Antonio
Mingote: “Los políticos españoles son unos aficionados y unos aburridos.”
Entrevista
de Ana Diosdado
NOS ofrecen un café a
Gonzalo y a mi mientras él coloca sus archiperres de fotografía y estudia la
luz. Mingote llega enseguida y me encuentra cotilleando las pinturas que
tapizan su salón.
-¿No tienes por aquí
nada tuyo, Antonio?
-No, me aburre ver mis
cosas. Bueno, tengo ese dibujo, ese retrato de mi hijo, que está hecho por mí,
pero nada más. Fuera, sí. En el descansillo hemos colgado uno ¿no lo has visto?
Ven. Para que la gente sepa dónde viene.
Es un dibujo grande, en
color, poblado de sus archiconocidas criaturas.
De nuevo dentro, nos
acomodamos para charlar en una bonita terraza-invernadero cuajada de plantas.
-Cuéntame un poco tu
trayectoria profesional, como empezaste, porque te dedicaste a esto.
-Mi trayectoria
profesional yo empecé en La Codorniz, cuando no habías nacido tú casi,
me parece, en el año 46.
-¡Ya lo creo que había
nacido!
-Bueno, pero eras una niña
pequeña. Y luego empecé en ABC en el año 53, si 53. O sea. en el siglo
pasado casi. Así que fíjate los años. Y ahí estoy. Y es mi trayectoria
profesional, es muy aburrida. Bueno, hubo un tiempo en que dirigí durante dos años
una revista, que tu no recordarás. De la que estoy muy contento porque... no por
mi trabajó allí, sino porque allí empezaron a colaborar gente que ahora está en
los periódicos y en las revistas, gente importante y a la que quiero mucho.
Elegido de los
dioses
No me cuenta cómo nació
su afición al dibujo, pero yo he leído su propia descripción del fenómeno y la
transcribo:
"En el colegio me
enorgullecía de hacer las láminas de dibujo mejor que todos mis compañeros
excepto uno. El afán de superar a este uno, elegido de los dioses, me empujo a
trazar miles de dibujos para aprender más. Tan pueril obstinación tuvo como
consecuencia que llegara a adquirir el vicio del dibujo, hasta el extremo de
que aún no he podido soltar el lápiz. Mi compañero, el supeditado, que tomo las
cosas con la serenidad propia de su clara inteligencia es ahora fabricante de
objetos de corcho, y lo pasa tan ricamente."
Pero estoy segura de que
al fabricante de corcho no lo quiere tanta gente como a Mingote.
-Ahora cuéntame un poco
de tu vida, Antonio.
-¡Eso es más aburrido
todavía! Veras, en el siglo XVIII había una…
Nos reímos y él continua,
ya en serio.
-Bueno yo nací en Sitges.
Si, porque mi madre me llevó a nacer allí, donde estaba su madre, que era donde
parían las señoras.
-En casa de las madres, sí.
-Pero enseguida me fui a
Aragón, que es donde viví hasta la guerra. Viví en Daroca y luego en Teruel. Y
después de la guerra vine a Madrid enseguida y aquí estoy. Me casé una vez, me
divorcié, y me he vuelto a casar. Y tengo un hijo que tiene treinta y tantos años. Bueno, del año 55 hasta ahora. tiene ... treinta y tres. Treinta y cuatro hará
este año. Y un nieto.
-Ah, ya tienes un nieto, mira que bien.
-Si, si.
Los primeros
personajes
-Hablando de la familia,
¿le has tomado cariño a alguno de tus personajes fijos?
-Pues hombre... tú que
eres autora teatral, ya sabes que los personajes de pronto se te… de pronto
aparecen unos personajes con los que no contabas ¿no? Y de repente los tomas
cariño. Bueno pues no. Yo tengo cariño a todos mis personajes. Aparte de que yo
no suelo hacer tipos, esos personajes que se repiten. Lo he hecho alguna vez.
-Yo le preguntaba
pensando precisamente en algunos tipos. Tienes los prehistóricos, esos que
encantan a mí. Y luego tenías antes, ahora la utilizas menos -que esa es una
cosa que te quiero preguntar luego también - a la pareja aquella siniestra,
vestida de negro. Yo los consideraba un poco personajes fijos. Aunque no
fueran, a lo mejor, siempre la misma pareja, así era un poco siempre la misma
idea.
-En realidad, esos los empecé
a hacer ya en La Codorniz. La verdad es que yo lo hice, primero como uno
más y Álvaro de la Iglesia que era muy listo, y tenía mucho instinto
periodístico, pues me dijo que siguiera con esa pareja y seguí mucho tiempo.
Era una pareja negra que vivía en un castillo, con huesos y antepasados y todo
eso. Esos fueron mis primeros personajes. Que, además, curiosamente se hicieron
muy populares, en muy poco tiempo.
Observando toda la
vegetación que nos rodea y recordando la inclinación ecologista de Mingote le
pregunto:
-A ti te hicieron guarda
mayor del Retiro o algo así, ¿no es verdad?
