LA ENTREVISTA
CRISTÓBAL Serra (Palma, 1922) es reconocido
como uno de los autores más originales de las letras castellanas
contemporáneas. Muchos le ha tildado de eremita, clandestino y raro, a pesar
que a él no le gusten mucho estos adjetivos; prefiere autodenominarse escritor
desviado. Traducido al italiano, al francés, al serbio y al alemán, de su breve
e inclasificable obra -la brevedad ha sido una de sus banderas- podemos citar: Péndulo, Viaje a Cotiledonia, Diario
de Signos, El asno inverosímil, Las líneas de mi vida, Augurio Hipocampo, Nótulas, La noche oscura de
Jonás, Visiones de Catalina de Dülmen,
Efigies... Así mismo, gran parte de
la producción literaria de Serra se ha compilado en el volumen Ars Quimérica (1957-1996). Gran
conocedor de Ramon Llull y de la filosofia oriental, tiene dos títulos
universitarios, y ha dedicado parte de su vida a la traducción de la obra de
autores como Blake, Lao-Tse, Michaux y Melville.
-¿A dónde cree le ha llevado su ambición
literaria?
-Desde un punto de vista materia, no he tenido
ninguna. Pero desde que empecé a escribir, ya muy tarde, me propuse expresar
todo mi mundo interior. Durante todo este tiempo, he de confesar que he sufrido
toda una serie de transformaciones. Soy un escritor un poco proteico -todo
escritor lo tendría que ser, es decir, no se debería de estancar. No pretendo
que mi literatura sea circunstancial, pero, de alguna manera, no lo es porque
hago los libros que en cada momento siento que tengo que escribir; libros que, por
otro lado, no son fruto de la erudición ni de tal o cual estudio en particular:
son sentidos, tienen un trasfondo lírico e introspectivo.
-¿Qué le ha aportado el pensamiento filosófico
oriental?
-Desde muy joven me han interesado los libros
de filosofía. Recuerdo que, al principio, leía más libros de filosofía que de
literatura. Entonces, me desencanté con la filosofía occidental y empecé a buscar
nuevas respuestas en la filosofía oriental, sobre todo en el taoísmo. Me empecé
a interesar más por lo pasivo e intuitivo, que caracteriza a la filosofía
oriental, que por lo activo y racional, que caracteriza la filosofía
occidental.
-¿Considera que la brevedad, a la hora de
escribir, mejora la calidad de la literatura?
-Eso hace referencia a la literatura francesa… hay
autores que escriben de manera breve y otros que tienen un exceso verbal. No soy
partidario de estos últimos, ni del barroquismo; ni mucho menos del barroco
español, que a mi parecer, le ha hecho mucho daño a la literatura en castellano. En general, siempre he creído en una cita que
encontré en Confucio: “Los concisos nunca
se equivocan”. Para llegar al aforismo, porque soy más sintético que
analítico, he desarrollado este estilo más conciso. Todo esto lo he encontrado
en la filosofía de Heráclito, en la filosofía oriental y también en la poesía.
Como decía un pensador francés, la poesía es una cosa absoluta, y una cosa
absoluta es una cosa concisa.
-¿Qué diferencia a Heráclito del resto de los
presocráticos?
-Para mí, de los fragmentos que nos han llegado
de la época de los presocráticos, los de Heráclito son los que tienen una mayor
importancia, porque son una revelación interesantísima de aquella época, que
indica una tradición mediterránea muy marcada, y también una tradición de la
mística. Heráclito es también importante porque descubre la dualidad trágica
del mundo. Ha habido muchos dogmáticos que han querido
evitar esta dualidad; pero los poetas que quieren llegar al fondo último de las
cosas, no lo pueden hacer. Dentro de mí permanece el concepto mediterráneo de
la tragedia, que crearon los griegos, y no, como mucha gente cree, Shakespeare.
-¿Cómo ha llegado al aforismo?
-Simplemente porque esta debe de ser mi
inclinación natural. En mi ha preponderado más lo sintético que lo analítico. Sin embargo, para mí, no hay aforismo si no hay
contenido poético, y por haberlos también debe haber una manera desnuda de decir
las cosas. Ahora me vienen a la cabeza los surrealistas franceses, que tienen
muy poco aforismo, porque eran hijos del barroquismo. Su manera de escribir
tiene mucho de oropel. Por eso les gustaba Góngora.
-Se dice que sus libros cuchichean...
-Imagínate a unes viejecitas que van al confesionario
a contar sus pecados y cuatro cosas misteriosas más a su confesor. Pues yo
escribo así, igualmente como si cuchicheara mis pecados y mis cosas misteriosas
a un confesor hipotético; o también como si mis palabras fueran los rumores y los silencios de las olas del mar.
-¿De dónde le viene su simpatía por los asnos?
