DE LA SATIRA POLITICA AL HUMOR NEGRO
CIEN AÑOS DE HUMORISMO ESPAÑOL
«Caleidoscopio
de ingenio y de burla, de lápices buidos y de pies intencionados, el autor
logra dar un vivo y ameno cuadro costumbrista, de épocas superpuestas,
enlazadas por el hilo jocundo de escritores festivos y dibujantes de humor. El
humorista es un hombre que, ante las humanas miserias le nace, alma adentro,
una inmensa pena, que cuando llega al cerebro ya se ha hecho risa o sonrisa.»
José FRANCÉS.
NUESTRO periodismo
humorístico, gráfico y tipográfico; satírico e irónico (más que alusivo,
agresivo), empieza aquel 4 de octubre de 1880 (cerca tenemos el centenario),
cuando aparece en Madrid el primer número del Madrid Cómico. No era
fácil entonces salir del laberinto de publicaciones menores (semanarios
independientes, satíricos y festivos, sobre todo críticos) que habían proliferado,
desde la revolución de 1868. Salían a la calle cargados de malas intenciones.
Criticaban y satirizaban dura e indiscriminadamente a políticos, gobernantes,
autores teatrales. actores, periodistas y otras personas más o menos conocidas
del público. Los ataques eran tan agresivos que, con frecuencia, solían tener
un epilogo dramático o pantomímico, en el enfáticamente llamado campo del
honor. Lo corriente era un duelo a primera sangre, con lo que, si no se lavaba
el dudoso honor, se salvaba la honrilla y los protagonistas adquirían cierta
notoriedad.
La Restauración inició un
drenaje de la charca maldiciente y el Madrid Cómico, dio cierto cauce de
seriedad (valga la paradoja) al periodismo agresivo, satírico, festivo y
chabacano. Todavía no se puede hablar del periodismo humorístico, tal como hoy
lo entendemos. Madrid Cómico dio cierto cauce a la desbordada y un tanto
desvergonzada sátira política, que se extendió a otros niveles sociales, con
mesura no exenta de gracia y dignidad. Se generalizó la llamada sátira de
costumbres. Aquellas ingenuas costumbres que escandalizaban a nuestras abuelas
finiseculares, partidarias de Cánovas, de la Monarquía y de los duros «Amadeos»,
por su gran capacidad adquisitiva. Con uno de aquellos duros de buena plata, un
madrileño podía comer, tomar café, fumar una tagarnina y hasta ver los toros en
un tendido de sol. Ya nadie se asustaba de aquellas cabezotas de personajes
conocidos que el lápiz de Ramón Cilla, colocaba sobre cuerpos esmirriados y en
las manos del muñeco dibujaba los atributos de su profesión o dignidad, para
decorar las portadas del Madrid Cómico. En todo caso el satirizado (político, poeta, dramaturgo, cómico o torero) solía temer más que a la caricatura en sí, a la cuarteta o quintilla que servía de pie al grabado y con más o menos
ingenio hacía reír a los enemigos del personaje y sonreír en privado a los
amigos y correligionarios. que solían mostrarse indignados en público.
Desde 1880 a 1912, pasan
por las páginas de Madrid Cómico, los principales dibujantes festivos,
desde Arnau a Renger, Donaz, Luque. Perea, Duran, Anca y Cilla. En la primera
decena del siglo ya surgen algunos nombres nuevos como Manolo Tovar, Cruz
Herrera, Bonilla, Ramírez y algún otro. Todos hacen dibujos a los que en el
argot periodístico se llama monos, con unos pies que remarcan la ironía
o la sátira del dibujo. Casi todos dibujan historietas en que los textos son
versos pareados con mejor o peor rima. Hoy todo aquello nos parecen
ingenuidades. Se abusaba de dos tópicos: pintar a los tipos populares
excesivamente cochambrosos y a los señoritos excesivamente ridículos.