-No veras, Blanco y
Negro organizo un acto una especie de fiesta de disfraces. Y disfrazaron
a mucha gente entre ellos a mí. Y yo me disfracé de guarda del Retiro, porque
me hacía ilusión el Retiro y todo eso. Y lo que me hicieron por un día, fue
alcalde del Retiro.
-Ah, qué bonito.
-Entonces el profesor
Tierno me regaló una vara, que la tengo ahí, luego te la enseño si quieres.
Alcalde del Retiro por un día. Y todo eso me gustó mucho.
-¡Claro!
-No, pero eso tiene una
historia. En la radio me preguntaron una vez, Javier Domingo, que si yo tenía
ambiciones políticas. Y yo le dije que sí que tenía muchas. Que aspiraba a un
puesto que no existía por eso aspiraba a él que era el de alcalde del Retiro.
Entonces en el Ayuntamiento se hicieron eco de eso y me hicieron alcalde del
Retiro. Por un día.
-El Retiro es un parque
que tu conoces muy bien, ¿no?
-Sí, sí.
-La pregunta que yo
quería hacerte es un poco especial ¿No podrías hacer nada para que dejaran
correr allí los perros?
-Bueno. Yo no puedo hacer
nada, por supuesto. Pero los perros ya corren, ¿eh? Hay un lugar acotado que pone
“perros”.
-Lo conozco y es
espantoso.
- ¿Por qué?
-Porque está muy sucio,
es muy feo y, sobre todo, muy pequeño.
- Y hay superpoblación me
imagino.
-Una superpoblación
absoluta, sí.
-Yo como no tengo perro
por el momento desconozco el problema. Pero me imagino que existe, sí.
-Tú eres presidente del
grupo de diputados en el Debate sobre el estado de la Nación que emite
la COPE, con Luis del Olmo ¿cuál te parece más gracioso el vuestro o los del
Congreso?
Mingote se ríe de buena
gana.
-¡Una pregunta! ¡Envenenada!
Hombre a mí me parece que si el nuestro es gracioso es porque es la caricatura
del otro, ¿no? De modo que yo tengo la teoría de que los humoristas lo que
hacemos es contar las cosas tal como son, sin prefacios, sin cosas. Y eso es lo
que las hace tan graciosas, ¿no? O sea que nosotros pues, bueno, hacemos una
caricatura.
-Y ahora en serio, ¿qué
opinión le merecen los políticos españoles, en su conjunto, como clase
política?
-Hombre, yo, para decirte
lo que me parecen los políticos españoles. Al decirme españoles me parece que
lo que me pides es que los compare con los de otro sitio.
-No necesariamente.
-Yo no sé cómo son los
políticos de los demás sitios Porque no lo sé.
-No, ni yo tampoco.
-A mí, los políticos españoles
me parecen, en general, ¿eh? -aparte de todos esos que todo el mundo sabemos
que son valiosos, y que son sólidos, de valores sólidos y auténticos- me parece
que la mayoría, o muchos de ellos, son una especie de aficionados, poco
informados, vacilantes, y, sobre todo, aburridos. Yo cuando oigo a los
políticos en la radio, en la televisión, me parecen que hablan tanto para no
decir nada. Repiten tantos tópicos y tantos lugares comunes que aburren mucho.
Luego, sí. Hay algunos estupendos, que son los que me dejan la esperanza de que
se arreglen las cosas. Esos valiosos, esos pocos. En realidad, son siempre unos
pocos los que lo hacen todo. No sólo en la política, sino en todo. Ya me
contarás cuantos grandes periodistas hay, cuántos novelistas, o médicos, o
ingenieros. Siempre son unos pocos.
-Contigo ocurre un
fenómeno curioso, la gente de la derecha te coloca a la izquierda, y la de la
izquierda, a la derecha. ¿Dónde te colocas tú?
-Yo en todos los sitios.
Yo no estoy en ningún sitio. Pero más que por vocación, o por mentalidad, o
como quieras decir, pues por obligación profesional. Yo creo que yo no puedo
estar en ningún sitio, porque entonces… Yo tengo que mirar a todos lados, y no
digo juzgar, que es una palabra muy seria, y muy respetable, sino comentar lo
que hace toda la gente, por todos lados. Yo creo que la gente que ejerce este
oficio estrafalario que tengo yo, pues no podemos tener carné, porque entonces
nos desautorizamos, ¿no? Claro, eso por otra parte me vale que me digan “ambiguo”,
que es una palabra condenatoria que se emplea mucho en este país, lo de ambiguo.
Porque cuando uno se dedica a discurrir, a pensar en el nivel que sea, no digo
yo a pensar como Ortega y Gasset, pero pensar un poco, y a cambiar de opinión y…
Pues entonces te llaman “ambiguo”, “chaquetero”, te llaman de
todo.
-¿Ha cambiado el
espíritu de tus chistes desde la Transición acá?