-Debe ser bastante inteligente, el asno, si le
tienen por tan poco inteligente. Te contaré una anécdota al azar –yo creo
mucho en el azar, como los surrealistas– que me ocurrió a mí. Había terminado la
carrera de Lenguas y Culturas Modernas en Valencia. Hecho que coincidió con unas
grandes riadas en aquella ciudad. Entre los comercios afectados por el fango, había
librerías y muchos libros enfangados que se amontonaban los unos sobre los
otros y los vendían como si nada. Entré en una de estas librerías y encontré
una edición extraña de los evangelios apócrifos y otro libro titulado El asno. El dueño de la librería no debía saber qué me vendía,
ni yo tampoco qué compraba. Me llevé este asno a casa y resultó ser un libro de
las postrimerías de la primera guerra carlista, que lo había escrito un
sacerdote muy liberal. Después, durante el reinado de Fernando VII, fue una
obra prohibidísima. Le quité el fango, lo arreglé... Este libro me inicio en el
tema del asno. Pasado el tiempo, descubrí que Mirabeau, aquel famoso político
francés, masón, que había escrito Eroticon
Biblion, que también había estado prohibido. Es muy interesante este libro
porque cuenta que los hebreos andaban tan locos por los asnos, que se ponían
delante de ellos para dejarse abatir…
-¿En qué lugares podemos encontrar a Ramon
LIull en la obra de Tofòl Serra?
-Ramón Llull es un genio, un personaje curioso,
especial, que siempre me ha interesado, todo y que no sé hasta qué punto ha
podido influir en mi obra. Yo tenía la idea de que toda la historia y la vida
de Llull era un completo enigma y que, por otro lado, la habían deformado
completamente. Al comenzar a leerlo descubrí su libro Félix que me dejó totalmente fascinado. Hay que tener en cuenta que
las obres lulianas son un claro precedente del arte moderno. Además, hizo toda
una serie de aforismos que muchos de los surrealistas no ha sido capaces de
escribir. Yo los he compilado. Son toda una serie de imágenes confusas,
dislocadas. Llull es un genio, no hay duda, pero lo ha convertido simplemente
en un filósofo, en un personaje más soso de lo
que realmente es.
-He leído ciertas opiniones que le tildan de
escritor extraño. ¿Se ve usted así?
-No. No estoy nada de acuerdo con que me traten
por raro porque no lo soy. Un poco desviado sí que lo soy, sí, porque me he
desviado de ciertas tradiciones... Por ejemplo, no estoy dentro de la tradición
de la literatura mallorquina -si es que propiamente existe dicha literatura- porque
tampoco he escrito en mallorquín: lo he hecho en castellano. Tengo unas raíces
mediterráneas indudables y me siento unido a todo lo que es mediterráneo; pero,
al mismo tiempo, no estoy unido al clasicismo, antes al contrario. También
estoy bastante divorciado de la tradición española. Si se la sigue, se ha de
escribir como Quevedo o Cervantes. Y yo no escribo ni como el uno ni como el
otro. Simplemente escribo a mi manera.
-¿Qué le ha aportado a usted la literatura
francesa?
-Soy un admirador porque dentro de la
literatura francés no hace falta comer el menú, hay mucha diversidad y se puede
comer a la carta, tiene mucho repertorio, mucho por escoger; por el contrario,
la literatura española es una literatura de menú, en la que hay un interés por
imponer siempre los mismos autores.
-¿Creé que podemos encontrar poesía en sus
libros?
-Sí; creo que hay una cierta poesía en mis
libros, porque con todo y que no me he declarado poeta, escribo sin embargo de una manera desnuda y sincera. La
poesía puede estar escondida en muchos sitios. Un
canto rodado tiene mucha poesía, y un huevo -que es lo más
hermético que hay hasta que hace eclosión...- y la sensación de ir a pescar y
sacar un pez del mar... Queremos etiquetar y yo ya no creo en géneros. Ese
concepto está anticuado. La modernidad se caracteriza por desdibujar unas fronteras
tan marcadas, tan precisas, entre los géneros. Los criterios absolutos dentro
de la literatura chocan con esta manera abierta que tengo yo de interpretar el
mundo que me rodea. Hoy lo que hay son testimonios personales. La literatura se
ha vuelto más subjetiva y más personal.
-¿Cómo tiene que ser un “buen escritor”?
-Tiene que ser un excelente escritor. Y si lo
ha de ser, en mi opinión debe de escribir poco. Eso no quiere decir que no
pueda haber excepciones; como, por ejemplo, Víctor Hugo, que escribió mucho y
dejó obras geniales. Balzac, por el contrario, era un gran novelista pero no
fue un escritor tan grande como podría haberlo sido. Esto mismo sirve para Dickens
y Llorenç Villalonga que, todo y que no son unos excelentes escritores, son
extraordinarios novelistas.
Josep Pizà i Vidal, S´Esclop, nº 21, mayo de 2005, pp. 12-14
Traducción de Don Cógito
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