lunes, 27 de abril de 2020

"Stendhal. La radical actualidad de un escritor subversivo" por Juan Pedro Quiñonero (Diario 16 [Disidencias], 23 de enero de 1983)



El 23 de enero de 1783, hace hoy doscientos años, nacía en Grenoble, Stendhal, escritor de proporciones políticas, diplomáticas, morales, espirituales, militares y novelescas que le confieren una radical actualidad en el bicentenario de su nacimiento. Autor de La cartuja de Parma, el libro épico más feliz de la literatura moderna, y Rojo y negro, obra que contiene todos los mecanismos narrativos imaginables, es, además, actualidad por la iniciativa de Consuelo Berges, que ha creado el premio Stendhal para traducciones de lengua francesa.

NINGUN genio de la literatura moderna universal sedujo, amó y fue infeliz con tantas mujeres. Ningún intelectual, desde Virgilio habla adorado con tanta pasión a los genios del arte de la guerra de su época.

Ninguno de los fundadores de la novela moderna fue tan despiadadamente acusado de plagiario con tanta razón. Ninguno de los fundadores de nuestra modernidad nos habla con tanta pureza de los monstruos mayores que se ciernen de modo sombrío sobre nuestra vida cotidiana: la estrategia militar, la ascensión social y la desesperación en la ciudad moderna.

Y las huellas y los rastros que vienen a conmemorar el doble centenario de su nacimiento parecen subrayar, de modo enigmático, esas aparentes paradojas que descubren la actualidad de Stendhal en todo su esplendor majestuoso.

En Grenoble, la ciudad natal, la ciudad denunciada con el odio más puro por el joven Henri-Marie Beyle, se inician hoy solemnemente los actos conmemorativos con la puesta en escena de una obra de teatro, La neige ou le bleu, de Henri-Alexis Baatsch, bajo la dirección de Georges Lauvaudant. Se trata de un proyecto pedagógico por excelencia: presentar al «gran público» la «vida y la obra» de Stendhal.

Napoleón
Y la obertura no hubiese disgustado en exceso al maestro: el drama se inicia con un Napoleón agonizante evocando los primeros días de gloria de la campaña de Rusia, y las noches amargas que anuncian el otoño de la Grande Armée y la retirada invernal. El autor ha soñado que el joven Henri Beyle, que sueña ser Stendhal todavía, un siglo más tarde, acompaña a Napoleón en la retirada que marcará la noche agonal del imperio.

Seguirán la gloria y las miserias de los Ejércitos napoleónicos: Waterloo y el peregrinaje de Stendhal por las ciudades y los campos de batalla imperiales, donde Stendhal, como miembro afortunado en la intendencia de los Ejércitos napoleónicos, soñará siempre el ruido y la furia de los dramas de capa y espada, las tragedias de nuestra modernidad. Su ídolo será Napoleón y su lectura única, entre 1976 y 1979 (años de formación, antes de la marcha iniciática hacia Moscú), será Shakespeare.

Ha quedado, pues, en pie, el escenario que marcará la obertura grandiosa de La cartuja de Parma, el libro épico más feliz de la literatura moderna. Pero el lector de las tragedias shakesperianas sabe bien que, tras el rostro trágico de la historia, también existe una máscara de comedia bufa, de comedia de bulevar, de drama sentimental: será el Stendhal de los escritos íntimos y los textos sobre el amor.

Peregrinaje
Esa faceta podrá rastrearse, sin duda, en la gran exposición nacional e itinerante que partirá de Grenoble, la patria local, recorrerá toda Francia, para llegar a París, a los salones de la Biblioteca Nacional, hacia el mes de septiembre. Ese peregrinaje de la gran exposición nacional quizá sea un homenaje involuntario: tras la caída del emperador, Stendhal vivirá días de gloria e incertidumbre mundana, en París, en Italia y en toda Francia.

Su carrera administrativa se hundirla definitivamente en la diplomacia doméstica: viajante relativamente modesto de los negocios públicos y administrativos de una Francia que iniciará la restauración borbónica, todavía tiene tentaciones bonapartistas y será más tarde republicana. La pureza moral de Stendhal, sus sueños de gloria mundana, la urgencia de sus necesidades, lo conducirán a un delatado peregrinaje por todas las ciudades de Europa y Francia.

Rostros de mujer.
Tras el rosario de ciudades se esconderá un interminable rosario de amantes: nobles italianas, cupletistas parisienses, esposas de diplomáticos franceses, familiares cercanos, escritoras, cantantes, actrices, amantes todas de un hombre que, en cada cuerpo, esperaba encontrar, al fin, la eternidad de un amor que, mañana, volvería a renacer en los brazos de otra mujer. La divinidad del amor tendrá tantos retratos fugitivos e inmortales como cuerpos amados y perdidos, recobrados, olvidados, pero siempre inolvidables en el lecho de cada una de sus amantes...

