Las metamorfosis del nihilismo
Severino, un habitante de la
filosofía
Emanuele
Severino es uno de los filósofos más significados del pensamiento italiano
contemporáneo. Andrés Sánchez Pasqual, coordinador del ciclo de conferencias
sobre “Las metamorfosis del nihilismo”, ha mantenido con él una exhaustiva entrevista en la que se realiza
un repaso de su vida y sus publicaciones
LA
reciente estancia, por vez primera, en Barcelona, del filósofo italiano
Emanuele Severino ha permitido mantener con él una entrevista de la cual
representa un resumen el texto siguiente. Severino acudió a Barcelona para
dictar el pasado día 29 de abril la conferencia de clausura del curso “Metamorfosis
del nihilismo” que durante todo ese mes
se ha desarrollado en el aula de la Fundació Caixa de Pensions. Es un hombre de 59 años, ágil, vivaz, de
mirada curiosa, de risa frecuente. Buen andarín, la misma noche de su llegada
recorrió durante dos horas las estrechas y en aquellos momentos desiertas
calles del barrio Gótico.
-En
España tiene usted, como sabe, un reducidísimo, pero entusiasta grupo de
estudiosos de su obra. Incluso vive ahora en Barcelona el único español que
asistió durante un curso a sus clases en Venecia...
-Sí,
efectivamente, el amigo Ferran Lobo...
-De
su vida, sus estudios, su formación, apenas sabemos nada. Si quisiera...
-Nací
en Brescia en 1929, y sigo viviendo en la misma casa en que nací. Mi padre era
siciliano; mi madre, de la zona de Brescia. Los estudios primarios y
secundarios los realicé allí mismo, en un colegio de jesuitas. Precisamente en
el colegio en que también estudió el que luego sería papa con el nombre de
Pablo VI. La formación era excelente. Allí aprendí a fondo griego y alemán. Mis
primeras nociones filosóficas vienen de uno de los profesores que allí
enseñaban, el profesor Zani. Ahora bien, creo recordar que el primer filósofo
vivo de que oí hablar, cuando yo tenía unos 10 años, fue Giovanni Gentile. Mi
hermano mayor había ingresado jovencísimo en la Escuela Normal Superior de
Pisa, que entonces dirigía Gentile...
-Ese
hermano suyo...
-Por
desgracia murió muy joven, el año 42, en el frente francés. Murió de manera
trágica. Era inteligentísimo y en cierto modo yo he tratado de vindicarlo, de
llegar a ser lo que él hubiera podido ser.
-Supongo
que sus estudios secundarios, que coincidieron con el final de la guerra,
estuvieron llenos de dificultades.
-En
cierto modo. La gente se había habituado a la inminencia de la muerte y sólo
trataba de salvar la piel. Yo nada podía hacer. Durante la noche me mantenían
despierto los bombardeos. Por la mañana podía tener un examen de química, por
ejemplo.
-Los
estudios universitarios...
-Los
realicé en la Universidad de Pavía, como alumno del Colegio Borromeo.
(Severino no añade ninguna explicación a esta
precisión sobre el Colegio Borromeo, pero el lector ha de saber que la
Universidad de Pavía era por aquellos años, junto con la Escuela Normal
Superior de Pisa, el lugar en que se formaban las elites italianas. Y en el
seno de la Universidad de Pavía, el citado colegio era el de máximo prestigio.
Ingresar en él no estaba al alcance de cualquiera.)
-Sus
maestros principales...
-En
filosofía, Gustavo Bontadini. En idiomas antiguos, el gran sanscritista Suali.
Con él aprendí muy seriamente el sánscrito, lo cual ha dejado una profunda
huella en mi pensamiento y en mis escritos. Mucho de lo que digo en la parte
central de mi libro “Destino de la
necesidad” está basado en las enseñanzas de Suali.
-Usted
empezó a publicar muy pronto.
-Yo
era entonces un exaltado. Y, efectivamente, nada más acabar el Bachillerato
publiqué a mis 18 años, mi primer libro. Se titulaba “La consciencia. Pensamientos para una antifilosofía”. Y a poco de
ingresar en la universidad publique un segundo escrito, con el título “Notas sobre el problematicismo italiano”.
Era un libro ferocísimo. En él me metía, uno a uno, con todos los catedráticos
de filosofía que entonces enseñaban en Italia.
Músicas
-Su
conocimiento de Nietzsche. ¿cómo fue?