-No, en absoluto no, no. Yo hago exactamente lo mismo que hacía antes. Entonces, antes, me decían más o
menos… Porque hubo un tiempo, casi al final del régimen anterior, en que me
decían ¡hombre...! Me reprochaban que sólo “me metiera” con la derecha, -
“metiera” es una palabra que no me gusta nada- me decían “te metes
con la derecha”. Yo comentaría la derecha digamos. Y yo decía “Pero,
bueno, ¿cómo voy a comentar a la izquierda si no está?”. Entonces, ahora es
al revés, me dicen, por que hago siempre lo de la izquierda y de los
socialistas y no de la derecha. Lo cual es mentira porque también me ocupo de
la derecha. Pero te quería decir que el espíritu o la mentalidad como quieras
pues no, no ha cambiado. Me parece que no ha cambiado.
El humor de Mingote es
entrañable. Se le compara a menudo con Xaudaró, su antecesor en ABC
por “la condición de juzgar sin acusar, sin insinuar en su crítica ninguna
clase de penitencia”. Pero él se considera más admirador de inglés Ronald
Searle que, sin embargo, se inclina hacía la sátira cruel. Y Mingote en cambio “mueve
a sus personajes sobre un fondo renovado de su simpatía universal por las cosas”.
-Aquella famosa pareja tuya
de la que antes hablábamos ¿sigue dándose con la misma frecuencia en la
sociedad española?
-Sí, por supuesto. Sólo
que a lo mejor no van de negro. A lo mejor, van de colorado. Pero es igual.
-La misma mentalidad.
-La misma mentalidad con
otros trajes.
«Mingote va para
clásico»
Antonio Mingote tiene una
conversación atable pausada su presencia irradia serenidad.
-Tú tuviste un infarto.
¿verdad?
-Sí.
-¿Es cierto eso de que
la vida cambia después de una experiencia así?
-Pues no. Yo creo que no.
Por lo menos, la mía no ha cambiado. Bueno, sí. Tiene algunos cambios, como dejar
de fumar, por ejemplo. Pero, no. Yo no sé si es porque yo no acabé de tomármelo
en serio, porque no acabe de alarmarme. Ando, que es lo que los médicos te
dicen que es muy bueno para el corazón tengo un discretísimo régimen
alimenticio, muy soportable y que me lo salto a la torera con mucha frecuencia
y nada más.
-Pero tú eres el mismo.
-Sí, sí.
-Es que hay gente que dice
que le he cambiado totalmente la vida, que se siente diferente nunca he
entendido por qué, pero…
-Bueno a lo mejor porque
se asustaron mucho, a lo mejor porque teman motivos, porque fuera más grave que
el mío, no sé. Pero ya te digo que…
Ya en 1955 Manuel Halcón
profetizaba del dibujante, “Mingote, si no se estropea,
va para clásico”. Y no se ha estropeado.
-Tu eres un gran
humorista, académico, además tienes a tu disposición la portada de un
periódico, y, sin embargo, has dicho que el hombre más gracioso de España era
Luis Sánchez Polac “Tip”. ¿Qué diferencias hay entre su humor y el tuyo?
-Pues... hay diferencias
formales. Él actúa, ejerce el humorismo con la palabra, no sé, hasta con la voz, hasta con la manera de vestir, en sus actuaciones en persona, o en la radio, o
en la televisión. Y yo no actúo, yo, simplemente, hago humor, en la medida que
puedo y como Dios me da a entender.
-A lo largo de todos
estos años, tú has ido reflejando día a día la historia de la España actual
¿Cómo la resumirías? ¿Qué dibujarías para reflejarla? ¿Cómo es España hoy?
-Psss. No se. Me parece
que eso sería muy difícil reflejar en un dibujo cómo es España me parece dificilísimo.
-Por eso haces muchos.
-Por eso hago muchos, y
por eso hago uno cada día, ¿no? Yo, de todas maneras, cara a España que es,
naturalmente, lo que más me interesa, pues estoy más o menos sumido en la
perplejidad. De modo que tampoco tengo unas ideas muy claras de lo que pasa y
lo que sucede. porque siempre me están sorprendiendo cosas que no espero. Pero,
sobre todo, yo no sé si se podría dibujar la esperanza. Como veo a España es
con la esperanza. No sé si podría dibujar a la esperanza como una señora gorda,
placida y sonriente... pero también preocupada.
Hablamos más, mientras
Gonzalo termina de hacer sus fotos. Antonio me recuerda la amistad que le unió
con mi padre, aquellos tiempos en las tertulias. Y damos un paseo por el parquecito
vecino, al sol.
-Mira, ¿ves?, esos perros
juegan sueltos aquí -me hace observar.
-Ya, pero está prohibido.
Él sonríe y se encoge un
poco de hombros como todo comentario.
-Es encantador, ¿verdad?
-me comenta Gonzalo cuando le dejamos de nuevo en su casa. No es encantador,
pienso yo mientras asiento, es un hombre bueno.
Ana DIOSDADO.
Blanco
y Negro, 19 de febrero de 1989, pp. 74-79.
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