La revista Madrid
Cómico, fundada por Miguel Casañ y dirigida por el escritor Sinesio Delgado
y el dibujante Ramón Cilla, reunió en la década de los ochenta y la siguiente a
toda la promoción de escritores que precedieron a los llamados del 98. En las
páginas del Madrid Cómico aparecen con asiduidad las firmas de Ricardo
de la Vega, Vital Aza, Ramos Carrión, Clarín, García Gutiérrez, Yackson Veygan,
Eusebio Blasco, Antonio Grilo, Miguel Echegaray, Manuel del Palacio, la condesa
de Pardo Bazán. Muchos de ellos cultivaron con éxito el teatro costumbrista y
sainetesco, muy del gusto de la época.
«GEDEON»
Antes de terminar los
diez primeros años del nuevo siglo, se produce en las letras y el periodismo,
el fenómeno que iba a borrar radicalmente las huellas del siglo XIX. Pocas
veces en transcurso de una década habrán cambiado tanto los gustos y las ideas
sobre el arte, la literatura, el teatro y el periodismo. Con el siglo habrían
muerto varios escritores famosos y algunos figurones de las letras y las artes.
Se produce entonces una reacción contra el decadente modernismo finisecular,
que cambia de signo todos los factores que habían integrado aquel movimiento
poético y sus aledaños. La razón principal es que en el transcurso de esos diez
años aparecen importantes libros de Unamuno, Valle-Inclán, Baroja, Azorín,
Antonio Machado. Y hasta Rubén Darío, propulsor del modernismo con sus prosas
profanas había cambiado sus cisnes unánimes y sus princesas tristes, por los
más castellanos versos de sus Poemas de otoño.
Ya andaban por los cafés
de la Puerta del Sol, unos jóvenes escritores que iban a imponer un nuevo
estilo literario y unos nuevos gustos estéticos, los que. sin que ellos lo
sospecharan entonces, serian denominados generación del 98.
En el mes de diciembre de
1895, aparece el primer número de la nueva revista festiva Gedeón. (El
semanario de menos circulación de España, según se leía en la cabecera.)
Tres años después, cinco señores con toda la barba, encabezados por el
presidente del Senado, don Eugenio Montero Ríos, firmaban en París, porque no
les quedaba otro remedio, el famoso Tratado, que no era tratado ni era
nada. Una simple cesión de España a los Estados Unidos de América, de los
últimos flecos del Imperio de Carlos I. De las Españas que pluralizaba Felipe
II, cuando decía que en sus dominios no se ponía el sol. ¡Y aún no era una
metáfora! Era la entrega de Cuba, Filipinas, Puerto Rico y todas las islas
occidentales. Así se dice en el párrafo segundo del impuesto Tratado de
París.
Esta catástrofe, y la
ruina moral y económica que la siguieron, determina, sin embargo, la salida a
la palestra (así se decía entonces) de varios semanarios satíricos y festivos, con muchas ínfulas y escasa duración, empeñados en una crítica destructiva de
lo que ya no tenía remedio. Se diría que Madrid cumplía el decir popular: Comer
no comeremos, pero nos reímos mucho. Hay una coincidencia de tiempo, digna
de ser señalada: En 1899 el filósofo francés Henri Bergson, publica su libro La
risa, en el que acaso por primera vez se intenta definir, con categoría de
arte, la caricatura personal y el dibujo que expresa gráficamente una idea,
capaz por sí misma de hacer reír o reír y pensar al mismo tiempo. El arte de
la captura -escribe Bergson- tiene algo de diabólico: viene a levantar al
demonio que el ángel había postrado en tierra. Es indudablemente un arte que
exagera y, sin embargo, se le defiende mal cuando se le atribuye como objeto
único la exageración.
Todos aquellos semanarios
finiseculares van desapareciendo, mientras Madrid Cómico y Gedeón,
entran triunfantes en el nuevo siglo. En la primera década Madrid Cómico
cambia de formato. Cambia también su técnica y su espíritu, al cambiar su
plantilla de colaboradores. Los dibujos de cabezotas de Cilla, son sustituidos
por otras portadas y páginas ilustradas a base de fotografías periodísticas,
reproducidas por el procedimiento de grabado directo, gran novedad técnica de
la época. Entre las firmas de escritores aparecen las de Carrere, Ramírez Ángel,
Joaquín Belda, Cristóbal de Castro, Eduardo Zamacois, Virgilio de la Pascua, Álvaro
Retana. Joaquín Dicenta (hijo) y algún otro joven de la época. También cambian
los dibujantes ilustradores. En Madrid Cómico y Gedeón aparecen
por primera vez las firmas de Manolo Tovar, Sileno, Pelele, Moya, Gimeno, López
Rubio, Sancha, Robledano, Bagaría. Por citar sólo algunos de los que. por haber
pasado a sucesivas publicaciones y haberse mantenido. están en la mente de
todos.