-¿Empezó
muy pronto, pero no por motivos filosóficos, sino musicales. El Nietzsche que a
mí entonces me interesaba era el de las polémicas sobre la música de Wagner. Yo
estudié seriamente música, sobre todo composición. Y me interesaban mucho los
pensamientos de Hanslick, de Schopenhauer, de Wagner y de Nietzsche sobre la
música. Ese fue mi primer contacto con Nietzsche.
-Que
usted “sabe música” es algo que puede adivinarse por sus libros. Pero ese trato
tan íntimo con la música es un detalle poco conocido.
-Es
natural. De todos modos, algunas composiciones mías se han estrenado en Italia.
Por ejemplo, en Venecia se estrenó una pieza mía para instrumentos de viento y
piano. Este está tratado como percusión.
-A
falta de partituras, ¿por qué campos se mueve su música?
-Es,
evidentemente, música nueva. Yo diría que se mueve entre Stravinski y Béla
Bartók. Sí, está mucho más cerca de Bartók, creo.
-Sigamos
con sus estudios filosóficos.
-Acabé
los estudios filosóficos y me doctoré en 1950. Mi tesis, que se publicó ese
mismo año, se titula “Heidegger y la
metafísica”. La trabajé en los años 1948-1949, cuando apenas había
traducciones al italiano de las obras de Heidegger.
-A
los 21 años es usted doctor en filosofía y comienza su actividad docente.
-Eso
ocurrió al año siguiente. Obtuve lo que entonces se llamaba la “libre docencia” y empecé a enseñar en la
Universidad de Pavía. Compañeros míos de promoción son, por ejemplo, Prini,
Lugarini, Morpurbo-Tagliabue... Ya entonces habían empezado a fijarse en mis
trabajos algunos profesores de la Universidad Católica de Milán, de modo que el
año 1954 fui llamado a ella.
-¿Qué
cursos daba allí?
-Estaba
encargado de las clases de historia de la filosofía antigua y de historia de la
filosofía moderna. Esto iba muy bien con mis intereses.
-Usted
permaneció en la Universidad Católica de Milán...
-...
hasta 1969, en que me trasladé a Venecia.
-Luego
hablaremos de ese traslado. Ahora, si le parece, sus publicaciones.
-En
1959 publiqué “La estructura originaria”,
que constituye, en cierto modo, el cimiento sobre el que se edifica toda mi
filosofía posterior. Y en 1962 aparecieron mis “Estudios de filosofía de la praxis”. Es un grueso volumen, en el
que tal vez lo principal sea el análisis de la fe que allí realizo.
-De
todas maneras, fue su artículo sobre Parménides...
-Usted
se refiere, sin duda, a “Retornar a
Parménides”. Fue un artículo que se publicó en 1964 en la revista de
filosofía de la Universidad Católica de Milán. Provocó una enorme polémica en
toda Italia, y no sólo en Italia. Una polémica que duró varios años. Se halla
incorporado ahora a mi obra “Esencia del nihilismo". Ocupa ciertamente una
posición particular en mi desarrollo intelectual, pero en sus rasgos esenciales
hace constantes referencias a una investigación precedente sobre la verdad del
ser. Investigación que está ya en “La estructura originaria”.
(El grueso volumen titulado “Esencia del
nihilismo” fue traducido al alemán dos años después de su aparición en Italia.
Se dice, y se dice con verdad, que Heidegger leyó en 1972 el artículo de Severino
“Retornar a Parménides”. En cambio, pertenece probablemente al campo de la
leyenda el comentario que se dice que hizo Heidegger tras su lectura. Así como
la réplica de Severino -sólo dos palabras- cuando conoció la reacción de
Heidegger.)
-En
1969 se traslada usted a la Universidad de Venecia, tras haber estado enseñando
durante diecisiete años seguidos en la Universidad Católica de Milán. ¿Podemos
tratar ese tema?
-¿Por
qué no? Lo que ocurre es que es un proceso largo, complicado, y no fácil de
explicar en pocas palabras. Me gustaría que no hubiese equívocos.
-Usted
mismo ha pronunciado la palabra clave: “proceso”.
-Efectivamente,
como catedrático numerario de una universidad católica fui sometido a un
proceso que, en su estructura jurídica (no olvide que digo: “en su estructura jurídica”), fue idéntico
al de Galileo. Las dificultades explícitas comenzaron tras la publicación del
artículo “Retomar a Parménides”. Pese
a que, como ya le he dicho antes, el artículo hace constantes referencias, más
aún, se basa en un libro publicado seis años antes, los encargados de vigilar
la enseñanza parece que no habían advertido nada.
-¿Cómo
vivió usted el “proceso”?
-Con
una gran tranquilidad. Y como una experiencia cultural de primer orden. Me
importa dejar claro que, vista desde dentro, la Iglesia católica es mucho más
inteligente de lo que se dice. Y, desde el punto de vista legal, procedió de
manera intachable.
