martes, 16 de octubre de 2018

"¿Existe Cristóbal Serra?" de Josep Albertí (El Viejo Topo, diciembre de 1976)


¿Existe Cristóbal Serra?
André Bretón renunció a defenderse “por haber actuado en esta selección (su “Antología del humor negro”) con una considerable dosis de parcialidad, ya que semejante posición nos parece la única adecuada ante un tema como este”. Tal afirmación no justifica, sin embargo, la ausencia de la siempre admirada antología de nombres como Quevedo o Cervantes, por señalar ejemplos notorios de lo que para Bretón hubieran podido ser “vidas ejemplares”, como Swift o Fourier. Ante parecida reflexión Cristóbal Serra decidióse hará unos dos años a elaborar una nueva selección que se centrase exclusivamente en el humor negro español. En su derecho está el autor de Péndulo, de casta surrealista y aún heterodoxa, me atrevería a calificarlo. Pero antes de seguir adelante me gustaría esclarecer un pequeño misterio. ¿Quién es Cristóbal Serra? Para cierto sector de lectores —aquellos cuya ansia se halla en el punto de la diana donde coinciden los raros autores, casi secretos, en absoluto voceadores— Serra puede ser, ya un conocido. Tusquets le ha publicado tres libros: “Viaje a Cotiledonia, “Péndulo" y el que nos ocupa[1].
Carlos Barral, mucho antes, le dio a conocer como traductor de Melville y de Blake. A pesar de todo sólo  muy recientemente ha logrado Serra su verdadero auditorio. Injustamente olvidado, todos sus libros mencionados habían sido publicado en su ciudad natal, Palma de Mallorca. Y un volumen que es, hoy, una  joya bibliografía: la traducción del Tao Te King aparecida en 1959. ¡Lao Tse! Sobre todo esto, un amigo recientemente me comentaba que el fenómeno, no por curioso es menos explicable. Cristóbal Serra pertenece al área cultural catalana. Su lengua y cultura son catalanas —recordemos su gran amor por Llull pero también por Foix—. Escribir en  español, me decía mi compañero en esta situación, es la reducción del provincianismo; que por otra parte, ha sufrido tantos, escritores de realidad cultural catalana, Joan Alcover en su etapa de escritura española por ejemplo Mi interlocutor irónico, sugirió que muy posiblemente espectadores de la cultura española, desde Madrid, hubieran pensado que Cristóbal Serra era una invención de Octavio Paz en su glosa de “Puertos al campo”. No obstante ahí está el hecho: sí, Cristóbal Serra existe y su difusión es ya un acontecimiento palpable. Un muy interesante escritor nacido en Palma en 1922.
Su Antología del humor negro español nos da fe de ello una vez más. Si por una parte este libro nos recuerda más que descubre los aspectos oscuros del Lazarillo, del Quijote, de Quevedo o Gracián, creo que es a partir de Torres de Villarroel que nos ofrece lecturas nuevas por los olvidados —total o parcialmente— que tenemos a muchos autores dignos de auténtico recuerdo. Por el siguiente orden, van a sorprendernos: Cadalso y su dialogo de Tedialo y un sepulturero, Espronceda enmarcado en el canto tercero del Diablo Mundo, Larra, Unamuno y Valle-Inclán, pero sobre todo Gutiérrez Solana con su espeluznante Las solitarias de Ávila, el maldito Silverio Lanza, el Machado de Juan de Mairena, azote de superrealismos, Gómez de la Serna, los textos magistralmente escogidos —tanto que hacen de él un desconocido frente a versiones oficialescas, de una u otra barricada ideológica— de Juan Ramón Jiménez, véanse sus invectivas contra Neruda o Xenius, para acabar ademas de Bergamín, con otro despreciado: Antonio Espina, gobernador precisamente, de Mallorca el 18.07.1936, que intentó suicidarse al ser encarcelado por los militares sublevados; fue, sin embargo, canjeado más tarde y murió hace escasos años. Serra, por cierto, escribió entonces en la prensa palmesana una sutil necrología. Es posible suponer que el presente libro incitara a los editores a ventilar textos como los citados en mayor amplitud. Servicio importante, por supuesto. Los breves prefacios de Serra, al modo de Bretón en su obra homónima, son piezas de finura manifiesta que al tiempo sitúa los humores, reivindica esa escritura tan menospreciada por la crítica trascendentalista. Prueban, en fin “la dosis de horror” que Baudelaire ataba como atributo de los españoles.
Josep Albertí, El Viejo Topo, nº3, diciembre de 1976, pp. 49-50



[1] Antología del humor negro español. Del Lazarillo a Bergamín. Cuadernos marginales, Tusquets editor, Barcelona, 1976, 367 pp.

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