LA SATIRA POLITICA
Pese a las renovaciones
materiales y al cambio en las características de los dibujos e historietas, en
estos semanarios de la década del famoso cometa «Halley», su fórmula general y
esencial es aún la sátira política, que va de la alusión a la agresión. La
gracia (ingenua gracia) consiste en disfrazar a los personajes del momento de
cosas raras: de pavos de Navidad, de Reyes Magos, de destrozonas en carnaval. O
bien presentarlos en situaciones ridículas. Como aquella de Gedeón en que se
representaba a los enchisterados jefes de los tres partidos en lucha,
pastoreando a un rebaño de hermosos borregos. El pie decía “Preparando el cuerpo
electoral”. Durante los primeros años de siglo abundaban las alusiones
agresivas a la guerra de Cuba, al Tío Sam, a los políticos del desastre.
Después vino la guerra de Marruecos de 1909 a cambiar el temario.
En el Gedeón no había
firmas literarias. Había varias secciones fijas con cabeceras dibujadas, como
las tituladas: Los jueves de «Gedeón», Armas al hombro, El
papel vale más, De ojeo. En la última época había una sección
titulada Gedeón moreno que en el último número decía el autor que ya se
había puesto negro. Fue muy notable el Diccionario de la Academia Gedeónica.
en el que se daban definiciones por este estilo: ALGARABIA: Lenguaje
dramático y no dramático, del señor Feliú y Codina. ALGARROBO: Árbol de
buena sombra que empieza a tenerla mala, no por culpa del árbol, sino por los
que en él se cobijan. AMISTAD: Afecto puro, desinteresado, que se profesan los
señores Silvela y Romero Robledo, por fortuna para el país. AMOR: Cifra resumen
y compendio del vivir, para Linares Rivas. Lo que lleva a Cánovas hacia el Retiro.
Sentimiento extraño a Silvela.
En la última etapa de Gedeón, cuando ya era editado por Prensa Española, aparecen algunos dibujantes
nuevos, o todavía poco conocidos, y unos redactores que inician unos reportajes
con pretensiones de humorísticos, que sin duda suponían un paso más hacia un
cierto tipo de literatura festiva y periodística. Llevaba títulos muy
significativos y originales, siempre a base de una simulada entrevista, en la
que el supuesto entrevistador, dialoga con un personaje político, literato,
autor teatral y le hace decir lo que quiere el reportero. Así los titulados: Junto
a la garganta de Melquíades Álvarez, o Bajo la barba de Pidal. En
este último el periodista se instalaba bajo la barba abundosa de don Alejandro
y le preguntaba sus opiniones sobre personas políticas y sobre los literatos
jóvenes del momento. El ilustre académico decía porque así lo quería el
periodista, que los escritores jóvenes eran todos unos gaznápiros, enfatuados y
ridículos. Que no sabían por dónde se andaban. Y los tales jóvenes que a
continuación nombra el malévolo y fantástico reportero, sobre Valle-Inclán,
Benavente, Azorín, Baroja, Linares Rivas, y otros de la hornada gloriosa. Estos
reportajes sin firma, según la norma de Gedeón, recuerdan las cosas del
entonces también joven, Wenceslao Fernández Flórez, sin duda precursor, aunque
pronto superado, de la literatura humorística española
Gedeón
y Madrid Cómico mueren en el mismo año 1912. En la última plana del
número de Gedeón correspondiente al 13 de octubre, se advierte a los suscriptores
que. el próximo número lo recibirán como suplemento del diario Ecos.
Pero aquellos ecos se esfumaron y el Gedeón con ellos, para siempre. Con
estos dos semanarios terminaba la época del periodismo festivo del siglo XIX, que se caracterizó por la sátira y la ironía, por la alusión personal y a veces
la agresión gráfica que, unos años después, dará paso al verdadero humor. Pero
no adelantemos los acontecimientos. Apenas se había cumplido un año de la
desaparición del Gedeón y el Madrid Cómico cuando el entonces joven
avispado periodista, Manuel Delgado Barreto, inicia la publicación de un nuevo
semanario satírico, todavía cortado por el mismo patrón de los desaparecidos.