-El
resultado...
-Usted
lo conoce. La Iglesia católica ha declarado la esencial incompatibilidad entre
el contenido de mis escritos y la revelación cristiana. Más allá de todas las
apariencias, esta declaración es profundamente coherente con la apertura de la
Iglesia al “mundo moderno”. El fundamento de esta apertura es la apertura de la
Iglesia al “mundo antiguo”, es decir,
al lugar donde la metafísica griega, por vez primera en la historia del hombre,
saca a luz el “mundo”. Desde ese
momento la entera civilización occidental, y por tanto también el cristianismo
y la Iglesia, han ido creciendo en el interior del “mundo”, es decir, en d interior de la alienación más abismal a que
puede encontrarse arrojada la esencia del hombre.
(Tras la citada declaración de la Iglesia
resultaba impensable que el profesor Severino continuase impartiendo clases en
una universidad católica. Varias universidades italianas solicitaron la
incorporación del profesor Severino a sus claustros, pero éste eligió Venecia,
donde enseña desde el año 1969.)
-En
1970 aparece su obra “Esencia del
nihilismo”, que se traduce poco después al alemán. Luego guarda usted
silencio hasta 1978, en que publica “Los
habitantes del tiempo”.
-No
es cierto que guardase silencio. Publiqué artículos y tuve varias intervenciones
en congresos dentro y fuera de Italia. Lo que sí es cierto es que hasta 1978 no
publiqué ningún otro libro.
-¿Quiénes
son los “habitantes del tiempo”?
-Son
los “habitantes de la fe”.
Seguramente la principal polémica del libro es la que allí se sostiene con el
marxismo.
-Sus
polémicas tienen a veces efectos sorprendentes sobre sus adversarios. Tenemos,
por ejemplo, el caso de Napoleoni.
-
Napoleoni es, como usted sabe, un economista de nivel internacional. Es,
además, senador y presidente del grupo de senadores de izquierda. Una figura
importantísima. Napoleoni era marxista y, en mi polémica con Lucio Colletti,
estaba del lado de Collettí. Eso, cuando Colletti era marxista. Pero Napoleoni
ha publicado recientemente un libro en que sostiene que en mi filosofía podría
basarse acaso una salvación de Marx. Es un primer reconocimiento de parte del
mundo laico italiano.
-¿Qué
quiere decir con eso?
-Usted
sabe que en Italia, simplificando mucho, son tres los grandes núcleos de poder.
Están, de un lado, los católicos. De otro, los comunistas. Y. en tercer lugar,
lo que podríamos llamar el núcleo liberal, socialdemócrata, para entendemos.
Pues bien, yo jamás he pertenecido a ninguno de esos tres grupos.
Libros
-En
1980 publica usted “Destino de la
necesidad”.
-Uno
de mis libros más queridos.
-Y
entre 1984 y 1986 los tres volúmenes de su “Historia
de la filosofía”. Es el único libro suyo traducido hasta ahora al español,
en la editorial Ariel, en la colección asesorada por el filósofo barcelonés
Eugenio Trías.
-Esa
“Historia de la filosofía” es un
libro “escolar”, si se entiende bien
la expresión, pero escrito con todo rigor. Creo que no se parece a ninguna de
las innumerables historias de la filosofía que se han escrito. Estoy muy contento
de que se haya traducido al español. Y, a propósito de Trías, fue muy acertado
lo que escribió con tal motivo. Ahora está preparándose también la traducción
al español de “Esencia del nihilismo”.
-No
nos va a quedar espacio para hablar de filosofía.
-Bueno,
dentro de una hora, en mi conferencia hablaré sólo de filosofía.
-Sí,
pero es que esta entrevista es para quienes no asistan a su conferencia. Y no
hemos hablado de filosofía.
-¿Cómo
que no hemos hablado de filosofía? ¿Quiere usted decirme de qué estuvimos
hablando anoche durante cuatro horas? ¿Y durante toda la mañana de hoy?
-Bien,
una sola pregunta.
-Usted
dirá.
-¿Qué
es el ser?
(El profesor Severino pone un gesto entre
sorprendido y divertido. Pero reacciona con prontitud.)
-Eso
no me es posible decirlo aquí en pocos minutos. Pero lo tiene usted fácil.
