no había un sólo representante oficial de Televisión Española, de un mínimo nivel administrativo. En la «sala de Prensa» ni siquiera había sillas suficientes para la veintena de periodistas asistentes. Y el mismo Solzhenitsyn estuvo sentado entre archivadores y mesas de oficina.

—La traducción simultánea de las alocuciones de Solzhenitsyn hizo imposible entender largos párrafos de la intervención del premio Nobel, que pidió perdón, personalmente, a los periodistas, cuando se trataba de un fallo técnico que ningún responsable ni del programa ni de Televisión se sintió obligado a justificar.

El tono monocorde, las frases aproximativamente construidas de un flojo interprete, a punto estuvieron de destruir la pasión y el significado del torrente de palabras que Solzhenitsyn pronunciaba en ruso.

Todo este estado de cosas quedó resumido en la única y ridícula pregunta que hizo al autor ruso el presentador del programa, José María Iñigo: le preguntó qué le parecía vivir en Suiza, paraíso de los millonarios occidentales…

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LA INTERVENCION DE SOLZHENITSYN EN «DIRECTÍSIMO»:

Con el triunfo del comunismo se inició la guerra del Estado contra el pueblo

MADRID, 22. (INFORMACIONES.)

EL escritor soviético, residente en Suiza, Alexander Solzhenitsyn, premio Nobel de Literatura, intervino el pasado sábado en el programa «Directísimo», de Televisión Española. El escritor llevaba ya una semana, de absoluto incógnito, viajando por España.

Al iniciar su intervención, que duró cerca de tres cuartos de hora, el señor Solzhenitsyn se refirió a los puntos de conexión entre España y Rusia, diciendo que «aunque los españoles y los rusos no nos parecemos, podemos encontrar rasgos comunes en nuestra historia. Si no fuese por Rusia y por España —que han sufrido a lo largo de la historia dos invasiones, la de los mongoles y la de los mahometanos—, la Europa de hoy no sería lo que es en la actualidad, ya que ganó su independencia, s u historia, gracias a estas dos naciones».

Sobre la influencia de España en su generación, dijo: «Debo decir que en mi historia sobre los campos de concentración hablo de que encontré no pocos españoles. Eran niños que fueron sacados de España, o revolucionarios que salieron de España al terminar la guerra civil, marineros y pilotos.» Y añadió: «Debo decir que España ha entrado en la vida de nuestra generación como la guerra amada de nuestra generación. Los jóvenes de nuestra generación teníamos dieciocho o veinte años cuando tenía lugar la guerra española. Como consecuencia de esta ideología inhumana del socialismo, con esa fuerza con que fueron cogidas las almas jóvenes de nuestros países, el tema de la guerra civil en España ocupó lugar de prioridad en esas generaciones jóvenes rusas, a pesar de que en aquellos momentos (1937-1938) sufríamos en la Unión Soviética el sistema carcelario más terrible. En aquel entonces detenían a millones de personas inocentes; fusilaban un millón de personas al año, sin contar con que nadie hablaba del archipiélago Gulag, que ya existía: eran 12 ó 15 millones de personas que estaban al otro lado de los campos de concentración. No obstante, nosotros casi no hacíamos caso de la realidad que nos rodeaba y participábamos en vuestra guerra civil con todo corazón. Para nuestra generación, nombres como Badajoz, Guadalajara, el Ebro, la Ciudad Universitaria, Teruel, eran nombres que considerábamos como propios. Y si nos hubiesen llamado, si nos lo hubiesen permitido, nosotros hubiésemos hecho todo lo posible por venir y luchar por la España republicana. Esto forma parte de la ideología socialista, que hace que las almas sean atraídas y llevadas, sin que puedan ser conscientes de la realidad de su propia situación, de su propio país, que dejan olvidado; se trata de buscar un sistema abstracto

GUERRA CIVIL

El señor Solzhenitsyn continuó: «He oído que vuestros emigrados políticos decían que la guerra civil española ha costado medio millón de seres. No sé si esta cifra es exacta o no; pero vamos a suponer que sea exacta. Tengo que decir entonces que en nuestra guerra civil también murieron dos o tres millones de personas. Pero vuestra guerra civil y la nuestra terminaron de distinto modo. En vuestro país venció un concepto de vida cristiano, y debido a que querían terminar la guerra y curar las heridas, todo termina ahí. En nuestro país venció la ideología comunista, por lo que el final de la guerra civil supuso no el final de todo lo que había ocurrido, sino el comienzo de lo que empezaba: comenzó la guerra del régimen establecido contra el pueblo.»