Se titula El Mentidero. Un subtítulo agrega «Con espías en todas
partes». En su presentación se alude al famoso Mentidero de Madrid. Al vivo
y oral, de las gradas de San Felipe, en la Puerta del Sol. del que era fama
que. salían las noticias, antes de que se produjeran los sucesos.
En el nuevo semanario El
Mentidero se popularizan algunas firmas de nuevos dibujantes que, dada su
novedad y calidad, iban a dar mucho juego. Allí aparecen con portadas dibujos e
historietas, dibujantes como Robledano, cuya primera portada lleva fecha 22 de
noviembre de 1913. También alternan Pelele, Gimeno, Areuger, Rip, Kinin, Crayón,
López Rubio y algunos otros que ya procedían de Gedeón. Las secciones
literarias, siempre a base de agudas y duras sátiras, firmadas con pseudónimos,
son más variadas que en los semanarios anteriores. Sus títulos anuncian ya una
más amplia preocupación por temas fuera de lo estrictamente político: Mentidero
teatral, Chismorreo del Gran mundo, Gazapillos, Pensamientos
disecados, Soñando en chunga, Jefatura del histerismo y otras
por este estilo que corroboran las nuevas tendencias.
Una de las novedades que
aparecen en El Mentidero, es la ilustración a base de composiciones
fotográficas, de las que tanto partido se sacaría en los años posteriores. Las
inicia el popular fotógrafo Casariego, con alusiones a políticos que resultaban
verdaderamente crueles. Son las cabezas fotográficas de los propios personajes
las que aparecen colocadas en cuerpo con extraños ropajes o bien acopladas a
determinadas especies zoológicas. Más de un disgusto serio costaron aquellas
sátiras fotográficas, cuyo realismo plástico molestaba más directamente a los
fotografiados.
También inicia El
Mentidero su propio Diccionario, con definiciones como estas: ABADEJO:
Literato que no llega a besugo. ABEJA: Insecto muy abundante en la
Alcarria, feudo del conde de Romanones. Chupan en todas partes. ABELLA: Un
concejal conservador que no habla.
El Mentidero,
un poco a trancas y barrancas, duró diez años. Hasta el 21 de diciembre de
1921. Puede decirse que murió asesinado, por la primera revista humorística
española -Buen humor- que aparece tres semanas antes del óbito. El 4 de
diciembre del mismo año. Todavía se subtitula Semanario satírico, pero
ya era otra cosa. Con Buen humor habla cambiado y se iba a terminar la
sátira malhumorada de España.
«BUEN HUMOR»
Puede decirse que cada
uno de los semanarios satíricos habían preparado un poco el camino del nuevo
género de literatura y de humor gráfico que cristalizan definitivamente en Buen
humor y en su contemporánea Gutiérrez. En las dos revistas aparece
una nueva promoción de escritores y dibujantes humorísticos, que van a
complementar la gran promoción literaria de los años veinte. En las historietas
y las ilustraciones que en el argot se empiezan a llamar monos, la
gracia y el ingenio sustituyen a la ironía agresiva y el humor acaba a golpes
de gracia auténtica, con la agresividad malhumorada del siglo XIX y primeras
décadas del XX.
Buen humor
(1921-1931) es la que da la pauta del nuevo género literario con ilustraciones
humorísticas. Seis años después (1927-1934) aparece Gutiérrez, la
segunda revista humorística que venía a remachar el clavo, con nuevos
escritores y dibujantes. Terminada definitivamente la sátira política empieza
el humor genuino, puro, que se alimenta de su propio ingenio. Sólo hubo un caso
de reincidencia con el dibujante catalán madrileñizado Bagaría, que a veces tenía
que rellenar con lo que él llamaba dibujos de almohadón, el hueco del mono
alusivo de la primera página de El Sol, tachado por la censura de la llamada
dictablanda de Primo de Rivera.
