«Creo que los libros ganarían mucho si no llevaran el
nombre del autor»
Aparece «Elegías
menores», su quinto libro de poemas, que reúne versos de los últimos 15 años
José Jiménez
Lozano (Ávila, 1930) es una de las voces más sabias y profundas de la narrativa
y la lírica españolas. Premio Nacional de las Letras (1992) mantiene en Elegías
menores (Pre-Textos) su lenguaje independiente y crítico, que se adentra en
la dimensión más profunda del hombre para descubrir la belleza del mundo.
MADRID. Habla de
ese viento que anoche aullaba de ira y del que hay que desconfiar porque es un
dios terrible. Habla de la precipitación de la vida, de aviones supersónicos,
de Internet, del correo electrónico y de que ni siquiera a la Muerte le da
tiempo de avisarnos. Sus Elegías menores están llenas de gorrioncillos
urbanos y de verdades eternas.
—Una
larga vida como periodista que culminó como director del «Norte de Castilla» y
una prolífica actividad en el campo de la narrativa y de la lírica galardonada
con los más importantes premios. ¿Se mueven estos dos universos en la misma
órbita?
—No, son órbitas
distintas. En la narración y la poesía no se escoge ni se domina
intelectualmente lo que se quiere decir. Aunque claro está que pensamos lo que
podemos, no lo que queremos. En otro caso, todos querríamos pensar la teoría de
la relatividad. El autor no es más que un vehículo que expresa sus fracasos,
sus sueños, ese fulgor que descubre no sólo en la vida sino en los libros. Recibirnos
de los muertos mucho más que de los vivos. Si la escritura tiene intensidad,
hondura, si tiene verdad; procede del alma. Si sólo es palabrería, no procede
de ningún sitio, ni tampoco va a ninguno. En el periodismo se ajustan ahora las
noticias, con juicio ya hecho sobre las mismas para indicar al lector hasta lo
que tiene que pensar. Y la opinión adquiere categoría de certeza o saber. Las
opiniones son para las tertulias, y las tertulias son para hablar entre amigos
en el café, El periodismo ha de hacerse ahora muy deprisa, en un mundo de
improvisación y eso es una moneda de curso poco valiosa.
—En
su poema «Antiqua imbecillitas» expresa que Pablo dijo a los de Éfeso
que había que soportar a los imbéciles, pero en aquel momento no había
televisión ni best-sellers y no era entonces su consejo impracticable. ¿Qué es
lo que le preocupa del hombre de hoy?
—Me preocupa la
pérdida del yo en el ser humano, la manipulación a la que se ve sometido, su
indefensión. Es muy fácil alzar a un hombre contra otro, denigrarlo o ponerlo
por las nubes. Antes, la falsedad o la burrez la fabricaba un ser humano, pero
ahora se lleva a cabo industrialmente y eso es alarmante. Ese es el éxito, la
respuesta fácil. La cultura exige trabajo y estudio. No se puede abaratar y es
lo que se está haciendo.
—¿Qué
opina del actual fenómeno de globalización?
—Me preocupa
sobre todo la globalización de las mentes. Vivimos en una sociedad tan plural,
tan plural, que todo el mundo dice lo mismo. Antes de las educaciones globales
cada hombre era él mismo. Ahora nos forman como a chorizos, todos iguales. Es
el totalitarismo, la granja, algo terrible. Pero los hombres perviviremos,
porque aunque en general la especie deje mucho que desear, también se ha revelado
como una maravilla, dando ejemplares estupendos.
—¿Cómo
ha sido la gestación de Elegías menores?
—Horacio decía que
dejaba reposar sus escritos alrededor de 10 años y yo lo supero porque algunos
de estos poemas tienen más de 15 años. No me pongo a escribir poesía, sino que
llevo un cuaderno y escribo cuando surge. He tirado muchísimos poemas al fuego
y a lo mejor he quemado los mejores, pero es un derecho elemental que tengo, me
parece...
—¿De
qué modo se estructura?
— Es un libro
que escribo para cuatro lectores siguiendo un poema maravilloso de Ezra Pound,
que es el leitmotiv del libro; un libro íntimo, porque la intimidad de la
intimidad es la del alma. Está dividido en varias partes: Los lirios del
campo y las aves del cielo, título de un hermoso sermón de Kierkegaard y
constituye un reflejo de la naturaleza y el goce de la vida. Después Memorias,
una recuperación de la memoria histórica, luego una estancia digamos de soledad
y oracional; y por último, La fina punta del alma, ese ápice del alma,
aquello que el hombre no debe nunca perder. Según Emerson, todo hombre tiene un
momento poético en la vida, aunque para algunos es la agonía. Pero la gente
corriente suele tener expresiones muy profundas y personas sencillas hablan con
la propiedad de Ezra Pound o de San Juan de la Cruz. Si tienen un problema,
afirman «que se encuentran en un pozo», como los místicos y no «que
tienen los nervios deshechos». Hay gentes a la que no les gusta el mundo
tal y como es, y necesitan la belleza y la poesía para vivir. Pero si a San
Juan de la Cruz una visitadora social le hubiera sacado de su ambiente, quizá
sería Virrey de las Indias, pero no Juan de la Cruz. Por favor, huyamos de lo
que se llama enseñanza de calidad.
***
Hoy día lo moderno es lo «light»
—¿Cuál
es su opinión respecto a la poesía de la experiencia?
—Huxley hablaba,
y estoy de acuerdo con él, de la atemporalidad. Si las cosas son, dentro de mil
años seguirán siendo. La originalidad es una necedad. El hombre lleva 5.000
años escribiendo. Casi todo lo que uno piensa ya se les ha ocurrido a otros
señores antes y conviene enterarse. En realidad todos tenemos una longitud de
onda que constituye nuestra familia espiritual. Uno tiene sus poetas que le
acompañan siempre. La poesía de la experiencia no está en mi onda.
—¿Le
interesa la poesía que se alimenta del espíritu del ser humano?
—Hoy día la
trascendencia es un desvalor y hemos llegado a puntos cómicos. Lo moderno es lo
«light». Luce un momento y mañana es otra cosa. Allá cada cual, siempre
ha habido comercialidad. El Conde de Lemos se lleva a los hermanos Argensola a
Italia porque lucían más que Cervantes en los salones. Es muy distinto ser
conocido que ser reconocido según por quienes. Los libros ganará mucho si no
llevaran el nombre del autor, así nos libraríamos de tópicos. Nos movemos entre
manifestaciones industriales, pero en el plano moral hay que empezar por
recuperar la propia libertad cada día porque se pierde con facilidad. La cabra
tira al monte y nosotros al Neanderthal.
Rosa María
Echeverría, ABC, 4 de mayo de 2002, p. 47.
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