El señor Solzhenitsyn cita los datos reunidos por el profesor de Estadística ruso Kurdanov: de 1917 a 1959, 66 millones de personas muertas (de hambre en campos de trabajo, asesinadas, ejecutadas) en la U.R.S.S.

LA DICTADURA

«Yo aconsejo —agregó— que en Occidente se lean estos cálculos y la procedencia de las cifras tan terribles sobre nuestros muertos. Vosotros pasasteis de lado y no conocisteis lo que es el comunismo; puede ser para siempre o puede ser temporalmente. Vuestros círculos progresistas dicen que el Régimen que tienen ustedes es la dictadura. Llevo diez días viajando por toda España; viajo y nadie me conoce y puedo observar cómo vive la gente, con mis propios ojos, y me asombro. ¿Saben ustedes lo que es de verdad la dictadura? ¿Saben lo que se esconde tras este nombre? Voy a poner un ejemplo que he vivido personalmente: cualquier español no tiene por qué estar atado a su sitio y tiene libertad de elegir la ciudad que le plazca para vivir. Los ciudadanos soviéticos no pueden viajar libremente por su país; nosotros estamos en nuestras ciudades. Son las autoridades locales las que deciden si uno puede marcharse, con lo que los ciudadanos están totalmente a disposición de las autoridades locales, de la Policía. Gracias a las presiones de la opinión pública mundial, están dejando salir, con grandes dificultades, a una parte de los judíos; a los demás pueblos no les dejan salir. Nos encontramos en nuestro país como en la cárcel. Yo he visto Madrid y otras ciudades; más de doce ciudades españolas he visitado y he visto que en los quioscos se venden los periódicos más importantes europeos. No lo creían mis ojos. Si en nuestro país se pudiesen comprar los periódicos extranjeros, diez manos se hubiesen lanzado a por ellos y los hubiesen comprado. He visto también que cualquier persona, con cinco pesetas, se puede hacer una fotocopia en la calle. Sin embargo, en nuestro país esto es absolutamente imposible: está prohibido, de no ser para servicio del Estado; si alguien lo intentase para sus necesidades particulares pueden condenarle por actividades contrarrevolucionarias

AMNISTIAS

Y añadió: «Ustedes tienen huelgas. En mi país, durante sesenta años, jamás ha sido declarada una huelga. En los primeros años del Régimen, los que pretendían declararse en huelga eran fusilados, aunque lo hicieran para solicitar mejoras económicas; a otros, los metían en la cárcel por contrarrevolucionarios. Al tratar de publicar en la revista "Nuevo Mundo" un cuento en el que figuraba la palabra huelga, los rectores de la publicación —antes de llegar a la censura— erradicaron sin contemplaciones dicha palabra.

Y yo pregunto a vuestros progresistas: ¿Saben lo que es la dictadura? Si nosotros tuviésemos esta libertad que tienen ustedes aquí, abriríamos los ojos y no acabaríamos de creérnoslo. Hace sesenta años que no tenemos estas libertades. Recientemente he visto que han tenido ustedes una amnistía —limitada, según sus políticos—, para los luchadores que pelearon con las armas en la mano; a otros se les ha reducido la mitad de la pena. Podría decirles que nosotros necesitamos una amnistía, aunque fuera tan limitada como dicen que es esta de ustedes. Durante sesenta años jamás hemos tenido en Rusia una amnistía. Nosotros íbamos a las cárceles a morir en ellas. Muy pocos hemos podido regresar de estas cárceles y contarlo todo. Tras esta experiencia, hemos liberado nuestras almas, hemos recibido una vacuna contra el comunismo, mejor que nadie de Occidente. Efectivamente, nos hemos librado del comunismo, pero lo hemos pagado muy caro. Rusia se encuentra en una posición de vanguardia aun cuando reine la esclavitud, ya que la experiencia que hemos conocido no la ha conocida todavía Occidente. Vemos asombrados lo que pasa ahora en Occidente, lo vamos desde nuestro pasado; es como si estuviésemos viendo el futuro que les espera a ustedes. Todo lo que está ocurriendo aquí, ocurrió en nuestro país hace mucho tiempo.»

HISTORIA EN OCCIDENTE

Sobre la interpretación de su actual residencia en Suiza, “país en el que suelen refugiarse los grandes millonarios del capitalismo y sus capitales” (en palabras del presentador, José María Iñigo), el señor Solzhenitsyn respondió:

Acabo de decirles que Occidente es una sociedad de consumo. Nosotros, nuestra juventud, la hemos pasado en la miseria. Yo, por ejemplo, cuando era estudiante, tuve una vez la mala suerte de sentarme en una silla que tenía una mancha de tinta que afectó a mi pantalón; durante cinco años estuve con los mismos pantalones, porque no había posibilidad ni de limpiarlos ni de cambiarlos.