Todos y cada uno de mis libros, todas y cada una de las páginas de esos libros
son una respuesta precisamente a esa pregunta. Si usted sigue la sugerencia que
hago al final del prólogo al tomo primero de mi “Historia de la filosofía", a saber, que se lean las páginas
una tras otra, con lentitud, y sin saltar de un lado para otro, creo que tendrá
una cierta respuesta. Por otro lado, tal vez recuerde que, al final de la nueva
edición ampliada (1984) de mis “Estudios
de la filosofía de la praxis", hay un apéndice que recoge una
conferencia mía titulada “¿A qué se
dedican ahora los filósofos?". La conferencia va seguida del diálogo
que se desarrolló a continuación, es decir, incluye las preguntas de los
oyentes y mis respuestas. Precisamente la primera pregunta que allí se me hace
es esa; “¿qué significa la palabra ‘ser’?".
Puede usted transcribir la respuesta que allí doy. Y, en todo caso, en el texto
que le daré mañana para el periódico diré algo sobre eso.
El teatro
-Hemos
de ir a la conferencia. Pero antes me gustaría saber algo de sus actuales
relaciones con el teatro.
-¡Ah!
Eso es interesante. Hace cinco años me encargó Franco Parenti, uno de los más
grandes actores italianos, que le tradujese “La Orestíada”, de Esquilo, para su representación. Se dio en el
teatro Pier Lombardo, de Milán, e intervino también la actriz Lucilla
Morlocchi. Usted me ha oído hablar de eso esta mañana con el profesor Olimpio
Musso. Fue una experiencia muy importante para mí. Le diré que estoy convencido
de que Esquilo es uno de los más grandes pensadores que han existido; es
comparable a Parménides y a Aristóteles. El texto de mi traducción está
publicado. En estos días he acabado de escribir un larguísimo ensayo sobre “La Orestíada” y sobre Esquilo. Se
publicará el próximo año.
-Y
Heidegger...
-Es
un grandísimo filósofo platónico.
ANDRÉS
SÁNCHEZ PASCUAL
***
“Sólo
lo que es eterno puede devenir”
DESDE
los griegos hasta la civilización de la técnica, la extrema variedad de los
acontecimientos y de las estructuras de la civilización occidental viene
conducida por una actitud unitaria y central: la creencia indiscutida de que
las cosas salen de la nada y de que, por tanto, son por esencia dominables y
pueden ser producidas y destruidas. Esta fe se encuentra también en la base de
todas las críticas que (como la de Heidegger, por ejemplo) se han hecho y
continúan haciéndose a la civilización de la técnica; también está en la base
de todos los discursos (como el discurso científico, por ejemplo) que creen que
no necesitan tener en cuenta las viejas categorías del “ser" y la
“nada".
Dejando
de lado la excepción única y grandiosa, pero enigmática, de Parménides, nunca
ha sido puesta en duda la fe en el devenir. Sin embargo, es en esa fe -la cual
ocupa, para nuestra cultura, el lugar de la evidencia originaria y suprema-
donde se esconde verdaderamente el significado real del nihilismo, la esencia
del nihilismo. Es preciso penetrar hasta el significado esencial y todavía
inexplorado del nihilismo, y mostrar que la convicción de que la realidad es
historia, tiempo, aparición y retorno a la nada, va necesariamente ligada a la
persuasión de que los “entes" en cuanto “entes” son nada.
La
primera persuasión forma la superficie de la civilización occidental; la
segunda forma el subsuelo, el inconsciente. Del nihilismo auténtico forman
también parte, por tanto, las denuncias del mismo, como las formuladas por
Nietzsche y por Heidegger, que han pensado desenmascarar con ellas el
nihilismo. En cuanto a la persuasión de que el ser es nada, el nihilismo es la
alienación extrema, es decir, el alejamiento extremo de la verdad.
Mas
con el fin de que la historia de Occidente aparezca como historia del nihilismo
es necesario que la verdad esté ya manifiesta desde siempre, y que lo esté, no
según un valor simplemente histórico o hipotético, sino como destino, es decir,
como el estado de aquel pensamiento que no puede ser refutado ni desmentido de
ninguna manera.
Fuera
de la alienación occidental parece que todo ente es, y que es imposible que no
sea: aparece así la eternidad de todo ente. Y esto comporta una hermenéutica de
la experiencia y del aparecer radicalmente diferente de la interpretación
nihilista del devenir, de la experiencia y del aparecer. Fuera del nihilismo la
variación del contenido de la experiencia no es la producción o el
aniquilamiento del ente, sino que es su entrada en y su salida de la dimensión
del aparecer. Esto quiere decir que lo que es eterno puede devenir el devenir
es el proceso en el cual los entes eternos entran y salen de la luz del
aparecer.
EMANUELE
SEVERINO
La Vanguardia,
10 de mayo de 1988, pp. 52-53
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