Durante los primeros años
veinte, al margen de las revistas citadas y de alguna otra de menor cuantía,
algunos periódicos, entre ellos El Sol, La Voz de Madrid y el ABC,
publican diariamente monos e historietas. En ellos destacaron dibujantes
humoristas: Bagaría, Xaudaró, Manolo Tovar, Enrique Echea, Robledano y Martínez
de León, con su inolvidable personaje Oselito. Al mismo tiempo, en ese ángulo
geográfico del noroeste de la Península, en El Faro de Vigo, surgía un
magnífico humorista gallego (precursor del que después se llamaría «humor
negro»), Alfonso Castelao -médico, dibujante y escritor-, que proyectaba
sobre toda España un galleguismo gráfico. Esa mezcla de sátira, ironía,
cazurrería gallega y humor, veteado de esa ternura lírica, húmeda y humanísima,
que caracteriza el alma gallega.
La revista Buen humor,
con portada en colores, buen empaque tipográfico y un precio caro (eran mucho
dinero entonces cuatro perras gordas), tiene su primer acierto en el título.
Acaso sus propios autores no comprendieron entonces todo su alcance. Buen
humor suponía acabar con la alusión chocarrera, que caracterizó todo el
arte de aquel período, que se denominó cómico o festivo. Era una forma de
divertirse y fomentar la calumnia con sátiras de mal gusto. Consistía en
ensañarse con los más elevados personajes, lo que suponía una demasiado fácil
demagogia. Era una forma de enmascarar la falta de verdadero ingenio. Más que
mala gracia era mala uva.
UNA REVOLUCION
ESTETICA
Cuando uno lee ahora un
número de Buen humor, se da cuenta de que supuso una auténtica revolución
estética. El primer número aparece con portada de Pérez Dunas. Pero en el
segundo ya aparece el fresco y nuevo ingenio de Antonio de Lara (Tono), que
rompe con todo lo tradicional. El dibujo se estiliza y el pie empieza a ser de
auténtico humor. Y aparecen escritores de la talla de Edgar Neville, Mihura, Jardiel
Poncela. Dentro hay otras novedades: Bagaría, Sirio, Sama, Xaudaró, Echea,
K-Hito, López Rubio, Esplandiú, Sileno, Robledano, Penagos, Ribas, Bujados,
Reyes, Miret, Garrido, Apa, Fresno, Uribe, Demetrio, Casero, Menda, Vallejo, Abela,
Bilbao, Bartolozi y algún otro que empieza a llenar páginas con ingeniosos
dibujos que hacen reír o sonreír. sin necesidad de chabacanas deformaciones de
personajes conocidos. Los protagonistas de los monos empiezan a ser personajes
abstractos, puros símbolos o prototipos, creados por el artista. Entes de
ficción, muñecos escasamente humanizados, pero con enormes cargas psicológicas,
pese a su leve relación con la morfología de los seres humanos. De los muñecos
de aquellos y de los actuales humoristas, se puede decir eso que algunos
novelistas malos o que se pretenden pasar de listos, escriben al comienzo de
sus narraciones. Los personajes de esta obra son imaginarios y todo parecido
con seres reales, es pura coincidencia. (Inocente disculpa.)
Pero en Buen humor
no solo cambia el signo del humor gráfico. Es en aquellas paginas donde de
verdad nace el humor que actualmente tiene categoría de género literario. Allí
empieza a publicar sus Coplas Luis de Tapia, Manuel Abril hace sus Ecos
de sociedad en broma. En Buen humor aparecen los nombres de
José López Rubio, Fernández Flórez, Antonio Robles, Mihura, Edgar Neville. Y
algunos más maduros y menos humoristas escriben también: Torres del Álamo,
Pérez Zúñiga, Ramos de Castro, Sinesio Delgado, José Francés. Y aparece un
nuevo estilo: las primeras obras importantes de Ramón Gómez de la Serna, que
todavía firma con su nombre y apellidos. Allí están ya los primeros frutos de esa
nueva visión del mundo, de los seres y las cosas, que trajo a la literatura
española, ese madrileño genial, nacido en la calle de la Bola, que tenía en el
café Pombo de la calle de Carretas, su tertulia internacional. Ya están en las
librerías La viuda blanca y negra, El secreto del Acueducto, El
torero Caracho. Y las crónicas semanales ilustradas por su autor, sus Gollerías
y las interminables Greguerías, en que junto al lado trascendente de las
cosas aparece el ridículo. En uno de los primeros números de Buen humor
publica Ramón, entre otras cosas su Teoría estética del cuello de pajarita.