Cuando cualquier hombre soviético llega a Occidente, incluso en los países menos ricos, incluso en los países considerados como pobres, tenemos el sentimiento de que algo nos ahoga. Nosotros no podemos ver cómo se tiran la comida y los restos de comida; no podemos ver cómo se queda la comida en las mesas; no podemos comprender cómo se tiran también las migajas de pan. Por ello, cuando me preguntan por qué vivo en Suiza, respondo que en nuestros países vivimos como prisioneros, y que si mañana tuviese la posibilidad de regresar a nuestro país, miserable y hambriento, mañana regresaríamos, no obstante.

La Prensa socialista suele especular —le gusta— en el sentido de que Solzhenitsyn ha venido a Occidente y se ha transformado en un millonario. Cuando yo pasaba hambre allí, no decían que pasaba hambre. Sólo mentían diciendo que allí se come todo lo que se quiere. Efectivamente, tengo unos honorarios bastante grandes, pero la mayor parte de esos honorarios van destinados al fondo social ruso para ayudar a aquellos que son perseguidos en la Unión Soviética y a sus familias. Y de diversos modos, nosotros enviamos estas ayudas a la Unión Soviética.

Para los hombres occidentales, para ustedes, es muy difícil comprender estas cosas. En Occidente le pueden meter en la cárcel, pero no le pueden echar a uno de su trabajo por sus convicciones, por sus creencias, y si es que le echan a uno por ello puede buscar un nuevo trabajo. Pero nosotros tenemos un único patrón, el Estado, y si este patrón decide no admitir a una persona, no será admitido en ninguna parte. La familia no puede vivir, porque se muere de hambre.

Mi residencia en Zúrich se debe principalmente a que he escrito un libro sobre Lenin en Zúrich, que se acaba de publicar, y fue precisamente en Zúrich donde encontré todos los archivos que sólo se podían hallar allí.” (Zúrich y Ginebra fueron durante varios años refugio del exiliado Lenin, antes de la Revolución de Octubre.)

Informaciones, 22 de marzo de 1976, pp. 20-22.


Juan Pedro Quiñonero entrevistando a Alexander Solzhenitsyn en Prado del Rey, 20 de marzo de 1976. Foto ¿Antonio Couto?

5 comentarios:

Juan Pedro Quiñonero dijo...

Joaquín,

Tu generosidad y trabajo me emociona mucho, mucho. Se trata de unos artículos que tuvieron mucha importancia en mi vida. Confirmaron mi aislamiento casi absoluto, en Madrid. Influyeron a la hora de decidir que me largaba. He buscado esos textos, desde hace años. Sin ser capaz de encontrarlos. Tu rescate me emociona mucho.
Graciasssssss

Q.-

Don Cogito dijo...

Quiño...

Son unos artículos de gran calidad informativa y, desde luego, literaria. Entre hoy y mañana, te enviaré por e-mail varios enlaces que creo que te podrán ayudar a encontar, con facilidad, algunos de ellos en diferentes hemerotecas que hay en internet (por ejemplo "Destino" o "El noticiero universal") o, como es el caso, solicitar unas copias. Muy sinceramente te digo que algunos de ellos, quizá, pedirían tomar la forma en algún tipo de antología.

De nuevo, un cordial saludo,
J.

Juan Pedro Quiñonero dijo...

Joaquín,

Me abrumas.
La idea de rescatar todo aquello, ay, qué ilusión...
Graciassssssssssss

Q.-

PS. Creo que he publicado un "anónimo"... ya lo borraras...

Don Cogito dijo...

Borrado está. Yo creo que en "todo aquello" hay artículos largos -o series de artículos- que sí que podrían ser utilizados para una antolología. Justamente el otro día encontre una serie que, bajo el epígrafe "Leer en Madrid", hablabas de como era el mundillo cultureta en Madrid, y que me llamó la atención. No soy nadie, absolútamente nadie, para aconsejar nada, pero por puro gusto sí que hay bastantes cosas que escribiste entonces que me parecen interesantes. Tampoco me hagas mucho caso.

Un saludo,
J.

Juan Pedro Quiñonero dijo...

Leer en Madrid... ¡yo! ... Madre del Señor... Apenas pasan los años...