«NOSOTROS,
LOS QUE COMENZAMOS EN EL «GUTIERREZ», FUIMOS CONSIDERADOS
REVOLUCIONARIOS. HOY, ESE HUMOR HA DEJADO SITIO A OTRO»
ENTREVISTA
CON ANTONIO DE LARA GAVILAN, «TONO»
Don Antonio de Lara Gavilán
es un señor mayor, con airea de galán otoñal, que de ser amigo de las tarjetas
de risita podría poner bajo su nombre muchas cosas: autor teatral, periodista,
director de cine, dibujante, cartelista... La verdad es que don Antonio de Lara
Gavilán no necesita ninguna de estas aclaraciones profesionales. Le basta
firmar Tono para que todo el mundo sepa que se trata de un fenomenal humorista,
de una de las figuras más inclasificables e interesantes que ha producido
nuestro país en los últimos cuarenta años. Ahora, don Antonio de Lara Gavilán
es famoso todavía un poquito más por ganar el premio “Mingote”.
—¿Se considera usted, Tono,
¿dibujante antes que otra cosa?
—Bueno. Yo he hecho en la
vida un poco en esto y un poco en lo otro. Quizá por eso el resultado sea no
haber hecho nada bueno.
—¿No se siente satisfecho
de su obra?
—Insatisfecho
exactamente, no. Pero la realidad es que no he hecho nada trascendente.
—¿Por qué? ¿Es que el
humor no es transcendente?
—El humor sí puede ser
transcendente, pero yo no he hecho otra cosa que escribir y dibujar con humor,
actuar en la medida que podía y me dejaban. Piense que nosotros, los que
comenzamos en “Gutiérrez”, fuimos considerados revolucionarios. Hoy, ese
humor ha dejado sitio a otro y, no obstante, todavía tengo que frenarme, a
adoptarme a lo que de mí se exige.
—¿Culpa a la sociedad de
esa frustración?
—¡Qué va, hombre! Las
cosas fueron así y son así. No me quejo. Tampoco me ha ido mal. Pero insisto en
lo dicho. Piense que, si Ionesco hubiera escrito en español y estrenado en
Madrid, habría fracasado. Nosotros empezamos mucho antes que Ionesco.
Andaluz, seguramente un
poco fatalista, Tono acepta la vida como la ve, como le asusta. Quizá por eso
lo que hizo siempre fue tomarle el pelo; hasta donde le fue posible, claro
está.
—La indecisión es
seguramente la clave de mi carácter. Mire, hoy, por ejemplo, me gustaría ser
cantante: es lo que parece más cómodo y más productivo. Porque la verdad es que
me cuesta mucho trabajo escribir y dibujar. Las situaciones, los chistes, se me
ocurren con gran facilidad. Pero luego viene expresarlos en el papel...
—Usted no ha cambiado de
sus monigotes desde “La Ametralladora'' a hoy. Al menos, eso me parece. ¿Se
debe acaso ese auto mimetismo a inseguridad en sí mismo, a no querer cambiar
por miedo al fracaso?
—Bueno. Yo empecé así
hacia los años veinte. No he cambiado sencillamente por esa dificultad mía que
le digo para materializar los chistes. Yo me he creado un mundo de monigotes
que está en función de del tiempo que me tocó vivir.
—Se ha dicho que su
humor, el de ustedes, fue cerebral, aséptico. ¿Fue el tiempo que les tocó vivir
quien configuró ese estilo, esa forma de expresarse?
—Yo creo que no. Se
refiere usted a las circunstancias de la censura, que tanto se dejaron sentir
en los primeros tiempos de “La Codorniz”, ¿no? Efectivamente la censura llegó
entonces hasta a alargar los bañadores de los monigotes que pintaban Herreros.
Pero nosotros empezamos mucho antes. Es más, creo que, aunque la censura
hubiera dejado y en algún aspecto “La Codorniz” politizado, casi todos
habríamos conservado el mismo estilo.
—El panorama hoy es otro.
—Sí. Hoy en España
tenemos magníficos dibujantes de humor. No doy nombres porque luego me olvido
de alguno y surgen disgustos.
—¿Le importa lo que
piensan de usted, Tono?
—Según. Por ejemplo, no
me gustaría que se supiera que fue el propio Mingote quien me comunicó la
noticia de que me habían dado el premio de su nombre. La gente podría pensar que ha habido tongo.
—Me tiene que perdonar, Tono,
pero no hay más remedio que hacerle las preguntas clásicas: ¿Contento con el
premio? ¿Qué piensa hacer con las cincuenta mil pesetas?
—Yo le contesto a usted
también en plan clásico, porque, además es verdad: estoy muy contento. El
premio “Mingote” tiene el prestigio de su nombre, el de un excepcional
dibujante y humorista que además es un amigo y aparece unido a dos de muchísima
solera en la prensa española. Y respecto a las cincuenta mil, las incorporaré
a mis pagos.
—Sus pagos siempre han
sido prósperos: al menos eso se dice.
—Yo siempre me las
ingenié para vivir bien, aunque a veces las pasé moradas.
—Ni pobre ni rico sino...
—Eso.
F.
Villagrán.
ABC, 30 de marzo de 1968,
pp. 80-81.
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