«GUTIERREZ»
Y cuando ya Buen humor,
ha binado hondo en el barbecho y ha preparado los surcos. Cuando ya van cinco
años, cinco sementeras de humor, aparece el de mayo de 1927, el nuevo
semanario Gutiérrez. dirigido por el dibujante K-Hito, que pronto alcanza
gran popularidad. El personaje titular de la publicación es un muñeco
representativo de la burocracia administrativa (jefe del negociado de
cuentas incobrables). Por ello el editorial de la revista aparecía siempre
en forma de oficio mecanografiado. Pasan a Gutiérrez algunos
colaboradores de Buen humor, a los que se unen otros escritores y
dibujantes nuevos. La verdad es que una sola revista no podría soportar toda la
numerosa promoción, Es una auténtica enjambrazón de la colmena que casi llega a
la saturación.
En los primeros números
aparecen las firmas de Edgar Neville, Mihura, Antoniorrobles, López Rubio, Dalmau, Xaudaró que escribe unas crónicas ilustradas por su perrito. Dibujan
además de K-Hito, Tono, López Rubio, Aljarraz, Barbero, Blull, Allora. Robles,
Morán, Orbegozo, Bollón, Torremocha. También reproduce semanalmente Gutiérrez
una caricatura de cada uno de los diarios madrileños: la de Blul en La
libertad, la de Bagaría en El Sol primero y después en Luz,
la de K-Hito en El Debate, la de Tovar en La Voz de Madrid. Tanto
Buen humor como Gutiérrez siguen cultivando las fotografías
antiguas con pies intencionados que por su ingenuidad hacen siempre gracia.
Entre las secciones más
ingeniosas de Gutiérrez, puede considerarse aquella de las Cartas de
niños manuscritas por Dalmau; la titulada El sexo débil (Lecturas para
mujercitas de su casa y otros mamíferos). Eran muy buscados por los
lectores los cuentos de Edgar Neville; el Diario de sesiones en broma;
la sección titulada El revés de los días y la titulada Curiosidades,
pensamientos y otras idioteces. Y por último la sección de anuncios por
palabras. Uno de los anuncios era éste: Se desean agentes profesionales para
seguro de entierro. Condiciones excepcionales a los que se hayan muerto más de
una vez, porque así es más seguro lo del entierro. Calle de la Salud para
encomendarse a Dios, 81. Madrid.
Gutiérrez exhala
el último suspiro el 29 de septiembre de 1934. a los siete años de existencia y
374 números publicados. Al pie de la caricatura de contraportada del último
número decía: «Presagios de tormenta». Sin duda hablan comprendido los
editores que ni el país estaba para bromas ni el horno para bollos.
Y ahora, telón. Ya sabéis
a lo que me refiero.
El próximo semanario de
humor será La Codorniz, que sustituyó a la paloma bíblica. Ella trajo a
España el olivo de la paz y de la risa, después del Diluvio de la guerra civil.
Desde la desaparición del
Gutiérrez (1934) al primer cacareo de La Codorniz (1941) han pasado
siete años. Son los de las siete vacas flacas de la tragedia española. Los
siete años sin humorismo. También aquí el sueño del Faraón tuvo su
interpretación no simbólica. sino real y verdadera. El humor español reaparece
bajo un nuevo signo. Se denomina humor negro, para distinguirlo del blanco y
del rosa. Todo ha cambiado. La Codorniz no será un semanario humorístico
más. Del nido gráfico y tipográfico de La Codorniz salió un nuevo estilo
(el codornicesco) que era también una nueva forma de enfocar la vida, los
hombres, los hechos y las cosas. Ante una determinada conducta política o
humana y ante determinados hechos, se hizo popular la frase: Eso es de La
Codorniz. Más que una nueva forma de escribir y dibujar. La Codorniz
aportó una nueva forma de interpretar el mundo entorno. No se sabe si lo
codornicesco fue intelectualizar, cerebralizar el humor periodístico o
humanizar una nueva forma de filosofía que también puede ser poesía. De lo que
no cabe duda es que. del nido de La Codorniz, salieron nuevas formas y
nuevas fórmulas, nuevas palabras y nuevos mitos. Los que vinieron a destripar
tópicos, a deshacer rutinas del periodismo humorístico anterior.