En Marsella, en París, en Milán, en Florencia, en Roma, nuevos rostros de mujer descubrirán la inmensidad del deseo y la eternidad de una sed insaciable y mortal. Corteja a su prima Adele Rebuffel, pero hace el amor con la madre de ésta. Ama a Victorine Mounier, pero seguirá a una joven actriz a Marsella. Wilhelmine de Griesheim, Angela Pietragrua, Metilde Dembrowski, Giulia Rinieri... nombres de inolvidables amantes que enseñarán a Stendhal cuanto sabe del amor y toda la amargura y la soledad de quien moriré solo, infeliz, cónsul de Civitavecchia, desde donde huiré, enfermo, hasta Siena, para encontrar a Giulia Rinieri, y hacerla su amante, diez años antes de sufrir su primer ataque de apoplejía y morir en París, en la calle Neuve-des-Petits-Champs, entre la place Vendôme y la Opera.

Tras esa aventura se encubrirá la ascensión de Julián Sorel, la viuda de. Henri Brulard, las perplejidades de Lucien Leuwen. Hablando de ellos, Stendhal hablará de sí mismo: despreciará e Chateaubriand, vomitará una y mil veces contra Grenoble, evocará la gloria de os salones parisienses donde, en su juventud, habrá soñado con encontrar la gloria, la fortuna, el éxito y las mujeres. En vano.

Tras esa aventura fallida se gestará toda la amargura que es necesario acopiar para escribir un día la obertura homérica y grandiosa de La cartuja de Parma. Serán necesarias muchas noches de insomnio, muchos viajes destartalados por la Francia profunda, muchos artículos en inglés en las revistas londinenses («New Monthly Magazine», «London Magazine», etcétera), muchos encuentros y citas fallidas, en Milán, en París, en Siena, muchos fracasos y resignación insoportable, para alcanzar la melancólica pureza de la cartuja.

Escritos íntimos
Y la música italiana será, en ese marco, el contrapunto moral que servirá para aguardar la aurora, los ojos insomnes, en una cama vacía, en un perdido hostal de provincias, tras una cena fría, a la espera de que mañana, en otros brazos, renacerá alguna esperanza que tampoco esta noche pudo consumarse en la soledad compartida de un lecho sin amor. En sus escritos íntimos, Stendhal hablará de lo espléndido de los muslos o los senos de muchas de sus amantes. En sus escritos sobre el amor nos hablará del carácter radiante de un sueño enardecido por la imaginación. espoleado por el deseo e inmortalizado por el olvido.

En los actos del bicentenario, esa faceta será evocada, asimismo, por las versiones cinematográficas de sus obras. Se prevé una gran retrospectiva nacional e internacional, que se iniciará, sin duda, con Le rouge et le noir, de Autant-Lara, y, previsiblemente, podrá concluir con una gran producción del tercer canal de la televisión francesa y con la versión de La chartreuse de Parme de Bolognini.

Carácter político
Sin duda, Stendhal, siempre enamorado del éxito y el triunfo, en las artes de la vida y las artes de la escritura, hubiera adorado esta faceta de las conmemoraciones: contemplar, en la soledad oscura de una sala de cine, los maravillosos rostros, en color, de sus inolvidables amantes, ahora eternizadas en la imagen corpórea de nuevos y siempre fascinantes rostros y cuerpos de mujer.

Sin embargo, a Italo Calvino no se le escapa, precisamente. hablando de la Chartreuse de Bolognini, el carácter político y estratégico de ese momento final de la obra de Stendhal, a tres años de su muerte. No en vano, el libro se inicia con la entrada radiante de las tropas de Napoleón en Milán.

Esa síntesis última donde se confundirán las grandes maniobras victoriosas de las tropas de Napoleón, el inicio del fin con los días de gloria y las primeras batallas perdidas, la reconstrucción de un mundo nuevo (en suma, está naciendo la Europa contemporánea que forjará Metternich en el Congreso de Viena), tratándose una historia radicalmente individual (Fabricio) y colectiva, con la pureza y grandeza de los poemas homéricos.

La lejanía, en el tiempo, de tales historias, pudiera hacer olvidar al lector las proporciones políticas, diplomáticas, morales, espirituales, militares y novelescas de ese proyecto. Para imaginar su radical actualidad, pudiera imaginarse una novela en la que se confunden la ofensiva americana en la guerra del Pacífico que deberá desembocar en Hiroshima, contada por un alto diplomático de la burocracia del Departamento de Estado, que siente admiración por el general McArthur, que escribe pensando en tramar un proyecto político-intelectual semejante al de las Memorias, de Kissinger, pero dando a su libro el perfume de la gran ópera y las dimensiones morales de la época griega y latina. Tal es la aventura trágica y moral que nos propone Stendhal. De ahí el carácter subversivo, inquietante y neoclásico de su actualidad, hoy, cuando se cumple el bicentenario de su nacimiento.

Juan Pedro Quiñonero, Diario 16, 23 de enero de 1983, pp. 24-25.

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