Catherine Camus: «Mi padre decía que
lo mejor de él venía de su sangre española»
Alianza
Editorial publica los dos primeros tomos de las obras completas del escritor
francés
Cuando
su padre recibió el premio Nobel, Catherine Camus, todavía niña, le preguntó,
gritando, si es que había un premio para los «acróbatas». Treinta y nueve años
más tarde, Catherine todavía se ríe como una niña, y ha heredado de su padre la
pasión por el Mediterráneo, España, la fraternidad y un gusto muy profundo por
las cosas y las artes de la vida, para confesar, riendo, que se siente
«condenada» a estar «sentada en un despacho». Sin embargo, estos días celebra
que, tras diez años de insistencia, se publiquen las obras completas de su
padre en español, gracias a Alianza Editorial, que ya ha lanzado los dos
primeros tomos.
Con
un pudor y una ternura que también recuerdan a su padre, Catherine Camus
considera necesario traducir al español palabras tan presuntamente simples como
«caída», por temor, aparente, a que el interlocutor no entienda, no recuerde u
olvide, el título de un libro paterno. Cuando el interlocutor inicia la
despedida, temiendo estar importunando, intentando respetar la intimidad apenas
violada con una conversación convencional, ella todavía toma la palabra, y habla:
«Llevo
más de diez años intentando que se publiquen en España las obras completas de
mi padre. Porque él amaba a España. Yo amo a España. Él hubiera sido muy feliz
al ver que una editorial española, como hace ahora Alianza, publicaba sus obras
completas».
Y
el diálogo con Catherine Camus se transforma en un apresurado viaje a las
fuentes bautismales de una pasión que no cesa.
«Un
artista, ante todo»
-¿Cómo
explica usted el interés siempre creciente por la obra de su padre?
-No
lo sé. (Risas). No tengo opinión. (Dudas). Me cuesta mucho trabajo
comprenderlo. Pero me parece bien evidente. Yo me ocupo de su obra. Es muy
difícil. Quizá sea una defensa, por mi parte, porque Albert Camus continúa
siendo mi padre. Intelectualmente, lo sé, sin embargo, es una evidencia. Y,
quizá, me digo, ese interés reposa en las preguntas que se hizo mi padre. Y que
todo el mundo se hace. Sea cual sea su cultura o civilización. Los ecos que
llegan, de todo el mundo, me hablan de una especie de fraternidad.
-En
la biografía de Olivier Todd, usted es, siempre, una niña, que ríe mucho. Hoy,
la escucho, y habla usted con la misma entonación que yo había «escuchado»
leyendo ese libro, cuando usted aparece, como un ángel, sonriente, siempre.
-(Risas)
Gracias.
-¿Tiene
usted una opinión puramente intelectual de Albert Camus?
-No
tengo. No puedo dar una opinión puramente «técnica». Lea o relea cualquier
libro, no me siento capaz de analizar. Me limito a entrar en el libro y
sentirlo, como una pasión.
-¿Cuál
es el libro de su padre que ha tenido más importancia en su propia formación?
-
«La caída». No me pida que le explique por qué.
-Para
usted, Albert Camus ¿es su padre, un novelista, un autor de teatro, un
ensayista?
-Ante
todo, es un artista. No me gustan los calificativos. Creo que ser un artista es
la única condición que él reivindicaba. Modestamente. Evitando cualquier
vanidad. Él fue un artista intentando crear obras de arte al mismo tiempo que
era imprescindible continuar siendo solidario con todos los hombres.
Premios para acróbatas
-Si
no recuerdo mal lo que cuentan los biógrafos de su padre, el día que le dieron
el premio Nobel, usted le preguntó: «¿Es que hay un premio para los acróbatas?»
-Es
verdad. Yo quería ser acróbata. No lo conseguí. Continúo, siempre, atada a este
despacho. (Risas).
-Pero,
¿cuál es la relación entre los acróbatas y los artistas?
-Los
acróbatas también son artistas. Para mí, por lo menos. Ellos también
desencadenan una emoción. Crean algo con su propio cuerpo. Ellos también
realizan grandes obras de arte, con su propia carne y sus emociones.
-Si
la entiendo bien, para usted, más allá de la reflexión intelectual, la obra de
su padre es, más bien, una pasión...
-Sí.
Así lo pienso. Mi visión de la obra de arte coincide, también, con esa visión.
Hablando de España, por ejemplo, cuando leí «La Regenta», para mí fue el
descubrimiento de una pasión. Una pasión creada con amor y con fuerza.
Español, por amor
-Usted
habla español bastante bien, ¿cuándo y cómo lo aprendió?
-Nunca
aprendí a hablar español... (Risas). Hablo mejor el inglés que el español.
Cuando era pequeña, mi familia materna vivía en Orán. Y allí había muchos,
muchos españoles. Y cuando deseaban aislarse, cuando deseaban que alguien no
comprendiera lo que pensaban o discutían, entre ellos, entonces hablaban sólo
español. Para una niña, como yo, era evidente que debía hacer lo imposible por
entender lo que ellos hablaban. Más tarde, tuve amigos españoles. Luego,
descubrí que me gustaba la lengua. Nunca la he estudiado con la cabeza, como se
hace en la escuela. Lo he hecho, por amor.
-Su
padre ¿fue un europeo o un mediterráneo?
-Fue
un europeo mediterráneo. Él
decía que si Europa daba la espalda al Mediterráneo, todo se vendría abajo.
-Pero,
¿no hay algo de trágico en la condición de europeo mediterráneo?
-En
su caso, para él, sin duda. Europa, Francia incluida, daba la espalda, por
aquellos años, a su latinidad mediterránea.
-¿Hay
un mensaje mediterráneo de Albert Camus?
-La
medida... lo que él llamaba el «pensamiento del mediodía»... Para mí, se trata
de intentar no rechazar nada de lo que nos trae la vida... es decir, estar,
presente, de pie, al mediodía, sabiendo que la desgracia existe, y los
humillados, y que también existe la belleza.
-Hay
algo trágico y contradictorio en esa misión del «pensamiento del mediodía» y la
noción apolínea de «medida».
«Sólo
aceptó una medalla»
-La
vida misma es una contradicción. Si se llega a ser capaz de estar de pie,
haciendo frente, afrontando, esas contradicciones, quizá sea posible hacerlas
cohabitar, para construir algo nuevo.
-Su
padre, ¿llegó a resolver sus propias contradicciones?
-Me
temo que nadie llega, jamás. Quizá, sin embargo, creo que él fue capaz, por lo
menos, de no negar, y asumir, sus contradicciones. Otros, prefieren negarlas y
van derechos a la muerte.
-¿Cuál
fue el papel que pudo jugar España en la vida y la obra de Albert Camus, más
allá del de su visión global del Mediterráneo?
-Mi
padre decía que él tenía sangre española, que lo mejor que había en él venía de
su sangre española. Mi padre adoraba España. Hubo la España de Franco. Y mi
padre sentía horror por Franco. Dimitió de su puesto en la Unesco, cuando ésta
aceptó el ingreso de la España de Franco. Sus amigos fueron viejos
republicanos, que le dieron la única medalla que él acepto. Su primer texto
estuvo consagrado a la revuelta de Asturias. Por mi parte, mi primer contacto
con España data de mi infancia, en Orán, con mi familia. Mucho más tarde, desde
hace diez años, he intentado que sus obras se publiquen íntegramente en España,
sencillamente, porque Albert Camus amaba hondamente a España.
Juan
Pedro Quiñonero, ABC, 28 de abril de
1998, p.61
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