Ello suponía devolver a
las palabras su virginidad expresiva, que la torpeza del tópico les habla
arrebatado a fuerza de resobarlas en utilizaciones impropias. Eso que les
ocurre a las piedras cuando las arrastra un torrente. Empezaron a ensayarse
nuevos estilos y nuevos conceptos de lo humorístico. Desde la aparición de La
Codorniz en los quioscos de periódicos de toda España, la revista no era
un símbolo petrificado. Era un pájaro pinto, que aportaba un nuevo canto
primaveral y una nueva sonrisa
LOS NUEVOS NOMBRES
Del nido de La
Codorniz empezaron a salir, además de la pareja incubadora Tono-Mihura, los
nombres de humoristas, escritores y dibujantes, no aparecidos en revistas
anteriores. Allí aparecieron los popularísimos Ángel Antonio Mingote, Forges, Álvaro
de Laiglesia. Evaristo Acevedo, Ángel Palomino, Herreros, Picó, Gorti, Chumy
Chumez. Summers, Máximo, Tilu, Peridis, Dávila y algún otro. También tuvieron
origen codornicesco, escritores como Azcona, Alfonso Sánchez, Llopis, que
dominaron las narraciones largas y triunfaron en los escenarios. En La
Codorniz instaló Evaristo Acevedo su ingeniosa y depuradora Cárcel de
papel, en la que sufrieron condena no pocos escritores y periodistas
españoles, aunque el humanismo de Acevedo evitó que les aplicasen ningún tipo
de torturas. Eran responsables de crímenes contra la Gramática, o bien de
tópicos y cursilerías, escritas con todas las normas gramaticales Lo que es aún
peor.
Entre los pseudónimos de
la primera época aparecen los de Baronesa Alberta, Don Ataúlfo, Don Venerando, Don Josefino, Brunigildita y su padre y personajes de ficción, como la pareja
siniestra de Mingote; los personajes bestias de Gila y otros que han
contribuido a la deshumanización del humor gráfico hasta convertirlo en humor
negro, que era el que correspondía al siniestro momento histórico. En vez de
gastar bromas pesadas a políticos y personajes (bromas en aquel tiempo
censurables y censuradas), los humoristas recurrían a la tangente de la
realidad que les brindaba La Codorniz. Y así se decían en broma las únicas
verdades que lograban atravesar la barrera del sonido.
Los humoristas creaban su
propia mitología y jugaban con infantil crueldad, no exenta de ternura, con los
muñecos de papel y tinta. Con los monigotes que a fuerza de ingenio se
convertían en una especie de prototipos humanos, con los que, por su absoluta despersonalización, adquiría el humorismo sus valores más universales Desde hace más de treinta y
cinco años. La Codorniz sigue su marcha o su vuelo, bajo la dirección
del escritor humorista Álvaro de Laiglesia, el más leído de España, rival en
ediciones del italiano Pitigrilli. La Codorniz se convirtió en las
décadas cincuenta y sesenta, en una especie de Biblia del humor negro o humor
de evasión, en el que se había superado la ironía, la sátira y la mordacidad.
Es un humor abstracto, impersonal y un tanto vaporoso, pero entendible y
eficaz, que logra objetivos. Alguna vez la pistola de La Codorniz apunta
y dispara, pero sin proyectil, claro. Sino dejaría de ser humor, para ser
drama. Es como atracar con una pistola de juguete. El efecto es el mismo. Pero
siempre se puede decir a tiempo; ¿No ve usted que era broma? De la última
nidada de La Codorniz salieron últimamente una docena de revistas de
humor, en muchas de las cuales se vuelve a coger el hilo novecentista de la
sátira política. Quizá sea que como en todas las actividades humanas, la
pescadilla se muerde la cola.
Juan Antonio CABEZAS
ABC,
26 de junio de 1977, pp.121-128.
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